We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Extrema derecha
Del “opresor” a la opresión: estrategias frente al auge transnacional de la extrema derecha
La extrema derecha se ha apropiado de la estrategia que otrora emplearon las mujeres para generar políticas públicas dirigidas a visibilizar y combatir la violencia ejercida contra ellas sistemáticamente por el hecho de pertenecer a esa categoría.
“Dejad que os llamen racistas (…) Llevadlo como una medalla de honor”, decía Steve Bannon en el congreso anual del Frente Nacional francés en marzo de 2018. “¿Que amáis a vuestra patria? ¡Fachas!; ¿Que amáis a España? ¡Fachas! (…) Los sambenitos y los insultos (…) nos los ponemos como medallas en el pecho.”, decía Abascal en el acto celebrado en Vistalegre siete meses más tarde.
La continua crisis económica, política y social nos ha ofrecido la irrupción de fuerzas políticas con discursos abiertamente racistas, homófobos y anti-feministas. Con los primeros aires de un huracán que amenaza con destruir una utopía todavía en construcción, levantamos la cabeza preguntándonos ¿Qué está pasando? La respuesta no es simple, ni podemos achacarlo todo a un único factor.
La conquista del espacio público y del imaginario colectivo por parte de movimientos sociales que persiguen algo más que la mera igualdad formal ante la ley, como los feminismos, haqå levantado ampollas entre los más acérrimos defensores del estado actual de las cosas. Alguien podría pensar que, “si tan asustados están quienes se benefician de la hemenogía actual, algo debemos haber hecho bien”. Sin embargo, si caemos en la autoindulgencia, corremos el riesgo de asistir impotentes a la creciente ola de prácticas y discursos de odio hacia la disidencia social. Además, debemos poner nuestras herramientas de lucha bajo la lupa por otro motivo: no podemos obviar que desde hace un tiempo para acá la ultraderecha se sirve de algunas de las estrategias de los movimientos sociales basados en la identidad para hacerse un hueco en “lo admisible”.
El discurso de la extrema derecha tiene fuertes resonancias con lo que en Estados Unidos se denomina “alt right” (apócope de derecha alternativa, en inglés). Según la Enciclopedia Salem Press, este movimiento de extrema derecha defiende que “los blancos” conforman un grupo social homogéneo –una identidad– cuyos intereses están amenazados por los avances de los movimientos por los derechos civiles de las minorías. Estos movimientos no solo son pretendidos cómplices de una invasión exterior protagonizada por “musulmanes” o “latinos”. Por el contrario, entre esos “perversos” movimientos, se encuentra también un enemigo interior encarnado en el feminismo y el colectivo LGBTI, cuya “ideología de género” amenaza con apartar a los hombres y las mujeres de sus respectivas tendencias “naturales” y con criminalizar a “los hombres” –otra identidad– por el hecho de serlo. Por si fuera poco, según este movimiento, decir todas esas “verdades” es actualmente un acto de heroísmo, pues una supuesta “dictadura de la corrección política” impuesta por “la izquierda” silencia a sus disidentes con una censura implacable. Las similitudes con la extrema derecha del Estado español no pueden ser mayores, con la salvedad de que, en este caso, la principal identidad amenazada son los “españoles” (cuya “blanquitud” queda debidamente implícita). La coincidencia no es extraña si tenemos en cuenta que se sabe que Steve Bannon –exdirector del medio ultraderechista Breitbar News y director de la campaña de Donald Trump en las elecciones de 2016– ha expresado su admiración por Vox y ha tenido varios contactos con esta formación.
La estrategia retórica de la ultraderecha –sea en su versión estadounidense o local– se basa en la construcción de una identidad victimizada y silenciada. Un ejemplo de ello es la campaña de twitter #PactoContraElHombre de agosto de 2017 para denunciar el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, que se ratificó en diciembre de ese mismo año en el Estado español. En esa campaña, “los hombres” quedan posicionados como víctimas de “las denuncias instrumentales” (eufemismo para “denuncias falsas”) supuestamente empleadas por las mujeres, así como de la actual Ley Orgánica contra la Violencia de Género, que los deja “desamparados” ante las situaciones de “violencia familiar” que sufren por parte de sus parejas. Así, la extrema derecha se ha apropiado de la estrategia que otrora emplearon las mujeres –y otros movimientos organizados en torno a identidades disidentes– para generar políticas públicas dirigidas a visibilizar y combatir la violencia ejercida contra ellas sistemáticamente por el hecho de pertenecer a esa categoría. La diferencia entre la estrategia del feminismo y de la ultraderecha estriba en que, mientras que el feminismo ha demostrado sobradamente el carácter sistemático de su opresión y, por tanto, la necesidad de adoptar medidas específicas para combatirla de raíz, la extrema derecha no cuenta con un respaldo similar respecto al “hombre” y responde más bien al pavor ante la implantación de medidas que puedan poner en jaque su posición actual de poder.
Las políticas de identidad nos han permitido implantar medidas para combatir nuestra subalternización (mujeres, obreras, minorías étnicas, disidentes sexuales o discapacitadas). Sin embargo, hemos cometido el error de aplicar la lógica de la identidad a los propios sistemas que nos subalternizan. Así, en vez de denunciar las crecientes prácticas discriminatorias legitimadas por el sexismo, la homofobia, el racismo, el clasismo o el capacitismo, tendemos a desacreditar o insultar a los individuos que incurren en estas prácticas tildandolos de “machirulos”, “racistas”, etc. A esta estrategia en la que normalmente solemos caer (tan propia de mensajes de 140 caracteres) la llamamos psicologización. Y lo que podemos ver en estos momentos es que esta estrategia resulta contraproducente al menos en dos aspectos.
