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Cine
Lucía Delgado y Tábata Cerezo: “Las escenas de intimidad van mucho más allá del sexo”
La primera escena de Querer, la serie de Alauda Ruiz de Azúa, es esencial, porque sirve encajar el puzle de una serie valoradísima por la sensibilidad con la que pone en la mesa la violencia sexual dentro de la pareja y el consentimiento. Y es un ejemplo de lo que cuentan Lucía Delgado y Tábata Cerezo: cómo una escena de sexo puede servir a la trama y a la construcción de los personajes. Ambas son coordinadoras de intimidad, es decir, se ponen al servicio de una historia audiovisual para acordar, delimitar y construir escenas que pueden suponer situaciones de especial vulnerabilidad a los actores y actrices por contener desnudos, contacto o, claro, sexo.
El rol de la coordinación de intimidad llegó a España de la mano de plataformas como Netflix y heredado de una industria pos MeToo en EE UU que empezó a tomarse en serio la seguridad en los rodajes. “Se introduce para cubrirse y que no haya denuncias”, explican. Aquí, en cambio, las productoras no tenían ese miedo “y tampoco queríamos que nos contrataran únicamente por miedo”. “Creo que esto es algo que hemos conseguido, que entiendan que hay beneficios también a nivel creativo”, explican.
Tras su entrada a través de las plataformas, el rol se ha ido haciendo un hueco. Hasta el punto de que Intimact, la empresa que ellas fundaron en 2021, ha participado en más de 80 rodajes que incluyen series y producciones de cine grandes y pequeñas. Hablamos con ella después de conocer el informe de CIMA que dimensiona el alcance de la violencia sexual en la industria y recomienda, entre otras muchas cosas, normalizar en los sets de rodaje esta figura.
¿Qué es Intimact y cuándo lo creáis?
Lucía Delgado: Intimact es el proyecto que tenemos Tábata y yo juntas y que creamos en 2021. Para nosotras tenía sentido hacerlo así, porque venimos de ser actrices, nos conocemos desde hace casi 15 años y éramos ya muy amigas. Nos formamos cuando Netflix organizó una formación internacional para coordinadores y coordinadores allá donde todavía no estaba establecido el rol. Nos pareció que tenía sentido hacerlo en conjunto, aunque esto era un trabajo que se venía haciendo de forma individual, como profesionales freelance que asistían a la producción. Nosotras decidimos empezar a hacerlo en equipo por un montón de razones. Primero, porque ya nos conocíamos y sabíamos que podíamos trabajar juntas. Segundo, porque entendíamos que la responsabilidad del rol es mucha y dos cabezas piensan mejor que una. Y luego también porque los rodajes cambian de fecha todo el rato, y también es una cuestión de logística.
Tábata Cerezo: Fuimos las pioneras en ese momento con Maitane San Nicolás, Rebeca Medina y Lola Clavo. Entonces fundamos AESCI [Asociación Española de Profesionales de la Coordinación de Intimidad] porque también nos dimos cuenta de que necesitábamos sentar una base común para que el rol se asentara a nivel profesional y que nos tomaran en serio en la industria y compartiéramos una ética común.
¿Qué se necesita para ser coordinadora de intimidad actividad? ¿Qué os habilita a vosotras para serlo?
T. C.: Se necesita, creo, venir ya con un conocimiento de la industria fuerte. Nosotras habíamos trabajado en diferentes departamentos técnicos detrás de la cámara y ese híbrido es importante: poder entender el trabajo actoral y tener empatía sobre cómo es sostener con el cuerpo ese tipo de escenas. Y por otro lado, tener mucho conocimiento de cómo funcionan el resto de departamentos técnicos, porque al final nosotras no trabajamos solo con los actores, tenemos que tener una comunicación muy clara con los directores de foto, con los operadores de cámara, por supuesto con los directores, entender cómo puede ser el montaje de esas secuencias. Hacemos mucha coordinación con muchos departamentos, por eso insistimos mucho en que no somos coaches de intimidad sino coordinadoras. Y Luego tener una formación muy rigurosa. En nuestro caso, la formación que hicimos es de más de cien horas. La parte teórica es muy grande, no solo de la naturaleza del audiovisual y del rol, sino de consentimiento, de dinámicas de poder, de resolución de conflictos, de trabajo con menores, que es la parte quizá más desconocida del trabajo. Y luego una parte de trabajo durante las formaciones muy técnico, porque al final es muy parecido a la coordinación de acción.
