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Urbanismo
Paisaje Transversal, o cómo expandir la participación ciudadana en el urbanismo
La oficina de innovación urbana Paisaje Transversal publica Escuchar y transformar la ciudad, un libro que plantea cómo abordar las problemáticas las ciudades desde una perspectiva integral y participativa, combatiendo además la desigualdad.
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
Paisaje Transversal nacía en tiempos de crisis, en un 2007 en el que la fiebre del ladrillo y la barra libre para urbanizar el territorio llegaban a su fin. Comenzaron como colectivo, con un blog para debatir sobre desarrollo urbano sostenible. Cinco años después, Pilar Díaz Rodríguez, Guillermo Acero Caballero, Jorge Arévalo Martín, Jon Aguirre Such e Iñaki Romero Fernández creaban una oficina de innovación urbana homónima que ponía el foco en una perspectiva innovadora, integral y, sobre todo, participativa del urbanismo y la planificación de la ciudad.
Ahora, decenas de proyectos después, se han lanzado a la publicación deEscuchar y transformar la ciudad, un libro en el que recogen su experiencia y su visión de lo que debería ser la creación y remodelación de las ciudades en el siglo XXI del cambio climático y las megaurbes. Jon Aguirre, arquitecto, urbanista y uno de los cinco integrantes de Paisaje Transversal, relata en esta entrevista algunas de las claves de un volumen que pretende aportar herramientas y metodologías para abordar las problemáticas de las ciudad actual sin olvidar la lucha contra la desigualdad.
En la España postburbuja inmobiliaria, o de la nueva burbuja, ¿hemos aprendido la lección respecto al urbanismo expansivo? Más que nada porque tenemos en las afueras de nuestras ciudades miles de hectáreas a medio pavimentar y en cuadrícula listas para repetir la historia de los años 90 y los 2000.
Me gustaría pensar que sí, pero los últimos datos no parecen indicar lo mismo. Por lo menos hay una cierta percepción de vuelta a los mismos mantras y a las mismas situaciones que nos llevaron al desastre de hace diez años. Lo que pasa es que la situación es diferente. Es como el mito de Sísifo: estás ahí subiendo al piedra, se vuelve a caer, la tienes que volver a subir… Parece que el urbanismo expansivo del modelo de ciudad absolutamente desarrollista, insostenible y antisocial es muy difícil de combatir.
En estos diez años ha habido, a este respecto, un avance y mucha mayor sensibilización con respecto a otros períodos de crisis, como en los años 70 o principios de los 80. Hay una mayor conciencia social pareja a todo lo que pasó a raíz del 15M y a lo que posteriormente ha pasado en el país, que también ha permeado en la sociedad y en las instituciones de alguna manera. Hay como una conciencia diferente. Creo que estamos ante un cambio que va a frenar cualquier conato de volver a esas situaciones o, por lo menos, de volver de manera tan generalizada por todo el tema de la Agenda 20/30, los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) y la Agenda Urbana, tanto la europea como la española. En el Congreso Nacional de Medio Ambiente (Conama, celebrado entre el 26 y el 29 de noviembre) se ha visto eso y vengo muy optimista tras escuchar a los ministerios de Fomento y Hacienda. Tienen muy muy claro que no podemos seguir por esa senda, que esto viene de la ONU y que hay que cambiar completamente el paradigma de hacer urbanismo.
No hay vuelta atrás, la participación ha venido para quedarse, pero hay peligro de que se banalice y espectacularice
¿Terminó la era Calatrava, en la que el diseño y la marca lo eran todo, o queda camino por recorrer?
Diría que sí. Unido a lo anterior, no sé si porque no ha habido dinero o porque ya no va a haber tanto para financiar esas obras faraónicas, creo que la arquitectura espectáculo, la arquitectura faraónica, está quedando atrás. Lo que no sé es si ahora hay otro tipo de arquitecturas espectáculo-icónicas pero en versión palé o precaria. Ahí hay cierto debate. No sé hasta qué punto hemos cambiado el hormigón por otro tipo de material constructivo pero seguimos pensando desde una perspectiva totalmente objetual y no procesual.
Planteáis que en la actualidad estamos inmersos en una moda por la participación ciudadana en el urbanismo. ¿Esto es temporal o el adn de la participación se ha entroncado ya en la manera de modificar las ciudades del Estado español?
Ha habido un avance muy grande en diez años. Creo que no hay vuelta atrás, la participación ha venido para quedarse, pero hay peligro de que se banalice y espectacularice. Echamos de menos algunas cosas, y es una de las motivaciones y aspiraciones del libro. Nos fijamos muchas veces en el qué, en llamarlo participativo y sostenible, más que en el cómo. La verdadera participación solo es posible desde una voluntad política y una apuesta decidida por una construcción democrática de la ciudad y por la participación ciudadana, pero también desde un rigor metodológico y desde una serie de cuestiones que, sin embargo, no están presentes en los procesos. Se dejan al albur de la buena voluntad, de cierta idea naif. Incluso hay una infantilización de la participación, y creo que hay que plantear un debate serio sobre esas metodologías y tratar de establecer algunos criterios de calidad que garanticen una participación efectiva, empoderadora y transformadora en los procesos de urbanismo.
