We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Oriente Medio
¿Va a haber guerra con Irán?
La Administración Trump es lo suficientemente temeraria como para convertir la guerra fría con Irán en una ‘guerra caliente’.
Aquí está la pregunta de las preguntas sobre política exterior en 2019: ¿son el presidente Donald Trump, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman, todos fuertemente debilitados en casa y con pocos aliados en el exterior, lo suficientemente temerarios como para desencadenar una guerra con Irán? ¿Podrían acciones militares diseñadas para estar limitadas —digamos, una agudización del bombardeo israelí de las fuerzas iraníes dentro de Siria, o posibles ataques transfronterizos de EE UU desde Iraq, o un choque entre barcos estadounidenses e iraníes en el Golfo Pérsico— detonar una guerra más amplia?
De forma preocupante, las respuestas son: sí y sí. Aunque Europa occidental se ha alineado frente a cualquier conflicto futuro con Irán, aunque Rusia y China se opondrían a ella, aunque la mayoría de los expertos en política exterior de Washington estaría horrorizada por el estallido de una guerra de este tipo, podría ocurrir.
A pesar de las crecientes tensiones de la Administración Trump con Venezuela e incluso con Corea del Norte, Irán es el punto más probable para la próxima guerra abierta de Washington
A pesar de las crecientes tensiones de la Administración Trump con Venezuela e incluso con Corea del Norte, Irán es el punto más probable para la próxima guerra abierta de Washington. Años de injurias anti-iraníes cargadas políticamente pueden explotar en las caras del presidente Trump y de sus dos ayudantes más ‘halcones’, el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, activando un conflicto con implicaciones potencialmente catastróficas.
Una guerra de este tipo podría expandirse por gran parte de Oriente Medio, no sólo a Arabia Saudí e Israel, las dos principales potencias anti-iraníes de la región, sino a Iraq, Siria, Líbano, Yemen y los diversos estados del Golfo Pérsico. Puede ser, de hecho, como el presidente iraní Hassan Rouhani sugirió el año pasado —haciéndose eco inconscientemente del antiguo enemigo de Irán, el dirigente iraquí Saddam Hussein—, la “madre de todas las guerras”.
Con Bolton y Pompeo, ambos conocidos iranófobos, en el asiento del conductor, pocas restricciones hay sobre el presidente Trump cuando se trata de ese país. El jefe de Gabinete de la Casa Blanca, John Kelly, el consejero de Seguridad Nacional H. R. McMaster, y el secretario de Defensa Jim Mattis, los generales anteriormente favoritos de Trump que habían recomendado precaución, ya no están. Y aunque el Comité Nacional Demócrata aprobó el mes pasado una resolución que pide que Estados Unidos vuelva al acuerdo nuclear que firmó el presidente Obama, hay todavía un número significativo de congresistas demócratas que creen que Irán es una amenaza importante para los intereses de EE UU en la región.
Con Bolton y Pompeo, ambos conocidos iranófobos, en el asiento del conductor, pocas restricciones hay sobre el presidente Trump cuando se trata de ese país
Durante los años de Obama, era de rigor para los demócratas apoyar la conclusión del presidente de que Irán era un patrocinador principal del terrorismo y debía ser tratado en consonancia. Y los congresistas demócratas que ahora lideran el partido en política exterior —Eliot Engel, quien preside actualmente el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, y Bob Menendez y Ben Cardin, los dos demócratas con peso en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado— eran opositores del acuerdo nuclear de 2015, aunque ahora los tres afirman haber cambiado de idea.
Focos letales para una futura guerra
En la montaña rusa que es la política exterior de Donald Trump, es difícil discernir qué es real y qué no, qué es retórica y qué no. Cuando se trata de Irán, es razonable asumir que Trump, Bolton y Pompeo no están planeando una versión actualizada de la invasión unilateral de Iraq que el presidente George W. Bush lanzó en la primavera de 2003.Pero al pedir abiertamente la caída del Gobierno de Teherán, al retirarse del acuerdo nuclear iraní y reinstaurar sanciones onerosas para debilitar la economía de ese país, al animar a los iraníes a levantarse, al apoyar públicamente a varios grupos del exilio —y quizás de manera encubierta incluso a terroristas—, y al unirse con Israel y Arabia Saudí en una alianza anti-iraní informal, los tres están intentando claramente forzar el derrumbamiento del régimen iraní, que celebró recientemente el 40º aniversario de la revolución islámica de 1979.
