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Laboral
Jornadas de 50 horas semanales haciendo tareas de categoría superior: así se trabaja en hostelería

Llega el verano y uno de los sectores que más tira de los números de altas en las afiliaciones es la hostelería. También es uno de los más vigilados y más multados por la Inspección de Trabajo. No es casualidad: la temporalidad, las jornadas extensas e irregulares, la gran rotación de personal hacen que sean uno de los sectores con más sanciones. Desde Inspección de Trabajo apuntan a que el 73,18% de las actuaciones que durante 2023 se pusieron en marcha fueron en el sector servicios, que incluye comercio, hostelería y otros. Entre las sanciones, la hostelería recibió el 21% de las sanciones. Estas, suelen estar determinadas por infracciones en la contratación como la falta de contrato, subcontrataciones, contratos temporales no justificados, etc; irregularidades en el registro horario, falta de prevención de riesgos, salarios, etc; los incumplimientos con la Seguridad Social, como falta de cotizaciones, altas o bajas mal realizadas, pagos por realizar entre otras, y la de tener personal extranjero de forma irregular. De hecho, la hostelería fue el sector con más empleo extranjero aflorado en 2023 con más de 12.000 trabajadores y trabajadoras.
“En 2023, más de 1,7 millones de personas trabajaron en el sector, con una facturación cercana a los 112.000 millones de euros”, explican desde la Red de Apoyo Laboral de Vallekas, que advierten que esos datos son solo de las personas que trabajan dadas de alta en la Seguridad Social ya que, en su opinión, es un sector con “condiciones laborales profundamente precarias”. Especialmente las personas migrantes, señalan que “se encuentran en una posición de vulnerabilidad bastante compleja dentro del sector, especialmente aquella que se encuentra en una posición administrativa irregular y con escaso conocimiento sobre derechos laborales”.
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En cuanto a las condiciones, señalan desde el sindicato CNT, “fundamentalmente no se pagan horas extras, ni nocturnidad, no se cumple el convenio, se hacen horas maratonianas, etc”. Es justamente lo denunciado por dos trabajadoras en Ciudad Real a través de este sindicato. Laura Barriga, que espera tener juicio el 23 de julio después de un primer retraso, denunció sus condiciones de trabajo en un restaurante franquiciado de Ginos en la ciudad manchega. “Empecé trabajando diez horas semanales, de refuerzo de fines de semana”, explica la trabajadora a El Salto. Después de tres meses, les renovaron con 110 horas a deber. Se las contaron como horas complementarias, no como extras, que tiene como característica que deben ser pactadas con el empleado o empleada y se pagan como horas ordinarias. También tiene la diferencia que mientras las horas extras están limitadas por ley a 80 anuales, las complementarias no tienen esta limitación.
“En nuestro convenio solo pueden suponer hasta un 30% de las horas contratadas por eso al renovarme me subieron a 20 horas semanales”, explica Laura, aunque ella necesitaba jornada completa para llegar a fin de mes. “Con diez horas cobras 300 euros, con 20 entre 600 y 700 si echas horas de más”, explica. Solo cuando se dio de baja por maternidad la encargada, le subieron a 30 horas. Ahí las horas de la encargada se repartieron entre varios trabajadores pero también las tareas, a pesar de tener contratos de ayudantes de sala. Laborales como cobrar, hacer caja, encargarse del cierre o la apertura y otras tareas no están contemplados en su categoría profesional. Aún así, Laura y sus compañeros lo hicieron.
“Me pusieron una falta de tres días de empleo y sueldo por negarme a hacerme funciones, cuando yo estaba ya pidiendo el autodespido por vulneración de derechos fundamentales”, indica Laura Barriga
Hasta que la hermana de Laura tuvo un hijo y ella pidió los días que le correspondían por ingreso de un familiar directo en el hospital. “Ahí empezaron los problemas porque decía que no le correspondía y yo empecé a poner límites”, comenta, que entre otras cosas les pedían irse cuando había menos gente en el local sin contarles las horas como hechas o no sabiendo el horario del día siguiente. Ella les pidió que le firmaran un papel como que no se iba por su propia decisión, si no porque la gerencia se lo pedía. Este documento como los horarios que les pasaban por mensajería son algunas de las pruebas que presenta en el juicio por irregularidades.
