Economía
Economía circular para un capitalismo lineal

El sistema productivo actual, basado en el ciclo producir-consumir-tirar, genera graves impactos. Frente a él, la economía circular plantea la variable producir-consumir-reintegrar. Pero aunque el término esté de moda, nos queda todavía un gran trecho para ser tan eficientes como la naturaleza.

economia circular
La Comisión Europea señala que pasarse a la economía circular puede generar para el 2030 un beneficio de 1,8 billones de euros en el conjunto de la UE. Foto: Criativa Papel Arte
13 sep 2018 07:07

La economía circular es un concepto de moda. Nació del ecologismo basándose en el sistema de la naturaleza y hoy también se usa por los neoliberales. Madrid acogió el pasado seis de julio la primera Cumbre de economía circular e innovación que contó con la presencia de Barack Obama y otros cuatro premios nobel, a la que acudieron Albert Rivera y Pablo Casado. Pero la cuestión primordial es: ¿es posible aplicarla con éxito en un modelo capitalista lineal?

Para responder esta pregunta vayamos por partes.

Nuestro modelo económico y productivo capitalista global es abierto, lineal e industrial, por lo que produce-consume-tira, mientras el que funciona en la naturaleza es cerrado o circular (produce-consume-reintegra), es decir, que no genera residuos y lo reaprovecha todo en ciclos.

Si pensamos, por ejemplo, en la piel de una fruta tirada al campo, esta al descomponerse genera humus (abono) que fertiliza el suelo y sirve de nutrientes para crear nueva vida, nada que ver con los plásticos industriales convencionales que persisten en el medio ambiente siglos.

Y por esta idiosincrasia lineal el sistema productivo actual genera graves impactos, no solo de residuos sino también de contaminación aérea, hídrica o terrestre, además de contribuir al cambio climático y a la brecha social mundial.

La circularidad está de moda

Si desde los años 60, ecologistas y economistas como Kenneth E. Boulding abogaban por pasarnos a un modelo circular, hoy hasta la Comisión Europea alega que hacerlo puede generar para el 2030 un beneficio de 1,8 billones de euros en el conjunto de la Unión Europea, un ahorro en materias primas de 600.000 millones de euros y la creación de 580.000 nuevos puestos de trabajo, alrededor de 70.000 en España.

Además, el deterioro del suelo europeo disminuiría un 80% en 2050, evitaría la mitad las emisiones de dióxido de carbono en 2030, rebajaría el consumo eléctrico no renovable y los móviles fabricados con componentes recuperados costarían un 50% menos. Según la Fundación Ellen MacArthur, podría hacer crecer el PIB europeo hasta un 11% en 2030 y un 27% en 2050. Solo Reino Unido ahorraría 1.100 millones de dólares anuales en vertederos y suministraría 2 GWh de electricidad.   

Globalmente consumimos al año 1,7 tierras en recursos, es decir, por encima de la capacidad del planeta para renovarse  

“Es necesario repensar nuestra forma de producir y consumir, esto pasa por sustituir la economía lineal de ‘usar y tirar’, por un modelo de economía circular. Es una exigencia ética y un modelo rentable gracias al cual las empresas serán más eficaces y eficientes. La transición a esta economía circular será realidad cuando compañías, administraciones y la población sean conscientes de sus beneficios”, explica Juan Verde, exsubsecretario de la administración Obama y presidente de la Advanced Leadership Foundation, uno de los anfitriones de la primera cumbre sobre ella celebrada en Madrid.

Esta cumbre, además de contar con Obama, reunió a Sir Christopher A. Pissarides y Finn Kydland (nobel de Economía en 2010 y 2004, respectivamente), Barry Barish (de Física en 2017) e Erwin Neher (de Medicina en 1991) y a los líderes de la derecha patria Albert Rivera y Pablo Casado, que no quisieron faltar aunque hicieron gala de no manejar el concepto, por lo que se limitaron a hablar de la importancia de innovar empresarialmente.

¿Qué es en realidad?

Esta economía de la que tanto oímos hablar ahora, se nutre de las primeras teorías regeneradoras del ecologismo de los años 60 y se desarrolló a finales de los años 80 y comienzos de los 90, cuando se comenzaron a analizar los impactos de los bienes y servicios en el planeta, pues pretende paliarlos promoviendo que al final de su vida útil sus elementos biodegradables regresen a la naturaleza (los residuos vegetales, alimentarios, etc. pueden fertilizar el suelo, por ejemplo) y que los componentes tecnológicos (piezas, materiales, etc.) se reutilicen para fabricar otros artículos similares.