Vayamos a casos concretos. Proyectos como las remodelaciones de la plaza de España, en Madrid, o la de las Ramblas, en Barcelona, han tenido procesos participativos, aunque no sin críticas. ¿Es así como deben hacerse este tipo de procesos?
Para nosotros hay una diferencia brutal entre los procesos de las Ramblas y Plaza de España. Tiene que ver con esta idea de la lógica objetual frente a la procesual. Plaza de España se plantea con un proceso con una índole muy cuantitativa en la que la idea de la participación es que yo elijo sobre unas propuestas cerradas de unos arquitectos, que nosotros nos presentamos también. ¿Eso qué significa? Que eso es un concurso de arquitectura, de ideas de arquitectura, con lo cual no hay ni un análisis de las necesidades a nivel de sostenibilidad del entorno, ni una visión de análisis profundo de cuáles son las necesidades de ese entorno a nivel, digamos, más técnico. Y, desde luego, no hay un proceso de participación que incorpore las necesidades la gente, de las vecinas, en ese proyecto. Ya parte de un objeto que a ti te llega y tú votas. Para nosotros eso es un error garrafal que muchas veces no solo no resolverá los problemas, sino que los podría agravar.
La verdadera participación solo es posible desde una voluntad política y una apuesta decidida por una construcción democrática de la ciudad y por la participación ciudadana
Hacer de concursos de arquitectura y votarlos me parece que es pervertir un poco la participación o, por lo menos, darle una noción muy limitada que, por otra parte, es un avance respecto a lo que había. En cambio, la Rambla de Barcelona se plantea como un proceso, como una licitación en la que tú presentas un proceso de diseño participativo. Se hará mejor o peor, pero hay una diferencia muy grande en plantear un concurso de ideas de arquitectos frente a una licitación para diseñar un proceso de diseño colaborativo del espacio público. Nosotros siempre abogamos por eso, porque en los procesos de diseño lo primero que hay que hacer es analizar con la gente y, después, plantear las soluciones. Nos parece un ejemplo muy bueno a seguir.
En el libro señaláis que sin escuchar la ciudad es imposible transformarla y que, como ocurrió con el término sostenibilidad, el de participación puede quedar como un concepto vacío. ¿Han entendido esto las administraciones?
Ese peligro de banalizar la participación está. También encuentras, como en todas partes, diferentes aproximaciones. Hay gente que se lo cree y que desde la administración lo lleva a cabo desde una perspectiva muy rigurosa y lo impulsa. También hay gente que, sin creérselo, se ve un poco obligada a hacerlo, y ahí a veces se pueden abrir ventanas de oportunidad, porque también está esa idea de hackear los procesos, en las que el político de turno te pide una cosa pero tú, dándosela, en realidad generas un tipo de procesos mucho más emancipadores a través de la participación.
Creo que esta está avanzando, es innegable. Está en boca de todos esta idea. Pero la participación será real o no dependiendo de ese rigor, de esa metodología, de esas prácticas. Muchas veces no es falta de voluntad, sino de conocimiento. El libro va de eso, de aportar herramientas tanto a la ciudadanía como a las administraciones públicas y a los profesionales. Si quieres hacer las cosas así, por lo menos ten en cuenta estas ideas.
A pesar de que el espacio público se toma hoy como elemento esencial en la construcción de la ciudad, las plazas duras —sin bancos, apenas árboles y concebidas como elementos de paso— siguen a la orden del día en las reformas que vemos hoy en muchas localidades del Estado.
Poco a poco las cosas van cambiando. Por ejemplo, tenemos un proyecto ahora en Donostia en el que, precisamente, la idea es activar y mejorar el espacio público, pasar de ese paradigma de plaza dura a otras situaciones mucho más inclusivas a través de la lógica interseccional, de la perspectiva de género interseccional, de ver cómo naturalizar los entornos, cómo hacerlos más amables, humanos y saludables. Es algo que se está llevando a cabo ahora incipientemente. Ya empieza a haber algunos proyectos que lo están reivindicando. Romper completamente y pasar de una situación en la que esto era completamente anecdótico o inexistente a una situación generalizada va a llevar tiempo. Ahora estamos en un momento en el que todo lo que se ha ido sembrando a lo largo de estos diez últimos años empieza a dar algunos brotes y a florecer. Cuando se dan ejemplos concretos la gente se va animando y habrá, espero, un efecto dominó.
