El año en que la anomalía se hizo norma

Resumen climático y medioambiental de un 2021 en el que nos hemos acostumbrado a lo excepcional.
Nevada enero 2021 - 6
Álvaro Minguito El año comenzó con la borrasca Filomena dejando estampas atípicas en dos tercios de la Península.

Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @pablorcebo.bsky.social, pablo.rivas@elsaltodiario.com

26 dic 2021 06:47

El año 2021 comenzaba con una estampa inusual en España. Las cerca de 8.000 personas llamadas Filomena veían como su nombre tomaba un nuevo cariz, tras dejar la borrasca homónima dos tercios de península bajo la nieve. Porque sí, nieva en invierno, pero no tanto ni en tantos lugares peninsulares a la vez y de la forma que lo hizo el temporal más intenso registrado en por los lares hispánicos en medio siglo. Y aunque las certezas en cuestiones climáticas a menudo casi nunca son del 100%, sí hay claras y obvias razones para ver tras aquella atípica estampa las garras de la emergencia climática.

En lo que no hay duda es que la jet stream polar, la corriente en chorro que modula el clima en el hemisferio norte, está teniendo serios desbarajustes, lo que implica más episodios atmosféricos acusados como Filomena, más intensos y con mayor frecuencia.

Formada por una corriente de aire de cientos de kilómetros de anchura que cruza el globo en dirección oeste a este, a unos 10.000 metros de altura y con vientos de hasta 400 km/h, rige en gran parte la circulación general atmosférica del hemisferio septentrional, con sus anticiclones, borrascas y cambios de presión. “Indudablemente las condiciones de cambio climático favorecen determinadas anomalías que hacen más intensas algunas olas de frío”, explicaba a El Salto el científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Fernando Valladares. No hay mucho debate: las investigaciones y la lógica unen cambio climático y alteraciones de la jet stream cual uña y carne.  


Los episodios climáticos irregulares acusados no se limitaron al invierno. Lytton, una localidad de la Columbia Británica, en Canadá, registraba a finales de junio 49,6ºC, algo que ningún lugar situado en dicho país había vivido jamás. Acto seguido, la localidad perdió el 90% de sus edificaciones bajo las llamas, en una ola de calor que arrasó el noroeste de Estados Unidos y el oeste canadiense, con un millar de muertos.

Sin dejar el norte global, pero al otro lado del mundo, Suecia, Finlandia, Estonia y Bielorrusia registraban su mes de junio más cálido jamás vivido, sufriendo Escandinavia y Siberia otra cola de calor más en julio, con nuevos récords. En Kevo, Laponia, dentro del Círculo Polar Ártico, sufrían su temperatura récord el 4 de julio, con 33,6ºC. Como apuntaba Jennifer Francis, científica del Woodwell Climate Research Center estadounidense, el fenómeno climático registrado en junio estaba asociado “con un patrón de bloqueo en la corriente en chorro que ha prevalecido en Escandinavia este año y ha contribuido a unas condiciones inusualmente cálidas allí, especialmente en Finlandia”.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM), iba en la misma línea y apuntaba a que la inusual ola en el oeste norteamericano era “consecuencia de un importante patrón de bloqueo atmosférico que ha dado lugar a una cúpula de calor, con baja presión a ambos lados, y la corriente en chorro no avanza”.

El malo está claro

Sí, todos esos fenómenos tienen en las alteraciones de la jet stream polar su causa. Y las voces del ámbito científico que apuntan a la emergencia climática como la causante de esa ondulación de la corriente son ya un clamor. La OMM, de hecho, publicaba en septiembre su Atlas de Mortalidad y Economía. Pérdidas por fenómenos meteorológicos, climáticos y hídricos extremos. En él se detalla cómo los desastres climáticos suman ya 2 millones de muertes en el último medio siglo, y el organismo, lejos de irse por las ramas, es tajante: “El número de extremos meteorológicos, climáticos e hídricos está en aumento y se volverá más frecuente y grave en muchas partes del mundo como resultado del cambio climático”. Ahora que venga Trump o algún políticucho de la extrema derecha hispánica y que hable.