Hace semanas, el primer ministro israelí Netanyahu alardeó abiertamente de que la fuerza aérea nacional se había deshecho con éxito de objetivos iraníes en Siria
Hay tres focos potenciales donde escaramuzas limitadas, si estallaran, podrían intensificarse hasta ser una verdadera guerra.
El primero está en Siria y Líbano. Irán está profundamente involucrado en defender al presidente sirio Bashar al-Assad —quien recientemente volvió de una visita a Teherán— y estrechamente aliado con Hezbollah, el partido político chiíta libanés con un potente brazo paramilitar. Hace semanas, el primer ministro israelí Netanyahu alardeó abiertamente de que la fuerza aérea nacional se había deshecho con éxito de objetivos iraníes en Siria. De hecho, aquí ha pasado muy desapercibido que decenas de estos ataques han tenido lugar durante más de un año, con crecientes bajas iraníes.
Hasta ahora, los líderes iraníes han evitado una respuesta directa que aumentaría la confrontación con Israel, igual que ha evitado desatar a Hezbollah, una fuerza bien armada y con experiencia en el campo de batalla. Eso podría, sin embargo, cambiar si los partidarios de la línea dura en Irán decidieran tomar represalias. Si este conflicto latente explotara, ¿alguien duda de que el presidente Trump se uniría pronto a la refriega en el lado israelí o que los congresistas demócratas sucumbirían rápidamente a los llamamientos de la administración de respaldar al Estado judío?
Un Trump bravucón dijo en Face the Nation de la CBS que él desea mantener fuerzas estadounidenses en Iraq porque quiere “estar mirando un poco a Irán porque Irán es el problema real”
En segundo lugar, consideremos Iraq como un posible foco de conflicto. En febrero, un Trump bravucón dijo en Face the Nation de la CBS que él desea mantener fuerzas estadounidenses en Iraq porque quiere “estar mirando un poco a Irán porque Irán es el problema real”. Sus comentarios no sentaron exactamente bien en la clase política iraquí, ya que muchos de los partidos y milicias de ese país están respaldados por Irán.
La declaración de Trump vino después de un reportaje del Wall Street Journal a finales del año pasado en el que se decía que Bolton había pedido al Pentágono —por encima de la oposición de varios generales y del entonces secretario de Defensa Mattis— preparar opciones para “ataques en represalia” contra Irán. Esto coincidió más o menos con un par de pequeños ataques con misiles contra la Zona Verde fortificada de Bagdad y el aeropuerto de Basra, ciudad portuaria de Iraq en el Golfo Pérsico, ninguno de los cuales causó bajas. Escribiendo en Foreign Affairs, sin embargo, Pompeo culpó a Irán de los ataques, que calificó como “de peligro mortal”, añadiendo: “Irán no paró estos ataques, que fueron llevados a cabo por terceros a los que ha apoyado con financiación, entrenamiento y armas”. No se lanzaron “ataques en represalia”, pero indudablemente existen ahora planes para ellos y no es difícil imaginar a Bolton y Pompeo persuadiendo a Trump de seguir adelante y usarlos, con consecuencias incalculables.
Finalmente, está el mismo Golfo Pérsico. Desde los años de George W. Bush, la Armada de EE UU ha declarado su preocupación sobre posibles choques con las fuerzas navales de Irán en esas aguas y ha habido varios incidentes de alto perfil. La Administración Obama intentó —pero fracasó— establecer un tipo de teléfono rojo que habría vinculado a los comandantes navales estadounidenses e iraníes y así facilitado la desactivación de cualquier incidente del estilo, una iniciativa defendida por el entonces presidente de los jefes del Estado Mayor Conjunto, el almirante Mike Mullen, un veterano opositor de la guerra con Irán.
