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Coronavirus
El virus que descorona a Europa
El investigador en estudios poscoloniales Marius Meinhof nos habla de cómo Europa subestimó el virus y la actuación de China por politizar una enfermedad a través del racismo sinófobo.
Se abre el telón. Un pregonero con un pergamino en la mano procede a abrirlo y lee: ‘El viento silba suavemente mientras batuta el desordenado cantar de los pájaros. La tierra parece en calma, los árboles danzan al son de la canción, pero este danzar es pronto interrumpido. A lo lejos se oyen sirenas gritar, agudas, que interrumpen al viento sin cesar. Una batalla se está librando, se dice que es Europa defendiendo sus mares y fronteras ante la llegada de un virus que la pretende descoronar. Como cuando la invasión mongola, los cuerpos caen sin cesar y las fronteras son ya débiles y el virus se adentra sin parar. Pobre Europa, que no entiende cómo ha podido dejar esto pasar, pero los mensajes eran claros, más por su ego se dejó ganar. ¿Es qué Europa no entiende que su pensamiento egocentrista ha de revisar si futuros combates desean ganar?’
El atril se oscurece y un nuevo escenario aparece. Una mesa redonda juzga a Europa. Está acusada de irresponsabilidad civil, racismo científico y pensamiento colonial. ¿Cuáles son las pruebas? La primera, desprestigiar a la comunidad de científicos en China, la cual arduamente insistió a Europa en la necesidad de que tomara medidas de seguridad inmediatas. ‘¿Subestimó Europa al virus?’, se pregunta la defensa.
El investigador en estudios poscoloniales Marius Meinhof nos habla de cómo Europa subestimó a China por politizar una enfermedad a través del racismo sinófobo. Europa menospreció los consejos de los científicos chinos por vivir en un estado que no simula el modelo liberal/conservador europeo, el cual sitúa a espacios no europeos en una línea histórica camino de ser moderna (Europa como modelo) y modernizada (potencias económicas, pero modelos político-socialesdesconectados de la tradición política de occidente).
Así, no solo se subestimaron los temores de los científicos que trabajan en China, sino también la capacidad de actuación de toda Asia en general, porque el virus se percibió como algo relacionado con el autoritarismo chino, atrasado, desconectado de Occidente.
Es decir, Europa situó la enfermedad como un desencadenante de trazos gastronómicos en Asia y del malestar de un modelo autoritario chino. Así, no solo se subestimaron los temores de los científicos que trabajan en China, sino también la capacidad de actuación de toda Asia en general, porque el virus se percibió como algo relacionado con el autoritarismo chino, atrasado, desconectado de Occidente.
Aunque es cierto que China acalló las denuncias de sus medios locales, la actuación inmediata de Corea del Sur, Japón o incluso la propia Alemania, con una densidad poblacional altísima, han sido ejemplares. Y es que Alemania fue uno de los pocos estados europeos, por no decir el único, que tomó el coronavirus por lo que es: un virus estrictamente vinculado a un fenómeno natural que solo podía y debía ser explicado por virólogos, más no por politólogos.
Así, el virus llegó a Europa, siguiendo las autopistas de la globalización y camuflado por el propio discurso de los medios europeos: Virus ‘made in China’, como decía el Der Spiegel de una Alemania que inicialmente se negaba a paralizar su industria. ‘¿Cerrarán los comercios chinos?’, preguntaban en las noticias españolas mientras se ultimaban los preparativos para las fallas. O, ‘El verdadero hombre enfermo de Asia’, como llamaba el Wall Street Journal a China. Pero el virus se acercó a América y África a lomos de la globalización. Y así, otro virus se reactivó: el del miedo.
Francia bloquea el envió de mascarillas, Turquía, el de respiradores, pero los medios de comunicación solo se ensañan con el segundo. Supongo que es otro país que está en proceso de ‘modernización’. En pleno combate, en un batallón (en un hospital) se escucha gritar: ‘¡Esto no es África!’. Y en otro batallón (en ‘La France moderne’) se trama la solución: experimentar con África. Así, se reactiva el pensamiento colonial, no solo en la justificación de quién es el culpable, sino también en términos de con quién probar la cura. ‘A la población negra no le afecta igual que a otras', responden algudos medios en la ultraderechista Italia. Mientras, en Estados Unidos, ‘The Great One’, son las personas afroamericanas las que más están sufriendo la batalla, por eso del racismo institucional y la sanidad clasista.
La decisión es popular así que el juzgado se queda sin juicio final. El atril se oscurece y el portavoz, con el pergamino, vuelve a leer: ‘Y es que la Guerra no la gana el más fuerte. Qué se lo digan a Napoleón, que jamás logro conquistar Rusia. No escuchó al soldado invierno que entre tormentas de nieve le recordó que si Genghis Khan logró conquistar Rusia, no fue por fuerza, sino por astucia, al no menospreciar a los pueblos que, por su alianza, la guerra le ayudarían a ganar’.