Comunidad de Madrid
“Durante la transición la cárcel de Carabanchel albergó a más presos que en algunos años del franquismo”

De los presos franquistas que construyeron el penal, pasando por los que fueron fusilados, hasta los revolucionarios que pusieron patas arriba el centro penitenciario con iniciativas como la COPEL, Luis A. Ruiz Casero ofrece en 'Carabanchel. La estrella de la muerte del franquismo', un documentado homenaje a las luchas de las personas internas.
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Detrás de Luis uno de los pocos muros exteriores que quedan de la antigua cárcel de Carabanchel. David F. Sabadell

Un hilo de opacidad une el actual Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche con la antigua cárcel de Carabanchel (1944-1998). Así lo describe Luis A. Ruiz Casero (Madrid,1985) historiador y arqueólogo, autor de Carabanchel. La estrella de la muerte del franquismo (Libros del K.O., 2025). Y es que, el edificio amarillo de ventanas azules y tapiadas en el que el Estado encierra a persona que no han cometido ningún delito, ocupa parte de los terrenos que albergaba el penal franquista. En concreto, el antiguo hospital penitenciario. Y conseguir información sobre lo que ocurre dentro hoy es tan difícil como conseguir los archivos de lo que sucedió en el interior del presidio. 

A reconstruir esta historia se ha dedicado Casero y lo consigue en un libro tan cargado de datos como de anécdotas, con prosa directa y fácil lectura. De los presos franquistas que construyeron el penal, pasando por los que atravesaban sus últimas horas de vida antes de ser fusilados hasta los revolucionarios que pusieron patas arriba el centro penitenciario con iniciativas como la COPEL, el historiador retrata todas las etapas que se vivieron dentro de esta cárcel, tantas como desplegó el franquismo, poniendo las luchas y las resistencias de los internos en primer plano. Un presidio en el que perduraron prácticas de torturas muy entrada ya la democracia, durante una supuesta transición aún más falsa dentro de sus barrotes. Una tortura que, dada a la opacidad imperante, el autor cuestiona si ha tenido alguna vez fin. Un lugar tan siniestro como precario, pensado para 900 presos, que llegó a albergar más de 2.000.

La verdad es que información sobre la cárcel de Carabanchel hay, pero tengo la sensación de que está muy dispersa, ¿qué crees que aporta el libro?
El libro nace de una reclamación social de dos asociaciones: La Comuna, presxs del franquismo y la Plataforma por un Centro de la Paz y la Memoria en la antigua cárcel de Carabanchel. Son ellos los que se proponen reunir y unificar toda la información que hay de la cárcel, localizar nuevas fuentes que no se habían utilizado hasta el momento y sentar unas bases documentales para un hipotético futuro Centro de memoria de la cárcel de Carabanchel. Que yo cada día estoy más pesimista con que se vaya a hacer… 

La primera fase fue un trabajo que hice con ellos para reunir toda esa cantidad de información. La segunda fase fue darle un poquito de forma, aspirábamos a crear una monografía que fuese de referencia de la cárcel y que recogiese la historia general.

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Carteles en los terrenos de la antigua cárcel de Carabanchel. David F. Sabadell

Más que una monografía, lo que has conseguido es un relato.
Ahí es donde he entrado yo y mis ganas de narrarlo de una manera que no fuese árida, ya que es un tema feo. Hay un manuscrito de un preso que estuvo en la cárcel en los años 70, que se llama Una historia fea, y así es. Una historia que comienza con la represión desatada del primer franquismo y acaba con la degradación de un espacio al que nunca llegó la democracia.

Uno de los presos que estuvo en el penal publicó un libro que se titulaba Mear sangre
Sí, sí. Creo que con leer los títulos de la bibliografía uno se hace a la idea de lo que fue la cárcel de Carabanchel. Un espacio abyecto, sucio, repugnante… hasta al final de sus días, toda esa década de los 80, que está muy marcada por esa degradación del propio edificio y por las condiciones de vida miserable a las que se sometía a los presos que estaban ahí.

Las fuentes oficiales han sido destruidas
Parcialmente y en una medida muy elevada. Pero quedan algunas.

Memoria histórica
Memoria histórica “Holocausto documental” en Carabanchel: desaparece el archivo histórico del mayor penal del franquismo
La documentación relativa al centro penitenciario más grande del franquismo ha sido destruida por el Ministerio del Interior “por acción u omisión”, denuncia el historiador Luis Antonio Ruiz, autor de la primera monografía sobre el centro.