L. D.: Esto no quiere decir que, por ejemplo, sea necesario tener una carrera de Psicología o que los candidatos ideales sean sexólogos o psicólogos, porque al final, como decía antes, no dejamos de ser un departamento técnico en el audiovisual. Y lo más importante al final es entender un set de rodaje y saber moverse. Nosotras nunca vamos a entender desde un punto de vista de la psicología, pero sí tenemos un título de primeros auxilios en salud mental para atender posibles crisis puntuales y saber derivarlas si es necesario.
¿Qué es una escena de intimidad?
L. D.: Las escenas de sexo son el 80% de nuestro trabajo, pero las escenas de intimidad al final van mucho más allá. El concepto de intimidad es algo muy subjetivo. Nosotras tenemos que tener unos mínimos claros para saber, cuando recibimos un guión, en qué trabajamos y qué dejamos fuera. Estas escenas son aquellas que tienen contacto físico entre los intérpretes, ya sea de carácter sexual o no. Por ejemplo, una consulta médica donde hay mucho contacto o desnudez, un parto... También escenas con menores, aunque no sean de carácter sexual, porque no podemos dar por hecho que que les niñes pueden estar familiarizades con el contacto físico con personas que no son de su entorno. Escenas de desnudez o semidesnudez. Y luego escenas con especial exposición, por ejemplo de carácter escatológico. Un striptease, por ejemplo, puede tener contenido sexual, aunque no haya ningún contacto físico… Y luego, por supuesto, siempre abordaremos las escenas de violencia sexual y ahí solemos trabajar también en conjunto, con coordinación de acción o con una terapeuta en set, dependiendo de la naturaleza.
El informe de CIMA indica cómo el rodaje de escenas sexuales en general puede generar situaciones en las que el consentimiento ha sido obviado o forzado, exponiendo a las actrices a agresiones reales durante el rodaje. ¿Cómo se puede producir agresión a través de una escena íntima? ¿Qué pasa en una escena para que se pueda dar una agresión sexual delante de una cámara?
T. C.: Para mí es importante mencionar que creo que ha sido raro que esto suceda. Ha habido casos atroces y posiblemente muchos testimonios que nunca han salido a la luz. Pero no es algo que sucediera con mucha probabilidad. Creo que los casos donde han aparecido violencias durante rodajes han tenido que ver con un canal de comunicación que no estaba funcionando. Hay dos escenarios: puede ocurrir porque haya habido mucha torpeza, porque nadie ha contado con la vulnerabilidad de esos cuerpos ahí. ¿Qué pasaba antes? Que se lanzaba a los actores a hacer escenas con un tanga pegadito y, a las personas con pene, con un calcetín, literal, enganchado al pene, y se les dice ponte ahí y simula que tienes sexo. Entonces, se produce lo que suele llamar petting de forma coloquial, y petting es sexo. O, de pronto, el cámara dice: “Es que se ve, es que se nota”. Y, en esa situación de estrés, te acabas quitando la protección. Se acababan dando situaciones que podían ser de mucha violencia para los cuerpos involucrados porque estás viéndote forzada por el contexto a tener una situación de carácter sexual con una persona cuando tú no lo has decidido. Eso creo era un escenario donde había mucha torpeza. Y, luego, sí, ha habido situaciones donde creo que ha habido un mal uso del poder con la intención de conseguir resultados artísticos. ‘El último tango en París’ es el caso más claro, donde hay una manipulación del consentimiento de las personas.
Venimos de un momento en la industria donde se entendía que las personas que se ponían delante de la cámara regalaban su cuerpo a la producción (Lucía Delgado)
L. D.: También venimos de un momento en la industria donde se entendía que las personas que se ponían delante de la cámara regalaban su cuerpo a la producción, al proyecto, a la película y que así es lo como debía ser. Y más si había una persona detrás de la cámara que se consideraba genio. Todo esto mezclado con lo que dice Tábata: dinámicas de poder, una industria precaria para los intérpretes. Partiendo de esas situaciones, y no teniéndolas en cuenta, se daban situaciones terribles.
Vosotras habláis de “sexo simulado” y explicáis que las escenas de sexo se coreografían. De hecho, lo comparáis con las escenas de acción...
L. D.: Nosotras lo que trucamos es el contacto genital. Pero, claro, poner a dos cuerpos, incluso con sus protecciones genitales, es una cosa muy técnica y que está coreografiada. Hay veces que estarán más marcados los movimientos y hay veces que menos. Pero, en ese sentido, con dos cuerpos en contacto, en desnudez, lo que se puede llegar a considerar sexual va mucho más allá. Por eso las escenas íntimas cobran ese nivel de importancia y tienen ese nivel de vulnerabilidad para los cuerpos, aunque estemos nosotras. Nosotras siempre hablamos de mitigar riesgos, no de eliminarlos.
