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Albania
Albania: más de 30 años de democracia corrompida

El domingo 11 de mayo se abrían los alrededor de 5.000 colegios electorales que recogerían los votos de las décimo primeras elecciones democráticas en Albania. Los pronósticos se cumplieron y el Partido Socialista de Albania (PS), con Edi Rama a la cabeza, revalidó su mandato y derrotó al Partido Demócrata (PD) de Sali Berisha. Otros cuatro años que se suman a los doce que ya lleva en el Gobierno.
Rama se hizo con la mayoría del parlamento, con un total de 82 diputados y el PD de Sali Berisha consiguió 53 diputados. La tercera fuerza más votada fue el Partido Socialdemócrata y el resto quedó repartido entre Lëvizja Shqipëria Bëhet, Partia Mundësia y Lëvizja Bashkë, quienes consiguieron un asiento cada uno en el Parlamento.
El peso del pasado reciente en Albania
Arnold Kapinova, arqueólogo de treinta años procedente del municipio de Berat, explica cómo “el pasado es lo que más importancia tiene para los albaneses a la hora de votar: el burócrata contemporáneo cuyo abuelo ha sido funcionario del Partido del Trabajo en los años 70 se asocia con el Partido Socialista; mientras que un obrero que se mudó para vivir en la periferia de Tirana en los 90, después de la caída de la dictadura, se identifica más con el Partido Democrático”.
El trauma del régimen de Hoxha y el letargo económico al que sumió al país dieron la victoria al Partido Democrático en los primeros años tras la muerte del dictador
Fatos Lubonja, por otro lado, vivió durante el régimen de Enver Hoxha. Es escritor y disidente albanés; y pasó 17 años en la prisión de Spaç tras ser acusado de “agitación y propaganda” y por la “creación de una organización contrarrevolucionaria”. Para él, el pasado reciente del país ha moldeado las concepciones de los dos partidos que siempre han dominado el espectro político; el trauma del régimen de Hoxha y el letargo económico al que sumió al país dieron la victoria al Partido Democrático en los primeros años tras la muerte del dictador.
Se trataba de una agrupación de talante anti-comunista y neoliberal. Sin embargo, las estafas piramidales y el colapso del Estado en 1997 le darían la victoria al Partido Socialista. “Es entonces cuando empezamos esta rotación de dos partidos; uno de los cuales representaba, sobre todo, a los exprisioneros perseguidos, con un espíritu anticomunista, el Partido Democrático. El otro, el Partido Socialista, está más cerca de los ex-comunistas. Ninguno de los partidos era realmente de izquierda o de derecha en el sentido europeo”, asevera Lubonja.
El peso del legado histórico para explicar el funcionamiento del sistema político en Albania
Lubonja vivió un pasado que aún pesa en la psique de la población; Kapinova, a diferencia, estudió este pasado y lo escuchó de boca de sus mayores. Albania estuvo sumida en el régimen comunista de corte estalinista de Enver Hoxha por más de cuarenta años, de 1944 a 1985. El dictador aisló al país del resto del mundo y lo sumió en un letargo económico. En este régimen, 5.577 hombres y 450 mujeres fueron ejecutados; 17.900 fueron encarcelados, según datos del Instituto de Albania para la Integración de Antiguos Prisioneros Políticos.
“No se trata sólo de conocer el pasado, sino de cómo lo conoces y cómo te enfrentas a él. Cómo aprendes de él. Tanto Rama como Berisha, en cierto modo, tienen la misma mentalidad que Enver Hoxha. Venimos de un régimen donde solo había un partido de Estado, y esta es la mentalidad que prevalece en Albania. Los partidos siguen gobernando como partidos de Estado”, explica Lubonja.
Tras la muerte del dictador, la población albanesa empezó a invertir sus ahorros y posesiones en empresas de préstamo privadas controladas, en su mayoría, por familias cercanas al antiguo aparato comunista
En materia económica, Hoxha, convirtió Albania en un Estado colectivista. Y es aquí donde se encuentra el origen de un sistema electoral fuertemente clientelista. Enver Hoxha murió en 1985; y en 1991 se celebraron las primeras elecciones democráticas, aunque aún bajo una fuerte influencia del Partido Comunista.