Esto dice mucho de cómo se ha gestionado la memoria histórica en este país, ¿Cómo has hecho para documentar tu relato?
Afortunadamente nos han quedado algunas fuentes oficiales. El franquismo, como todos los regímenes dictatoriales, trata siempre de ofrecer una imagen edulcorada y luminosa de sus políticas, tanto en cuanto a las políticas sociales como en cuanto a la represión o las prisiones. Pero siempre se puede leer entre líneas.

Para hacer ese relato general de la cárcel tenemos que recurrir muchísimo a las fuentes no oficiales, o sea, a la memoria que está custodiada en los archivos de las centrales sindicales, de los partidos de la oposición antifranquista. Y por otra parte están las memorias personales, sobre todo de presos.

Gila ofrece el relato más descarnado de cómo llevaban a los presos como ganado desde la cárcel de Santa Rita hasta la cárcel de Carabanchel, donde trabajaban como esclavos en su construcción

Una de las cosas de las que poco se habla es que fue construida por presos políticos. Entre ellos estaba Gila, por ejemplo.
Hay un par de nombres entre los presos que quería rescatar. Uno es Cipriano Mera, que fue uno de los máximos responsables del ejército republicano en la zona centro durante la Guerra Civil, anarquista, albañil y luego preso político del franquismo. Y otra el de Gila que ofrece el relato más descarnado de cómo llevaban a los presos prácticamente como ganado desde la cárcel de Santa Rita, que era el centro del que salían estas brigadas de trabajadores, hasta la cárcel de Carabanchel, donde trabajaban como esclavos en su construcción.

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Luis en la entrada por la Avenida de los Poblados de la cárcel de Carabanchel. David F. Sabadell

Explica cómo convivían, entre otros, con los condenados a muerte en esa cárcel de Santa Rita. Cuenta que al llegar se les desnudaba, se les pelaba al cero, se les rociaba de Zotal, de insecticida para ganado. Y luego, en unas condiciones de desnutrición malísimas, se les llevaba a trabajar en los tajos de la cárcel. En los momentos de más ocupación, se superó los mil presos trabajando simultáneamente en las obras. Pensamos que, como en el caso del Valle de los Caídos, debieron pasar miles de personas por ahí. Hubo una rotación enorme. Prácticamente hasta el final de los días de Carabanchel a través del Programa de Redención de Penas, hubo esclavos trabajando en la cárcel. Gente presa que, según la legislación internacional a día de hoy, no deben ser forzados al trabajo, y sin embargo, han estado trabajando hasta los años 80.

La política penitenciaria del franquismo se caracterizaba por su brutalidad, por su crueldad, por su arbitrariedad, pero también por su precariedad y su cutrez

Dices que fue la gran cárcel del franquismo, ¿por qué?
Pues, en primer lugar, estrictamente por la etimología de la palabra grande, porque era muy grande. Esa gran prisión construida ex novo por la dictadura. Fue la cárcel más grande de España en su día. También tengo que decir que en muchos aspectos fue algo poco excepcional, quitando esa cuestión de la escala y quitando otra cuestión que es que funcionó de alguna manera como una prisión central por la que pasaron un montón de presos de todas partes de España, pues lamentablemente, aunque el franquismo pretendió presentarla como un escaparate también de cara al extranjero y todo esto, pues las condiciones de vida eran tan malas y tan atroces como en una de tantas cárceles habilitadas de manera provisional en edificios antiquísimos que hubo al principio de la dictadura. La política penitenciaria del franquismo se caracterizaba por su brutalidad, por su crueldad, por su arbitrariedad, pero también por su precariedad y su cutrez, que son palabras que definen también otros aspectos de la dictadura.

Cuando se inaugura, en los años 40, aún no está acabada. Y curiosamente no va Franco a la inauguración, ¿por qué?
Es un edificio que es la gran obra del régimen. Está emparentado arquitectónicamente con el Valle de los Caídos y con el Arco de la Victoria. Pero sin embargo, a la inauguración, que cuenta con una gran delegación oficial, no va Franco. No tenemos documentación sobre por qué no fue. Lo que sí que tenemos es la agenda oficial del caudillo y ese día estaba inaugurando una emisora de radio local. En el libro me hago eco de alguna de las teorías de las que se hablaron y la que más papeletas tiene, al menos a mi entender, es que no quiso identificarse con ese símbolo de la represión. 