T. C.: Por ejemplo siempre trabajamos con protectores genitales, no solo con tela, sino con protecciones de plástico, como las coquillas de deporte, para aislar el roce. Son piezas que simulan desnudez por cámara, pero donde siempre la zona genital si va a haber contacto está protegida y hay una barrera.
Habéis mencionado El último tango en París, de Bernardo Bertolucci, película tristemente conocida por la escena en la que Marlon Brando agrede sexualmente a Maria Schneider es una escena en la que la actriz no sabía lo que iba a ocurrir porque el director buscaba una reacción espontánea…
T. C.: Si nos la llevamos a otro tipo de escenas, de nuevo, a la violencia, sería evidente el nivel de terrorismo de intentar hacer eso: como quiero una reacción real, entonces te voy a quemar. Por suerte, yo creo que esto ahora nos parece una barbaridad.
L. D.: Pero yo creo que en el fondo sigue instalada involuntariamente en la cabeza de mucha gente una confusión entre realista y real, y hay poca confianza o poco entendimiento de cuál es la técnica del actor. También, desde mi punto de vista, poca maña a la hora de dirigir actores, a veces, para conseguir esas eso que llaman reacciones realistas, pero de una forma ficcionada.
T. C.: Cuesta mucho desmontar, también en las escuelas, la creencia de que, como nuestro instrumento de trabajo es nuestro cuerpo, uno pone el cuerpo al servicio de la película, de la visión del director, y que ese es tu trabajo como actor. Nosotras escuchamos esto cuando hablamos con actores quizá más antigua escuela. Hay un poco de lío también sobre cómo se entiende lo actoral. Hace muy poco se nos llamaba ‘muñecos’ en el set de rodaje, actores en la jerga del audiovisual.

Decís que no es frecuente que se pueda producir una agresión sexual en una escena de intimidad. Pero, más allá de la agresión, sí es un espacio donde generar inseguridad, presión, maltrato psicológico… como advierte el informe del que hablábamos. ¿De qué manera vuestra presencia puede mitigar esto?
L. D.: El proceso de trabajo de coordinación de intimidad está diseñado y desarrollado para evitar que se den situaciones como estas de las que venimos hablando. Al final, lo que hacemos es anticiparnos a todas las posibles problemáticas, establecer un canal de comunicación muy claro entre todas las partes, de forma que nada pueda dar lugar a malentendidos. Tratamos de equilibrar las dinámicas de poder. Esto no quiere decir que, por el hecho de aparecer en el rodaje, las hagamos desaparecer, sino que somos conscientes de ellas. Estamos entrenadas para aparecer como medios de producción e intérpretes. Pero muchas veces también ocurre que al final acabamos siendo nosotras la diana de esa dinámica de poder.
¿Creéis que se os puede ver como policías de la intimidad que van a controlar lo que ocurre en el rodaje?
L. D.: Cada vez menos, lo que es normal, porque no había experiencia, nadie la tenía. Entonces había solo la creencia. Creo que también ha tenido mucho que ver con cómo nosotras hemos entendido el trabajo y hemos tratado de trasladarlo a una industria española, porque sí que es cierto que no teníamos referencias. Tenemos la formación, tenemos el contexto sajón, y lo hemos tenido que adaptar y trasladar y comunicar a la industria española.
T. C.: Hemos tenido mucha suerte, porque al final nosotras lo hacemos es poner el consentimiento encima de la mesa, y este rol ha aparecido en un momento en el que el consentimiento se estaba entendiendo de una manera mucho más profunda en nuestro contexto y también nos apoya una legislación. En el caso de nuestras secuencias, es que si tú tienes a una actriz que está diciendo que no le apetece que haya contacto en el trasero y lo haces, se entiende que está habiendo una agresión contra el consentimiento de esa persona, por mucho que sea actriz y haya una cámara.
A veces estas escenas están muy bien diseñadas en guion y otras veces pone “María y Manuel tienen sexo”, y ahí es donde nosotras también tratamos de aportar (Tábata Cerezo)¿Es compatible la coordinación de intimidad con la libertad creativa?