Al volver de vacaciones pidió que le reconocieran la categoría laboral del trabajo que realizaba. Ante la negativa, se negó a hacer tareas que no le correspondían. “Me pusieron una falta de tres días de empleo y sueldo por negarme a hacerme funciones, cuando yo estaba ya pidiendo el autodespido por vulneración de derechos fundamentales”, indica a este medio, y recuerda que acabó con una baja médica por ansiedad por la situación de tensión que vivía. Laura, que actualmente secretaria de acción sindical de CNT Ciudad Real, asegura que es muy común que haya una doble contabilidad de horas en la hostelería: las que enseñan a Inspección de Trabajo y la que hacen realmente los trabajadores.
“Tenía una niña de dos años y un niño de cinco meses, estaba sin descansar, sin tiempo para organizarme porque conocía mis horarios solo el sábado o domingo anterior”, comenta a El Salto Celia
“En el esto es lo que pasaba en la taberna La Búha y el Buo, donde en horario planificado los trabajadores hacen hasta 52 horas semanales”, indica y puntualiza que les pagaban las horas extra solo desde la hora 48 (debe ser desde la 40) y no se añadía la nocturnidad. Celia es una de las trabajadoras que trabajaba en este restaurante y que ahora se enfrentará a juicio junto a CNT contra el dueño del establecimiento franquiciado el 18 de noviembre. Ella se incorporó después de la baja por maternidad de su segundo hijo a trabajar y vio que en su horario se sumaban hasta 50 horas. “Tenía una niña de dos años y un niño de cinco meses, estaba sin descansar, sin tiempo para organizarme porque conocía mis horarios solo el sábado o domingo anterior”, comenta a El Salto.
Entrando a las nueve de la mañana y saliendo de madrugada, Celia solo pudo pedir una reducción de horas por conciliación. “La encargada me dijo que si quería me preparaba los papeles para hacer como que me iba, que solo tenía esa solución”, explica, ya que el siguiente paso fue pedir judicialmente la reducción de jornada. Cuando se incorporó de una baja médica, le habían puesto 40 horas. Cuando reclamó salarios pendientes, le ofrecieron una semana de vacaciones. Al volver, tenía un mensaje en el móvil en el que le decían que no fuera a trabajar al día siguiente porque estaba despedida fue al medico por la ansiedad y pidió la baja. “Me dijo que era por reducción de personal cuando esa misma semana abrió otro local”, indica. Ahí Celia empezó a tomar nota de todas las faltas que ahora denuncia: no le dieron las propinas, no le pagaron nunca el plus de comida que tienen (en especie o en retribución económica), los descansos que no les dejaban coger al tener jornadas de hasta doce horas, etc.
“Están tan convencidos de que pueden hace lo que quieran que lo ponen por escrito y les da igual”, explica Celia. Al conocer ambos casos y muchos otros que no se hacen públicos organizaron en abril “la ruta de la precariedad” por los establecimientos señalados. “El dueño sale en medios locales diciendo que con el salario puedes formar una familia y mantenerlas, pero solo hay tres personas a jornada completa en su Ginos, ni las encargadas”, denuncia.
Ruta de la precariedad y campaña en los barrios
“La hostelería concentra algunas de las peores condiciones laborales dentro del mercado de trabajo”, explican desde la Red de Apoyo Laboral Vallekas, que enumeran como otros atropellos la prevalencia de contratos temporales, el empleo sin contrato o con contratos fraudulentos y la apariencia de falsos autónomos. Precisamente esta red ha puesto en marcha una campaña para prevenir los atropellos y dar voz a quienes no suelen denunciar. “Hacer conocer a la población migrante en situación de irregularidad los diversos colectivos y organizaciones que luchan en el barrio y acercarlos hacia la lucha combativa con el fin de que se desarrollen procesos participativos entre los mismos y que se desafíen las dinámicas del racismo estructural y la precariedad”, definen el objetivo de esta acción.
En concreto han diseñado pegatinas con las problemáticas del sector y, paralelamente, han divulgado esos mensajes en redes sociales. “Hemos podido establecer contacto con otros muchos colectivos para tratar de replicar esta campaña en otros territorios”, explican a El Salto desde la red, que también ha visto como sus pegatinas han sido despegadas en algunos puntos. “Creemos que esta campaña puede encontrar puntos conflictivos en la relación con la pequeña hostelería, pero consideramos nuestro trabajo muy importante como para que esto nos frene”, finalizan.