Dentro de la cárcel se han vivido diferentes periodos en función de la situación del régimen. Se podría decir que la historia del régimen se puede estudiar en paralelo a la de la cárcel ¿Qué pasó con el fin de la Segunda Guerra Mundial?
Ocurren dos cosas. Una, que la dictadura quiere lavar su rostro de cara a los aliados, los vencedores, que han derrotado a los amigos del régimen, la Italia fascista y la Alemania nazi. Y por otra parte, desde dentro de la cárcel lo que hay es una efervescencia brutal por parte de los presos, unos años enormemente combativos y de los que sabemos muy poco y la documentación oficial deja muchísimos huecos. Pero afortunadamente tenemos los fondos del archivo histórico del PCE, en los que hemos encontrado documentación inédita que nos habla de cómo alguna de las galerías de la prisión, donde estaba el núcleo de los presos políticos, se convierte en un auténtico campo de batalla. Ellos ven esperanzados que pueda haber un cambio de régimen hacia la democracia de nuevo en España, viendo los vientos que soplaban en Europa, y ellos tratan de hacer su situación pública. En el libro cuento que hay auténticas batallas campales en contra de los funcionarios de prisiones, de los presos de confianza, de la dirección de la prisión. Se llega a enviar munición de guerra y armas de guerra a las cárceles de España porque los presos están en una sublevación continua contra las autoridades. 

Son muy famosos los motines de los años 70 y la efervescencia de los presos políticos del final del franquismo. Pero esto, sin embargo, está muy olvidado. Y, sin embargo, es una de las etapas más conflictivas de la cárcel de Carabanchel. En el libro he tratado no solo que no sea una historia triste y melancólica de la cárcel, sino también de contar algo muy importante que son las historias de lucha. En el franquismo se mete a un montón de gente enormemente combativa. Algunos de ellos habían luchado toda la guerra civil y la posguerra en la guerrilla, en el maquis, en la clandestinidad. Y eso se nota.

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Luis A. Ruiz Casero durante la entrevista en la sede de El Salto. David F. Sabadell

De hecho, los presos políticos tienen un peso importante en tu libro. Oficialmente, desde 1956 no existían presos políticos en España. Pero esto era cierto.
Claro, porque Franco hace una cosa que es muy de Orwell. En los años 50-60, Franco hizo declaraciones públicas sobre que nunca había habido presos políticos en España, cuando al acabar la guerra, no sabemos la cifra exacta, pero debía haber más de un millón de personas en las cárceles. Luego bajarían a 200.000, que son cosas completamente disparatadas para un país que tenía 20 millones de habitantes en aquel momento. Entonces, por supuesto que había habido presos políticos. Y uno de los combates de los presos en los años 50-60 sobre todo, fue reivindicar su estatus de preso político. El franquismo, a través de triquiñuelas legales y de estirar al máximo posible la nomenclatura oficial, decía que se les estaba juzgando por delitos normales y corrientes y por lo tanto no eran presos políticos. Pero en aquel momento no había libertad de prensa, no había libertad de asociación. Pensar diferente y sindicarse eran delitos. Con lo cual hay cientos de presos políticos que pasaron por la cárcel en aquellos años, muchos de los cuales escribieron sus memorias que son una auténtica denuncia.

Además, dentro de los presos comunes se encontraban los presos por cuestiones de orientación o identidad sexual.
Sí, claro. Y esto es una de las cuentas pendientes de la democracia, después de las grandes amnistías estaban los presos que se autodefinían como presos sociales, entre los que estaban los homosexuales, los que tenían sexualidades divergentes no contempladas en los códigos de aquel momento. Mientras que a los presos políticos se les amnistió, a los presos comunes se les acababa sistemáticamente devolviendo a la cárcel. Ni tu condición sexual ni tus condiciones socioeconómicas van a cambiar porque pases un periodo entre rejas.

A las mujeres disidentes en el franquismo, inmediatamente las consideraban histéricas, locas y las encerraban en el psiquiátrico penitenciario

