Análisis
Por una recuperación de la dignidad y del bienestar en salud mental

Las propuestas relacionadas con la Renta Básica Universal o la semana laboral de cuatro días nos muestran un interesante camino a seguir que trascienda las meras soluciones de carácter asistencialista.
suicidio
Parte del tabú que rodea al suicidio se debe a la culpa que deja en los supervivientes y a la carga cultural impuesta por la iglesia David F. Sabadell

Doctor en Sociología y Trabajador social. Trabaja en una Fundación de salud mental de Barcelona desde hace más de 25 años. Es miembro de la Junta directiva de la Red Renta Básica.

Psicólogo y Psicoterapeuta. Coordinador de Erain S.Coop y miembro de la Junta Directiva de REAS Euskadi.

12 feb 2025 07:53

El término policrisis goza hoy de cierta popularidad y es utilizado, entre otros, por el historiador económico estadounidense Adam Tooze (1) para caracterizar la situación actual en la que interactúan diversas crisis, de tal modo que el todo producido por todas ellas termina siendo más peligroso que la suma de sus partes. De este modo, hablamos de crisis de la democracia, de crisis ecológica, de crisis del capitalismo… pero, habida cuenta de la presencia de diversos malestares sociales manifestados a través del auge de propuestas de corte ultraderechista y del aumento de problemáticas relacionadas con la salud mental en nuestras sociedades occidentales, tomados ambos factores como síntomas de una misma realidad… tendría sentido hablar de otra crisis. Concretamente: ¿está en crisis el sujeto dentro de las sociedades occidentales? ¿Estamos viviendo la vida que queremos vivir? ¿Estamos bien?

Esta es una cuestión compleja, la de si podemos llegar a estar bien o a ser felices… pero que lejos de una declaración de principios abre numerosos textos constitucionales fundantes de nuestros Estados, en los cuales la “felicidad común” se constituía como un principio rector

Salud mental
Traducción La mercantilización de la salud mental
La atención especial que se presta actualmente a todas las formas de trauma, salvo la explotación económica, ha contribuido a camuflar el problema clave del neoliberalismo.

Capital y subjetivación

El capitalismo es algo más que un sistema económico, podemos entenderlo como un “orden social institucionalizado” que condiciona fenómenos como la ley, la ciencia, la moral, el arte y la cultura. O una manera determinada de subjetivación, es decir, que el capitalismo necesita de un tipo determinado de proceso de construcción personal que le permita articular una determinada visión del mundo, un tipo de afectos, de comportamientos coherentes con sus necesidades.

Según la reflexión de Nancy Fraser (2) es necesario comprender el capitalismo como un orden social más vasto que una economía que ha precisado históricamente de mecanismos de explotación y expropiación a través de los diversos territorios coloniales y basados en una visión racista de los diversos pueblos oprimidos, así como de una determinada articulación política que le permita su expansión, de la explotación de los recursos naturales del planeta así como de diversos espacios de reproducción social, a través de los cuales socializar a los niños, generar comunidades basadas en valores y determinadas disposiciones afectivas, de modo que se desarrolla toda una variada actividad reproductiva en los hogares, los barrios, los colegios…

Esta actividad reproductiva es absolutamente necesaria para el trabajo asalariado y el funcionamiento general del capital. Sobre esta base se desarrolla el estereotipo de género por el cual el trabajo productivo es asociado con el hombre y el reproductivo con la mujer.

Pero, siguiendo la argumentación de Fraser, la acumulación capitalista alberga en su interior diferentes frentes de crisis, ya que su dinámica de acumulación infinita amenaza con desestabilizar sus condiciones mismas de posibilidad.

De este modo, el capital pone en riesgo las condiciones de vida del planeta, las condiciones de posibilidad de los regímenes democráticos, así como los procesos socioculturales necesarios para que se generen comunidades de sentido, las disposiciones afectivas y las relaciones de cooperación necesarias para que pueda sostenerse el sistema. De este modo, el sistema se devora a sí mismo, se convierte en una sociedad autófaga, en palabras de Anselm Juppé.(3)

Al igual que en otros lugares del capitalismo extractivo, la subjetividad y sus crisis son explotadas para la búsqueda del beneficio económico

Al igual que el calentamiento de los casquetes polares suponen nuevas oportunidades para el transporte, la pesca o la extracción de minerales en estas aguas, la aparición de diversas crisis es leída por el sistema como problemas individuales, a modo de “enfermedades mentales” o “trastornos” susceptibles de ser medicados, aumentando de este modo el margen de beneficio de las compañías farmacéuticas. Al igual que en otros lugares del capitalismo extractivo, la subjetividad y sus crisis son explotadas para la búsqueda del beneficio económico.