Jean-Pierre Hannequart: “La economía circular es mucho más que reciclar, es un nuevo modelo de producción y consumo que incluye actuaciones a todos los niveles del ciclo de vida y de la cadena de valor”

El concepto, aunque tan antiguo como la propia la Tierra, pasó a la agenda global en el Foro de Davos de 2012, cuando la Fundación Ellen McCarthur la expandió mundialmente. También se abrió otra etapa importante con la publicación por parte de la Comisión Europea, el 2 diciembre de 2015, de una estrategia de economía circular con 50 nuevas iniciativas europeas para cerrar los circuitos de vida de los productos.

“En esos últimos meses en Europa se adoptaron diversas estrategias a favor de la economía circular a nivel nacional, regional y local”, rememora Jean-Pierre Hannequart, presidente de Honor de la Fundación para la Economía Circular de España, formada por profesionales con 20 años en el sector medioambiental que la promueve en aquí, en Europa y en Latinoamérica

Hannequart afirma: “La economía circular es la esperanza para desarrollar un nuevo sistema de producir y consumir que pueda resolver muchos problemas medioambientales aportando ventajas socio-económicas: una nueva forma de vivir y de generar bienestar sin deteriorar más el entorno”.

Rediseñar cómo producimos y consumimos

Aunque muchas veces la economía circular se asocia solo con la gestión adecuada de los residuos, va mucho más allá: implica rediseñar los bienes y servicios para que estos, al final de su vida útil, puedan reintegrarse en el ciclo biológico o en el técnico evitando los residuos, así como sus impactos, y reaprovechar los recursos terrestres mejor porque, como advierte Global Footprint Network, globalmente consumimos al año 1,7 tierras de ellos, es decir, por encima de la capacidad del planeta para renovarse.

Walter R. Stahel: “En los últimos años se han propuesto más de cien definiciones distintas y el término corre el riesgo de perder su claridad”

“Efectivamente, la economía circular es mucho más que reciclar, es un nuevo modelo de producción y consumo que incluye actuaciones a todos los niveles del ciclo de vida y de la cadena de valor”, confirma Hannequart.
El especialista prosigue: “Requiere cuestionar la necesidad de explotar los recursos, sobre todo si no son renovables, porque se trata de producir de la manera más ecoeficiente”, señala, “y una vez que se ha puesto el artículo en el mercado optimizar su duración (reutilización, reparación, etc.), la de los materiales (reciclar, reutilizar, etc.) y la energía destinada a ellos”.

Vaciando el concepto 

Walter R. Stahel, eminencia en la materia que la promueve desde el Product Life Institute (fundado en 1982 en Génova), responsable de convertir la circularidad en la actual economía circular, profesor en la Universidad de Surrey y miembro del Club de Roma, advierte que “se está convirtiendo en un patio de recreo para intelectuales y, sin embargo, es bien simple: administra adecuadamente las existencias y mantiene su valor. Pero en los últimos años se han propuesto más de cien definiciones distintas y el término corre el riesgo de perder su claridad”, alerta.

No en vano muchas grandes multinacionales comienzan a apostar por la circularidad. Ford, Nike, H&M, Philips o Renault, C&A, Unilever, Google, Aldi, Zara o Danone, entre otras muchas, acometen medidas puntuales en residuos, envases, energía o materias más bien simbólicas pues con su tamaño mastodóntico y con sus millones de consumidores mundiales implementarla resulta una meta inalcanzable hoy y puede que también dentro de las próximas décadas.

Resultan más creíbles la circularidad de pequeñas compañías como las españolas Equilicuá o Lapizdavida. Ambas nacieron con planteamientos circulares. La primera crea chubasqueros de fécula de patata que al final de su vida se entierran con una semilla de la que surgirá una planta, y la segunda lapiceros que una vez casi consumidos se siembran con el mismo fin.

La circularidad se extiende…

Sea como fuere actualmente existen en España planes o programas que apoyan ciertas actuaciones circulares como el Plan Estatal Marco de Gestión de Residuos 2016-2022, el Programa Estatal de Prevención de Residuos, la Estrategia más alimento, menos desperdicio de 2013; la de ahorro y eficiencia energética de 2004-2012 y 2011-2020, la de Bio-economía Horizonte 2030, así como la de Economía Circular o el Pacto por la Economía Circular firmado por numerosas entidades a final del 2017.

