Energía
Juan Bordera, periodista: “En la crisis energética, el tecnooptimismo es mesiánico y juega a favor de Trump”

El diputado en Les Corts se pronuncia sobre el apagón del pasado lunes y carga contra la forma en la que se están implantando las renovables: “sin planificación” y “en busca del máximo beneficio”. También señala el peligro de que el sentimiento antirrenovable cale entre la población.
Juan Bordera
Juan Bordera, guionista, escritor, periodista y político valenciano, diputado en las Cortes Valencianas por la coalición Compromís. Foto: Jaume Lloret.

Juan Bordera (1984, Alcoi) es periodista, activista climático y diputado independiente del grupo parlamentario de Compromís en Les Corts del País Valencià. Ha escrito en varios medios sobre la crisis climática y ha publicado libros como El otoño de la civilización (Escritos Contextatarios, 2022), del que es coautor junto con el especialista en energía del CSIC Antonio Turiel. Hablamos con Bordera del cero eléctrico que asoló a la península el pasado lunes 28 de abril, pero, si piensa en “eventos abruptos” relacionados con la crisis climática, su mente está en la dana de octubre y la pésima gestión de Mazón.

El activista se pronuncia sobre las causas del apagón —las que le preocupan son las políticas más que las técnicas—, el debate fotovoltaica versus nucleares de estos últimos días y el peligro de la reacción fósil comandada por Trump. El periodista climático opina que algunos sectores tratan de mantener la conversación en torno al sistema eléctrico español en términos simplistas para evitar que salga la palabra “decrecimiento”.

La manera en la que se está implantando la energía renovable en el sistema peninsular, “sin planificación” y orientada al máximo beneficio, no solo puede suponer un riesgo para la estabilidad de la red, opina el diputado, sino que también puede generar un sentimiento antirrenovables en la población: “Si queremos que la gente no perciba las renovables como un problema, tenemos que hacer que el modelo de implantación sea más justo, más responsable y más claro en cuanto a sus límites”.

¿Qué sabemos de las causas del apagón a estas alturas, a mediodía del martes [6 de mayo]?
Sigue habiendo dudas al respecto de qué pudo ser el detonante y es algo que va a tardar tiempo en esclarecerse. En las causas técnicas, parece haber sido la fotovoltaica, que tiene unas características que hacen que sea más difícil de gestionar la estabilidad de la red a medida que vamos incorporando una cantidad grande de este tipo de energía.

Las causas que a mí me preocupan no son las técnicas, son las políticas. Tienen que ver con que, sabiendo esto [la mayor dificultad para gestionar la estabilidad con la fotovoltaica], no se han implementado los mecanismos para asegurar la estabilidad de la red. Esto no se ha hecho porque hay un coste económico que pone en cuestión este modelo de implementación de energías renovables de manera privatizada y basada en el crecimiento perpetuo.

La obligación de la transición renovable no admite duda. Al mismo tiempo, los recursos energéticos que generaban esta electricidad se están reduciendo a marchas forzadas

La obligación de hacer esa transición a fuentes de energías renovables no admite duda. Estamos en el siglo de los límites, un momento de emergencia absoluta. Yo, como valenciano, lo puedo decir además con la certeza de haberlo vivido recientemente. Estos desastres climáticos que se están acelerando nos obligan a hacer esa transición. Al mismo tiempo, vivimos un momento entre la espada y la pared, porque los recursos energéticos que generaban esta electricidad, que se nos quiere vender como abundante e infinita, se están reduciendo a marchas forzadas. Entonces, tenemos un contexto que, por un lado y por el otro, nos empuja a replantearnos todo un modelo. Si no lo hacemos, acabaremos viviendo más episodios abruptos como el apagón.

El grupo de operadores europeos maneja un plazo de seis meses para un informe preliminar sobre las causas. La ministra Aagesen no habla de meses, pero sí de “muchos días”. En este momento en que no sabemos qué ha ocurrido exactamente o si el fallo de la solar es causa o consecuencia, ¿hay discursos que van tal vez demasiado a la yugular de la fotovoltaica?
El sector energético está rodeado de intereses económicos privados —también de las patronales de las renovables—, y eso provoca la guerra por el relato que estamos viendo. La transición energética es un auténtico laberinto, es un tema infinitamente más técnico que otros. En el climático, tienes que saber de climatología. Pero, para el tema energético, hay que saber de ingeniería, de geología, de economía…

Me preocupa que se generen bandos en el debate: un bando pronuclear y otro excesivamente tecnooptimisa. Este es un debate en el que es muy preocupante el partidismo acientífico que se hace a veces desde según qué posiciones. Es un debate que necesita claridad para ver dónde están los contornos de ese cuadro que nadie ve al 100%. En vez de luz, lo que tenemos son empujones para ver quién se coloca en la posición más ventajosa, y eso es un peligro que no podemos permitirnos. Hay que gestionar el debate de manera sana y tenemos que democratizar el asunto con asambleas ciudadanas, como se ha hecho en La Palma.

