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Argentina
Diez años de Ni Una Menos, el movimiento que desbordó el feminismo para hacerlo enorme

Hay una sensación que se repite en los testimonios que recuerdan el Ni Una Menos de hace diez años en Buenos Aires, y es el impacto por su enormidad. Las personas que participamos de aquella convocatoria inicial fuimos claramente conscientes de que estaba ocurriendo algo único, excepcional. De que éramos demasiadas y demasiados protagonizando un evento gigante bajo el mismo grito de dolor, de hartazgo, de asco. “¡Paren de matarnos!” ordenaban los carteles tras una seguidilla de muertes que no podían tolerarse más.
Unos días antes de ese 3 de junio, perros de la Policía habían encontrado el cuerpo golpeado de Chiara Páez, de 14 años y embarazada, en un pozo tapado con chapas y hierros en el patio de la casa de su novio. Los restos de Daiana García, de 19 años, aparecieron dentro de una bolsa de basura al costado de una ruta. También en una bolsa tiraron a un arroyo a Melina Romero después de celebrar su cumpleaños número 17. La misma edad que tenía Katherine Moscoso cuando fue enterrada viva en un médano.
Con el espanto atragantado recibíamos cada semana el relato de una nueva mujer asesinada. No era una excepción, 2015 no fue un año singularmente malo
Una historia detrás de la otra. Con el espanto atragantado recibíamos cada semana el relato de una nueva mujer asesinada. No era una excepción, 2015 no fue “un año singularmente malo”. Las violencias despiadadas contra niñas, adolescentes y adultas se soportaban en Argentina desde hacía rato y hasta se narraban en los medios de comunicación con el desparpajo de lo diario.
Pero en algún momento nos cansamos de esa normalidad, del estado anestésico que produce habituarse al horror, y respondimos al llamado a la calle. A un montón de calles, en realidad, porque las manifestaciones del 3 de junio de 2015 desbordaron en Buenos Aires y en todas las capitales, ciudades y pueblos del país.
Hinde Pomeraniec es una de las periodistas que a través de Twitter organizó la procesión que lo cambiaría todo: “El asesinato de Chiara Páez fue el 10 de mayo, entonces elegimos el 3 de junio como fecha de manifestación al Congreso para tener tiempo de hacer llegar el mensaje. Twitter era todavía la herramienta que podía desparramar más lejos el grito de Ni Una Menos”.
Las semanas previas se dedicaron a articular con intelectuales y activistas, con actores, actrices presentadores de televisión, artistas del espectáculos, amigos, familiares, sueltos y sueltas para explicar por qué era necesario marchar, por qué hacía falta la implementación plena de una legislación integral contra la violencia de género que además contara con presupuestos acordes, por qué era importante capacitar a las fuerzas de seguridad y al funcionariado judicial a cargo de recepcionar las denuncias de mujeres por violencias, entre varios ítems de un listado urgente. Políticos y políticas de distintos partidos se unieron recién cuando el lema estuvo instalado, cuando ya era imparable.
“Al principio parecía que iba a quedar entre nosotras, sumándonos a los movimientos feministas. Pero la cosa empezó a adquirir una dimensión extraordinaria. Evidentemente era un grito ahogado general, colectivo y que no mostraba grieta porque tenía que ver con el conjunto de las clases sociales y de las ideas políticas. Una especie de concientización de que nos podía pasar a cualquiera, de que podíamos ser las próximas víctimas, o nuestras hijas o nuestras hermanas o nuestras madres. Fue una conciencia colectiva la que estalló ahí y que por supuesto superó cualquier expectativa”, plantea Pomeraniec.
Sin vínculo entre sí ni recorridos en común, Ludmila Fernández López y Lucía Cavallero entendieron in situ que estaban viviendo una secuencia histórica: la violencia machista había traspasado el nicho feminista para ser parte de una conversación social ampliada.
El 3 de junio de 2015, Ludmila Fernández López pidió permiso en el trabajo para estar en la convocatoria de Ni Una Menos y su sorpresa fue dimensional: “No salía de mi asombro la plaza llenísima de gente”
El 3 de junio de 2015, Fernández López tenía 23 años y estaba terminando una carrera de grado mientras trabajaba en la cámara de comercio de su ciudad. Al presidente de la comisión directiva de ese espacio le pidió permiso para retirarse antes y poder participar de la convocatoria por el Ni Una Menos: “Delante del resto de la comisión, el tipo se rió con sorna y me contestó ‘¿Qué pasa? ¿Tu novio te pega que querés ir a esa marcha?’ Igual, post canchereada me dejó ir”.