Bajo Trump, sin embargo, cualquier cosa puede pasar. El año pasado, solicitó planes para volar los “barcos rápidos” de Irán, pequeños barcos de guerra en el Golfo, supuestamente preguntando “¿por qué no los hundimos?”
Bajo Trump, sin embargo, cualquier cosa puede pasar. El año pasado, solicitó que Mattis preparara planes para volar los “barcos rápidos” de Irán, pequeños barcos de guerra en el Golfo, supuestamente preguntando “¿por qué no los hundimos?”. Ya ha reforzado la presencia naval estadounidense allí, atrayendo la atención de Irán. De manera poco sorprendente, la dirigencia iraní ha respondido del mismo modo.
A principios de este año, el presidente Hassan Rouhani anunció que su país ha desarrollado submarinos capaces de lanzar misiles de crucero contra objetivos navales. Los iraníes también comenzaron una serie de juegos de guerra en el Golfo Pérsico y, a finales de febrero, ensayó el disparo de uno de esos misiles submarinos.
Sumémosle una cosa más: en una inquietante reedición de un argumento clave que George W. Bush y Dick Cheney usaron para ir a la guerra con Iraq en 2003, a mediados de febrero el medio de derechas Washington Times publicó un reportaje “exclusivo” con este título: “La Alianza Irán-Al Qaeda puede ofrecer fundamento legal para ataques militares estadounidenses”.
El Gobierno de Trump está buscando usar esta información [la supuesta relación entre Irán y Al-Qaeda] para establecer “una potencial justificación legal para ataques militares contra Irán o sus subsidiarios”
En 2002, la Oficina de Planes Especiales en el Pentágono del secretario de Defensa Donald Rumsfeld, bajo la supervisión de los neoconservadores Paul Wolfowitz y Douglas Feith, se pasó meses intentando probar que Al-Qaeda e Iraq estaban asociados. El artículo del Washington Times, citando fuentes de la Administración Trump, hacía una afirmación similar: que Irán ahora está ayudando e incitando a Al-Qaeda con un “santuario clandestino para canalizar combatientes, dinero y armas por Oriente Medio”. Añadía que el Gobierno está buscando usar esta información para establecer “una potencial justificación legal para ataques militares contra Irán o sus subsidiarios”. No hace falta decir que son pocos los expertos en terrorismo o especialistas sobre Irán que estarían de acuerdo en que Irán tenga nada parecido a una relación activa con Al-Qaeda.
¿Triunfarán los partidarios de la línea dura en Irán como en Washington?
La Administración Trump está, de hecho, experimentando dificultad creciente en encontrar aliados dispuestos a unirse a una nueva Coalición de la Voluntad para enfrentarse a Irán. Los únicos dos miembros fundadores hasta ahora, Israel y Arabia Saudí, son, sin embargo, realmente entusiastas. El mes pasado, se escuchó al primer ministro Netanyahu remarcando que Israel y sus aliados árabes quieren guerra con Irán.En una cumbre no muy exitosa a mediados de febrero que Washington organizó en Varsovia (Polonia) para reclutar líderes mundiales para una futura cruzada contra Irán, se escuchó a Netanyahu decir en hebreo: “Esta es una reunión abierta con representantes de destacados países árabes que están sentándose con Israel para avanzar en el interés común de la guerra con Irán”. Más tarde insistió en que la traducción correcta debería haber sido “combatir contra Irán”, pero el daño ya se había hecho.
Esa cumbre en Varsovia estaba diseñada explícitamente para construir una coalición anti-iraní, pero muchos de los aliados de Estados Unidos, firmemente opuestos a la decisión de Trump de retirarse del acuerdo nuclear iraní, no tuvieron nada que ver con ella. En un esfuerzo de apaciguar a los europeos, en particular, Estados Unidos y Polonia la renombraron de manera extraña: “La Reunión Ministerial para promover un Futuro de Paz y Seguridad en Oriente Medio”.
