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Opinión
En las próximas elecciones: sumar para seguir haciendo
El otro día tuve una de esas tardes en las que te sientas a tomar algo en buena compañía y me dio para pensar en lo que estoy a punto de escribir: como suele pasar, al menos entre la gente joven donde, desgraciadamente, la precariedad es el común denominador, acabamos realizando una profunda introspección colectiva.
En resumen, que tras divagar largo y tendido sobre la vida, una persona a la que aprecio bastante dijo algo así como “lo damos todo por hecho: las situaciones, los trabajos, las relaciones. Solo te das cuenta de la importancia de lo que tienes y de su fragilidad cuando lo pierdes” Y pensé: cuánta razón tiene. Si llevamos esto último al plano político, ¿habremos dado por sentado que las condiciones, los derechos y los avances de los que hoy disfrutamos son inamovibles y permanentes? Estamos tan, pero tan equivocados…
La democracia no resiste bien los problemas de la globalización en los que estamos inmersos, de ahí que vivamos en una sociedad lábil y asediada por el odio. El resurgir de la ultraderecha, la deshumanización de los oponentes políticos y de los colectivos opuestos a su ideario o el cuestionamiento de la legitimidad de los gobiernos son solo algunos de los síntomas de que algo feo puede pasar si los agentes reaccionarios llegan a las instituciones.
Este último gobierno ha podido tener fallos, muchos fallos, pero también aciertos. Hoy, y esto lo creo firmemente, nuestras vidas son mejores que hace 4 años. Han sido tiempos convulsos: hemos pasado una pandemia, un confinamiento, la borrasca Filomena, así como una crisis energética e inflacionaria y, a pesar de todo ello, tenemos los mejores datos de empleo de las últimas décadas y el Índice de Precios al Consumo (IPC) es de los más bajos de la Unión Europea.
El Salario Mínimo Interprofesional (SMI) actualmente se sitúa en 1.080€ mensuales dividido en 14 pagas, una revalorización del 47% teniendo en cuenta que, en 2019, el SMI se situaba en 735€/mes
Se dice pronto, pero el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) actualmente se sitúa en 1.080€ mensuales dividido en 14 pagas, una revalorización del 47% teniendo en cuenta que, en 2019, el SMI se situaba en 735€/mes. Sí, sé que es poco e insuficiente, y que los dos millones y medio de personas que viven con esta cuantía se encuentran en una situación bastante jodida, pero volviendo a lo que comentaba anteriormente ¿qué habría pasado si la bancada progresista no hubiese implementado esta política pública?, ¿qué podríamos adquirir hoy con alrededor de setecientos euros? Hagamos cálculos:
El precio medio por metro cuadrado en alquiler en España es de 11,6€, por lo que una vivienda de cincuenta metros tiene un coste de unos 580€; y el gasto medio por persona en alimentación asciende aproximadamente a 160€. Nada, la respuesta es que si no se hubiese subido el SMI no podríamos pagar ni un techo donde dormir ni la cesta de la compra.
¿Qué escenario tendríamos si no se hubiesen desplegado los ERTE?, ¿qué sería de los jóvenes con las tasas de temporalidad previas a la reforma laboral?, ¿y sin el tope al precio del gas o la revalorización las pensiones?
En los últimos días hemos visto como el Partido Popular ha comprado el marco de la ultraderecha al no reconocer la violencia de género y decir que un hombre que agrede a su pareja es porque “ha tenido un divorcio duro” tal y como dijo, literalmente, Alberto Núñez Feijóo. ¿Qué será de todas las víctimas de violencia machista si la aritmética parlamentaria sale a su favor? Este tipo de declaraciones son muy peligrosas; el relato y las palabras escogidas son de vital importancia puesto que definen nuestra realidad y le dan un sentido. Se empieza cambiando el nombre de los hechos, negando la evidencia y, por último, se dejan de invertir recursos al respecto.
