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Gentrificación
Sin Baobab y sin pensión: la gentrificación abre otra herida en el corazón de Lavapiés
Vecinas y vecinos denuncian una operación urbanística que ya ha puesto fin al mítico restaurante senegalés sito en la calle Cabestreros y que acabará también con la pensión Prinoy, donde viven una veintena de inmigrantes.
Subiendo por la calle Mesón de Paredes y justo cuando esta adquiere su condición más empinada, un olor a guiso potente y especiado servía como último empujón hasta la plaza Nelson Mandela, otrora plaza de Cabrestreros. Tras la heroica subida, el restaurante senegalés Baobab, de Lavapiés, era la perfecta recompensa para una mañana de Rastro, hasta que la gentrificación puso sus ojos sobre el inmueble que ocupaba, en la calle Cabestreros número 1.
El pasado domingo abría sus puertas por última vez, tras 14 años repartiendo generosas raciones de arroz con pescado, pollo o ternera, por escasos 7 euros. La dueña del negocio se ha visto obligada a bajar su puerta metálica pues el propietario del edificio ha decidido no renovar el contrato de arrendamiento. Según denuncia la asamblea vecinal que se ha puesto manos a la obra para frenar la pérdida de este bastión del barrio, la construcción de un hotel planea en la zona. Así, y tal y como demuestran con documentos a los que ha tenido acceso El Salto, la no renovación está motivada por la venta del inmueble a la sociedad Fixed Assets Development, cuyo administrador único es Javier González Herráez. La asamblea vecinal asegura que este inversor es también responsable de la compra y venta del solar de la calle Valencia número 2 a la cadena de hoteles francesa IBIS.
El número 3 de la calle Cabestreros también entra en la ecuación: en la pensión Prinoy habitan una veintena de migrantes, senegaleses en su mayoría, que se verán sin techo en abril
Pero el Baobab no será el único afectado por esta operación. El número 3 de la calle Cabestreros, actualmente ocupado por la Pensión Prinoy, también entra en esa ecuación. En ella habitan una veintena de migrantes, senegaleses en su mayoría, que se verán sin techo en abril, cuando cerrará sus puertas. Algunos llevan más de 8 años viviendo ahí, pues el local es un hostal de larga estancia a la vieja usanza, como asegura Sandra C., que participa en la asamblea vecinal. Esta vecina de Lavapiés explica que el comprador pretende unificar ambas parcelas.
“El primer rumor llegó en verano y en septiembre empezamos a recabar información. Solicitamos la nota simple del número 1 y del número 3 y averiguamos que ambos números tenían una solicitud de parcelación —cuyo objetivo es unificar las dos parcelas— y ambas tienen un derecho adquirido de compra por Javier González”, relata esta vecina mientras añade que, tras consultar con una abogada, les alertaron de que la empresa no tenía capital social. “Creemos que va a seguir el mismo modus operandi que siguió con el IBIS. Él hace de intermediario, identifica parcelas que pueden ser sensibles de compra y hace la negociación con el propietario hasta que se lo termina de dar a la empresa final, que es quien está poniendo todo el dinero”.
Tras esta operación urbanística, que entienden que irá encaminada a la construcción de un macrohotel —pues ambas parcelas solo pueden albergar usos terciarios y no se pueden construir viviendas— “los perjudicados somos el barrio, ya no tanto el Baobab, sino la propia pensión Prinoy que es un espacio de seguridad y de establecimiento de redes para mucha de las personas africanas que viven en el barrio”, asegura Sandra. “Son personas que pagan 200-300 euros al mes y que tienen dificultades para encontrar vivienda, para abrirse redes, y esta pensión cumplía esta función. El hotel que pongan no creo que la cumpla”, sentencia.
“Son personas que pagan 200-300 euros al mes y que tienen dificultades para encontrar vivienda, para abrirse redes, y esta pensión cumplía esta función”, explican desde la asamblea vecinal
La asamblea vecinal ya ha mantenido cuatro reuniones y pretende ampliar la difusión del problema, recogiendo y aglutinando las voces de todos los colectivos afectados, poniendo también el foco en otros dos edificios contiguos que se verían de alguna manera amenazados, como son el Centro Social Okupado y Autogestionado La Quimera y un bloque de viviendas de titularidad pública “que hace unos años ya se vieron obligados a firmar una subida en el alquiler”, alerta Sandra C.
Mientras, de momento, quedarán en el recuerdo las sobremesas en el Baobab, dentro o fuera en su holgada terraza, para degustar contundentes platos de thiebou dienne, una base de arroz crujiente sobre la que se asienta una comunión de pescado y verduras; mafe, arroz blanco con una intensa salsa de ternera y cacahuete o yassa, arroz con un guiso de cebolla y pollo en la cumbre. Por las noches, un generoso plato de dibi, cordero a la brasa con ensalada, cebolla y patatas fritas, hacía las delicias de vecinas y vecinos, pero también de turistas, viajeros, madrileños y madrileñas, llegados desde otras zonas atraídos por su original oferta. Una puerta a la gastronomía senegalesa que ha servido como vínculo intercultural con esta comunidad africana y que tenía en este punto uno de los lugares donde retornar de vez en cuando a su patria a través del sabor de un buen plato de arroz. Una puerta que la gentrificación ya se ha encargado de cerrar.
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Un poco de rigor. La terraza de El Baobab estaba colmada de personas blancas, de izquierdas, y con ganas de paladear de experiencias exóticas. Mientras, a unos metros, en los bancos de la plaza, estaban las personas negras, la comunidad senegalesa, que no podían permitirse ese lujo de las cañitas después del mercadillo.
Amigas, la gentrificación de Cabestreros y de Lavapiés estaba antes de la llegada de los hoteles.