Pensiones
La huelga contra la reforma de las pensiones afronta una semana clave en Francia

Tras la exitosa movilización del jueves, los transportes siguen casi paralizados y los sindicatos, especialmente sus bases, organizan nuevas protestas a partir del martes.

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El Gobierno ofrece una retirada del proyecto que no afectaría a los nacidos después de 1973. Cortejo estudiantil en París durante la huelga. Teresa Suárez Zapater

“Primero las protestas masivas empezaron en Chile, después en Bolivia, Irán, Irak… Ahora ha llegado el turno de Francia”. Baptiste, estudiante en la universidad París VIII, se felicitaba con estas palabras por el éxito de la huelga del 5 de diciembre. Eran las cinco de la tarde del viernes en uno de los andenes de la Gare de Saint-Lazare, una de las principales estaciones de trenes de la capital francesa. Bajo un frío invernal, centenares de huelguistas se habían reunido en una asamblea interprofesional. Su objetivo era debatir los próximos pasos en las protestas contra la reforma de las pensiones de Emmanuel Macron. El ambiente rebosaba alegría y combatividad. Esta ocasión lo merecía.

Entre 1,5 millones de personas, según la CGT, uno de los principales sindicatos franceses, y 806.000, según el Ministerio del Interior, se manifestaron el pasado jueves en el conjunto del territorio francés. No solo se trata de la protesta sindical más importante en el mandato de Macron, sino también la movilización social más masiva desde las protestas de 2010 contra la reforma de las pensiones de Nicolas Sarkozy. Un buen termómetro de la profundidad del malestar es la elevada participación en ciudades medianas como Perpiñán, Caen o Saint-Nazaire, donde protestaron al menos 9.000 personas. O los 3.500 manifestantes en Aurillac, una pequeña localidad de 25.000 habitantes en el centro de Francia.

La reforma de Macron amenaza con una disminución de las pensiones públicas de entre un 15% y un 23%

Los sindicatos habían marcado en rojo en el calendario este 5 de diciembre y este puede convertirse en una fecha histórica en la resistencia a la ofensiva neoliberal. “Es la primera vez en mi vida que participo en una movilización sindical de este tipo. Había visto documentales sobre las huelgas de 1995, pero no creía que lo vería con mis propios ojos tan pronto”, asegura a El Salto Elisa Marcel, de 26 años, presente en la asamblea interprofesional. Según esta estudiante de Derecho en la Universidad de Nanterre, epicentro del Mayo del 68, “la crisis de los chalecos amarillos no ha quedado cerrada. Para nada”.

“Hacía años que no veía tanta gente en una protesta en París”, se felicitaba el jueves Jean-François Pacton, de 74 años, en medio de la manifestación en la capital francesa, donde resultaba difícil desplazarse por la abundante cantidad de manifestantes. Este histórico militante de la CGT recordaba que “el actual sistema de pensiones francés por repartición —en el que las cotizaciones de los salarios más altos contribuyen para que los más modestos dispongan de unas pensiones justas— es una de las conquistas sociales de la postguerra”. La reforma de Macron amenaza con una disminución de las pensiones públicas de entre un 15% y un 23%, según el colectivo ciudadano RéformedesRetraites (Reforma de las Pensiones). Y genera inquietud en amplias capas de la población.

La segunda jornada de huelgas y manifestaciones, prevista para mañana martes, medirá si los sindicatos mantienen con fuerza su pulso con Macron. Esta tendrá lugar el día antes de que el primer ministro Édouard Philippe presente la “integralidad” de la reforma de las pensiones. Un anuncio que permitirá comprobar si el ejecutivo hace importantes concesiones o más bien cosméticas, como la ya rumoreada de que la medida solo se aplique para aquellos nacidos después de 1973. “Estoy determinado a llevar a cabo esta reforma”, añadía este domingo Philippe en una entrevista en el Journal du Dimanche. Una firmeza con la que el ejecutivo parece hacer oídos sordos a la fuerte presión social.

Los sectores clave: transportes, profesores, eléctricas y refinerías

Sin duda, el paro más impactante es la huelga ilimitada de los agentes ferroviarios y los trabajadores de la RATP, empresa de los transportes metropolitanos de París. Después de que el jueves se anulara prácticamente el 90% de los viajes en tren, los transportes también quedaron casi paralizados durante los últimos tres días. Solo circularon dos de cada diez trenes de alta velocidad. En el caso de los regionales, fueron entre el 15% y el 20% en función de los territorios. Este domingo la circulación estaba completamente interrumpida en 12 líneas de metro, de un total de 14, en París. Solo circulaban aquellas con un conductor robotizado. Las direcciones de la SNCF y RATP han alarmado ante “un lunes negro” en los transportes en la región parisina.

Aunque el ejecutivo señala a los agentes ferroviarios y conductores de metro como los protagonistas de las protesta, cuyo único objetivo sería defender sus regímenes especiales de cotización, múltiples sectores están implicados en ella. Profesores, abogados, artistas, enfermeras, estudiantes, periodistas de Radio France (grupo estatal de radio)... La lista es larga.

