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Países emergentes
BRICS en la encrucijada: la cumbre que expuso su poder (y sus grietas)

La cumbre de Río de Janeiro debería haber sido una celebración. Once miembros plenos, once socios, el 46% del PIB global (ajustado por paridad de poder adquisitivo ó PPA según su acrónimo en inglés) y el 45% de la población mundial bajo el paraguas BRICS. Un bloque que nació como un acrónimo de Goldman Sachs y hoy desafía el orden occidental. Pero tras la foto final, las sonrisas escondían tensiones que podrían redefinir su futuro.
La Declaración de Río es un monumento a las contradicciones. Por un lado, un golpe sobre la mesa geopolítico: respaldo explícito a Brasil e India como aspirantes a puestos permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU. Un avance diplomático que Sudáfrica miró con recelo, pues el documento ignoró sus aspiraciones mientras reconocía el Consenso de Ezulwini (que reserva a África elegir su propio representante). Aquí, la expansión del grupo mostró su lado oscuro: Egipto y Etiopía, nuevos miembros, son rivales naturales de Pretoria en esa carrera.
Pero la grieta más profunda la abrió Irán. En un hecho sin precedentes, su canciller tildó de “irrealista” el apoyo de la declaración a la solución de dos Estados en Palestina. Rompió así el sacrosanto principio de consenso BRICS. Mientras, el silencio fue igualmente elocuente: aunque se condenaron las sanciones unilaterales, ni una mención a Estados Unidos. India, Brasil y Emiratos Árabes bloquearon cualquier crítica directa a Washington. En tiempos de Trump, la prudencia pesó más que la rebeldía. Por cierto, menuda manera más rara tiene Trump de recompensar a Brasil. Espero que Lula haya aprendido la lección, y a un tipo como Trump no se le concede ni una. Xi Jinping y Putin le podrían dar dos clases de cómo tratar a Trump.
Los avances que nadie discute
Pero, entre las sombras, hay luces estratégicas. El bloque demostró músculo en áreas donde Occidente flaquea. Desdolarización práctica: el sistema de pagos transfronterizos entre miembros (rápido, barato y seguro) es una realidad operativa. La conexión UPI-CIPS (India-China) marca el camino. Resiliencia alimentaria: la futura plataforma de granos con reserva inicial de 10 millones de toneladas (trigo, maíz, fertilizantes) es un seguro contra crisis globales. Liderazgo climático: con la COP30 en Belém (2025) y la candidatura india para COP33 (2028), los BRICS secuestran la agenda verde. Su “Facilidad Tropical Forest Forever” es un mecanismo innovador de financiación que responsabiliza a los países ricos por sus promesas incumplidas.
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La Agenda Prioritaria acordada por los BRICS para el periodo 2026-2030 avanzará hacia una moneda común de reserva para el que realizará un estudio de factibilidad. En cuanto al comercio, el club de países delimitará una Zona Libre Comercio BRICS+ para el que sellará un Acuerdo marco en 2026. En el plano de la seguridad, mediante el Grupo de trabajo CTWG se desarrollará una fuerza conjunta antiterrorista. Ante el desafío tecnológico, el BRICS Instituto Redes Futuras trabajará por la Estandarización 6G y ética IA. Ante el problema climático, los BRICS continuarán con el Fondo BRICS para Pérdidas y Daños acordado en la COP30 de este año.
La salud global es otro frente de avance silencioso. La nueva “Asociación contra Enfermedades Socialmente Determinadas” ataca causas estructurales (pobreza, exclusión), no solo síntomas. Y el Centro BRICS de Competencias Industriales con la ONUDI entrena en habilidades Industria 4.0, evitando dependencia de Occidente.
Las cifras que no mienten (pero que engañan)
El Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) presume proyectos por un valor total de 30.000 millones de dólares estadounidenses, y el Acuerdo de Reservas Contingentes (CRA) ofrece una red de seguridad de 100.000 millones de dólares. Pero hay un dato crucial: el NDB representa solo el 3% de la financiación multilateral global. Para ser un contrapeso real, debe escalar urgentemente.
