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Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.
Viene de la primera parte.
En el caso de Semipalatinsk, antiguo campo de pruebas nucleares de la Unión Soviética, la exposición se debió al paso de nubes radiactivas. La zona y las personas estuvieron expuestas gradualmente no sólo durante el paso de la nube, sino también por la contaminación posterior de la zona. “Por lo tanto, se considera que el riesgo es diferente al de los supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki”, confirma Hoshi.
“Por ello, iniciamos nuestro estudio sobre la dosis de radiación y los efectos en la salud que se producen en Semipalatinsk, que se lleva a cabo desde 1994”.
En el transcurso de estos estudios durante décadas ha trabajado con colegas para amasar bases de datos de más de 300.000 casos de exposición y seguimiento a largo plazo. Fue entre estos casos, repartidos en diferentes lugares, donde surgió un patrón que revelaba otra variable a tener en cuenta durante un suceso de exposición: las micropartículas radiactivas.
En el transcurso de estos estudios durante décadas ha trabajado con colegas para amasar bases de datos de más de 300.000 casos de exposición y seguimiento a largo plazo. Fue entre estos casos, repartidos en diferentes lugares, donde surgió un patrón que revelaba otra variable a tener en cuenta durante un suceso de exposición: las micropartículas radiactivas.
Detectives de la radiación
Inicialmente, en Japón se empezó a investigar con personas que acudieron a la zona justo después de la explosión para ayudar a sus familias y no fueron víctimas directas del bombardeo. Para estas personas, la dosis de exposición a la radiación calculada era inferior a 10 mSv, lo que, según Hoshi, no suele ser un problema.
“Utilizando la base de datos de la Universidad de Hiroshima de personas que estuvieron expuestas al incidente del bombardeo, descubrimos que la tasa de mortalidad era más alta para los que llegaron a las inmediaciones directamente después de la explosión y se desconocía la causa de ello”, afirma. Además, Hoshi empezó a observar un patrón similar de exposición y síntomas en otros lugares.
En Semipalatinsk lo llamaron Síndrome de Kainal y, de nuevo, no había explicación. Muchos de los supervivientes de Chernóbil, la Guerra del Golfo e Hiroshima Y Nagasaki que ingresaron tras el bombardeo también sufrieron caída del cabello, malestar general grave, que puede llevar a la incapacidad laboral, hemorragias, diarrea y mucho más.
En Semipalatinsk lo llamaron Síndrome de Kainal y, de nuevo, no había explicación. Muchos de los supervivientes de Chernóbil, la Guerra del Golfo e Hiroshima Y Nagasaki que ingresaron tras el bombardeo también sufrieron caída del cabello, malestar general grave, que puede llevar a la incapacidad laboral, hemorragias, diarrea y mucho más.
“Fue entonces cuando comprendí que tendría que utilizar ideas epidemiológicas para descubrir qué tenían en común todas esas víctimas”, afirma. Finalmente, se dio cuenta de que lo que tenían en común era el polvo radiactivo.
Hoshi y su equipo empezaron a investigar la posibilidad de que las micropartículas radiactivas causaran una exposición interna en todos los órganos de las ratas, especialmente en el pulmón. Según los experimentos con animales, descubrieron que los efectos son 20 veces más peligrosos que la exposición externa habitual.
“En cuanto a los efectos de las partículas radiactivas, algunos expertos ya lo habían señalado anteriormente”, afirma Hoshi. “Sin embargo, como no había investigaciones que lo respaldaran, las instituciones públicas lo han ignorado”.
El suyo fue uno de los primeros trabajos en estudiar los efectos del polvo mortal. Desde que comenzó, este trabajo ha obtenido más resultados y se ha expandido como área de investigación más rápidamente que todos los demás campos de estudio de la exposición a la radiación. “Este éxito nos llevó a adquirir nuestro actual fondo de investigación y a colaborar con otros investigadores, no sólo de Japón, sino de todo el mundo”.
El suyo fue uno de los primeros trabajos en estudiar los efectos del polvo mortal. Desde que comenzó, este trabajo ha obtenido más resultados y se ha expandido como área de investigación más rápidamente que todos los demás campos de estudio de la exposición a la radiación.
Equipo mundial
Los efectos de la exposición a la radiación son los mismos para todas las personas del planeta, ningún país o grupo de personas es inmune. Además, cuando se produce una catástrofe, no suele limitarse a un solo lugar. La contaminación del aire y el agua puede propagarse a grandes distancias, trayendo consigo sus mortales efectos secundarios. Hoshi y sus colaboradores son muy conscientes de ello y se esfuerzan por compartir sus datos lo más lejos y ampliamente posible.
Además, Hoshi subraya que, debido a la necesidad de una gran variedad de conocimientos, la colaboración es absolutamente esencial. “Por ejemplo, estos resultados no son posibles sin la aportación de físicos de reactores, físicos radiólogos y médicos, epidemiólogos, especialistas en tiroides, patólogos, médicos, así como expertos en estadística y bases de datos informáticas”, subraya.
Hoshi agradece todo el trabajo que este grupo tan diverso ha realizado y seguirá realizando en beneficio de las víctimas y las víctimas potenciales. Además de seguir investigando sobre el tratamiento progresivo y la protección, Hoshi tiene previsto seguir desarrollando este campo. Su trabajo continuará estudiando los efectos del polvo radiactivo y las formas de protegerse contra él, así como abordando el gran problema de evaluar la exposición a dosis de polvo radiactivo.
Traducción de Raúl Sánchez Saura.