El cambio de nombre, sin embargo, no engañó a nadie. Como resultado, el vicepresidente Pence y el secretario de Estado Pompeo quedaron abochornados por una serie de ausencias: los franceses, los alemanes y la Unión Europea, entre otros, simplemente declinaron enviar representantes de nivel ministerial, dejando que sus embajadores en Varsovia les sustituyeran. Las muchas naciones árabes no sujetas a Arabia Saudí igualmente enviaron solo delegaciones de bajo nivel. Turquía y Rusia hicieron boicot conjuntamente, reuniéndose en una cumbre propia en la que los presidentes Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan se encontraron con Rouhani de Irán.
Incluso antes de que Trump abandonara el acuerdo, sin embargo, Irán estaba encontrando la presión estadounidense abrumadora y, para el iraní medio, las cosas no habían mejorado de ninguna forma significativa
Nunca el diplomático más delicado, Pence, condenó, insultó y vilipendió a los europeos por negarse a acompañar el enfoque ‘estilo bola de demolición’ de Washington. Empezó su discurso ante la conferencia diciendo: “Ha llegado el momento de que nuestros socios europeos se retiren del acuerdo nuclear con Irán”. Entonces lanzó un ataque directo a los esfuerzos de Europa de preservar ese acuerdo buscando una vía para rodear las sanciones que Washington había vuelto a imponer: “Lamentablemente, algunos de nuestros destacados socios europeos… han liderado el intento de crear mecanismos para romper nuestras sanciones. Lo calificamos como un intento de romper las sanciones estadounidenses contra el régimen revolucionario asesino de Irán”.
Ese bombazo contra los aliados europeos ciertamente debería haber recordado los despectivos comentarios del secretario de Defensa Rumsfeld a principios de 2003 sobre que Alemania y Francia, en concreto, eran los líderes de la “vieja Europa”. Pocos aliados respaldaron entonces los planes de invasión de Washington, que, por supuesto, no impidió la guerra. No es probable que la reticencia actual de Europa se muestre muy disuasoria tampoco.
Pero Pence tiene razón en que los europeos han dado pasos para salvar el acuerdo nuclear con Irán, también conocido como Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés). En concreto, han creado un “vehículo de propósito especial” conocido como INSTEX (Instrumento para Apoyar los Intercambios Comerciales, por sus siglas en inglés) diseñado “para apoyar el comercio legítimo con Irán”, según una declaración de los ministros de Exteriores de Alemania, Francia y Gran Bretaña. Potencialmente es un acuerdo importante y, como Pence apuntó, explícitamente diseñado para sortear las sanciones que Washington impuso sobre Irán tras la ruptura de Trump con el JCPOA.
INSTEX tiene un propósito político, también. La retirada estadounidense del JCPOA fue un duro golpe al presidente Rouhani, el ministro de Exteriores Javad Zarif, y otros centristas de Teherán que habían conseguido reconocimiento por, y se habían enorgullecido de, el acuerdo entre Irán y las seis potencias mundiales (Estados Unidos, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Rusia y China) que firmaron el acuerdo. El acuerdo había sido bienvenido en Irán en parte porque parecía asegurar la capacidad del país de expandir su comercio al resto del mundo, incluidas sus exportaciones de petróleo, libre de sanciones.
A finales de febrero, parecía como si Trump, Bolton y Pompeo se hubieran apuntado una peligrosa victoria cuando Zarif, el conocido y orientado a Occidente ministro de Exteriores de Irán, anunció su dimisión
Incluso antes de que Trump abandonara el acuerdo, sin embargo, Irán estaba encontrando la presión estadounidense abrumadora y, para el iraní medio, las cosas no habían mejorado de ninguna forma significativa. Todavía peor, el año pasado la economía se había desplomado, la moneda se había hundido, la inflación corría desenfrenadamente y habían estallado huelgas y manifestaciones callejeras, desafiando al gobierno y a su liderazgo clerical. Cánticos de “¡Muerte al dictador!” —que no se oían desde la revuelta del Movimiento Verde contra la reelección del presidente Mahmoud Ahmadinejad en 2009— resonaron una vez más en manifestaciones callejeras.