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¿Hay algún problema con cómo se están incorporando las renovables al sistema?
En el debate de las renovables hay un matiz y es que electricidad y energía no son lo mismo. Con electricidad proveemos del 20, 25% de la energía que usa un país industrializado como es España. Usamos un montón de energía que no es fácilmente electrificable y ahora no tenemos facilidades o estabilidad para electrificar el 100% de la energía en ningún lado.

Ahora, el problema principal es que la implantación de las renovables se está haciendo sin planificación y a golpe de inversión privada. Se están incorporando al sistema de manera irracional. Algo que de manera planificada y pública se podría gestionar para el beneficio de la mayoría se queda en una oportunidad para beneficiarse los de siempre.

El nivel del debate es muy bajo y encontramos guerras de relatos y mucha posición de interés, sea del lobby nuclear o del renovable

El nivel del debate es muy bajo. En este tema técnico encontramos una guerra de relatos con muy poca información y con mucha posición de interés. Sea el lobby nuclear o el renovable. Eso hace muy difícil el avance en soluciones.

Creo que mucha gente con diferencias aparentes estamos de acuerdo en que habría que recuperar las concesiones de las licencias caducadas de la hidroeléctricas y que habría que comprar como mínimo el 51% de Red Eléctrica. Todo el mundo en una posición razonable puede estar de acuerdo en que una de las maneras en que estos incidentes no se repitan es que todos los operadores, generadores o distribuidores tengan que facilitar toda la información de lo que está ocurriendo de manera pública. También para que, si ocurren eventos de este tipo, no podamos esconder lo que ha ocurrido por interés o miedo a que nos pillen.

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Justo te quería preguntar por la expropiación. O por la opción más light del control público, claro. Porque, entre otras, serviría para salir del máximo beneficio que nos lleva al monocultivo eólico del norte y el fotovoltaico en el sur, ¿no? Apostarlo todo a dos energías no da flexibilidad al sistema.
Esto nos da la pista de que la transición energética no tiene una solución única. Depende del contexto geopolítico, de la geología, de los yacimientos (o el viento o el sol)… y según eso vas a orientar tu transición energética hacia un lugar o hacia otro. Canarias o Galicia apenas tienen posibilidad de interconexiones, por ejemplo.

Es cierto que hay un tema de máximo beneficio que tiene que ver con lo que apuntas: grandes empresas en busca de un beneficio a corto plazo que hacen que tengamos esos monocultivos que probablemente estén haciendo menos resiliente la red eléctrica. Tenemos que implementar sistemas que casen en un formato más amplio, que estén más distribuidos y diversificados.

Pero, recogiendo cable, si tienes un montón de insolación, como en Andalucía, tiene más sentido poner fotovoltaica que lo tiene ponerla cerca de los Pirineos.

La ministra ha insistido mucho en aumentar las interconexiones. Te quería preguntar si podías problematizar esta vía. Pienso, por ejemplo, en las movilizaciones que hubo en 2005 contra la interconexión que se construyó por Girona. El movimiento contra la línea de muy alta tensión hablaba de “amenaza para el territorio y la salud de las personas”.
No tengo en el radar el caso que comentas, pero entiendo por dónde va la pregunta. Tenemos el problema de que las interconexiones son necesarias porque vuelven el sistema más robusto y cooperativo, pero tienen problemas en este modelo de maximización de beneficios y de cero planificación.

Las infraestructuras de interconexión tienen un coste ecológico en zonas que, además, suelen ser lugares de alto valor ecológico o corredores de biología. Lugares con aún una cierta conservación que permite poner infraestructuras sin atravesar núcleos urbanos o que el trabajo agrario ha allanado durante siglos. Mucha de la infraestructura energética se está poniendo solo para maximizar beneficios, y eso hace que se elija la mejor opción a corto plazo, que a veces no es la mejor a medio o largo plazo.

Hay que ser suficientemente humildes y maduros como para decir que es un debate muy complejo y que debería abordarse de forma democrática

En el tema de las interconexiones, yo no me siento capacitado para decirte “este es el porcentaje de interconexión que necesitamos” o “este proyecto sí, este no”. Hay que ser suficientemente humildes y maduros como para decir que es un debate muy complejo y que debería abordarse de forma democrática. Es la única forma de salir del laberinto de la transición energética de una manera que beneficie a la mayoría.

