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Kenia
31 muertos por violencia policial en Kenia en las últimas manifestaciones contra la nueva Ley de Finanzas

“Cuando está fuera del país, viene a estas conferencias y dice una cosa; cuando está en el país dice otra. Al final te preguntas, ¿quién es realmente este hombre?” Tom Ogada, asistente de programas de la Okoa Uchumi Coalition, una organización de la sociedad civil keniana, observa a William Ruto, el presidente de su país, con estupefacción. Durante la conferencia sobre el futuro de la financiación de los países en vías de desarrollo, en Sevilla, Ruto hace un discurso complaciente: el proceso de aumento de ingresos en Kenia va viento en popa: “Hace esto para satisfacer a los donantes, al FMI y al Banco Mundial, dice lo que los acreedores quieren escuchar”, explica Ogada.
Las manifestaciones contra el gobierno del país se reanudaron tras el final de la conferencia de Sevilla: solo el 7 de julio, 11 kenianos murieron tras un nuevo ciclo de protestas reprimido por la policía que acabó con 63 personas heridas y 567 detenciones. Y desde entonces, los muertos por violencia policial no han hecho más que aumentar: las cifras arrojan un total de 31 personas muertas, 107 heridas y 532 personas detenidas.
Solo el 7 de julio, 11 kenianos murieron tras un nuevo ciclo de protestas reprimido por la policía
Las manifestaciones del 7 de julio conmemoraban el 35º aniversario de la democracia multipartidista en Kenia, y representan un nuevo ciclo de protestas iniciado tras la chispa encendida en junio del año pasado. Entonces, el Gobierno anunció un aumento de impuestos que enfureció a muchos kenianos: el objetivo, planteado por el FMI, era aumentar la recaudación de impuestos para pagar a los acreedores de la deuda keniana.

El 64% de la deuda (42.000 millones de dólares) está en manos de tres acreedores: el Banco Mundial (30%), los tenedores privados de bonos (18%) y el Gobierno chino (16%). En Kenia, muchos sienten que algo se ha roto entre ellos y el Gobierno: “Los kenianos están insatisfechos con los servicios que reciben, sienten que el contrato social no se está cumpliendo, que los resultados son muy pobres. Por eso la gente está muy decepcionada”, comenta Ogada. El 36% de la deuda restante está repartida entre varios organismos multilaterales —con el FMI a la cabeza— y bancos privados de países europeos como Italia.
Un movimiento sin líderes
Las protestas estallaron con la Ley de Finanzas que pretendía subir los impuestos, en junio de 2024, pero el proceso empezó a cocinarse mucho antes, según cuenta a El Salto Eve Mathai, fundadora de Budget Talk Global, una iniciativa que pretende explicar de forma sencilla el funcionamiento del presupuesto keniano. “Antes, solo los economistas y los analistas políticos sabían qué contenía el presupuesto. Desde la sociedad civil empezamos un trabajo de difusión con los jóvenes, con la gente de los asentamientos informales, para que pudieran analizar y saber cuánto se dedicaba a la educación o a la protección social”, explica Mathai. Cuando se hizo público el borrador de la Ley de Finanzas, algunos jóvenes crearon un bot con Inteligencia Artificial que respondía a preguntas sobre el presupuesto: “Esto facilitó que la gente entendiera lo que estaba pasando, ya que habitualmente este tipo de documentos contiene un lenguaje muy técnico. Cuando la gente vio algo tan simple como que el precio del pan subiría mucho, dijo ‘basta’”.
En julio de 2024 hubo al menos 39 muertos a manos de la policía, y los manifestantes acabaron asaltando el Parlamento
La Generación Z, muy activa en Internet, empezó a organizarse en redes sociales y en las calles, aunque en todo momento se manifestó como un grupo sin liderazgos para evitar represalias. Sin embargo, estas sucedieron: en julio de 2024 hubo al menos 39 muertos a manos de la policía, y los manifestantes acabaron asaltando el Parlamento. La Ley de Finanzas finalmente no salió adelante. Moody’s, la agencia de calificación de riesgos, rebajó la nota de la deuda keniana: al ser considerado menos fiable, ahora el país tiene que hacer frente a tipos de interés más altos en el mercado privado. En junio de este año, la nueva Ley de Finanzas intenta reintroducir algunos de los puntos rechazados por los kenianos el año pasado, como el aumento de los impuestos.
El eterno retorno de una gran plantación
En 1962, un año antes de independizarse del Reino Unido, Kenia era una colonia, una gran plantación de cultivos destinados a la exportación. Prácticamente la mitad de los ingresos por exportaciones de bienes procedían de dos productos: el té y el café. En 2024, tras seis décadas de independencia política, las ventas al exterior se han multiplicado, y la mitad de los ingresos procede de tres productos: el té, el café y las flores.
El recientemente fallecido Ngugi wa Thiong’o, uno de los escritores kenianos más reconocidos a nivel internacional, criticó en Un grano de trigo (Debols!llo, 2017) o en El diablo en la cruz (Debols!llo, 2017) que la independencia política había sido una mera ceremonia: los nuevos jefes negros seguirían siguiendo —y sirviendo— a los antiguos amos blancos a los que secretamente amaban y admiraban. Durante la última década la economía keniana ha ido introduciendo un nuevo cultivo destinado a la exportación: el aguacate, cuyo volumen de ventas en el extranjero se ha multiplicado por seis desde 2013 hasta alcanzar las 125.000 toneladas.
Los ciclos de endeudamiento se suceden al ritmo de las materias primas que vende y los productos manufacturados que compra
Ante una economía tan carente de industria y con unas tierras dedicadas a cultivar para la exportación, Kenia es dependiente de las importaciones de comida y energía para subsistir. Los ciclos de endeudamiento se suceden al ritmo de las materias primas que vende y los productos manufacturados que compra: cuando temporalmente sube el precio del café y del té, las cuentas cuadran. Cuando suben la gasolina y el trigo, las cuentas sufren. Ante el aumento de los tipos de interés en Occidente, la ventana de la refinanciación se ha cerrado para Kenia; por eso llegan los ajustes: para recuperar la credibilidad ante los mercados.