En la manifestación de París, destacaban los perfiles diversos de manifestantes, que llevaban chalecos amarillos, chalecos rojos de la CGT, naranjas en el caso de los empleados de la SNCF o batas blancas en el personal sanitario. Entre 250.000 manifestantes, según los sindicatos, y 65.000, según las autoridades, salieron a la calle en la capital francesa. Una elevada participación que tiene el mérito de haberse producido después de un año de endurecimiento de la violencia policial en Francia, a raíz de la mano dura aplicada contra las protestas de los chalecos amarillos. Ante las confrontaciones entre policías y black blocs en la Plaza de la República en París, los manifestantes estuvieron bloqueados durante dos horas, sin poder empezar a desfilar.

“La huelga del 5 de diciembre solo representa el inicio de la batalla contra la reforma de las pensiones”, presumía Jerôme E., de 51 años, un cerrajero que se manifestaba en París vestido con su chaleco amarillo. Después de que el 70% de los profesores hiciera huelga el jueves —el 47% según el Ministerio de Educación—, la mayoría de ellos volvió a las aulas el viernes. Solo se ausentaron entre el 4% y el 5%, según fuentes ministeriales. Su implicación masiva en la jornada del 10 de diciembre reforzaría la presión de los sindicatos. También influirá la capacidad de parálisis en las empresas eléctricas estatales Engie y EDF, en las que el paro del jueves recibió el apoyo de cerca del 50% de los trabajadores.

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Asamblea de huelguistas en la Gare du Nord de París. Teresa Suárez Zapater

¿El espíritu de los chalecos amarillos impregna en las protestas?

Pese a un seguimiento inferior en el sector privado, esta movilización sigue contando con un apoyo mayoritario de los franceses. Según un sondeo del instituto Ifop, publicado este domingo en el Journal du Dimanche, el 53% de los franceses tiene una imagen positiva de la huelga. Un apoyo que ha aumentado seis puntos en la última semana. El 59% de los entrevistados responsabiliza al gobierno de la parálisis en sectores claves. Esto refleja el fracaso, por ahora, de la estrategia macronista de querer dividir a los trabajadores. Es decir, acusar a los agentes ferroviarios y trabajadores de la RATP de bloquear la economía por defender sus jubilaciones “privilegiadas” —en realidad, son unas condiciones dignas para unos empleos duros de ejercer—.

“Están aumentando la presión sobre los trabajadores del privado para que no hagamos huelga. Ayer (el jueves) por la tarde recibí un correo de la responsable de recursos humanos en el que me decía que este viernes tenía que ir a trabajar”, denunció en la asamblea en Saint-Lazare un asalariado de una empresa del sector ferroviario. Fue el único trabajador del sector privado que intervino. Lo hizo con la cara tapada con un gorro negro y una bufanda azul, ante el temor a posibles represalias.

Según un sondeo del instituto Ifop, publicado este domingo en el Journal du Dimanche, el 53% de los franceses tiene una imagen positiva de la huelga

“Esta convergencia entre los chalecos amarillos y el movimiento obrero tiene una fuerza explosiva”, defendió en una intervención posterior Anasse Kazib, delegado sindical del sector ferroviario en la Gare du Nord, rebautizada ahora como la “Estación del Norte la Roja”. “Para evitar que los dirigentes sindicales nos traicionen necesitamos que se produzca una coordinación entre todas las asambleas”, añadió Kazib, que se ha convertido en uno de los rostros más mediáticos de la huelga del 5 de diciembre. De esta forma, reivindicaba el rol fundamental de la base. Las decenas y decenas de asambleas celebradas para organizar estas protestas.

Después de casi tres horas de intervenciones, la asamblea concluyó prácticamente con la única decisión de participar el sábado en la manifestación de los chalecos amarillos. “En las protestas del 5 de diciembre existe una influencia cada vez más fuerte de los chalecos amarillos”, defiende Patrick Farbiaz, presente el sábado en la manifestación, poco numerosa, en París en la que intentaron converger los indignados franceses, sindicatos y movimientos contra el precariado.

“No solo el jueves bastantes manifestantes llevaban chalecos amarillos y se repitieron los mismos cánticos que en la revuelta del año pasado, sino que esta gilletjaunisation de las protestas se ve reflejada en la voluntad de autoorganizarse y protestar a través del bloqueo de la economía y nuevas formas de acciones”, añade Farbiaz, autor del libro Gilets jaunes: documents et textes (Chalecos amarillos: documentos y textos). “Con las actuales movilizaciones no solo está en juego la reforma de las pensiones, sino todo el modelo de sociedad en Francia”, advierte Antoine Aguilar, un artista de 40 años también presente en la protesta de los chalecos amarillos, que se manifestaron por 56º fin de semana consecutivo.

La huelga masiva del 5 de diciembre refleja, en realidad, el fracaso de la estrategia de Macron para calmar el malestar que originó la revuelta del año pasado. Un “gran debate nacional”, una represión policial sin precedentes en décadas, concesiones sociales y rebajas de impuestos a las clases medias valoradas en un total de 17.000 millones de euros… Pero la indignación sigue estando ahí.

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