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La vida y ya
Calma

Una de mis primas me manda tres fotos. Están hechas desde un primer piso hacia el patio interior de una casa. Se ven muchas plantas y una mujer mayor que hace tareas cotidianas. Deja el cubo de la fregona. Se asegura de que los geranios tienen el agua necesaria. Entra por una de las puertas que desembocan en ese patio hacia el interior de la casa. Es verano. Las persianas pintadas de verde que se suben y bajan con una cuerda cubren las tres ventanas por las que entra la luz para preservar el fresco.
En realidad esos dos lugares. El patio interior y el sitio desde el que está hecha la foto, son la misma casa. La casa del pueblo donde nació mi abuelo y, también, la mujer que sale en las tres fotos, su hermana más pequeña.
Reconozco el lugar al instante. Lo recorrí muchas veces. Y siempre. Incluso ahora que sé del valor de esas fotos porque la mujer que sale en ellas ya murió. Lo que me transmite es una calma profunda.
Pienso en mi cotidianidad en una ciudad grande. En la ausencia de calma que cubre casi todos los espacios. Los coches con su ruido y su velocidad ocupando el espacio público. Los desplazamientos bajo tierra hacia los lugares de trabajo, llenos de escaleras por las que suben y bajan personas que caminan como si se les escapara algo mientras tratan de no perder el metro. El asfalto cubriéndolo todo y las cafeterías llenas de plantas de plástico.
Mary Oliver escribió un poema que lleva como título Cuando estoy entre los árboles:
"Cuando estoy entre los árboles,
especialmente los sauces y el algarrobo,
igualmente el haya, los robles y los pinos,
desprenden tales indicios de alegría.
Casi diría que me salvan, y a diario.
Estoy tan lejos de la esperanza de mí misma,
en la que tengo bondad, y discernimiento,
y nunca me apresuro por el mundo,
sino que camino lentamente, y me inclino a menudo.
A mi alrededor, los árboles se agitan en sus hojas y gritan:
“Quédate un rato”.
La luz fluye de sus ramas.
Y vuelven a llamar: 'Es simple', dicen,
“y tú también has venido
al mundo para hacer esto,
para ir con calma, para llenarte de luz, y para brillar”.
Pienso en ese patio lleno de plantas y en esa mujer que sale en la foto. En que siempre estuvo llena de calma. En que supo escuchar lo que le decían las plantas.