Hablas de las luchas dentro de la cárcel, pero también hablas de las luchas en el exterior de la cárcel. ¿Qué importancia han tenido las mujeres en estas luchas?
Yo esto es algo en lo que suelo insistir cada vez que he hablado sobre el libro: lo firmo yo pero es un libro coral. Las fotos de las ruinas de la cárcel de Carabanchel son fotografías de Eva Herrero, de una fotógrafa del barrio que creo que ha retratado a través de un proyecto artístico de una forma magistral esa melancolía, ese abandono que a día de hoy se transmite desde el solar. Me prologa Carmen Ortiz, que también es una mujer y, sin duda, las mujeres tuvieron un papel en la historia de la cárcel. Una de las sorpresas hasta cierto punto de la investigación fue que las mujeres presas habían estado en la cárcel prácticamente desde el principio. En las estadísticas oficiales aparece siempre una cifra de hembras. No sabemos muy bien quiénes son, porque de estos primeros momentos no hemos encontrado testimonios, pero pensamos que sobre todo son mujeres en tránsito de camino a prisiones específicas para mujeres, pues pasaban por allí, porque esta era una cárcel central de España. Luego, ya en la fase más tardía del franquismo, sí que hay algunas zonas habilitadas específicamente para mujeres. En el libro hemos contado con algunos testimonios leídos o de primera mano de mujeres que pasaron por allí. Ahí está el caso de Natividad Camacho, que pasó en los años 70 por el psiquiátrico penitenciario, pero como presa política. Esto también nos dice mucho del punto de vista que se tenía de las mujeres disidentes en el franquismo, que inmediatamente, con esa mentalidad machista y patriarcal, las consideraban histéricas, locas y las encerraban en el psiquiátrico penitenciario. 

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Terrenos de la antigua cárcel de Carabanchel. Al fondo, el CIE de Aluche, antiguo hospital penitenciario de la cárcel. David F. Sabadell

Y además de las presas, estaban las redes de apoyo, las mujeres de los presos, las familiares, las cómplices. Ahí hay algunos nombres propios que destaco, como Josefina Samper, la mujer de Marcelino Macho. Ella misma, sin ser mujer “de”, es un símbolo de la resistencia antifranquista. Eran capaces de meter documentación de tapadillo dentro de la cárcel, de proveerles el sustento físico, la comida para complementar esas dietas tan horribles, y también del sustento moral y espiritual que necesitaban los presos para aguantar psicológicamente allí sin derrumbarse.

El fascismo era un régimen que se metía en la intimidad y en los hogares. Las mujeres estaban vigiladísimas y eran actores políticos

Y luego cuentas que el Patronato de Protección a la mujer estaba encima de ellas. Para cobrar el dinero que ganaban ellos con las actividades que hacían dentro de la prisión, el Patronato se encargaba de hacer ese puente y de ir a sus casas y vigilar qué estaba sucediendo dentro.
Sí. El fascismo era un régimen que se metía en la intimidad y en los hogares. Las mujeres estaban vigiladísimas y eran actores políticos. Las mujeres de presos pasaron de ser unas figuras marginadas, humilladas en su entorno social en los años de la posguerra a convertirse en figuras orgullosas de su condición en los años finales del franquismo y a convertirse, como digo, en auténticos actores políticos, no sólo al final del franquismo, sino después. Son también muy relevantes las mujeres que estuvieron en torno a la COPEL, la Cooperativa de De Presos en Lucha, que es la organización que mueve los grandes motines de los presos.

Cárceles
Carabanchel Tele Prisión, memoria audiovisual de una cárcel
Además de varias películas que se han acercado a la cárcel de Carabanchel, Tele Prisión fue un canal de televisión interno en el que participaron numerosos reclusos y algunos educadores de esa prisión madrileña. Emitió de 1985 a 1987.

Cuando llegan los años 70 se incrementa el número de presos. La acumulación de reclusos pasó de su mínimo histórico en 1969 a crecer en más de un 40% en cinco años, alcanzando más de 2.000 presos en 1974. ¿Qué estaba pasando en el tardofranquismo para que sucediera esto?
Esta es una de las anomalías que tenemos en la democracia, y lo digo en presente porque en España seguimos teniendo unas cifras de población reclusa elevadísimas. Y es paradójico que en los primeros años de la democracia se superasen las cifras de presos de los años de estabilización del franquismo. ¿Qué era lo que estaba pasando? Pues bueno, la herencia de una concepción muy punitivista de la sociedad heredada del propio franquismo, y luego los propios condicionantes de finales de los 70, de la década de los 80. Esos años de una altísima delincuencia de baja gravedad, unos años popularizados por el cine quinqui, que refleja una imagen de la sociedad que era patente. 

