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Coronavirus
Paradojas de la actitud política ante la pandemia
Es hora de instaurar una renta básica incondicional, que dote a todas las personas de la capacidad para disfrutar de una vida digna. Llevarlo a cabo solo depende de la voluntad política. Una voluntad que conduzca a implementar todas aquellas medidas políticas y económicas que sean necesarias.
Se oyen muchas voces que afirman “no es momento para las críticas”, o “hay que actuar unidos ante la epidemia”. No seré yo quien contradiga estas afirmaciones. Apruebe o no todas las decisiones adoptadas por las autoridades, comparto el grueso de las mismas y asumo mi cuota de responsabilidad en su realización.
Pero ello no impide contemplar con cierto estupor, y bastante indignación, algunas de las razones que se esgrimen para ordenar esta o aquella medida, así como la absoluta falta de reflexión que va más allá de lamentar el parón económico. Más allá de las medidas sanitarias imprescindibles, lo económico ha colonizado el eje de las reflexiones y se ha convertido en el motor de una gran parte de las decisiones.
No es que me parezcan mal, todo lo contrario, confinar a la población, para evitar en lo posible el contacto entre las personas para cortar la cadena de contagio. Cerrar centros de ocio, deportivos y culturales, así como centros de estudio. Cancelar eventos culturales. Priorizar la cadena de suministros vinculados a la sanidad o a la alimentación. Expropiar determinados productos médicos, llegado el caso.
O establecer determinadas prestaciones económicas para la gente asalariada que se ve sometida a despidos o Ertes, provocados por la situación, y para los autónomos, hombres y mujeres, obligados a cesar en su actividad. Todo ello es muy acertado.
Más allá de las medidas sanitarias imprescindibles, lo económico ha colonizado el eje de las reflexiones y se ha convertido en el motor de una gran parte de las decisiones
La subordinación a lo económico
Sin embargo, parece evidente que se han quedado cortos, más bien timoratos, al enfrentarse a las grandes corporaciones financieras, inmobiliarias, energéticas, de comunicación o automovilísticas. Las obligaciones, en estos casos, han mutado en recomendaciones.
Me interesa remarcar la subordinación de lo humano a lo económico. Estamos ante un asunto grave de salud. Pero aún así, no hay que olvidar que los datos más pesimistas prevén, para el Estado español, unas cifras de entre 30 ó 40.000 infectados, y alrededor de 3.000-5.000 fallecimientos. Toda una pandemia que debemos y tenemos que parar.
Ahora bien, ¿acaso más de 3.000.000 de desempleados, en el Estado, o más de 160.000 personas en riesgo de exclusión en la CAV, no es una pandemia? ¿Por qué no se limitan algunos derechos —por ejemplo, el de propiedad privada— para evitarlo? ¿Por qué no se toman decisiones económicas —reforma fiscal y laboral— que corten y protejan a las personas de esta pandemia?
¿Por qué no se expropia aquello necesario para cumplir ese objetivo?
El interés general
Todas las medidas adoptadas contra el covid-19, sustentan sus razones en el “interés general”. Pues bien, es hora de que en base a ese interés general se deje de fiar las soluciones a las políticas de pobres (RGI), o a la caridad ciudadana para enmascarar los inaceptables índices de pobreza, precariedad y exclusión que sufrimos.
Es hora de instaurar una renta básica incondicional, que dote a todas las personas de la capacidad para disfrutar de una vida digna. Llevarlo a cabo solo depende de la voluntad política. Una voluntad que conduzca a implementar todas aquellas medidas políticas y económicas que sean necesarias.
Como se está haciendo, pero sin cortapisas, sin subordinaciones a los poderes económicos. Poniendo a la persona en el centro de la política y de la economía.