Infancia
Alicia Murillo: “Una mujer adulta es una persona opresora respecto a la infancia”
El feminismo de hoy en día es adultocentrista porque solo defiende a las mujeres adultas. Así lo denuncia Alicia Murillo, activista feminista, artista y ama de casa que desde hace tres años lidera el proyecto Becas La Caja de Música, destinado a niños que han sufrido maltrato por parte de su padre o madre.
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Alicia Murillo (1975, Sevilla) se define como artista —múltiple e indisciplinada—, activista feminista y ama de casa. Su vida escapa de identidades rígidas y etiquetas. Es música, madre, humorista y cristiana. También es la creadora de las becas la Caja de Música, para que niñas y adolescentes en riesgo de exclusión social aprendan música en la Sala Mera, un proyecto ubicado en el barrio de Triana, en Sevilla.
Hace 12 años que tomó “conciencia política” de las violencias que sufre la infancia. Ser madre fue el detonante que arrasó con todo y le hizo recordar: lo que había vivido, lo que había interiorizado, lo que había perdonado. Defender la infancia, afirma, es un proceso de auto sanación. Lo contrario, es justificar toda la violencia que recibiste de pequeña. Para Murillo solo hay dos opciones: ampararnos en el privilegio adulto y seguir maltratando —“a mí me pegaban y no estoy traumatizado”— o poner fin. Decir: “No, mis hijos no lo van a vivir”.
Violencias adultocentristas
La familia y la escuela son dos de los principales focos de violencia contra la infancia, afirma Murillo. Pero no son los únicos. También se ejerce desde la presidencia del Gobierno y se sufre en los ambulatorios, donde no existen espéculos para niñas. “Cuando se quiere comprobar si han sufrido violencia sexual, es imposible”, explica. El nuestro es un mundo diseñado para adultos. Desde el tamaño de los objetos hasta la propia arquitectura de las ciudades, en las que, denuncia, no hay espacio para que los niños corran libremente: “Los coches lo han invadido todo”.En el origen de estas violencias sitúa el adultocentrismo: “El privilegio que tienen las personas mayores de edad respecto a la infancia”. Así lo apunta en uno de sus posts, en el que afirma que no se maltratata a los niños desde la opresión —ser drogodependiente, tener una enfermedad mental, estar desempleado o ser inmigrante—, sino desde el privilegio: ser adulto.
Por eso, a Murillo le parecen una manipulación las declaraciones del portavoz de Vox en el Congreso afirmando que las mujeres asesinan más a los niños. En sus perfiles en redes sociales, contestó: “Las mujeres no maltratan a menores por ser ellas mujeres, los maltratan por ser adultas”. Y lo hacen en proporciones muy similares a los hombres. Pensó muy bien esta respuesta, explica, porque no quería entrar en su juego, pero tampoco “tirar balones fuera” como las feministas que responden “no, los hombres más”. En las historias que ha conocido en su aula de música, las cifras están bastante igualadas. Aunque, eso sí, existe un estilo masculino y otro femenino: “Los padres son abandonadores y abusadores sexuales; las madres ejercen violencia física y psicológica”.
Entre todas las violencias que sufre la infancia, Murillo señala el abandono como la más común, la más invisibilizada y, también, una de las peores porque, según explica, es muy difícil de tratar. Crea una dependencia que muchos no superan, ni siquiera en la edad adulta: “Toda su infancia queda en stand by, esperando a sus padres, pensando: ‘Van a venir a por mí’”. Incluso rechazan a familias de acogida. Para Murillo, esa esperanza lo rompe todo porque crecen sin la oportunidad de restaurar males.
Afirma que el problema es que no vemos a los niños como seres humanos, sino como proyectos de seres humanos. Solo así se entiende que ignoremos sus protestas. Porque el activismo infantil existe, pero no lo estamos reconociendo. Murillo sugiere ir en septiembre a la puerta de un colegio. Allí encontraremos niños y niñas que se agarran a las piernas de sus madres para no entrar y eso, sostiene, es “resistencia pasiva”.
Poner infancia (y cuidados) en el centro
“La infancia es uno de los colectivos menos escuchados”, insiste Murillo. No hay herramientas ni plataformas suficientes para defenderlos. Ni si quiera en los movimientos sociales, de los que están excluidos desde el momento en que no pueden participar en los espacios de activismo. Hay que cambiar horarios y formas de organización, afirma, para que los niños y niñas tengan voz.También, dentro del feminismo. Murillo denuncia que el movimiento está constantemente definiendo qué es una mujer, sin tener en cuenta a las niñas. Su objetivo es incluir la reflexión de la edad en este debate. Plantea que si pensamos solo en adultas cuando decimos mujeres o legislamos sobre mujeres, o hacemos activismo en defensa de los derechos de las mujeres, tenemos que revisarnos porque la figura de mujer lleva intrínseca la opresión de edad. Por eso, denuncia que hoy el feminismo es adultocentrista: solo defiende a las mujeres adultas y no tiene en cuenta el hecho de que una mujer adulta es una persona opresora respecto a la infancia. En las reivindicaciones del 8 de marzo, continúa, no se defiende a las niñas. Salimos a defender nuestros derechos, pero no nuestros deberes y, “como mujeres y activistas, tenemos muchísimos”.
Cuidar es uno de ellos. Murillo explica que tanta imposición de la maternidad y tanto “justísimo activismo en contra” han hecho que confundamos maternidad con cuidados. Está estupendo que las mujeres no estemos obligadas a ser madres, subraya, “pero todo el mundo tiene que cuidar”. En eso, el ecofeminismo da la clave, afirma: una sociedad solidaria es la que pone los cuidados en el centro.
Así ocurre en la Sala Mera, un espacio multidisciplinar dedicado a la infancia y al feminismo. Allí aprenden los niños y niñas del programa Becas la Caja de Música, una iniciativa destinada a menores en riesgo de exclusión social que, gracias a las aportaciones de los mecenas y al trabajo de Alicia Murillo —creadora del proyecto y profesora—, cumple su tercer año. La música no hace milagros, pero tocar en grupo “ayuda a que confíen unos en otros”, explica. Y estos niños necesitan volver a confiar, porque han sufrido la gran traición de sus vidas: ser maltratados por su padre o su madre.
La infancia no solo es protagonista en los ensayos de música, sino también en los talleres y charlas feministas que la Sala Mera organiza. Para que los niños y niñas estén a gusto, han apostado por cambiar arquitectónicamente el concepto de espacios: en lugar de sillas, se utiliza una alfombra grande con cojines y juguetes. Además, hay un patio sin coches al que pueden salir a jugar y las asistentes han acordado turnarse para acompañarlos. Así, explica Murillo, ninguna madre tiene porqué perderse toda la charla.
“Como activistas, no podemos pasar por encima de los derechos de otros colectivos”, concluye Murillo. Especialmente si son dependientes: ancianos, enfermos, niños… “La revolución feminista hay que hacerla bien o, ¿qué queremos? ¿convertirnos en hombres?”, cuestiona. Rotunda, niega: “Yo no tengo ningún interés; yo no quiero ser la Merkel”.
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