Los presos sociales crearon redes de solidaridad para rebelarse contra estas amnistías que van dejando sucesivamente fuera a los presos políticos, pero que sin embargo a ellos les mantienen entre rejas

Y unos años también de efervescencia en la lucha en las cárceles. Cuéntanos qué es la COPEL.
Ahora estoy leyendo el testimonio de un preso que editó sus memorias hace poco, Manuel Martínez y que fue uno de estos presos sociales, como se autodefinen ellos mismos. No les gustaba la categoría de presos comunes. En un discurso, que creo que merece una reflexión a día de hoy también, ellos se definían como víctimas de una sociedad injusta y de una dictadura también que provocó unas desigualdades sociales brutales. Entonces, en parte por imitación de un modelo de éxito que es el de los presos políticos organizados dentro de las paredes de la cárcel, también en conexión con sus organizaciones en el exterior, los presos sociales crean redes de solidaridad para rebelarse contra estas amnistías que van dejando sucesivamente fuera a los presos políticos, pero que sin embargo a ellos les mantienen entre rejas. Sus problemas no son estar afiliados a determinado sindicato que era ilegal y ya no lo es, sino que están abocados a la delincuencia porque ellos viven en una situación socioeconómica durísima, sumado a los insumisos, a los presos metidos ahí por su condición sexual… se crea un caldo de cultivo para una conflictividad en las prisiones, que es como la traca final del franquismo o el principio de la democracia. Los motines se iban sucediendo en las cárceles españolas, no solo en la de Carabanchel, pero especialmente en la de Carabanchel, donde se produjo el motín más grande y más explosivo que fue el del verano del 77, que ha quedado curiosamente muy en la memoria colectiva. 

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Luis A. Ruiz Casero ha recopilado toda la información disponible sobre la antigua cárcel de Carabanchel. David F. Sabadell

Bueno, llega la democracia. ¿Qué pasa dentro de la cárcel?
Las amnistías y luego las reformas penitenciarias se mostraron insuficientes. Siempre que alguien me pregunta sobre los años de la democracia, aludo a una imagen que es la de los presos que retrata Adolfo Garijo en un documental escalofriante que se llama La otra orilla y que a día de hoy se puede encontrar en abierto en Internet, que refleja unas condiciones de vida increíbles. Si no fuese por esas imágenes yo no me lo creería, pensaría que es fruto de la exageración de los relatos, de las memorias de los presos que lo vivieron. Una cárcel carcomida por el sida, por la heroína y por circunstancias concretas de la prisión de Carabanchel, como es ese deterioro del espacio físico en una cárcel ya decadente, olvidada, abandonada por la democracia en muchos aspectos y repleta de mugre, de piojos, de chinches, de ratas, de palomas defecando en los comedores de la cárcel. Las organizaciones internacionales, Amnistía Internacional y otras instituciones denunciaron sus condiciones en su momento y se perpetúan hasta los gobiernos del Partido Socialista, de Felipe González, que por una parte, en algunos aspectos se veía incapaz de gestionar la situación, no se atrevía a emprender medidas de verdad que fuesen al núcleo de la cuestión, y por otra parte, yo creo que era hasta cierto punto cómodo dejar ese pasado difícil de lidiar con él, una cárcel masificada heredada de la dictadura franquista, dejada de la mano de Dios y olvidada.

Hablabas antes de una cierta herencia franquista en cuanto al concepto punitivista durante la transición, ¿Crees que seguimos dentro de esa herencia en cuanto al sistema actual?
A ver, esto viene más de las percepciones personales que del estudio detallado de lo que ocurre a día de hoy. La historia penitenciaria de la cárcel de Carabanchel acaba en 1998 y siempre me da un poquito de miedo meterme en cuestiones posteriores. 

Pero las estadísticas están ahí. Estamos en las posiciones más altas de Europa en cuanto a duración de penas. Entonces es obvio que algo pasa en España, que hay una cierta anomalía. Seguimos anclados en una concepción premoderna de las cárceles. Foucault hablaba de la generación de nuevas maneras de castigo asociadas a las sociedades modernas, que en muchos aspectos en España parece que no han llegado a permear. Las cárceles no están hechas en unas sociedades democráticas para castigar, sino para regenerar, reeducar. Son palabras también, con muchísimo en matices, y que son un poco distópicas a veces, pero que parece que no se pone ninguna intención y que seguimos con esa mentalidad en el crimen y el castigo.

Tu libro se lo dedicas a todos los presos.
Porque al final, fruto de dedicar unos años de mi vida a investigar sobre la cárcel, sea uno de la ideología que sea, no puedo evitar empatizar con personas a las que se les privan de sus derechos. Los presos a día de hoy son personas que están marginadas por la sociedad y que tienen que pasar por cosas que yo no se las desearía a nadie. Creo que la pandemia y los confinamientos tan limitados en el tiempo nos han dado una mínima vara de medir a los que no hemos pasado por una cárcel de lo que significa estar aislado durante días, semanas y meses en una celda de castigo o en una celda de aislamiento. Es algo durísimo y que se cobra un peaje en la salud mental.

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