En este sentido, podemos hablar de la fragilidad de la subjetividad capitalista, en tanto en cuanto es construida sobre los principios liberales del individualismo, la meritocracia, la competitividad y el consumo. Estos principios, que en principio pueden ser considerados como criterios morales inciden directamente sobre la manera en que construimos nuestra realidad.

Si entendemos nuestra historia vital como una carrera para el logro o para el consumo de diversas experiencias que en un momento dado no logramos, sería razonable pensar que tendríamos mayores probabilidades de presentar dificultades relacionadas con la ansiedad o la depresión.

Tras la irrupción de la pandemia y la implementación de medidas globales en su contención, no es extraño que hayamos encontrado un aumento significativo en la presencia de problemáticas en salud mental, pues los problemas sociales también han ido acumulándose y los factores de riesgo para una vida saludables y digna se han ido incrementando. Los determinantes sociales de la salud han puesto negro sobre blanco en cuanto a lo que supone para la salud y sobre todo para la salud mental habitar en barrios depauperados, la precariedad laboral, el desempleo, la falta de vivienda, la pobreza y la escasa y condicionada protección social que facilitan el estigma y dificultan la inclusión social de las personas.

Políticas en Salud Mental frente a la crisis de la subjetividad

Desde diversas instancias europeas se lleva tiempo tratando de establecer un marco de comprensión de las políticas de Salud Mental de la Unión Europea en términos de integralidad, multidisciplinariedad, atención a los determinantes sociales de salud mental, así como a determinados colectivos vulnerables.

De este modo, estas consideraciones se alinean con las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cual ha promovido durante la última década el objetivo de mejorar la “salud mental global” bajo una serie de condiciones.

Aunque dicha institución ha citado a menudo de la importancia del apoyo social y otras opciones no médicas, sus esfuerzos han contribuido a la difusión de la atención sanitaria biomédica convencional. Han sido promovidos conceptos occidentales de diagnóstico, las causas biológicas de los trastornos psiquiátricos y el uso regular de medicamentos psiquiátricos. Los críticos de esta tendencia la nombran como colonización médica.

Renta básica
Por una Renta Básica como nuevo derecho de ciudadanía

Todas somos capaces en unas cosas e incapaces en otras. Lo que tiene que hacer la sociedad es garantizar la igualdad de oportunidades haciendo universalmente accesibles los derechos, las prestaciones, los bienes y los servicios para todas las personas, independientemente de cuáles sean sus condiciones.

El 10 de junio de 2021, la Organización Mundial de la Salud publicó un documento de 300 páginas titulado “Directrices para los servicios comunitarios de salud mental: promoción de enfoques centrados en la persona y basados ​​en los derechos”.

La guía de la OMS surgió de un grupo de las Naciones Unidas dirigido por Michelle Funk, jefa de la unidad de Política, Derecho y Derechos Humanos del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la OMS. En dicho documento se solicita un cambio de paradigma dentro de las estrategias de atención a la salud mental global. Citamos algunas consideraciones a partir de los apuntes de Robert Withaker:

“Los determinantes sociales críticos que repercuten en la salud mental de las personas, como la violencia, la discriminación, la pobreza, la exclusión, el aislamiento, la inseguridad laboral o el desempleo, la falta de acceso a la vivienda, las redes de seguridad social y los servicios sanitarios, a menudo se pasan por alto o se excluyen de los conceptos y la práctica de la salud mental. Esto conduce a un sobrediagnóstico del malestar emocional del ser humano y a una dependencia excesiva de los psicofármacos en detrimento de las intervenciones psicosociales, un fenómeno bien documentado, sobre todo en los países de rentas altas. También crea una situación en la que la salud mental de una persona se aborda predominantemente dentro de los sistemas sanitarios, sin una interfaz suficiente con los servicios y estructuras sociales necesarios para abordar los factores determinantes antes mencionados.

Como tal, este enfoque es limitado en su capacidad para tomar en consideración a la persona en el contexto del conjunto de su vida y de sus experiencias. Además, las actitudes y mentalidades estigmatizadoras que existen entre la población en general, los responsables políticos y otras personas en relación con las personas con discapacidades psicosociales y trastornos mentales —por ejemplo, que están en riesgo de hacerse daño a sí mismas o a otros, o que necesitan tratamiento médico para mantenerse a salvo— también conducen a un énfasis excesivo en las opciones de tratamiento biomédico y a una aceptación general de prácticas coercitivas como la hospitalización y el tratamiento involuntarios o el aislamiento y la reclusión”.

El documento de la OMS sostiene que los países deben adoptar un enfoque basado en los derechos humanos como principio rector, adoptar las concepciones centradas en la recuperación de la persona y construir servicios que proporcionen apoyo psicosocial y del entorno a las personas que luchan con sus problemas de salud mental.

