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Coronavirus
Las vecinas vallecanas en primera línea
Desbordados los Servicios Sociales en la ciudad de Madrid, las redes vecinales y los espacios autogestionados han entrado al quite para apoyar a familias cuya alimentación diaria se ha convertido en primera necesidad. Cada semana aumenta el número de personas atendidas por estas iniciativas ciudadanas.
Puente de Vallecas, una de las zonas con mayor riesgo de exclusión y pobreza, es el segundo distrito, por detrás de Carabanchel, donde más se están concentrando las solicitudes de ayudas alimentarias durante el estado de alarma (13,28 por ciento según datos del Ayuntamiento). Los servicios sociales se están viendo desbordados y ante la repentina situación de emergencia, no están teniendo capacidad para llegar a las muchas familias y personas más vulnerables que se han visto afectadas por esta dramática crisis.
Conforme se mantiene el estado de alarma una de las demandas que más se está solicitando a diario es la de comida caliente. Vecinas y vecinos del barrio y activistas de diferentes espacios autogestionados como La Villana de Vallekas o La Brecha, llevan más de un mes organizándose como parte de la red de apoyo mutuo Somos Tribu VK, para tratar de cubrir las necesidades alimenticias básicas y de cuidados del vecindario. Hannah Gómez, una de las personas voluntarias que coordina una de estas iniciativas desde La Villana, explica cómo se está viviendo la situación.
“Es necesario que se sepa: en mi caso yo recibo más de quince llamadas al día y otros tantos mensajes de personas que en Cruz Roja, Cáritas, o servicios sociales, no les están ofreciendo ninguna ayuda. Para tratar de cubrir la ineficacia de estas organizaciones, nos hemos juntado la Villana de Vallekas con nuestra cooperativa de comida vegana Veguiterráneo, y repartimos comida caliente y cestas de alimentos semanales a las familias que más lo necesitan. Gracias al dinero recaudado a través del crowdfunding que realizó la Asociación de Vecinos Puente de Vallekas-San Diego, cada día podemos llenar los tuppers con comida caliente para más de 70 personas durante el periodo que dure el confinamiento”.
Desde las ocho de la mañana, David, otro de los socios de la cooperativa, cocinaba en dos enormes ollas un puré de patatas y puerros junto a una sopa de verduras. Era viernes y se repartía también comida para el fin de semana, así que no había tiempo que perder. Todos ayudaban a cortar la verdura y preparar la comida para llevársela a quienes no podían ir a recogerla por mayor riesgo de contagio. A las 13 horas, incluso minutos antes, fueron llegando las y los vecinos con sus carritos y bolsas llenas de envases vacíos. Lidia, la tercera socia, con ayuda de Hannah y Geena, otra vecina, los llenaban y repartían según se acercaban a la puerta y comprobaba sus datos en la hoja. “Hace semanas que tuvimos que poner una lista de espera. No tenemos comida suficiente para todas las personas”, se lamentaba Lidia.
Al mismo tiempo, otro grupo de voluntarios y voluntarias, organizaba las cestas que repartirían esa tarde a otras casi 60 familias; productos frescos, también no perecederos y otros de primera necesidad como pañales para bebés, adquiridos gracias a las donaciones recogidas. Una muestra más de la solidaridad que existe, ahora más que nunca, en uno de los barrios más afectados por las consecuencias del Covid19.
“Qué Dios os bendiga por esto que estáis haciendo”, les dijo Carmen al marcharse con su carrito rojo lleno. Rodolfo, otro vecino, trajo a modo de agradecimiento un pastel con nueces que no se iba a poder comer por culpa de su intolerancia. Solo había que ver la mirada de agradecimiento de esas mujeres y hombres para saber lo necesaria que estaba siendo su labor. Pero, la pregunta que está en el aire es ¿qué pasará después de la cuarentena, cuando todavía muchas familias se vean gravemente afectadas por esta crisis económica, y apenas sean ya sostenibles las redes de apoyo vecinal que ahora suplen la labor de servicios sociales, y otras organizaciones caritativas?
A Hannah también le preocupa la comida que se está sirviendo en algunos comedores. Por ejemplo, según vecinos y vecinas que reciben menús del comedor de Santa Eugenia, la comida es escasa para una persona y apenas tiene ingredientes que puedan suplir las necesidades nutricionales. Otra vecina, hablaba de los mareos que sufría su hijo por la comida del menú infantil del Telepizza que, según el acuerdo con la Comunidad de Madrid, están dando a los niños del comedor escolar para familias sin recursos.
“Estas personas tienen derecho a ser tratados con amor y cariño, no como un número más en un banco de comida”, reclama Hannah, una de las muchas heroínas sin capa que forman parte de esta red de cuidados vecinal, que hace posible que en Vallecas, como en otros muchos barrios de Madrid, la vida siga adelante.
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