Lo de las zonas de sacrificio me lleva a pensar en las movilizaciones con lema “renovables sí, pero no así” o similares. Entre los discursos mediáticos que demonizan las renovables y las empresas que colocan la infraestructura pensando en el máximo beneficio y no tanto en la población local, ¿hay un riesgo de que cale entre la gente un sentimiento antirrenovables?
Claro, pero el riesgo deben planteárselo, sobre todo, los promotores de este modelo. Si eres un movimiento social que tiene alguna protesta relacionada con el “renovables sí, pero no así”, debes tener cuidado a la hora de lanzar mensajes que puedan volvérsete en contra. Pero más cuidado debes tener si eres la patronal del lobby renovable o el Gobierno porque tienes una influencia mucho mayor.

Dentro de las luchas en defensa del territorio hay una parte de “no lo pongas en mi patio trasero”, por supuestísimo, igual que lo hay en cualquier otra lucha. Pero el 80 o 90% de la gente que está en esos movimientos está en posiciones razonables de defensa de, como mínimo, un territorio que está siendo atacado desde múltiples frentes. Esto lo explica muy bien Jaume Franquesa en el libro Molinos y gigantes: estamos viendo la tercera expropiación; hay zonas de España que producen una cantidad muy superior a la que consumen y zonas que todo lo contrario.

Pongamos que hablas de Madrid.
Exacto. Extremadura produce, creo, el 400% de la energía que usa [la comunidad exportó cinco veces más de lo que consumió en 2023, según datos de la Junta]; Madrid, el 5%. Ante ese tipo de desequilibrios es inevitable que se generen estos procesos de defensa del territorio que tienen luces y sombras, porque algunos argumentos serán razonables y otros solo buscarán defender su interés.

Una de las frases que se me quedó grabada del último informe del IPCC [Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU] es que debemos tener mucho cuidado, porque, si no se implementan bien las soluciones, podemos poner a la gente en contra de las propias soluciones que vienen a rescatarles de un problema mayor. Porque la transición energética es un problemón, pero, cuando nos quedemos sin agua o sin recursos fósiles o minerales para esa transición verde, ¿a quién se le va a echar la culpa? Ahí es donde nos lo jugamos todo. Si queremos que la gente no perciba las renovables como un problema, tenemos que hacer que el modelo de implantación sea más justo, más responsable y más claro en cuanto a sus límites.

A nivel global, con cada vez más instituciones y Gobiernos en manos de la extrema derecha o escorados hacia la derecha por el movimiento de la ventana de Overton, ¿podemos ver un retraso a nivel global, que se vaya contagiando el drill baby drill [perfora, nena, perfora] de Trump?
Ese es el riesgo más preocupante de todos los que hemos hablado. Es el ‘sálvese quien tenga’ a la máxima expresión. Dentro del agravamiento del problema climático, lo que estamos viendo es que vamos en dirección contraria y seguimos explotando todo lo que quede en vez de ir hacia modelos más ajustados a nuestra realidad material.

El tecnooptimismo es un poco mesiánico y acaba llevando a que tendrás que robarle los recursos al de al lado, porque es la única manera de sostener lo que has ido generando

El imaginario de que la tecnología proveerá es un poco mesiánico y acaba llevando a que, cuando te das cuenta de los límites del modelo de implementación que has creado, tendrás que robarle los recursos al de al lado, porque es la única manera de sostener lo que has ido generando. El tecnooptimismo juega a favor de Trump. La transición energética que se está proponiendo tiene mucho que ver con el colonialismo energético. Entonces, en el debate, estás en un sándwich: por un lado, te aprietan las fuerzas de la extrema derecha; por otro, las fórmulas de la patronal de “esto se arregla con cuatro placas” son una simplificación que te acaba empujando hacia el marco de la extrema derecha.

¿Volveremos a ver un apagón como el del pasado lunes?
Sin duda. Me encantaría decir que no, pero, con la realidad del debate… La sociedad está preparada para una transformación que ponga fin a este tipo de problemas, pero los responsables de que el nivel del debate sea tan bajo siguen empecinados en que sea así. Tiene que haber un cambio cultural antes de que haya un cambio político.

Aunque se pusieran montones de estabilizadores [para hacer más flexibles algunas energías sin inercia, como la eólica o la fotovoltaica] —lo cual aumentaría el coste de implantación de renovables—, acabaríamos encontrándonos con otro cuello de botella que nos llevaría a esto.

Hay que tener cuidado con la propuesta que hacen algunos sectores de descentralizar la generación eléctrica. Esto lo dice mi amiga Irene Calvé: que la red eléctrica pública es un beneficio y, en el momento en que se vea sustituida por comunidades energéticas, igual va a haber zonas de España con electricidad y otras sin ella. Una de las formas en las que se está implementando esta transición es pagar con dinero público instalaciones de fotovoltaica [para autoconsumo] a gente de cierta clase media-alta, mientras en la Cañada Real no tienen luz.

La transición energética se debería replantear no solo hacia el tema de que vamos a vivir más apagones, sino cómo hacemos para que esto no sea algo que la gente perciba como que va en contra de intereses de clase que, aunque casi no se hable de ellos, son clave en el debate.

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