En definitiva, todos los avances citados anteriormente son solo una pequeña muestra de que el país avanza por el buen camino, pero también se ha puesto de manifiesto que unos pocos tienen la voluntad de dar marcha atrás y devolvernos a los tiempos más grises de nuestra historia. Por tanto, es imprescindible revalidar una mayoría que vaya por más: por más derechos, por seguir mejorando nuestras vidas, por estar del lado de los vulnerables.
Oye, pero ¿es esto suficiente? No, claro que no. Sin embargo, debería ser el punto de partida de una España mejor. Debemos aprovechar que nos sentamos en la mesa de los mayores y que nuestra opinión tiene credibilidad a nivel internacional. En Europa, somos un actor relevante y las políticas públicas implementadas durante el mandato han servido de referencia en otros países.
A este respecto, Yolanda Diaz ha asumido la responsabilidad de construir un proyecto de país para la próxima década aglutinando a 15 partidos bajo la plataforma Sumar. Esto es algo histórico, bonito y que podría cambiarlo todo. Hay que salir de las trincheras y pasar a la ofensiva.
Las próximas batallas deberían ser por la conquista del tiempo y el goce, no es lógico que mantengamos la misma jornada laboral que hace más de 100 años
Las próximas batallas deberían ser por la conquista del tiempo y el goce, no es lógico que mantengamos la misma jornada laboral que hace más de 100 años teniendo en cuenta que desde entonces los avances tecnológicos, la riqueza y la productividad han dado un salto exponencial. El próximo ejecutivo debería establecer la jornada laboral de 32 horas sin fijarse en los titulares ni en el ruido que se genere, dado que nunca va a ser un buen momento para las elites económicas. Recordemos que la jornada de 8 horas no se estableció pidiendo permiso, sino con el único objetivo de mejorar la vida de los trabajadores; hagámoslo de nuevo.
Apostemos también por un modelo económico del siglo actual y no del pasado, es momento de abrir otro melón: herencia universal, renta básica y cogestión empresarial. Tal y como expone en sus planteamientos el reconocido economista Thomas Piketty: si queremos acabar con la desigualdad y con la concentración de la riqueza hay que poner en marcha mecanismos complementarios a la progresividad tributaria. En primer lugar, herencia universal para equilibrar las condiciones de partida; en segundo lugar, renta básica universal para mitigar los efectos de la llegada de la inteligencia artificial y la automatización; y por último, cogestión empresarial para integrar los trabajadores en la creación y distribución de la riqueza, tal y como sucede en Alemania, Suecia, Francia o Austria por poner algunos ejemplo, donde los trabajadores y las trabajadoras tienen presencia en los consejos de administración, derecho a participación en los beneficios y se escucha su parecer en las decisiones que afectan a la organización.
En el ámbito de la sanidad hay muchos avances pendientes: reducir las colas de espera, aumentar el tiempo disponible para los pacientes, mejorar las condiciones del personal sanitario, así como traer nuevos servicios públicos necesarios como la podología, la odontología o la gratuidad del material óptico y ortopédico. Es una vergüenza que solo puedan tener la boca bien y arreglada aquellos que pueden pagarlo, siendo esto además causa de estigmatización social. Es indignante ver que un niño o una niña no tiene unas gafas acorde a su graduación porque su familia no puede asumir los costes de compra, reparación o sustitución. Del mismo modo, revuelve ver el sufrimiento de nuestros mayores por no tener dinero para sufragar los elementos necesarios para poder desplazarse adecuadamente.
Como veréis, hay mucho por hacer y no podemos permitirnos el lujo de retroceder lo más mínimo. Después de leer este pequeño manifiesto serán muchas las personas que nos llamen ingenuos, ilusos y que califiquen estos planteamientos como utópicos. Pero recordad las palabras de Galeano: “¿Para qué sirve la utopía? Para caminar, para eso sirve” y precisamente avanzamos porque caminamos.
En resumen, otro mundo es posible y es nuestra obligación imaginarlo, soñarlo, esbozarlo y hacerlo realidad. El 23 de julio, en los próximos comicios, votemos en consecuencia. Nos lo jugamos todo.