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Coronavirus
Denuncian al Defensor del Pueblo los insultos a personas durante sus salidas terapéuticas
La organización Plena inclusión recibe a diario quejas de personas que son víctima de “un hecho incívico e intolerante inhumano” y recuerda que la norma permite determinadas salidas, entre ellas a personas con trastornos del espectro autista. Colectivos rechazan la polémica propuesta, difundida por redes sociales, de que estas personas vayan marcadas con un pañuelo azul.
Gritos e insultos a personas con discapacidad y especiales dificultades para soportar la situación de confinamiento que salen de sus casas para dar breves paseos se han convertido en parte del paisaje de la crisis del coronavirus. Así lo denuncia la organización Plena Inclusión que, a través de las más de 900 organizaciones que la integran, recibe cada día denuncias en este sentido.
“Las personas con discapacidad que lo necesiten pueden salir a dar paseos terapéuticos durante el estado de alarma. La norma lo permite y pese a ello, a veces, mientras están dando el paseo, tienen que sufrir que sus convecinos les insulten, increpen o incluso les tiren objetos o huevos”, explica Inés de Araoz, asesora jurídica de Plena inclusión España y redactora del escrito enviado al Defensor del Pueblo, en nota de prensa.
Por eso Plena inclusión ha denunciado esta situación ante el Defensor del Pueblo. En el escrito dirigido a Miguel Fernández Marugán piden que se emita una recomendación a las autoridades competentes para que tomen las medidas oportunas para puedan disfrutar de su derecho sin ser víctimas de increpaciones o agresiones. Este movimiento asociativo que representa a 140.000 personas con discapacidad intelectual, TEA y parálisis cerebral ha hecho la denuncia en la víspera del Día internacional del Autismo que se celebra el 2 de abril.
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En la carta al Defensor del Pueblo, Plena inclusión subraya el daño que estas reacciones incívicas producen en las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo: “Estas situaciones tienen repercusiones directas en la salud, tanto física como psicológica de las personas, con o sin discapacidad, que lo tienen que soportar. En ocasiones es malestar, en otras puede ser que la persona que lo oiga no comprenda por qué le agreden y sus niveles de estrés se incrementen; a veces, los gritos pueden suponer una sobrecarga sensorial que desencadenen respuestas de miedo, dolor o agravamiento de determinadas conductas”.
Desde Plena Inclusión subrayan a El Salto que que trata de “salidas terapéuticas” y que deben estar autorizadas por profesionales médicos. Además, insisten en que no se trata de que las 473.000 personas con algún tipo de discapacidad puedan salir a la calle durante el confinamiento, sino que las salidas se prescriben solo para algunas de ellas, como por ejemplo personas con algún tipo de trastorno del espectro autista.
La excepción para estas personas llegó el 19 de marzo, cuando el BOE publicó una instrucción que modificaba el artículo 4 del Real Decreto de declaración del estado de alarma de 17 de marzo. En ella se permitía circular excepcionalmente por la vía pública: “a las personas con discapacidad que tengan alteraciones conductuales, […] que se vean agravadas por la situación de confinamiento, y a un acompañante, a circular por las vías de uso público, siempre y cuando se respeten las medidas necesarias para evitar el contagio”, según dicta la instrucción.
En contra de marcar
Por otra parte, Plena inclusión ha mostrado su oposición a la iniciativa que ha circulado en los últimos días en redes sociales de identificar a las personas autorizadas a hacer salidas terapéuticas con un pañuelo azul.
José Manuel Barbe, padre de un niño con autismo que hace unos días denunciaba en Twitter y también en El Salto la situación que vivió con su hijo con TEA cuando salió a unas pistas vacías de su barrio, rechaza también marcar a las personas con discapacidad. “Me niego, primero porque dudo de la eficiencia de una u otra propuesta, cada una distinta y sin consenso no difusión suficiente”.
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Hay otras formas de pensar la inmunidad, una inmunidad comunitaria que maneje de otro modo las relaciones en tiempos de pandemia —y no—, que reformule nuestra noción de defensa, de contagio, de relación, de cuidado y hasta de nuestra propia identidad.
Para este padre, marcar a su hijo le parece estigmatizador y, además, no entiende por qué se propone marcar a unas personas que tienen autorización para salir y no a otras. “Nadie más de las personas que salen a la calle se marca de ninguna forma, es innecesario”. Barbe argumenta que esta propuesta no soluciona el problema de fondo. “¿A los que llevan brazalete o camiseta o cartel o lo que sea no se les puede gritar e insultar y al resto sí?”, se pregunta advirtiendo de que entre las personas que pueden salir están las cuidadoras, quienes van a comprar, pasean al perro o vuelven del tanatorio. “La solución es no gritar”, zanja.
En ese sentido se manifiesta también Autismo España, que ha lanzado una campaña contra el hostigamiento durante el estado de alarma. Según esta entidad, algunas personas han utilizado chalecos reflectantes, camisetas, pañuelos azules o cualquier otro elemento físico para protegerse de las citadas increpaciones, gritos e insultos. Sin embargo, recuerdan que nadie tiene la obligación de recurrir a identificativos “que pueden llegar incluso a ser estigmatizantes para ejercer sus derechos.”
Plena Inclusión recuerda que la Convención de la ONU sobre Derechos de las personas con Discapacidad defiende el respeto a la privacidad y el derecho de las personas con discapacidad a ser protegidas de toda injerencia arbitraria en su vida privada.
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A los chivatos de balcón se les debería recordar y hacer vacío social tras esta situación.
Lo sórdido del confinamiento es que no exista perspectiva crítica ante la propia medida, esto es, cuestionamiento y desobediencia sistemática que pueda ser vista con buenos o malos ojos (allá cada cual con su moral). Al contrario, la figura social más extendida es la del "aplaudidor" y "crítico de ventana", un juez que, desde la altura que le confiere el edificio (como si de un expresivo plano picado se tratase), considera su opción como la única válida al ser la promulgada por la autoridad que maneja y manipula al ciudadano, inane en un sentido democrático, a su antojo. Se violenta de esta manera la libre expresión y se criminaliza a una persona por negarse a acatar una ley, sin tomar en consideración que tal persona puede considerar la ley como injusta, innecesaria y/o inmoral desde su perspectiva propia. Ya esté sacando al perro, despejando la cabeza si tiene problemas mentales o, simplemente. tomando el aire. Se anula así el respeto por una cuestión de distancia.
El Gobierno podrá legitimar la aplicación de leyes cohercitivas, pero nunca las perspectivas morales. Esa turba energúmena es otra herramienta más a fin de consolidar un pensamiento unívoco y autoritario.
NO.