2021 ha traído más récords climáticos de esos de los que nadie querría oír hablar jamás. Además de confirmarse hace apenas diez días que el Ártico tuvo su temperatura máximo histórica en junio del pasado año —fue en Verkhoyansk, Siberia, con unos  38ºC más propios de Sevilla que del Ártico ruso—, el observatorio de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica  (NOAA) de Estados Unidos en Mauna Loa registraba 421,21 partes por millón (ppm) de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera el 5 de abril.

350 ppm es la cifra que la comunidad científica considera el límite para que no se produzca un punto de inflexión climático que cambie las condiciones planetarias. Lo traspasamos en 1990, de lo que se deduce que la curva de Keeling, como se conoce la gráfica que mide la concentración de CO2 en la atmósfera, tiene una inclinación similar al perfil de la ascensión del Everest. Es más, en junio, la NOAA publicaba otro tiste récord: el mayor promedio mensual de CO2 en la atmósfera dela historia, con 419,13 ppm. Si se hace una revisión de los anuarios noticiosos desde 1990, siempre se encontrarán noticias como estas.

Avenidas y juzgados

La lucha contra la crisis climática se intensificó en 2021. Si en los tribunales Shell era declarada culpable de provocar el cambio climático, en una histórica sentencia en los Países Bajos, en España se seguía la senda tomada por el movimiento climático en países como Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Bélgica, India o Nueva Zelanda, donde se había llevado al Gobierno a los tribunales por no hacer lo suficiente para frenar el desastre. El Juicio por el Clima continuaba su andadura y en septiembre el Supremo rechazaba darle carpetazo, desechando la petición de la Abogacía del Estado de cerrarlo. El Alto tribunal remarca la inactividad de la Administración y el incumplimiento de compromisos en la lucha contra el cambio climático como argumentos para su decisión. 

El Movimiento climático no se limitó a los tribunales. Las acciones de protesta y desobediencia civil se multiplicaron a lo largo del año. Rebelión por el Clima bloqueaba las instalaciones de Repsol en Madrid en junio. La multinacional fósil había adelantado a Endesa como la compañía española más contaminante, poniendo por primera vez a una petrolera por delante de una energética, según señalaba el informe Big Polluters 2020, del Observatorio de Sostenibilidad, publicado en abril.

No fue ni mucho menos la única acción del año. Entre las protagonizadas por Greenpeace en el contexto de la Cumbre del Clima de Glasgow (COP26) se encontraron la ocupación de las instalaciones de la regasificadorea de Reganosa en A Coruña, en noviembre, o el bloqueo de un buque gasero en el puerto de Sagunto en octubre. El gas, nuevo maná energético para la UE a falta de soluciones mágicas, era uno de los objetivos de los activistas. De hecho, en plena COP26, la UE presentaba su lista de Proyectos de Interés Común, entre los que se integran 30 grandes iniciativas gasísticas, a pesar de las advertencias de científicos y activistas climáticos de los riesgos de seguir usando los combustibles fósiles.

No hay que olvidar el papel de los grupos más jóvenes del movimiento climático. Si Extinction Rebellion protagonizaba acciones como el bloqueo del Paseo del Prado, en Madrid, para exigir una asamblea ciudadana por el clima a la que el Gobierno ha dicho no en las condiciones de los activistas, Fridays for Futureha continuado su lucha estando presente en la práctica totalidad de acciones y protestas climáticas del año.

Ni caso a quienes saben

El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se sumaba alas advertencias en verano, a pocos meses de la COP. En agosto presentaba su último informe, que recopilaba siete años de trabajo. Su advertencia dejaba poco lugar a dudas: “La estabilización del clima requerirá reducciones fuertes, rápidas y sostenidas de los gases de efecto invernadero y alcanzar emisiones netas de CO2 cero, así como limitar otros gases de efecto invernadero y contaminantes, especialmente el metano”.