Kenia debe hacer frente a una disyuntiva: recibir créditos del FMI a tipos bajos —y aceptar medidas impopulares— o pedir préstamos prohibitivos —a más del 10% de interés— en el mercado privado. Tom Ogada y Eve Mathai coinciden en señalar un resumen cruel de la situación: algunos políticos de la oposición que criticaron a William Ruto por su Ley de Finanzas en 2024 la acabaron aceptando y apoyando cuando pasaron a formar parte del Gobierno.
“Tener una sola voz es la única manera de lograrlo”
Cuando le preguntan cuáles son los principales aspectos que hay que cambiar en la política keniana, Eve Mathai señala dos: la rendición de cuentas y la lucha contra los flujos de capital ilícitos —que privan a África de casi 89 000 millones de dólares anuales—, según ONU Comercio y Desarrollo (UNCTAD). “Confiamos en los políticos para gestionar las finanzas públicas, y han mostrado repetidamente que no son de fiar. Incluso cuando hay escándalos de corrupción, raramente son condenados o tienen que devolver lo robado”, comenta. Considera que una de las únicas soluciones para resolver la crisis a corto plazo pasa por la salida de Ruto de la presidencia, a la que podría aspirar en las elecciones presidenciales de 2027 tras completar su primer mandato de cinco años.
Kenia
África El frenazo a los recortes del FMI no detiene las protestas en Kenia
Tom Ogada expone el caso de Etiopía y Ghana, que se declararon en bancarrota, y que tardaron meses en poder conseguir un acuerdo con los acreedores. Considera que, para lograr una posición negociadora más fuerte, los países africanos afectados por la cuestión de la deuda deberían unirse: “Tener una sola voz es la única manera de lograrlo, eso nos dará la fuerza que necesitamos. Nos ha ocurrido en la sociedad civil, en Kenia, y creo que puede ocurrir en toda África”, concluye. Y añade: “La cancelación de la deuda y las reparaciones solo podrán ser una realidad a partir de ese enfoque”.