Para Fernández López la mayor sorpresa fue dimensional: “No salía de mi asombro la plaza llenísima de gente. También me acuerdo de ver los pins o las remeras con Enriqueta, el dibujo ícono del caricaturista Liniers, e intuir que el tema se estaba volviendo grande y transversal”.
Similares sensaciones transitó Cavallero, que en la actualidad es militante de la asamblea Ni Una Menos, cuando se cruzó con la multitud: “Fue un acontecimiento increíble ver personas tan variadas frente a las consignas. Realmente, muy conmovedor. Aunque en mi caso no era exactamente nuevo, porque venía sosteniendo una militancia feminista y LGTB, en ese momento el efecto fue encontrarme con un proceso que se hacía masivo. La percepción fue que dejábamos de hablar solo entre nosotras”.
Feminismos
Verónica Gago: "El feminismo está reconceptualizando el internacionalismo desde la práctica”
La argentina Verónica Gago, doctora en Ciencias Sociales, periodista y militante del colectivo NiUnaMenos reflexiona sobre las claves para consolidar las redes feministas a nivel global.
Como a tantas protestas, el 3 de junio de 2015 Gustavo Melmann se acercó al Congreso con la foto de su hija Natalia sonriendo impresa en su remera. A Natalia la mataron en 2001. Su cuerpo desfigurado y semidesnudo apareció en el vivero de Miramar, la ciudad costera donde vivían. La habían torturado y violado entre cinco policías, y la estrangularon con el cordón de una zapatilla. Tenía 15 años. El femicidio de Natalia Melmann y la búsqueda de justicia marcó para siempre a la comunidad miramarense y tuvo rebote más allá de las fronteras locales. Pero ese primer 3 de junio el grito resonó en cada rincón de la Argentina.
En diálogo con El Salto, Melmann comparte lo que sintió y lo que cambió después del Ni Una Menos: “A la marcha fue todo el mundo. Yo marché con Laura, mi excompañera y mamá de Nati, y no podíamos creer la cantidad de gente que había. Fue una marcha de lucha pero con alegría, con fraternidad, con montones de cantitos. Fue un hecho muy importante y creo que el disparador de montones de conquistas posteriores para las mujeres y para la igualdad. En nuestro caso, por ejemplo, a partir del Ni Una Menos los familiares de femicidios dejamos de ser entendidos como casos aislados. Es decir, se puso en valor y en unidad la lucha sabiendo ahora sí que las víctimas de femicidios no eran ocasionales o casuales sino el resultado de una sociedad machista”.
Ayer Melmann estuvo en la plaza de los Dos Congresos junto con compañeros y compañeras de la agrupación Atravesados por el femicidio.
Los nuevos aires se inventaron en el sur
El Ni Una Menos generó efectos inmediatos, a mediano y largo plazo. En Argentina y en el mundo. Al mes de la explosión social, el grupo de organizadoras ya conocidas como “Colectivo Ni Una Menos” difundió un documento con prontas novedades institucionales. Por ejemplo, al día siguiente del acto los llamados a la Línea 144 que brinda atención, contención y asesoramiento a personas en situación de violencia y riesgo crecieron en un mil por ciento, y la línea sumó 50 operadores; la Corte Suprema de Justicia convocó a las autoridades judiciales a colaborar en la confección de un Registro de Femicidios de la Justicia argentina, al mismo tiempo que el entonces gobierno nacional de Cristina Fernández de Kirchner oficializaba una Unidad de Registro de Femicidios a través de la Secretaría de Derechos Humanos; en la Ciudad de Buenos Aires, la legislatura votó de manera unánime el proyecto para que las Unidades Fiscales especializadas en violencia doméstica funcionaran con rango de ley; y en casi todas las provincias del país se anunció alguna política pública para hacerle frente a la violencia de género.
