Opinión
Kneecap y Bob Vylan logran lo que el punk no pudo: aterrorizar a los medios británicos

Hasta ahora, que unos veinteañeros punkis dijeran un puñado de tacos se consideraba un escándalo, pero no un motivo para cambiar todo el modus operandi de una de las cadenas de televisión más importantes y prestigiosas del mundo.
Bob Vylan
Captura de video de la actuación de Bob Vylan en el festival de Glastonbury.
8 jul 2025 08:50

El primero de diciembre de 1976, el programa Today, un magazine de televisión del área metropolitana de Londres, entró en la historia de la contracultura. La cadena invitó a una prometedora banda de la escena underground que acababa de sacar su primer single con la casa discográfica EMI. Aquella banda, para desgracia de su presentador, Bill Grundy, eran los Sex Pistols. La retransmisión en directo se convirtió en un problema cuando los miembros de grupo comenzaron a soltar improperios e insultos durante la entrevista, ante un Grundy desafiante pero incapaz de controlar la situación, causando el escándalo y la indignación de una sociedad que pasaría los dos años siguientes encontrando nuevas formas de sentirse ofendida por la irreverencia de la primera ola del punk.

49 años después, la cadena de televisión pública británica, la mundialmente reconocida BBC, parece dispuesta a comprometer la información en directo para evitar la emisión de declaraciones polémicas. ¿El motivo? La retransmisión del concierto de los raperos Bob Vylan durante el Festival de Glastonbury, durante el cual el cantante del grupo entonó el cántico “Death, death to the IDF!” (“Muerte, muerte al IDF”, las siglas en inglés de las Fuerzas Armadas de Israel). El cántico, junto con otras consignas coreadas o mostradas en las pantallas del escenario en contra del genocidio palestino y la complicidad de los medios occidentales (señalando directamente a BBC), fue coreado por buena parte del público, entre los que se podían ver banderas palestinas.

Glastonbury es un icono de la contracultura en Reino Unido nacido desde las éticas organizativas hippies de los años 70, que a lo largo de su historia ha contado con algunos de los artistas más reivindicativos de cada momento. No es un magazine para audiencias de mediana edad de la clase media londinense sino un escenario donde han actuado bandas comprometidas políticamente durante décadas. El año pasado se destacaba su fuerte campaña contra otro gobierno tory en las elecciones británicas, aunque también hubo entonces varias menciones a la causa palestina. En 2017 Jeremy Corbyn dio un discurso sobre el escenario del festival que aún puede consultarse en la web de la propia BBC.

Hay quien dice, sin embargo, que este ha sido el año más político para Glastonbury, precisamente debido a la fuerte oposición de organización, artistas y asistentes a las acciones criminales del ejército de Israel. La activista Francesca Nadin, del colectivo Palestine Action, pudo dar un discurso en el festival días antes de que el parlamento británico votase a favor de considerar a Palestine Action como un grupo terrorista. No solo Bob Vylan, otras bandas mostraron su solidaridad con el pueblo palestino, como los veteranos The Libertines o el artista afrodescendiente Sean Kuti. Y, como ya muchos sospechaban, la mayoría de muestras de apoyo han venido de bandas compuestas por artistas irlandeses. Nilüfer Yanya, CMAT, Sprints y, por supuesto, Kneecap. Y es que este trío de rap de Belfast era sobre el que todo el mundo tenía puesta la mirada después de que el Primer Ministro británico, Keir Starmer, declarase a The Sun que lo apropiado sería que Glastonbury cancelara la actuación de la banda. No es la primera vez que tienen problemas similares.

No es habitual que un primer ministro se pronuncie sobre el line-up de un festival, pero toda la situación alrededor de la banda de Belfast es anómala desde que uno de ellos fuera recientemente acusado de enaltecimiento del terrorismo por mostrar una bandera de Hezbolla durante un concierto. Aunque Kneecap rápidamente respondieron que era una acción sacada de contesto, la BBC declaró que no retransmitiría en directo la actuación de los raperos irlandeses, aunque sí lo haría con otros conciertos del mismo escenario. La banda que tocaba inmediatamente antes que Kneecap en el West Holts Stage eran Bob Vylan. La jugada de la BBC no salió como esperaban. La decisión de dejar de retransmitir determinados eventos en directo por considerarlos arriesgados sorprende por no tener precedente. Hasta ahora, que unos veinteañeros punkis dijeran un puñado de tacos se consideraba un escándalo, pero no un motivo para cambiar todo el modus operandi de una de las cadenas de televisión más importantes y prestigiosas del mundo. Durante los años 80, las críticas emitidas en la BBC contra la guerra de las Malvinas fueron acusadas por el gobierno británico de “traicionar Inglaterra”. También lo hicieron en 2003, cuando la BBC informaba sobre la guerra de Iraq, a pesar de que el sesgo seguía siendo favorable a la política belicista de Tony Blair.

