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Andalucía
Descolonización y emancipación: Reflexiones sobre teoría decolonial y emancipación en el Estado español
La teoría decolonial está suscitando un vivo debate académico y doctrinal. Y es que, las luchas que podemos englobar en el debate decolonial se unen por el nexo de la emancipación y ninguna de ellas se puede comprender sin las otras. No se pueden entender como departamentos estancos rompiendo su vinculación puesto que todas se sitúan frente a la actuación del Estado, histórica y contemporáneamente. Por un lado, la matriz de la que procede la teoría de la decolonialidad se nutre principalmente de la categoría raza, en la que se basó toda la colonización en los territorios americanos, es aquí donde encuentran acogida teórica la lucha anti-racista y las distintas luchas de las migrantes en el territorio que compartimos. Por otro lado, vemos que cuando abordamos estos debates encontramos las luchas de los distintos pueblos que conforman el Estado español, luchas por la soberanía de sus territorios, de sus culturas y de sus recursos, entre otras.
Esta confrontación de orígenes y movimientos nos definen. En mí se cruzan tres territorios diferentes y sus correspondientes movimientos, y esto hace muy difícil pertenecer a un lugar o a otro, siempre eres la eterna extranjera de tus propios lugares. En primer lugar me cruza Asturias por ser el lugar donde vivo, y, por tanto, el que me ofrece las claves del conocer; en segundo lugar, me cruza Nicaragua por ser el lugar donde comienza mi historia personal, en una de las revoluciones más alabadas del siglo pasado; y en tercer lugar, me cruza Granada por ser el lugar donde estudié y donde comprendí la idiosincrasia del Estado español por tratarse de la intersección de 1492 que une la tan manida reconquista y el mal llamado descubrimiento. Los tres lugares me aportan varios motivos para tratar los diálogos sur-sur de los que habla Dussel y que se producen desde la periferia para hacer frente a las necesidades que surgen en la misma. Es imposible para mí separar cualquiera de los tres puntos geográficos a la hora de vivir y de investigar. Cuando pienso en Asturias, lo primero que me viene a la mente son los privilegios que puedo tener como asturiana frente a cualquiera de mis compañeras y compañeros andaluces, puesto que hemos tenido los privilegios -así se ha entendido históricamente- que ofrece la industrialización; sin embargo, en la actualidad estamos viviendo un proceso de desindustrialización y un proceso aún más largo en el tiempo de precariedad que conllevan un cambio paradigmático de la lucha obrera histórica de este territorio. Los sujetos que habitan los barrios obreros creados por el proceso de industrialización están cambiando; los obreros que trabajan a turnos en la metalurgia han cedido su puesto a personas jóvenes con trabajos precarios que no consiguen tener un sueldo digno para pagar sus alquileres -en el caso, como bien sabemos, que dichas personas no opten por abandonar el territorio-; barrios que se han ido modernizando viendo cómo su local de ultramarinos cerraba para sustituirlo por otro tipo de comercios globalizados y que no cubren nuestras necesidades, barrios que se llenan de casas de apuestas y barrios muy mermados por el papel protagonista de la droga. A pesar de que dichos barrios se componen de distintas nacionalidades, es en este tejido donde podemos escuchar unos discursos respecto a la cuestión del racismo y del españolismo que oscilan entre la falsedad y lo indecente. Estamos insertos, nos guste o no, en un “tejido racista” en el que podemos observar la “blanquitud” que llevamos aparejada y de la que se nutre el conquisto, luego existo acuñado por Grosfoguel. Cuando hacemos referencia a la “blanquitud”, como bien explica Houria Bouteldja, no hablamos de un color determinado de piel, sino de una cuestión de poder y de privilegios, de situarse por encima de lo que consideramos alteridad a pesar de que compartamos con esa alteridad muchas más opresiones de las que podamos imaginar. Como estas opresiones no se tienen en cuenta en estos tejidos sociales que habitamos, el discurso y las actitudes son racistas, es por ello que hablo de “tejido racista”.
El racismo, el fascismo, la precariedad, la falta de autodeterminación son los enemigos a superar, para ello se necesita estar activa socialmente, colectivamente, como de igual manera se necesita basarse en la teoría decolonial, que es un proyecto en el que se plantea descolonizar el saber, descolonizar el ser y descolonizar el poder para poder superar las relaciones coloniales de dominación que no se terminaron con la extinción de las administraciones coloniales. Por eso la teoría decolonial es vanguardia en la medida que, asumen todas las autoras y autores que la componen que no se va a poder separar teoría y práctica. Con esto se demuestra que si se teoriza es porque primero se han sumergido en las distintas luchas sociales que les rodean.
