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Málaga
Las crónicas de La Mundial
Ese podría ser el título del libro que me planteo escribir sobre un interesante edificio malagueño del siglo XIX. Su historia reciente puede resultar muy útil para quienes se preocupan por el urbanismo depredador, la especulación inmobiliaria y la destrucción del patrimonio histórico. Fenómenos, por desgracia, frecuentes en numerosas ciudades españolas.
El inmueble protagonista de esta historia fue diseñado en 1892 por Eduardo Strachan –también autor de la emblemática calle Larios de Málaga–, para ser residencia de la poderosa familia Loring-Heredia. Popularmente se le conoce como “La Mundial”, por el rótulo del negocio hostelero que hubo en las últimas décadas del siglo XX.
El palacete de Strachan, demolido el pasado 31 de marzo, era el escollo principal para una operación hotelera prevista en el Conjunto Histórico-Artístico de Málaga, área monumental desde 1985, y actualmente sometida a un intenso proceso de gentrificación y turistificación.
La tramitación del proyecto, iniciada en 2003, implica la desaparición de una histórica calle –el Pasillo de Atocha–, el traspaso de todo el subsuelo de manos públicas a privadas, y la demolición de varios edificios de los siglos XVIII y XIX, cuyas fachadas abarcan anchuras de unos diez metros, y alturas de veinte metros. En su lugar se construirá un edificio compacto, de cuarenta metros de ancho y cincuenta metros de alto, diseñado por el arquitecto Rafael Moneo.
Asimismo, donde el plan de ordenación urbana contemplaba un uso de viviendas y equipamiento público cultural, con 5.500 m2 de superficie útil; ahora se autoriza un uso hotelero de nueva planta con 10.500 m2. Elevadas plusvalías que son el verdadero motor de la operación.
El palacete de Strachan, demolido el pasado 31 de marzo, era el escollo principal para una operación hotelera prevista en el Conjunto Histórico-Artístico de Málaga, área monumental desde 1985
Tras producirse, entre los años 2005 y 2009, una docena de “fortuitos incendios” y consecuentes demoliciones, solo “La Mundial” quedaba ya en pie. Y sobre ella concentramos los esfuerzos llevados a cabo por un pequeño grupo de ciudadanos, tras crear en 2010 una plataforma de defensa contra el proyecto hotelero; el cual acababa de recibir ese verano la autorización inicial por parte del área de cultura del gobierno autonómico.
Ese fue el detonante para hacer crecer la indignación ciudadana. Pues si bien durante cinco años la Junta de Andalucía había declarado imposible autorizar el proyecto de Moneo, a partir de 2009 dio un giro de 180º a su política, avalando ahora lo que antes había negado categóricamente. Francisco López, entonces Delegado Provincial de Cultura, lo había definido en 2008 en los siguientes términos: «Los malagueños no nos perdonarían que, por hacer un hotel, se transforme de modo irreversible la imagen de esta parte de la ciudad. El alcalde firmó un convenio urbanístico con la promotora en contra de los intereses de la ciudad. Queremos que se respete el patrimonio histórico».
A partir de ese momento, comenzó el retorcimiento de la legislación, que concluyó en 2013 con la aprobación definitiva de la modificación del marco normativo. Se avalaba la duplicación de alturas y se retiraba la protección con la que había contado el palacete de Strachan.
Los dos principales argumentos técnicos para justificar la operación, se pueden resumir en, primero, que el nuevo edificio sería coherente en términos paisajísticos respecto a unos desproporcionados inmuebles “desarrollistas” de la década de 1960, los cuales se encontraban en lógica situación de “fuera de Ordenanza”. Y, segundo, que por haber sido demolidos los vecinos edificios históricos, el palacete había quedado “descontextualizado en la trama urbana, perdiendo así sus valores históricos y artísticos”.
Ni medio centenar de sólidas alegaciones ciudadanas contra esos débiles argumentos técnicos, ni nuestra denuncia ante la Fiscalía en 2011, por contravenir la legislación de Patrimonio Histórico, sirvieron de nada y toda oposición fue desestimada.
Desde la plataforma “Salvemos La Mundial” siempre supimos que la única forma de paralizar el proyecto era presentar una demanda contencioso-administrativa. Pero nunca lo hicimos, dada nuestra incapacidad para reunir los fondos suficientes de un largo y costoso proceso judicial. Usamos, por tanto, las pocas herramientas disponibles a nuestro limitado alcance.
Tampoco pudimos convencer a suficientes malagueños de la importancia de enfrentarse a este proyecto. Logramos solo seis mil firmas en una ciudad de seiscientos mil habitantes; y en las varias concentraciones de protesta que hicimos junto al edificio, éramos pocos cientos de personas.
Pero este fracaso no se puede explicar solo por nuestra limitación presupuestaria o por la falta de experiencia en estas lides. Entra en juego el cuarto poder, y es que los periódicos Diario Sur y Málaga Hoy, dos de los principales medios de comunicación de la ciudad, desarrollaron durante años una intensa campaña de manipulación de la opinión pública.
Las tácticas periodísticas fueron principalmente, en primer lugar, de desprestigio del lugar y del edificio histórico, siempre definidos como “zona cochambrosa” y “vieja pensión en ruinas”, algo apoyado en la total falta de mantenimiento por parte de los propietarios, ocultando los valores artísticos y arquitectónicos bajo unas lonas llenas de suciedad; así como denostando a la propia plataforma. Estos periodistas incluso nos llamaron públicamente “yihadistas del conservacionismo” y “progres de salón”, en un intento de asimilarnos políticamente con una supuesta “ultraizquierda radical”.