Bob Vylan no podrá actuar el próximo otoño en Estados Unidos, como tenía previsto, puesto que una de las acciones tras la polémica ha sido que el gobierno estadounidense cancele su visado para entrar en el país

Ni siquiera las críticas a la guerra de Iraq a comienzos de siglo cosecharon tanta polémica. En 2004, Michael Eavies, fundador de Glastonbury y habitualmente alineado con el Partido Laboralista, se pronunció incluso para sugerir el voto de castigo frente a Tony Blair por su apoyo entusiasta a la guerra. Durante aquellos años no eran escasas las declaraciones de bandas musicales de gran calado contra la invasión estadounidense en Iraq, la mayoría de las cuales no sufrieron las consecuencias que enfrentan hoy quienes denuncian los asesinatos israelíes. Bob Vylan no podrá actuar el próximo otoño en Estados Unidos, como tenía previsto, puesto que una de las acciones tras la polémica ha sido que el gobierno estadounidense cancele su visado para entrar en el país.

La reacción escandalizada recuerda más a lo sucedido tras la actuación de Janet Jackson en la célebre Super Bowl de 2004, cuando el “destape” de un pecho de la cantante durante su actuación llevó a un pánico moral en Estados Unidos que hizo que las cadenas de televisión retransmitieran otros eventos habitualmente presentados en directo (como los premios Grammy o los Oscar) con un pequeño retraso que impidiera que volviera a darse un caso semejante.

Esta reacción timorata y excesiva es ahora la norma en Occidente, utilizándola para censurar como nunca antes y reprimir la protesta en todo lo relacionado con los actos criminales de Israel en Gaza. Una persecución a todos los niveles que no solo se refleja en los grandes eventos como el Festival de Eurovisión y llega incluso a los lugares más pequeños. Hace un año, la banda de hardcore punk madrileña Unite, con menos de 2.500 oyentes en Spotify, vieron que una actuación en la que interpretaban el tema L.G.T.B. (siglas que hacen coincidir en el estribillo con “Lets Go Bomb Tel-Aviv”) se viralizaban a través de cuentas de activismo sionista internacional con cientos de miles de seguidores que buscaban perjudicar a los miembros de Unite.

El apoyo del público va a ser vital para garantizar que los artistas puedan denunciar sin miedo lo que está ocurriendo y enfrentar las consecuencias de una política que pretenda coartar la libertad de expresión

Ante la criminalización de posiciones reivindicativas como las de Kneecap y Bob Vylan diferentes artistas han decidido mostrar su solidaridad. La discográfica Heavenly Records publicó una carta en redes sociales defendiendo la libertad de expresión de las bandas y que han apoyado muchos habituales de Glastonbury y la escena independiente, como Fontaines D.C., IDLES, Massive Attack, Primal Scream, Thin Lizzy, The Pogues y muchos otros. Al tiempo, el mundo de la cultura y el arte se ha movilizado para pedir al gobierno de Keir Starmer que termine su complicidad con el genocidio en Gaza. De forma similar, en España el año pasado más de 300 personalidades de la cultura hicieron la misma reclamación a Pedro Sánchez.

Las excepcionales medidas de propaganda y censura, así como la férrea criminalización de la protesta contra el genocidio palestino de los últimos dos años no están consiguiendo su objetivo. La percepción social de las acciones de Israel es cada vez de mayor rechazo y acciones como las de Kneecap o Bob Vylan son aplaudidas por una mayoría que no cede al discurso sionista. El apoyo del público va a ser vital para garantizar que los artistas puedan denunciar sin miedo lo que está ocurriendo y enfrentar las consecuencias de una política que pretenda coartar la libertad de expresión en un momento donde parecemos necesitarla más que nunca.

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