Para llegar a esa decolonización del saber, del poder y del ser, una de las herramientas más útiles que ofrece la teoría de la decolonialidad es la denominada “hermenéutica diatópica” de Boaventura de Sousa Santos que nos ofrece la posibilidad de entender cada cultura como incompleta, esto nos llevará a no pretender una universalización de saberes desde ningún punto geográfico y a entender que para que las culturas se completen se deberán apoyar en las distintas culturas existentes y no subordinar unas a otras según el lugar de procedencia de cada una. Esto facilitará no solo el diálogo sur-sur sino también el diálogo sur-norte.
Esta noción funcional de la cultura incompleta permite entender el pensamiento como un “pensamiento-emancipación”, fundamentalmente en el campo de los derechos humanos. Son muchos de los derechos humanos universales los que se ven completamente ignorados en los lugares periféricos mundiales, por ello el “pensamiento-emancipación” se va a contraponer al “pensamiento-regulación”, según el cual -siguiendo las explicaciones de Boaventura de Sousa y Joaquín Herrera Flores- la forma hegemónica del saber es el orden conquistando así la primacía sobre el conocimiento-emancipación que alude a la solidaridad como estado del saber y no al orden. Si hablamos de pensamiento-emancipación ello conllevará a la comprensión de los derechos humanos como procesos culturales y no como aparatos totalizadores y universalizables creados desde el Norte para todo el globo, esto producirá una interacción con el entorno que dará lugar a aperturas al cambio, a la transformación y que nos permita cuestionarnos y entender los procesos que dan lugar a este tipo de derechos. ¿Qué lugar ocupa la mujer como sujeto de derechos humanos en la medida en que es uno de los cuerpos más maltratados por la precariedad del sistema? ¿Cómo podemos asegurar la dignidad humana en el cuerpo de una mujer migrante -insertemos aquí todas las categorías que nos atraviesen- jornalera, extracomunitaria, pobre, musulmana -con todo lo que ello significa hoy en día en nuestra sociedad-…? Si no garantizamos una vivienda, un trabajo digno, ¿cómo podemos hablar de dignidad y, por ende, de derechos humanos? En este punto es muy importante pararnos a observar todo lo que nos dicen las maestras del feminismo decolonial para poder entender qué significado tiene el individualismo extremo del sistema capitalista en nuestros cuerpos y, también qué influencia tienen las luchas de las feministas comunitarias frente al extractivismo salvaje en las resistencias que se están produciendo frente a la citada desindustrialización. Son las feministas decoloniales -a pesar de que algunas no se autodenominen así- las que están enfrentando el cambio climático y estas luchas extractivistas con sus propios cuerpos y territorios, y en sus teorías nos aportan cambios en nuestras maneras de pensar y de vivir que deberíamos atender para los tiempos que se presentan. Si bien es cierto que, desde el occidente es el ecofeminismo el que más unido está a estas corrientes de feminismos decoloniales, nos queda mucho por escuchar.
Necesitamos crear “pensamientos postabismales”, volviendo a Boaventura de Sousa, que nos ayuden a superar la lógica de la ciencia moderna, en la que el pensamiento eurocéntrico se universaliza y globaliza dejando en la sombra las demás formas de pensar, estos pensamientos postabismales no son otra cosa que dar protagonismo a las “epistemologías de nuestros sures” olvidadas. De esta forma, para el otro, que soy yo misma, no se tratará solo de sobrevivir, sino de teorizar en base a esa supervivencia, llenando de denuncia y de crítica todos los ámbitos profesionales en los que nos movamos.
Y en este sentido resulta crucial pensarnos en -y crear- comunidad, basarnos en unos valores no excluyentes que nos ayuden a crear barrios acogedores en los que se combata y se superen el racismo y el colonialismo. Barrios en los que quepamos todas y todos. Donde uno de los valores imprescindibles debería ser el internacionalismo, cualquier lucha que esté librando un pueblo debe ser vista como propia ya que la opresión procede del mismo lugar. ¿O acaso no somos la única tierra del litoral cantábrico que no cuenta con su lengua como oficial? ¿O acaso no conocemos de los procesos de desindustrialización de los vecinos cuando los acogimos recientemente?
Al hacer referencia, más arriba, a la imposibilidad de separación de teoría y práctica invoco una última dicotomía, que el debate decolonial no solo se da en el seno de los movimientos sociales sino también en la academia, y aquí entra en juego la necesidad de decolonizar las metodologías, como bien explicó años atrás Linda Tuhiwai; esto nos ayudará a superar el imperialismo y el colonialismo existente en nuestra forma de pensar, de investigar y de teorizar.
En Andalucía ya existe una corriente decolonial que se está asentando y que está dando lugar a foros tan interesantes como el celebrado el pasado mes de mayo en Granada; en Nicaragua se necesita de esta corriente para diversas cuestiones, la más reciente la de no dejar que se decida por un pueblo desde ningún punto del planeta; en Asturias necesitamos de esta teoría para poder encauzar las distintas luchas, para poder tener una perspectiva panorámica que permita comprender que somos una parte más del sur que necesita de ese diálogo sur-sur para crear una teoría crítica realmente existente, críticamente deconstructiva y efectivamente instrumento de reconstrucción.