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BRICS Los BRICS crecen: Indonesia ingresa en el club de los países emergentes
La expansión acelerada (5 miembros nuevos en 2023, Indonesia en 2024) agrava el desafío. ¿Cómo tomar decisiones ágiles con once países de culturas políticas opuestas? Democracias como Brasil e India comparten mesa con autocracias como Rusia e Irán. Rivales geopolíticos (India vs. China en el Himalaya; Irán vs. Arabia Saudí) deben coordinar políticas. Las sanciones occidentales a Rusia e Irán, además, estrangulan la integración financiera profunda.
La agenda de la gran oportunidad (pero posiblemente la última)
Los próximos cinco años constituyen una ventana crítica para los BRICS, donde su hoja de ruta post-Río despliega ambiciones transformadoras cargadas de fragilidad. En el frente financiero, los estudios de viabilidad para una moneda común de reserva ya están en marcha, un proyecto que, de materializarse, representaría el desafío más contundente al dominio del dólar en medio siglo. Este esfuerzo se complementa con la negociación de una Zona de Libre Comercio BRICS+, cuyo acuerdo marco pretende cerrarse en 2026. La meta es audaz: integrar un mercado de 4.000 millones de consumidores, tejiendo cadenas de valor que eviten los bloqueos occidentales. Paralelamente, en la COP30 de Belém (2025), el bloque lanzará su Fondo para Pérdidas y Daños Climáticos, un mecanismo que encarna la justicia ambiental con sello del Sur Global, exigiendo a las economías ricas asumir los costos del caos climático que han acelerado.
La rivalidad estratégica entre China e India, agravada por tensiones internas como las fricciones Irán-Arabia Saudí o las aspiraciones contradictorias en el Consejo de Seguridad de la ONU, podría fragmentar al bloque en facciones irreconciliables
Sin embargo, los caminos posibles divergen drásticamente. En el escenario óptimo –prefiero no poner probabilidades- los BRICS consolidarían una arquitectura financiera alternativa funcional y liderarían la gobernanza climática global, reescribiendo las reglas del juego multilateral. El escenario base, más probable, mostraría avances en cooperación sectorial –especialmente en seguridad alimentaria y salud–, pero vería estancarse la moneda común por desconfianzas geopolíticas. Mientras tanto, el escenario de riesgo pintaría un panorama sombrío: la rivalidad estratégica entre China e India, agravada por tensiones internas como las fricciones Irán-Arabia Saudí o las aspiraciones contradictorias en el Consejo de Seguridad de la ONU, podría fragmentar al bloque en facciones irreconciliables. El éxito dependerá de una habilidad sutil hasta ahora esquiva: convertir retórica en acción colectiva sin que ningún miembro renuncie a su soberanía.
Conclusión
La cumbre de Río dejó claro que los BRICS ya no son un club económico: son un proyecto civilizatorio. No buscan destruir el orden liberal, sino demostrar que la modernidad tiene múltiples caminos. Su narrativa de “soberanía igualitaria” y rechazo a sanciones unilaterales cala en un mundo cansado de hegemonías.
El mundo ya no se gestiona desde Washington, Bruselas o Pekín. Se cocina en una mesa donde, por primera vez, el Sur Global sirve el menú
Pero las fisuras expuestas son sistémicas. Sin mecanismos ágiles para gestionar sus contradicciones, el bloque podría convertirse en lo que Occidente espera: un gigante con pies de barro. Su prueba de fuego será transformar retórica en acción colectiva. sin que nadie renuncie a su soberanía. En 2030 sabremos si Río fue el canto del cisne o el parte de nacimiento de un nuevo orden. Por ahora, solo una certeza: el mundo ya no se gestiona desde Washington, Bruselas o Pekín. Se cocina en una mesa donde, por primera vez, el Sur Global sirve el menú.