A partir de junio de 2015, y con el transcurrir de los años, se fueron “rosqueando” y llevando a cabo gran cantidad de iniciativas que modificaron la vida de las personas y que tuvo a los feminismos argentinos como un faro mundial. El 19 de octubre de 2016, volvimos a tomar las calles del país con el primer Paro de Mujeres, construido contra el gobierno de Mauricio Macri y en respuesta a un nuevo femicidio salvaje. El paro feminista resultó una innovadora adaptación política al proponer utilizar una herramienta de la lucha obrera para protestar contra las violencias machistas. El paro, además, hizo tracción para revisar la noción del trabajo y, muy especialmente, de trabajadores y trabajadoras. Comenzó a circular con fuerza la idea de cuidar como un trabajo, se puso el foco en las trayectorias laborales más precarizadas y en el vínculo con la feminización de la pobreza. En Bolivia, Chile, Perú y Uruguay se replicaron los paros.
El 19 de octubre de 2016, volvimos a tomar las calles del país con el primer Paro de Mujeres, construido contra el gobierno de Mauricio Macri y en respuesta a un nuevo femicidio salvaje
En 2017, el femicidio de otra joven en manos de un hombre con antecedentes penales que se encontraba en libertad condicional, incentivó el debate público sobre el aumento de penas y las maneras de ejecución. Desviado el proceder punitivista, en 2019 se promulgó la Ley Micaela, que establece la capacitación obligatoria en género y violencia de género para todas las personas que se desempeñan en la función pública, en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la Nación. En otras latitudes, corrían los tiempos del #MeToo y del “Hermana, yo sí te creo".
Para 2018 la consigna “Mi cuerpo, mi decisión” se escuchaba en las aulas de los colegios, en los almuerzos familiares de los domingos, en las conversaciones de las pibas, en las guardias y consultorios médicos, en los programas de panel de la tele y hasta entre fieles y feligreses. En ese marco, el 10 de abril comenzó un debate histórico en el Congreso, seguido de cerca por la prensa internacional, que dio lugar a 32 oradoras y oradores ꟷ16 a favor y 16 en contraꟷ sobre la interrupción voluntaria del embarazo durante las primeras 14 semanas.
Fue 2018 el año en que la marea verde de pañuelos se convirtió en tsunami, a pesar y debido al freno por siete votos en el Senado el ámbito más conservador de la política argentinaꟷ del proyecto de ley por el aborto legal, seguro y gratuito. Comenzaron los tiempos del glitter brillante y los pañuelos verdes como accesorios. Finalmente, el 30 de diciembre de 2020 a las 04.12 de la madrugada con 38 votos a favor, 29 en contra y una abstención, y luego de una votación de 12 horas, Argentina despenalizó y legalizó la interrupción voluntaria de los embarazos. El efecto dominó hizo lo suyo y, luego de esta conquista, solo en América se lograron avances en el acceso al aborto en Colombia, México, Chile y Ecuador.
Luciana Peker es periodista y una de las feministas referentas locales. Como tal, recibe intimidaciones, hostigamientos y agresiones constantemente. En diciembre de 2023, con Javier Milei electo presidente, se refugió en España al comprobar que estaba siendo amenazada desde una estructura organizada con terminales en el edificio Alas de la Fuerza Aérea Argentina.
Derechos reproductivos
Luciana Peker y Cristina Fallarás “El aborto se ha apartado del relato feminista porque genera consenso”
Consultada por El Salto, Peker destacó la importancia de historizar el Ni Una Menos para así reconocerlo como el movimiento que impulsó la cuarta ola feminista mundial y la liberación de la palabra.
“La cuarta ola feminista empezó en Argentina, es decir en América Latina, en el sur. No empezó en Estados Unidos, no empezó en Europa. Sino en un lugar con 38 años de Encuentros plurinacionales de mujeres, lesbianas y personas trans; un lugar con cultura de la protesta social que resiste hoy la represión a jubilados, a médicos, a científicas, etc. Un lugar que tiene una historia de derechos humanos, con las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo que inventaron el pañuelo, y un poderoso ejercicio democrático. Sin embargo, el norte global borra los orígenes de estos movimientos en el sur global, y se empiezan a contar desde que suceden en el norte. Lo que implica un usufructo de las luchas en tiempo récord. Es grave. Por eso importa que España tenga muy claro el origen del Ni Una Menos y la cantidad de cosas que se generaron antes que en ningún otro lado”.

Lo que la marea trajo...