Pero respecto a este último, a expertos como Tom Kucharz, asesor europarlamentario y miembro de Ecologistas en Acción, les preocupa que las ambiciones nacionales queden por debajo de las incipientes y frágiles medidas europeas y esperan que mejore no solo en su proceso participativo, sino también prohibiendo la obsolescencia programada, concretando objetivos obligatorios para alcanzar un nivel de residuos cero, así como para reducir de gases de efecto invernadero, o para disminuir el uso de recursos per cápita y de consumo de energía, además de aumentar la eficiencia energética.

Hannequart: “El problema es que sin un cambio en el modelo dominante, la economía actual nos conduce hacia un muro de impactos muy negativos”

Muchas ciudades están a favor de tomar medidas circulares: Valladolid apoya 40 proyectos de este tipo, Bruselas destinó 1,7 millones de euros en ayudas para ellos, Londres otorgó 58,5 millones de euros y apoya a las PYMES que se decantan por la circularidad, Lyon quiere ser “cero residuos” y Madrid se comprometió con la economía circular como Copenhague, Lisboa, Ámsterdam, Milán, Roma, Sevilla o Zaragoza.

También muchas comunidades asumen la circularidad: Extremadura y Catalunya promueven un modelo productivo de bajas emisiones que use mejor los recursos; en el País Vasco se fomenta empresarialmente; en Murcia van a aplicar las 9 erres (repensar, rediseñar, refabricar, reparar, redistribuir, reducir, reutilizar, reciclar y recuperar energía) y Navarra contempla el “residuo cero”, el reciclaje, la reutilización, el ecodiseño, la compra pública de productos verdes y, en línea con la propuesta de la Comisión Europea (para que en 2025 se reciclen el 90% de las botellas de agua), una nueva ley promueve experiencias demostrativas del sistema de depósito de envases los próximos dos años para empezar a vender bebidas bajo depósito evitando que más de 300.000 latas y botellas acaben a diario en el entorno o en los vertederos.

Por supuesto muchos países ven su potencial. Es el caso de Francia, Inglaterra, Holanda, Bélgica, Finlandia o Portugal. Incluso el gobierno escocés fue finalista en los premios mundiales (The Circulars Economy Awards) por contar con empresas que elaboran cerveza a partir de panes desechados o que fabrican pintura con restos de hortalizas.

“La cuestión ha avanzado mucho, en interés y en la formulación de ideas por parte de las administraciones públicas y de las grandes empresas”, valora Hannequart, “pero aún queda mucho camino para concretar las acciones programadas e integrarla en los comportamientos de todos los actores del sector público, del privado y de la sociedad civil”, reconoce.

Dificultades de implementación

Abordando la cuestión planteada al comienzo, Hannequart puntualiza: “El problema es que sin un cambio en el modelo dominante, la economía actual nos conduce hacia un muro de impactos muy negativos económicos, sociales y medioambientales. La huella ecológica de España sobrepasa 2,4 veces su superficie”, recuerda.

Nos queda todavía un gran trecho para ser tan eficientes como la naturaleza por mucho que el término esté en boga

Tom Kucharz apunta un hecho clave: “Gran cantidad de los fondos europeos, de las subvenciones públicas y de las ayudas fiscales fomentan flujos de materiales, de energía y construcción que hacen que la economía sea marcadamente lineal. Por ejemplo, las políticas urbanísticas de la UE de expansión de las urbes, de construcción, vivienda e infraestructuras cumplen un papel estratégico clave en la economía globalizada y es uno de los principales activos en los que invierten capital las transnacionales con enormes tasas de beneficios que sostienen gran parte del sistema bancario y financiero. Por ello en el contexto del sistema actual y de la economía europea, es un hecho probablemente irresoluble”.

Por tanto, nos queda todavía un gran trecho para ser tan eficientes como la naturaleza por mucho que el término esté en boga. Si el objetivo de la naturaleza es generar vida sosteniblemente, el de la compleja economía y sociedad de consumo es crear beneficios y crecimientos ilimitados en un planeta de recursos finitos, unas matemáticas terrestres suicidas e imposibles que nos arrastran a “Danzar al borde de un volcán” como metafóricamente advertía el informe Los límites del crecimiento de 2012, la cuarta entrega del publicado en 1972, que desde hace décadas nos advierte sobre este peligro. Eso sí, no perdamos la esperanza.

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Solo en el tema de la vivienda: Obligar a sacar al mercado las viviendas vacias con las que se especula.

Nacionalizar los pisos que la SAREB expropió al pueblo.

Evitaría dejar de construir a lo loco y alimentar una nueva burbuja inmobiliaria. Aparte de todo el ahorro de materiales y evitar el destrozo de territorio.

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