Estos primeros comicios los ganó el Partido del Trabajo, del que el Partido Socialista es heredero; sin embargo, en 1992 se tuvieron que celebrar otras elecciones debido al gran descontento social que acabó con la legitimidad del Gobierno. Fueron estas las primeras elecciones consideradas democráticas en Albania; y el PD se hizo con la victoria gracias a un programa liberal en el que prometía una conversión radical hacia el capitalismo.
La población albanesa empezó a invertir sus ahorros y posesiones en empresas de préstamo privadas como Xhaferri o Gjallica, controladas, en su mayoría, por familias cercanas al antiguo aparato comunista. Como explica el escritor albanés, “después de los 90, los que tenían más posibilidades de invertir y enriquecerse eran los ex comunistas, porque habían estado antes en el poder. Algunos se cambiaron de ‘bando’ y otros siguieron en lo que en el futuro sería el PS, pero casi todo el mundo se volvió, de alguna manera, anti-comunista. La gente reclamaba reformas y privatizaciones”. Y es en este contexto que el país quiebra en 1997.
“[Albania] es un modelo de Estado oligárquico, en el que un grupo pequeño de ‘empresarios’ ha acumulado más poder que los mismos partidos políticos”
El colapso de los esquemas piramidales que dejaron a miles de personas en quiebra desembocó en una gran oleada de protestas callejeras que llevaron a enfrentamientos armados, lo que se conoce como la guerra civil albanesa, y que llevó, incluso a la intervención internacional. Esto quebró la confianza de los albaneses en el PD, lo que ha contribuido a (casi) mantener al PS en el poder, a excepción de los mandatos entre 2005 y 2009 y a sentar las bases del clientelismo en el país.
Arnold Kapinova, quien nació en plena transición democrática y cuyos primeros recuerdos aparecen en plena crisis, tiene claro que “[Albania] es un modelo de Estado oligárquico, en el que un grupo pequeño de ‘empresarios’ que se han empoderado a través de favores políticos, privatización de bienes públicos y vínculos con el crimen organizado ha acumulado más poder que los mismos partidos políticos”.
“Albania es una narco-oligarquía”
La privatización de los terrenos tras la transición de un régimen comunista extremo a uno que quería ser lo más capitalista posible de la noche a la mañana, sumado a una serie de estafas piramidales, dejó la mayor parte de las propiedades del país en manos de unos pocos, conectados a los dos partidos principales. “Esto creó una especie de equilibrio entre estos dos partidos, ambos de talante oligárquico”, analiza Fatos Lubonja.
Estos centros de poder no solo controlaban los terrenos, sino que a partir del 97, empezaron a construir lo que Lubonja califica como gobiernos ‘al estilo Berlusconi’: “Estos oligarcas empezaron a crear sus propios medios de comunicación. Berlusconi gobernó gracias al control de la radio y la televisión, y así lo empezaron a hacer aquí. Fue otro estilo, un sistema triangular: medios de comunicación de poder, medios de comunicación políticos y medios financieros, todos vinculados entre sí”.
Albania es como uno de los estados más corruptos de Europa, según Transparency International, y este es uno de los retos más importantes a los que se enfrenta el país
El informe de la OSCE sobre las elecciones del 11 de mayo ha denunciado que la independencia, diversidad e integridad de los contenidos informativos están socavadas por una financiación poco transparente, con una falta de información independiente. La organización percibe que la mayoría de los medios de comunicación están alineados con el partido gobernante.
Albania figura como uno de los países más corruptos de Europa en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional. Según un informe de Transparency International, la corrupción política es uno de los retos más importantes a los que se enfrenta el país. Las áreas de especial preocupación incluyen la financiación de los partidos, la impunidad de facto de los funcionarios de alto nivel, la influencia indebida de los intereses empresariales privados en la toma de decisiones políticas y la aplicación perjudicial del Estado de Derecho por parte de un poder judicial ineficaz.