Con el gobierno de La Libertad Avanza en el poder, Argentina enfrenta el embate conservador más cruel del que se tenga registro. Cruel y arrasador: en solo un año y medio de gestión, el gobierno de Javier Milei avanzó contra los haberes jubilatorios, la educación y la salud pública, el sistema de ciencia y tecnología nacional, las comunidades indígenas, campesinas y campesinos, personas con discapacidad, ahogó el presupuesto para la búsqueda de los y las 300 nietas apropiadas durante el terrorismo de Estado, negó el cambio climático, restringió y reprimió las huelgas, allanó la privatización de decenas de empresas estatales. En resumen: donde se ejercía un derecho, aplicaron motosierra.
Pero el encono libertario fue fundamentalmente diligente para construir discursivamente a los movimientos feministas, de las diversidades sexuales y a sus logros como una especie de zona de riesgo. La “ideología de género” encarnando el think tank progresista que está mal/que hace mal/que hay que erradicar para garantizar “los valores de la familia tradicional y la perpetuación de la especie”.
A la narrativa oficial de odio le siguieron acciones concretas e inmediatas. Así es que el 8 de marzo de 2024 a tres meses de haber asumido, la secretaria general de la Presidencia y hermana del presidente, Karina Milei, ordenó renombrar el “Salón de las Mujeres” de la Casa Rosada por “Salón de los Próceres” y descolgar los cuadros de algunas de las grandes mujeres de la historia argentina.
El Gobierno de Milei cerró el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad; acotaron el programa Acompañar, modificó la ley de violencia de género y desmanteló el plan de educación sexual
Al poco tiempo, cerraron el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad; acotaron a sólo tres meses de ayuda el programa Acompañar destinado a fortalecer la independencia económica de mujeres y LGBTI+ en situación de violencia de género, y agregaron requisitos para acceder al beneficio como la obligación de acreditar la situación de riesgo por violencia por motivos de género mediante un informe social y la denuncia judicial o policial; desmantelaron la Línea 144 y el Plan ENIAꟷque de 2018 a 2021 logró una disminución de casi el 50% en las chicas de entre 10 y 19 años que se convirtieron en madres; modificaron la Ley Micaela contra la violencia de género; remitieron sólo siete dictámenes favorables frente a 70 en el mismo período en 2023ꟷpara el cobro del RENNYA, destinado a hijos e hijas de mujeres víctimas de femicidio o de homicidio en contexto de violencia intrafamiliar y/o de género; dieron de baja un 10% de las contrataciones realizadas a través de la Ley de Cupo Trans; eliminaron por decreto el DNI no binario; prohibieron la utilización del lenguaje inclusivo en la Administración pública; propusieron un recorte del 76% en los fondos para la respuesta al VIH, hepatitis virales, Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) y Tuberculosis (TB) del presupuesto 2025; y dejaron de garantizar la implementación de la Ley 25.673 de Salud Sexual y Procreación Responsable y la 27.610, de acceso a la interrupción voluntaria del embarazo; entre muchos etcéteras.
El summum de la crueldad llegó en la última asamblea de Naciones Unidas: Argentina fue el único país que rechazó una resolución para «intensificar los esfuerzos para prevenir y eliminar las formas de violencia contra mujeres y niñas».
Para colmo, la crueldad se acompaña de cinismo: en el marco del décimo aniversario del Ni Una Menos, la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, declaró en los medios que durante su gestión los femicidios bajaron un 14%.
“Nosotros hemos logrado, sin Ministerio la Mujer, sin presupuesto y sin campañas que no que le servían más que a la burocracia que había ahí adentro, la cifra más alta. En vez de decir ‘qué bien que la Argentina bajó el 14% los homicidios vinculares y los homicidios por violencia de género’ dicen que eso es mentira. Y no es mentira, están los números”, sostuvo la funcionaria en un nuevo ataque contra el colectivo feminista.
Inmediatamente, salieron a refutar quienes trabajan en relevamientos sobre violencia de género. La ministra miente y confunde.