Pero los líderes globales no hicieron demasiado caso a los científicos. La XXVI Cumbre del Clima de las Naciones Unidas, que se celebró con un año de retraso por la pandemia del virus SARS-CoV-2, tenía la misión ineludible de cerrar los múltiples flecos de un Acuerdo de París que fue anunciado en 2015 pero nunca implementado. No se consiguió, y el acuerdo final, otra vez más, quedaba en unos mínimos inaceptables para la comunidad científica, los ecologistas y la opinión pública global. De nuevo, patada hacia adelante y a la próxima COP, y así van 26.

Cumbre del Clima aparte, no hay que olvidar otro hito climático del 2021 en España: el Congreso aprobaba en abril la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, un texto clave que se erigía como la base para la descarbonización de la economía española y que imponía un horizonte de reducción de emisiones del 23% para 2030 con respecto a los niveles de 1990.

Partiendo de la base que el IPCC habla de la necesidad de reducir las emisiones un 7,6% anual para no sobrepasar un calentamiento global de 1,5ºC, algo a lo que España se comprometió, el país debería reducir sus emisiones no un 23, sino un 55%. Con tales cifras, y a pesar de la nueva ley, el movimiento climático sigue en armas contra el Gobierno, motivo por el que le llevó al Juicio por el Clima.

Lobo vivo

En una variable medioambiental y fuera ya de la problemática climática, el 2021 ha traído algunas buenas noticias. El lobo ibérico, por fin, está protegido en todo el territorio español. Tras décadas de trabajo, y con una población menguante de apenas 300 manadas en total, el Canis lupus signatus pasaba a formar parte del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, lo que prohíbe su gestión y control cinegético —dícese, caza— en todo el territorio, y no solo al sur del Duero como ocurría hasta septiembre. 

También ha sido 2021 el año del despertar para algunas problemáticas. Ante la avalancha de macroproyectos energéticos que se avecina ante las zonas menos pobladas del país, decenas de grupos territoriales sumaban fuerzas y crearon la Alianza Energía y Territorio (Aliente) para luchar contra los grandes campos eólicos y fotovoltaicos. Su objetivo era no pagar el pato de la transición energética solo por tener suelo más barato y menos población, para uso y disfrute de la urbe. En octubre, una manifestación unitaria en Madrid dejaba claro que no iban a dejar que se usurpara su territorio sin dar batalla.


La batalla del Mar Menor

También el Campo de Cartagena, y la Región de Murcia, intensificaba su defensa de un Mar Menor cada día más muerto, como certificaban los episodios de anoxia y crisis medioambiental que vivía su ecosistema en varios momentos del año. Una Iniciativa Legislativa Popular para dotar a la laguna supuestamente protegida de personalidad jurídica conseguía 640.000 firmas, lo que hacía obligatoria la tramitación en el Congreso de los Diputados.

Las calles, como no, también registraron la rabia de la Murcia que está harta de chanchullos y dejación. Varias han sido las manifestaciones multitudinarias que ha vivido la región, como fue el caso de la que cruzó el centro de Murcia el 8 de octubre, con una asistencia de 70.000 personas

En lo referente a los residuos, el año acababa con otra buena nueva: el Congreso aprobaba este 23 de diciembre la Ley de Residuos y Suelos Contaminados, un histórico acuerdo que, si bien no llegaba tan lejos como desde posiciones ecologistas se planteaba, ponía las bases para sacar a España del retraso histórico en la gestión de residuos, venciendo resistencias como la todopoderosa patronal envasadora, agrupada en Ecoembes. Incluso se abre la puerta a que en 2023 comience a ponerse en marcha un sistema de depósito, devolución y retorno que acabe con una lacra omnipresente en los campos y ciudades ibéricas: la presencia de latas y botellas tiradas en el medio.

Y es que a veces, quien la sigue la consigue, aunque sea David contra Goliat. A ver si el 2022 trae más nuevas como las de la última parte de este texto. Feliz solsticio de invierno, y no se olviden de las uvas. Si son ecológicas, mejor.

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