En primer lugar, situar el problema en un individuo aislado desplaza el foco desde el sistema que sustenta y legitima su práctica hacia su mente “malintencionada” o “ignorante”. El sexismo, el racismo o el clasismo dejan de ser sistemas sociales para convertirse en disposiciones psicológicas.
Al simplemente llamar “racistas”, “homófobas” o “manipulables” a estas personas con la intención de “descubrirlas”, o provocar vergüenza en ellas, estamos dejando intacta la raíz del problema: esto es, las estructuras de opresión y el conjunto de “verdades” que justifican las desigualdades entre personas asignadas a distintas categorías.
La psicologización no es un error exclusivo de los movimientos identitarios: es la forma en que el neoliberalismo moldea nuestra forma de entender el comportamiento de las personas. Si nos creemos el mantra neoliberal según el cual todos somos individuos autodeterminados por nuestra voluntad, se hace difícil explicar que haya estructuras sociales que condicionan tanto nuestras prácticas cotidianas, como las de aquellos que se encuentran en una posición de poder. Esta lógica nos lleva a pensar que el objeto de intervención de los movimientos de izquierdas es el cambio de actitudes o disposiciones individuales a través de iniciativas de sensibilización o concientización. Estas estrategias, a pesar de su larga historia, han tenido resultados limitados, porque asumen que parte de su target es un sector de la población ignorante, infantilizado, a diferencia de quienes sí están adecuadamente concienciados de la situación. Por eso, los movimientos de izquierdas debemos empezar por cuestionarnos los imaginarios por los que construímos aquel “otro” antagónico contra el que luchar. Es decir, todos aquellos atributos que proyectamos sobre el opresor, alejándonos de cuestionar y modificar las estructuras sociales.
En segundo lugar, si la psicologización instaura la vergüenza en quien ha incurrido en una práctica discriminatoria respaldado por un sistema y sin ofrecerle un discurso alternativo, es fácil que el individuo psicologizado se sienta “injustamente silenciado” y, por tanto, orgulloso de estar del lado de la verdad a pesar de una “censura irracional”. La vergüenza y el orgullo son dos caras de una misma moneda.
Eso lo saben bien todos aquellos colectivos que se han reapropiado de los insultos frecuentemente usados desde posiciones de poder para avergonzarlos por sus formas de vida “inmorales”, como por ejemplo aquellos colectivos cuyo sujeto político son “los maricas” o “las bolleras”. Por eso, la estrategia psicologizante ha llevado a la ultraderecha a reapropiarse también de la antigua estrategia del orgullo, como se muestra en la cita con la que abrimos este texto.
Pero y entonces, ¿qué hacemos?
Necesitamos urgentemente construir estrategias alejadas de la metáfora que sitúa los sistemas de opresión en el interior de las personas para colocarlos en la frontera entre el individuo y la sociedad. Centrémonos, por una parte, en denunciar las prácticas sexistas, clasistas, homófobas, racistas y capacitistas que, aunque pueden ser realizadas por individuos, únicamente son posibles en la medida que anidan en los sistemas que sustentan y legitiman las desigualdades. Y, por otra parte, dediquemos nuestros esfuerzos a transformar los cimientos que sustentan dichos sistemas de desigualdad. Para ello, es preciso y urgente generar amplios espacios de debate y construcción de alternativas frente al auge trasnacional de la extrema derecha.Relacionadas
Opinión
Opinión De un castillo del vampiro a otro
Argentina
María Servini “Argentina avanzará en la causa del franquismo en tanto el Gobierno español nos apoye”
Análisis
Análisis El auge de Alternativa para Alemania (AfD): lo que era impensable ha dejado de serlo
Muy interesante. Calificar a los individuos les hace ponerse a la defensiva y, respaldados en el caso de la ultraderecha por el sistema y sus medios, les refuerza en sus creencias de cruzadas y contraataques. En fin, que fomentamos, la reacción. Entiendo que hay que señalar lo que estos individuos pueden perder y ganar destruyendo las, estructura de poder dominantes, pero también las contradicciones en sus sistemas de valores personales Como dice la Fiscalía, hasta los pobres nazis los tienen.
En la linea del cobarde Pablo Iglesias que mece al fascismo español, que no se nos despierte.
Siempre me he planteado lo siguiente:
Prensa sectaría de derechas: La Razón. OK Diarío, El MUndo, ABC....
Prensa Sectaría de izquierda: Público, Diario.es, El País, Huffpost....
Ha habido 2 noticias MUY PERO QUE MUY trascendentes, que se han echo eco no solo la prensa de derewchas señaladas sino también las de la izquierda.
1ª noticia. Profesora de ESO y num 2 del PSOE en Fuerteventura castradora de niños.
2. Una pareja de lesbianas en Brasil cortó el pene a uno de sus hijos (5años) por heterofobia.
EL SALTO NI MUUUUUUUUUUUUU.
Quiero decir, es la prensa más sectaria entre todas las sectarias
Y todo leido en Indadiario, donde la mentira se lleva en el ADN.