En el décimo aniversario de Ni una menos, la ministra de seguridad aseguró que habían descendido los feminicidio, dato que han desmentido otros organismos especializados: “Decir que la violencia bajó porque bajaron los homicidios es incorrecto”
“Decir que la violencia bajó porque bajaron los homicidios es incorrecto. Ese dato no es un indicador para hablar de violencia de género sencillamente porque se refiere a otra cosa. Un homicidio no es lo mismo que un femicidio. No toda muerte de una mujer a manos de un hombre es un femicidio. La Justicia registra una causa como femicidio si hay indicios de violencia de género, como antecedentes de abuso o dominación, agresiones previas, ensañamiento o violencia sexual. Esos datos no los informa el Ministerio de Seguridad sino la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia, y sus informes muestran que los femicidios se mantienen estables desde 2014, con algunas variaciones menores año a año”, explicó en un comunicado la organización ELA (Equipo Latinoamericano de Justicia y Género y del Proyecto Cerrando Brechas para Erradicar las Violencias contra las Mujeres).
El texto continúa: “Con el desmantelamiento de programas y espacios de atención es posible que haya menos mujeres buscando ayuda. Cuando el Estado se corre, las mujeres quedan solas. La violencia no desaparece: se profundiza en silencio, sin atención, sin refugios, sin acompañamiento”.
ELA retomó la información difundida por el Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina (RNFJA), que elabora la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (OM-CSJN), con datos estadísticos de las causas judiciales en las que se investigan muertes violentas de mujeres cis y trans/travestis por razones de género.
Solo durante 2024, el organismo contabilizó 247 víctimas letales de violencia de género: 228 víctimas directas de femicidio y 19 víctimas de femicidio vinculado. Lo que desprende que en Argentina el año pasado en promedio hubo una víctima de la violencia letal de género cada 36 horas. En España, un país con una población similar, la cifra total de femicidios es cinco veces menor.
A contramano de los dichos oficiales, la OM señala en su sitio web: “Los datos recolectados desde 2014 muestran una estabilidad considerable en las tasas de femicidios directos. De una tasa inicial de 1,03 víctimas directas de femicidio cada 100.000 mujeres en 2014, se pasó a una de 1,05 en 2023, solo con niveles apenas menores en 2021 (0,99) y 2022 (0,96). Teniendo en cuenta los posibles subregistros de los primeros años y las actualizaciones posteriores a partir de las revisiones en el marco del Observatorio de seguimiento de causas judiciales y sentencias, en estos diez años se informaron al menos 2.446 víctimas directas de femicidio”.
Casi 2500 mujeres muertas en contextos de violencia de género en los últimos diez años. La década del Ni una menos.
Natalia Gherardi, abogada y directora Ejecutiva de ELA, opinó en elDiario.AR sobre las muertas que no disminuyen: “La relativa estabilidad de esta cifra, que se repite en los países de la región, muestra que se trata de un problema estructural que necesita mucho más trabajo de prevención y acompañamiento, antes de que la violencia adquiera formas más graves que pueden llevar al desenlace fatal (…) En diez años hemos visto que más mujeres reconocen la violencia y se animan a buscar ayuda. En 2018, el 22% de las mujeres en la Ciudad de Buenos Aires que vivieron violencia doméstica dijo haber buscado ayuda, mientras que en el 2023 lo hizo casi el 30%. Queda mucho por hacer, pero claramente hubo un avance de las políticas de información, prevención y atención que impulsaron a más personas a buscar ayuda. Si ahora comenzaran a bajar las denuncias, no parece razonable festejar sin saber si lo que bajó es la violencia o solo aumentó la frustración frente a un mensaje de autoridades públicas que dice: ‘Ni te atrevas, las consecuencias de tu denuncia serán terribles… para vos’”.
Un estudio de 2025 refleja cómo existe un consenso social que identifica lo mucho que falta hacer para una mayor igualdad de derechos, y que identifica al Estado como un actor clave
Cabe mencionar que incluso habría un consenso social, diferente del clima cultural, que identifica lo mucho que falta hacer para una mayor igualdad de derechos, y que identifica al Estado como un actor clave que, lejos de correrse, debería involucrarse y garantizar inversión en la sociedad. Esa fue una de las conclusiones del estudio Puntos de vista sobre género y derechos sexuales y reproductivos en Argentina 2024 —publicado en marzo de 2025 por ELA y CEDES (Centro de Estudios de Estado y Sociedad)— que recoge y analiza las respuestas que surgieron de una encuesta en línea a 2.000 personas —mayores de 16 años y de diversos contextos sociales y territoriales— y del desarrollo de 13 grupos de discusión sobre el rol del Estado y sobre la relevancia de las agendas de género y de derechos sexuales y reproductivos para la sociedad argentina.
