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Energía nuclear
¿Ciencia o ficción nuclear?
Como apunta Paul Gipe en su blog,el plan climático Biden-Harris utiliza la palabra ‘revolución’ en su mismo titular, una desviación de la habitual retórica cauta del Partido Demócrata.
Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.
Pero a ‘revolución’ le preceden dos palabras que evidencian cómo se aferran todavía a sus típicos espacios ‘seguros’. Hablan de ‘revolución de energías limpias’, que Gipe define como “terminología de grupos de debate”. Escribe: “Energía limpia es un término forjado por publicistas ante las reacciones de grupos focales. ‘Funciona bien’, que dicen. Significa una cosa para un grupo de gente, otra distinta para otro. Es perfecto para la política estadounidense”.
“Para grupos ecologistas significa energía solar y eólica, normalmente solo esas dos fuentes de energía y a veces solo la solar. También significa despedirse de las industrias del carbón y nuclear. Pero en realidad ‘energía limpia’ es una palabra engañosa que los líderes de partidos políticos y, muy importantemente, sus donantes de campaña, desproveen de todo su potencial. Evitan hablar de energías renovables y apostar por estas, para así conseguir dinero de los lobbies del carbón y de la nuclear”.
“Evitan hablar de energías renovables y apostar por estas, para así conseguir dinero de los lobbies del carbón y de la nuclear”.
El plan energético Biden-Harris apunta en la dirección correcta en sus primeros párrafos, centrándose en reducir las emisiones a 0 para 2050 (20 años más tarde de lo deseable, pero mejor que nada). Se centran en la infraestructura, colaboración internacional y la protección de las comunidades empobrecidas y racializadas, que sufren de manera desproporcionada la contaminación.
Como sabemos en base a sus primeras decisiones en la Casa Blanca, Biden pretende una mayor cooperación global reintroduciendo a los EEUU en el Acuerdo de París. Considera la crisis climática como “el principal problema que afronta la humanidad”. Pero el Acuerdo no es suficiente, y la ausencia americana lo ha debilitado aún más.
Pese a ello, por ahora continúan en la buena dirección, ya que añaden la necesidad de proteger la salud de los trabajadores y la creación de trabajos. Buscan adherirse a “la ciencia, no la ficción”. También reconocen que la eficiencia energética debe jugar un papel esencial.
Y a partir de ahí la cosa empieza a ir mal, muy mal.
En la sección titulada ‘Agenda Legislativa contra el Cambio Climático para el Primer Año’, el documento asegura que “debemos renunciar a formas arcaicas de pensamiento”, y entonces se gira precisamente hacia estas formas en su apuesta por la energía nuclear como un componente necesario de su plan.
La agenda Biden-Harris apuesta por los reactores pequeños como una tecnología que “cambia las reglas del juego”. En cierto sentido, tienen razón. Destinar dinero a estos supondrá un cambio de juego. Nos conducirá de manera más palpable hacia el fracaso climático.
La buena noticia es que la energía nuclear no juega un papel tan importante en el plan de Biden y Harris. Pero la mala es que, en lo relativo a esta, optan por la ficción antes que la ciencia.
La agenda Biden-Harris apuesta por los reactores pequeños como una tecnología que “cambia las reglas del juego”. En cierto sentido, tienen razón. Destinar dinero a estos supondrá un cambio de juego. Nos conducirá de manera más palpable hacia el fracaso climático.
El apartado titulado ‘Identificando el futuro de la energía nuclear’ nos retrotrae a la fallida estrategia de Obama de “todo lo anterior” en su búsqueda de tecnologías de bajas emisiones. En vez de reconocer a la nuclear como lo que es, una tecnología fracasa del siglo XX sin futuro alguno.
Como dice Amory Lovins, esta apuesta por las “emisiones bajas” es un perpetuo error político, dirigido e influido por la industria nuclear, que busca solo la reducción de emisiones sin considerar ni los costes ni los tiempos.
“Las opciones caras ahorran menos carbono por dólar que las baratas”, escribe Lovins. “Las opciones lentas ahorran menos carbono por año que las más rápidas. De esta manera, las opciones bajas en emisiones o 0 que resultan demasiado caras o lentas van a reducir y retardar los posibles avances futuros. Simplemente por ahorrar carbono no se es efectivo en cuestión climática”.
Cuando se compara el coste, cada vez más bajo, de las renovables, contra el de la nuclear, cada vez más alto; cuando se examina cómo reducir emisiones de manera mas rapida y barata si se apuesta por las renovables y no por las nucleares; y cuando se observa los casos reales de países cuyas emisiones son menores cuando invierten en renovables y abandonan la nuclear, es cuando entendemos que la decisión de mantener la nuclear en la agenda climática es política.
La plataforma Biden-Harris, seguramente, va a seguir con la historia de siempre. Si de verdad buscaran una revolución, reaccionarían ante la realidad palpable. Solo tendrían que abrir los ojos.
Un articulo del medio Jacobin utilizaba como ejemplo los Países Bajos, donde se decidió no renovar la licencia de una central nuclear, apostando en su lugar por la eólica offshore. Aunque el desastre de Fukushima influyó un tanto en esta decisión, la tomaron principalmente por la “ley del valor”. En otras palabras, dinero. “Ante el coste descendente de la energía renovable, la nuclear simplemente no tiene sentido desde una perspectiva económica”, se lee.
En un estudio de la Universidad de Sussex, en Reino Unido (Diferencias entre la reducción de emisiones de carbono entre los países aplicando renovables contra la energía nuclear), el equipo investigador concluyó que apostar por la nuclear excluye a las renovables y viceversa. Esto implica que mantener las antiguas centrales nucleares, o invertir en otras nuevas, daña el desarrollo de las renovables. Y, por tanto, el progreso contra el cambio climático, resultando en menores reducciones de emisiones a un coste mucho mayor.
El estudio añade que “por cada dólar invertido, la modularidad de los proyectos renovables ofrece una reducción de emisiones más rápida que los nucleares, de gran escala y propensos a los retrasos”, la misma conclusión a la que llegara Lovins. Y, como sigue diciendo el estudio, cuanto más usamos las renovables, más mejoramos su rendimiento. Exactamente el opuesto de la nuclear, que padece de “mayores costes o menor rendimiento con la nueva generación tecnológica”.
Esto último importa de cara a la agenda energética Biden-Harris. Al incluir la supuesta nueva nuclear, se condenan a derrochar tiempo y dinero que ojalá se destinaran a las renovables. Los pequeños reactores modulares, como asegura su plan, suponen “la mitad de los costes de producción de un reactor actual”. Serán mucho más caros en relación a la electricidad que producirán. Y, por supuesto, llegarían demasiado tarde y en una cantidad demasiado pequeña, para generar una cantidad eléctrica demasiado pequeña y demasiado cara. No supondría diferencia alguna en la lucha contra el cambio climático.
Biden-Harris deben seguir la evidencia empírica en vez de escuchar a publicistas y miembros del establishment que no les permitirán ir contra el status quo. Atrasarán y enfangarán la revolución energética que ya aseguran liderar. Si Biden-Harris siguen a favor de la acción climática Y de la energía nuclear, entonces son parte del problema, no de la solución.
Traducción de Raúl Sánchez Saura.