A finales de febrero, parecía como si Trump, Bolton y Pompeo se hubieran apuntado una peligrosa victoria cuando Zarif, el conocido y orientado a Occidente ministro de Exteriores de Irán, anunció su dimisión. Los moderados que apoyaron el JCPOA, incluidos Rouhani y Zarif, han sido objeto de ataques por los duros del país desde la retirada de Trump. En consecuencia, la decisión de Zarif fue ampliamente asumida como una preocupante señal de que la línea dura había cosechado su primera víctima.
Incluso hubo especulación infundada de que, sin Zarif, que había trabajado incansablemente con los europeos para preservar lo que quedaba del pacto nuclear, Irán podía abandonar el acuerdo y continuar con su programa nuclear. Y no hay duda de que las acciones y afirmaciones de Bolton, Pompeo y su cuadrilla han debilitado a los moderados de Irán, así como envalentonado a los duros, quienes están usando argumentos de ‘te lo dije’ al ayatolá Alí Jamenei, el líder supremo nacional.
Quizá eso es exactamente lo que Bolton y Pompeo quieren. Si es así, prepárese: otra guerra estadounidense que difícilmente resultará de la forma en que sueña cualquiera en Washington está en el horizonte.
A pesar de la presión interna sobre Zarif, sin embargo, su dimisión se mostró efímera en la práctica: Rouhani la rechazó, y hubo un aumento de su apoyo en el Parlamento iraní. Incluso el general Qassem Soleimani, una figura principal en los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, por sus siglas en inglés) y el comandante de la Fuerza Quds, le apoyó. Resulta que la Fuerza Quds, un brazo de los IRGC, es responsable de las operaciones paramilitares y de inteligencia exterior de Irán en toda la región, pero especialmente en Iraq y Siria. Ese papel ha permitido a Soleimani asumir responsabilidad de buena parte de la política exterior de Irán en la región, convirtiéndole en un rival formidable para Zarif, una tensión que sin duda contribuyó a su breve dimisión y no es probable que se disipe pronto.
Según analistas y comentaristas, parece haber sido una maniobra de Zarif —y quizás también de Rouhani— para obtener un voto de confianza política y parece haber reforzado su posición de momento.
Aun así, la crisis por la dimisión de Zarif puso de relieve las profundas tensiones dentro de la política iraní y suscitó una pregunta clave: a medida que la Administración Trump acelera sus esfuerzos para buscar una confrontación, ¿encontrarán un eco entre los iraníes duros a los que nada les gustaría más que un cara a cara con los Estados Unidos?
Quizá eso es exactamente lo que Bolton y Pompeo quieren. Si es así, prepárese: otra guerra estadounidense que difícilmente resultará de la forma en que sueña cualquiera en Washington está en el horizonte.
Relacionadas
Donald Trump
Oriente Medio Trump o las húmedas ensoñaciones de un sionista pervertido
Oriente Medio
Oriente Medio Israel bombardea Irán en un ataque “extenso y preciso”, según Estados Unidos
Genocidio
Genocidio Israel bombardea dos veces en 24 horas un centro de salud en pleno Beirut
El binomio EE.UU./Israel (ahora Israel/EE.UU) es el gran problema de la humanidad, especialmente conducido por la organización de psicópatas más peligrosa de la historia (El Partido Republicano). La U€ de los mercaderes alemanes, ha estado mirando como las vacas al tren, mientras el imperialismo desmontaba y vaciaba de contenido todas las instituciones multilaterales y se cagaba en las leyes internacionales y la diplomacia. O Europa mira hacia oriente y hacia el este para aislar al monstruo va a ser imposible parar esta escalada belicosa para implosionar.
Pues Trump ha hecho menos guerras que sus predecesores por ahora, se os cae el argumento