Según el material, alrededor del 70% de las personas señala que el Estado debería involucrarse y/o invertir mucho o bastante en brindar asistencia integral a víctimas de violencia de género, facilitar información y métodos de prevención de embarazos e ITS, y brindar ESI. En otros temas sociales, como aumentar salarios en salud y educación, esta valoración alcanza el 80% y se acerca o supera el 90% en cuestiones como garantizar la calidad y continuidad educativas y reducir la pobreza.
Semejante magnitud de apoyo deja en evidencia que las opiniones exceden las posibles identificaciones políticas o partidarias: cualquier traslado lineal de porcentajes de resultados electorales a estos valores haría imposible llegar a un 80% o 90% de acompañamiento a estas ideas.
Las autoras de la investigación indican que el cambio cultural experimentado en las últimas décadas “ha sido profundo y ha dejado huellas”. Con énfasis lo destacan en las conclusiones: “Lo que nos une es siempre un proceso en construcción y con bases sólidas, incluso cuando el ruido haga parecer que esas bases no existen más. Lo que la marea trajo y el viento no se llevó es mucho más de lo que el lugar común actual nombra y propone”.
Tan claro como decir que los argentinos y las argentinas no le firmaron un cheque en blanco a Milei y, aunque aun mantenga una imagen positiva entre la ciudadanía, no siempre las acciones de gestión implican un visto bueno generalizado. Ni siquiera de sus votantes.

La década del Ni una menos
Los diez años de salidas colectivas por Ni una menos convocaron el miércoles 4 de junio a una multitud que copó la plaza de los Dos Congresos y las inmediaciones de Buenos Aires. Bajo el lema “Contra el ajuste y la crueldad, unir las luchas es la tarea”, se sumaron trabajadores de la cultura, del arte, del sistema de salud pública, estudiantes y docentes universitarios, profesionales científicos y tecnológicos, agrupaciones de jubilados, personas con discapacidad y familiares para oponerse al ajuste del gobierno de Javier Milei. Mismo escenario se armó en varios lugares del país.
Lucía Cavallero argumentó la decisión, definida en asamblea, de posponer la concentración aniversario del Ni una menos al miércoles 4 de junio para así ser parte de las protestas semanales de los jubilados y a la vez generar cierta presión a los diputados y diputadas que mientras tanto discutían en el recinto si aprobar o no la ley de emergencia en discapacidad y una mejora en las jubilaciones.
Los diez años de salidas colectivas por Ni una menos convocaron el miércoles 4 de junio a una multitud, en un aniversario que retrasó un día para ser parte de las protestas semanales de los jubilados
“Ni una menos no puede ser una fecha conmemorativa únicamente, sino que se trata de preguntarse cuáles son las tareas del movimiento feminista hoy en este contexto de destrucción generalizada; de represión, de ajuste y de crueldad que recae especialmente en las personas mayores, en las niñeces. En particular, las personas mayores están siendo reprimidas todos los miércoles en la puerta del Congreso. El Gobierno hace con esa represión pedagogía de la crueldad. Por eso, mostramos que somos un movimiento, no un gueto, que aporta a la lucha general contra la derecha”, sintetizó Cavallero.
De colores, con formas, escritos a mano alzada y fibrón o haciendo gala de complejas técnicas, el miércoles los carteles intentaron resumir en pocas frases los miedos, las denuncias y enojos de miles y miles de personas. “No me cuida la policía, me cuidan mis amigas”, “Ey, no mires para otro lado; vos también vas a ser jubilado”, “Con cada recorte, duele una infancia”, “La universidad se defiende, la patria no se vende”, “Si no luchamos, seremos la última generación de jubilados”, “Marcho por todas las mujeres que el amor de su vida arrebató”, “Hola diputados obedientes: ojalá tuvieran capacidades diferentes”…
Ni el frío ni la noche temprana del otoño apichonó a nadie en el Congreso. Como si apropiarse de las calles para defender derechos fuera a la vez la oportunidad de concretar abrazos colectivos y renovar fuerzas, de darse ánimos y recordar que nadie se salva solo y, mucho menos, sola.
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