Y, en segundo lugar, la táctica de “suavización” del proyecto, a través de infografías manipuladas que minimizan el volumen real del hotel proyectado; y la repetición constante del lema “regeneración, progreso, empleo, riqueza”; que calaron en una opinión pública que no encontró motivos para apoyar nuestra causa. Iniciativa que además muchas personas desconocían, ya que solo teníamos visibilidad en redes sociales, pero no de forma habitual en medios tradicionales (salvo honrosas excepciones como la del periódico La Opinión de Málaga).
También numerosos referentes para los malagueños, conocidos periodistas y arquitectos de prestigio –incluso el decano del COA–, a través de columnas de opinión y entrevistas televisivas y radiofónicas, se posicionaron a favor del proyecto hotelero y contra la conservación del edificio histórico. El enfrentamiento de David contra Goliat nunca fue tan desequilibrado.
Por otra parte, en el año 2013, se aprobó una rebaja del 30% en las obligaciones económicas de la promotora, pactadas en 2008. Porque, sin ser de dominio público, el gobierno municipal conocía la insolvencia de Braser. Mercantil sin recursos que, en el argot urbanístico, se conoce como “conseguidor” para un futuro inversor solvente, que surgiría cuando el signo del mercado inmobiliario cambiase tras el ciclo negativo arrastrado desde 2009.
Llegamos así al año 2015, momento en que la promotora debía responder a sus obligaciones económicas. Pero no lo hizo, algo que tampoco importó al gobierno municipal, quien concedió cuatro años de prórrogas irregulares, ya que el propio convenio urbanístico estipulaba esos pagos como improrrogables.
En ese plazo fueron varias las mociones para poner fin al proyecto, llevadas a Pleno municipal por los partidos de la oposición (Izquierda Unida y Málaga Ahora), algunas de las cuales llegaron a ser aprobadas cuando, ante la persistente morosidad de Braser, también PSOE y Ciudadanos dejaron en minoría al Partido Popular. Pero el alcalde Francisco de la Torre nunca quiso materializar esos acuerdos alcanzados por mayoría democrática.
Finalmente, en enero de 2019, la empresa H10 Hoteles llegó a un acuerdo privado con Braser y abonó el total de la deuda, desbloqueando la concesión de la licencia de obras, finalmente expedida el 6 de marzo.
Como último intento, la plataforma solicitó al Ministerio de Cultura la declaración de expolio sobre un sector del centro histórico protegido –seguimos sin respuesta a día de hoy–. Y también presentamos una denuncia en fiscalía, por presunta prevaricación al haberse concedido licencia de obras a partir de un acto administrativo nulo; ya que el mismo partía de la injustificada desprotección de un edificio catalogado, algo que reiteradas sentencias del Tribunal Supremo han censurado por ser un proceder contrario a derecho.
En esta ocasión, la fiscalía trasladó nuestra denuncia al juzgado de guardia, el cual decretó la paralización cautelar de obras. Pero de inmediato, H10 Hoteles solicitó el levantamiento de dicha suspensión, y como la plataforma no se personó en la causa –ante la imposibilidad de depositar una fianza de decenas de miles de euros para mantener la paralización–, el juez accedió a que continuaran las obras.
El día programado, la “vieja pensión en ruinas” resistió durante siete horas los embates de la maquinaria del siglo XXI; cuando lo normal en estos casos es que las tareas de demolición no lleguen a dos horas. Y ello a pesar de que varios periodistas sin escrúpulos éticos, habían alertado durante años sobre el “elevado riesgo de colapso inminente, que ponía en peligro a los malagueños”. Por supuesto, nunca existió declaración oficial de ruina técnica del palacete.
Esto fue así porque además de los potentes muros de mampostería de primera calidad –no olvidemos que los dueños del palacete eran los adinerados Condes de Benahavís, propietarios de altos hornos, entre otros negocios–, el edificio reveló, para sorpresa de arquitectos e ingenieros, una muy sólida estructura de vigas de acero “doble T” en todas sus plantas. Algo revolucionario para las técnicas constructivas de finales del siglo XIX, y cuyo uso no sería habitual en España hasta bien entrado el siglo XX.
En esta ocasión, la fiscalía trasladó nuestra denuncia al juzgado de guardia, el cual decretó la paralización cautelar de obras. Pero de inmediato, H10 Hoteles solicitó el levantamiento de dicha suspensión y el juez accedió a que continuaran las obras.
No extraña que la alta calidad de este edificio llevara al Gobierno Civil, la más alta institución del Estado en la ciudad, a elegir el palacete de Strachan como su sede administrativa temporal –amén de residencia personal del Gobernador–, durante la década de 1920, mientras se realizaban las complejas obras de reconstrucción del incendiado Palacio de la Aduana.
Pero ni los valores técnicos, históricos y artísticos, ni las múltiples acciones de defensa, sirvieron para nada. La Historia de Málaga acabó en una montaña de escombros y el mes de abril comenzó con todo el sector urbano arrasado y convertido en un gigantesco solar del paraíso.
Terminamos este breve resumen de acontecimientos –hay muchos detalles más, pero no caben en este escrito–, con el triste consuelo de saber que la etiqueta #RIPLaMundial fue aquel día trending topic en Twitter.
Jornada que engrosará la larga lista de desmanes urbanísticos malagueños, en un centro histórico que, tan solo en lo que llevamos de siglo XXI, ha visto demolidos uno de cada cuatro edificios centenarios. Y ello a pesar de la teórica protección legal de este sensible sector de la ciudad de Málaga.