Es una cuestión bastante incipiente. Uno de los retos, más allá del tema de la participación, es la integrabilidad, y esta supone romper con la departamentalización de los saberes. Para nosotros, desde el inicio, la idea de la transversalidad y la transdisciplinaridad son pilares fundamentales. Pero respecto a eso, llevado a los procesos, sobre todo dentro de la administración pública, te encuentras con departamentos ultraestancos. Generar esa coordinación interdepartamental es, muchas veces, muy complicado, por eso abogamos por esa idea del mediador, tanto en los agentes del territorios como internamente en la administración, para que los diferentes departamentos colaboren y los proyectos que se planteen sean mucho más integrales y, por tanto, respondan mejor a la complejidad urbana actual.
Las decisiones que transforman la ciudad se están tomando en otros ámbitos y eso es lo que realmente nos preocupa. Las Estrategias de Desarrollo Urbano Sostenible las hace PricewaterhouseCoopersPrograma de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Habitat), Carta de Leipzig sobre Ciudades Europeas Sostenibles, Agenda 2030 de la ONU, Objetivos de Desarrollo Sostenible… Muchos son los retos y eventos internacionales creados para afrontar los problemas de un mundo en el que las ciudades y megaciudades no paran de crecer. ¿Está el urbanismo preparado para semejante odisea?
Absolutamente, sí. Este tema que es de largo recorrido. Desde el primer Habitat, hace 40 años, se ha venido generando un cuerpo teórico muy muy potente, se han desarrollado proyectos muy interesantes y tenemos herramientas suficientes para afrontar este reto a nivel técnico, y también social. Ahora la cuestión es si desde las voluntades políticas y desde los liderazgos se hará, que también es importante que haya liderazgos fuertes, aunque sean colectivos, porque si no desde las administraciones públicas es muy complicado.
Vengo muy motivado, muy lleno de energía, del Conama y de la ventana de oportunidad que se abre. Creo que estamos preparados y que en los próximos años vamos a ver cambios sustanciales en la manera de hacer urbanismo y vamos a ver realmente le resultado de todo estos años de pensar, trabajar y plantear cosas, y eso es esperanzador.
Comenzasteis como un colectivo con un blog sobre innovación urbana sostenible. Hoy habéis firmado proyectos con sello verde y participativo en diferentes ciudades. ¿Cuál es el siguiente reto?
Estamos en un momento de cambio muy grande. El libro es un punto y seguido en nuestra trayectoria, un mirar atrás para proyectarse al futuro. Nuestro siguiente reto es dar un salto a proyectos, digamos, más transformadores, de mayor envergadura. No por el tamaño, sino por la capacidad de incidir y transformar las ciudades. Lo micro está muy bien y es importante, pero el poder hacer un plan general desde esta perspectiva y plasmarlo de manera normativa a través de un proceso de urbanismo colaborativo sería algo importante para nosotros, y también parta la ciudad.
Hay que pelear también en el barro, si no las decisiones las tomarán otros, como pasó en la Operación Chamartín. Es nuestro reto y el de nuestra generación
A veces nos sentimos como si estuviésemos en la jungla con el machete, aunque no somos los primeros, que esto viene de atrás y en el libro citamos a muchos referentes. Entre los más próximos están Gea21 o la Red Cimas. Está el miedo de que esa selva se te vuelva a cerrar detrás. Por eso es importante que este tipo de prácticas no se vean como algo residual o anecdótico tipo “mira estos chavales qué cositas más chulas hacen, vamos a dejarles un espacio para jugar”.
Las decisiones que transforman la ciudad se están tomando en otros ámbitos y eso es lo que realmente nos preocupa. Por ejemplo, las Estrategias de Desarrollo Urbano Sostenible las hace PricewaterhouseCoopers. Hay que llevar esto a esas esferas y tratar de subvertirlas, hackearlas. Si estás pensando una estrategia para la ciudad no la pienses desde tu despacho, si no con la gente, constrúyela con la gente y construye un proyecto común de ciudad. Ese es nuestro reto en estos momentos, ese cambio de escala, porque creo que para transformar la ciudad tienes que hacer ese tipo de cosas. De aquí a 2030 el reto es aportar nuestro granito de arena y apuntar hacia proyectos de un carácter normativo mayor. Hoy justo nos acaban de comunicar que hemos ganado nuestro primer plan general. Hay que pelear también en el barro, si no las decisiones las tomarán otros, como pasó en la Operación Chamartín. Es nuestro reto y el de nuestra generación.
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Creo que la cuestión del "urbanismo participativo" en Europa es mucho más compleja de lo que aparenta. Para una visión mucho más polémica, ss remito a este vídeo de youtube:https://www.youtube.com/watch?v=fbQ-7WdxMz4&index=20&list=PL7wcSh3l0CWNnOTL4P50BxMOTh-VULwAe