Este documento de la OMS, al instar a las sociedades a crear servicios libres de coacción y a promulgar leyes y políticas que prohíban dicha coacción, está apoyando un cambio total de paradigma en relación a los servicios de salud mental mundiales.

Reconceptualizar la “Recuperación”

El modelo biomédico de salud mental es un modelo basado en el concepto de “enfermedad mental”, por lo que, la noción de recuperación está ligada a una reducción de los síntomas. El individuo se recupera de una enfermedad, y se entiende que los fármacos psiquiátricos son un tratamiento necesario e imprescindible en el proceso de recuperación de las personas

El citado documento sostiene que los agentes de salud deben adoptar una concepción diferente de la recuperación, que surja de escuchar a las personas con experiencias vividas. Comprendiendo de forma cercana la subjetividad de la persona con la que están trabajando, adoptando un “enfoque basado en la recuperación”.

El enfoque de la recuperación no depende únicamente de los servicios de salud mental. Es clave tomar en cuenta los contextos familiares, comunitarios y sociales en los que viven las personas.

Por otro lado, la necesidad de recuperación trasciende los dispositivos de salud, siendo necesaria la coordinación y trabajo conjunto con otros servicios (servicios sociales, agentes comunitarios, instituciones penales, instituciones formativas, tercer sector de acción social…) y es que no podemos encerrar el concepto de Salud Mental dentro únicamente del mundo médico, sino que dichas políticas se han de encuadrar dentro de una mirada transversal e interdepartamental, ya que atañen a diversos espacios políticos y sociales. Cómo recuerda James Davies (2022): “En ámbitos importantes del panorama psicosanitario muchas personas y organizaciones han empezado a agruparse de manera espontánea para oponer resistencia a décadas de sometimiento neoliberal, reivindicando menos medicalización y menos despolitización, a la vez que ponen en práctica alternativas más centradas en los traumas, en el cuidado de las relaciones y la vida comunitaria, más humanistas, psicosociales y no biomédicas” (4).

En este sentido, las propuestas relacionadas con la Renta Básica Universal o la semana laboral de cuatro días nos muestran un interesante camino a seguir que trascienda las meras soluciones de carácter asistencialista.

Cada vez somos más los que creemos que una renta básica de ciudadanía debería ser incorporada como parte de los derechos fundamentales. En los últimos años han aparecido diferentes escritos y pronunciamientos a favor de una renta básica. Incluso un editorial del British Medical Journal aparecida en 2017 era clara al respecto después de analizar los resultados positivos que arrojan muchas pruebas piloto de renta básica en relación a la salud mental y las adicciones: “Los profesionales de la salud deberían tomar cartas en el asunto. Las pruebas indican que una renta básica universal podría ayudar a mejorar la salud mental y física de los beneficiarios”.

“Las pruebas indican que una renta básica universal podría ayudar a mejorar la salud mental y física de los beneficiarios”

En el manifiesto de las personas psiquiatrizadas por una Renta Básica Universal se apunta que:

“Una RBU, finalmente, también sería un recurso fundamental para promover los procesos de recuperación y empoderamiento en nuestro colectivo. En primer lugar, porque además de garantizar unas condiciones mínimas de sostenibilidad de la vida, favorecería la vida independiente, autónoma de la familia y/o la institución. Actualmente, las imposibilidades materiales condenan a la dependencia, siendo esto una barrera a la autonomía, la autodeterminación, el crecimiento personal y el ejercicio de la ciudadanía activa. Las personas, sin los recursos económicos necesarios para cubrir las necesidades básicas, quedamos inmersas en relaciones paternalistas de dependencia.

Y, en segundo lugar, porque una asignación incondicionada favorecería que muchas personas nos aventurásemos a volver a trabajar, sin miedo a perder la prestación que cobramos y de la que dependemos para sostenernos. Situación que actualmente genera unos efectos perversos, siendo una barrera a la inserción laboral y la recuperación”.

En todo caso, hablar de recuperación, implica trascender el concepto de “curación” o de “normalidad” de las personas para pasar a pensar la salud mental en relación a cómo recuperar su propia identidad, su propia dignidad, o la búsqueda de un sentido para sus vidas, en búsqueda de una buena vida que merezca la pena ser vivida.

(1) Adam Tooze, Chartbook #130 Defining polycrisis – from crisis pictures to the crisis matrix. (substack.com)
(2) Fraser N. Capitalismo Canibal. Siglo XXI. 2023.
(3) Juppé A. La sociedad autófaga. Pepitas de Calabaza. 2019.
(4) Davies, J. Sedados. Capitán Swing, 2022.
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