En 2023 se creó la SPAK (Estructura Especial contra la Corrupción y el Crimen Organizado, en español), que ha sacado a la luz varios casos de gran repercusión, como el del ex fiscal general Adriatik Llalla; el del ex ministro del Interior, Saimir Tahiri; el del expresidente del Partido de la Libertad, Ilir Meta; o el de Erion Veliaj, entonces alcalde de Tirana y figura prominente del Partido Socialista.
El país tiene el salario medio más bajo de la región, una deuda pública que supera el 52% del PIB, una tasa de desempleo del 9%. Una situación que ha hecho que casi la mitad de la población, viva fuera del país
Ahora bien, a pesar de que estas figuras están fuertemente ligadas con los principales partidos —incluso Sali Berisha tiene casos de corrupción a sus espaldas— estos siguen siendo los más votados. Fatos Lubonja lo explica: “Albania se ha convertido en una narco-oligarquía. Aquí, la mafia tiene su propio Estado, y el régimen fortalece su poder, controlando cada vez más la sociedad”; y sigue: “Cada vez más gente, por diferentes razones, se vincula con este régimen. Es un país pequeño, y muchas familias trabajan en la administración; por eso el régimen tiene cada vez más apoyos”.
Albania tiene el salario medio más bajo de la región —alrededor de 408 euros mensuales—, una deuda pública que supera el 52% del PIB y una tasa de desempleo que ronda el 9%; una situación que ha hecho que más de 1,2 millones de albaneses, casi la mitad de la población, viva fuera del país. “La gente elige entre dos caminos: el primero es escapar; el segundo es intentar sobrevivir colaborando con esta mafia, porque es quien está dando de comer”, se lamenta, “este sistema funciona como un equipo de fútbol: si tienes dinero, puedes comprar los mejores jugadores y ganar”.
Es en este contexto en el que un millón de albaneses y albanesas votaron el pasado 11 de mayo. Fue la primera vez que la diáspora también votaba, unas 200.000 personas. “Estas son las primeras elecciones desde 2013 en las que he votado. Voté a Lëvizja Bashkë porque propone un nuevo modelo de desarrollo y crítica a la oligarquía”, dice Arnold desde Berat.
El domingo 11 de mayo votó un el 41% de la población, una cifra inferior a la de las pasadas elecciones, cuando hubo una participación del 46,29 %
Lëvizja Bashkë (Movimiento Juntos, en español) pertenece al frente de izquierda de los Balcanes. Apareció en la escena política albanesa en las elecciones municipales de 2023, cuando consiguió un escaño en la capital del país. “Lëvizja Bashkë está bien porque necesitamos un partido de izquierdas, ya que el resto de los partidos, incluso los nuevos, son de derechas”, explica Lubonja, pero añade: “Dicen que el problema es Berisha, por eso Rama gana, lo que significaría que tenemos una democracia, pero una mala oposición. No es así”.
El domingo 11 de mayo votó un el 41% de la población, una cifra inferior a la de las pasadas elecciones, cuando hubo una participación del 46,29 %. Arnold reconoce que “hay una desilusión en general con la política. En más de 30 años de transición, los albaneses y las albanesas han visto gobiernos de ambos partidos y todos han llevado a cabo las mismas políticas neoliberales y han apostado por la privatización masiva de empresas estatales con concesiones; lo que ha favorecido a personas cercanas al partido”. Lubonja admite que no ha votado porque no confía “en el proceso democrático de las elecciones”.
Kapinova y Lubonja han vivido demasiado tiempo en un país donde oligarcas lo controlan todo: uno ha sido testigo de la creación de este escenario; otro nació cuando se implementaron sus cimientos y ha crecido con ellos. Ninguno conoce una Albania sin corrupción. Los dos pertenecen a esa minoría más militante, activa políticamente; y los dos comparten la desesperanza. “No hay propuestas serias para solucionar estos problemas porque tampoco se articulan como tales. Para los partidos del ‘establishment’ no existe la oligarquía; y los que sí articulan una crítica al sistema son una minoría”, lamenta el arqueólogo.