L. D.: Desde luego, creo que eso es de lo que más nos ha costado o hemos tenido que desmontar. Desde luego, es perfectamente compatible. De hecho, insistimos mucho en que todavía da más posibilidades de libertad creativa. Porque al final lo que aportamos es un marco claro, con unos límites claros. Somos expertas en aportar posibilidades narrativas y, sobre todo, generamos el tiempo y el espacio en toda esa preparación y en los ensayos, que antes rara vez se ensayaban estas escenas y se tomaban decisiones realmente pensando en los personajes. Entonces generamos ese tiempo y espacio para darle a esas escenas todas las posibilidades que tenemos. Para nosotras siempre va a ser una oportunidad. Tenemos la oportunidad de contar cosas de los personajes que quizá no vemos en otras escenas y vamos a tratar de que nunca se sientan gratuitas, también de que sean diferentes unos de otras. Muchas veces tenemos cinco, seis escenas con una misma pareja en un proyecto. ¿Qué cosas son importantes en cada escena que cuenta? Creo que la libertad expresiva va mucho más allá. Y siempre hacemos también el símil: el guión también es un marco, también da unos límites, y eso no nos resta capacidad creativa con esa historia. Lo mismo con las escenas íntimas.
¿En qué fases intervenís y de qué manera?
T. C.: Nosotras nos incorporamos en la preproducción, como otros departamentos. Hacemos nuestra lectura de guión, el desglose de todo lo que sería intimidad y tenemos una primera conversación con la persona que dirige para entender cómo se lo está imaginando. Y con esa información vamos a tener conversaciones privadas con el reparto involucrado. Y entonces vamos recogiendo esa información para poder dibujar un terreno de juego con la visión creativa de los directores y los límites que puedan existir buscamos posibilidades expresivas para armar esa escena. Y luego nos vemos en ensayos, ya habiendo puesto en común la información para hacer el diseño creativo de esas escenas. A veces ponemos más en juego nosotras, otras tienen una idea muy clara. A veces estas escenas están muy bien diseñadas en guion y otras veces pone “María y Manuel tienen sexo”, y ahí es donde nosotras también tratamos de aportar. En ese caso, nosotras vamos a hacer muchas preguntas y a traer muchas propuestas a la mesa para tratar de sacar esas escenas de imaginarios quizá más hegemónicos. Intentamos definir, entender para qué está esa escena en el guion, qué nos puede ayudar a contar de los personajes y desde ahí tomar decisiones que sean más genuinas o más expresivas. Entonces armamos esas coreografías o pactos en ese ensayo de forma más técnica. Y luego acompañamos el rodaje para asegurarnos que está funcionando por cámara y atendemos posibles circunstancias que se puedan dar el día de rodaje.
Nuestro objetivo no es que lo pasen genial en estas escenas, pero lo cierto es que poniendo el foco en la narración, en lo actoral, muchas veces sí ocurre que les apetece mucho contar ese momento de los personajes y eso es muy bonito (Lucía Delgado)
¿Cómo es el consentimiento para un actor en una escena de intimidad?
L. D.: La forma en la que lo trabajamos desde coordinación de intimidad a nivel mundial, es desde un acrónimo que viene de Planned Parenthood, Estados Unidos: FRIES [Free, Reversible, Informed, Enthusiastic, Specific]. El consentimiento debe ser libre, es decir, sin coacción, y hay que entender como coacción por ejemplo el hecho de que haya, por ejemplo, todo un equipo esperando y que no haya tiempo para meditar una respuesta. Debe ser reversible, que esto siempre es un punto que era un poquito tricky, nosotras lo traducimos como “continua”, es decir, que no por el hecho de darse en un momento ya queda secuestrado. También específico, es decir, para las escenas en concreto.
T. C.: Y queda entusiasta, que nosotras lo solemos traducir al castellano como “dado con convicción”.
L. D.: Nuestro objetivo no es que lo pasen genial en estas escenas, pero lo cierto es que poniendo el foco en la narración, en lo actoral, muchas veces sí ocurre que les apetece mucho contar ese momento de los personajes y eso es muy bonito.
¿Algún ejemplo significativo de cómo habéis intervenido en algún rodaje?
L. D.: La escena de Querer con la que arranca la serie, últimamente la estamos revisitando mucho.
T. C.: La serie arranca con una escena de sexo del hijo con una amiga suya. Y era una escena importante porque había que contar un encuentro donde, sin diálogo, quedase muy claro lo que es una relación sexual placentera para ambas partes, donde ambas personas están involucradas, en donde existe un consentimiento no verbal.
L. D.: Era muy importante porque abría la serie y porque no había más escenas de sexo después y podía llegar a quedar descontextualizado. Ahí lo que, lo que hicimos fue muy guay porque fue un trabajo en conjunto y porque Alauda entiende vuestro rol perfectamente… Por lo que pudimos podemos poner las herramientas expresivas que nosotras tenemos y nuestra capacidad de coreografiar, pero con lo que ella tiene en mente y lo que quiere contar.
Lo que puedo recordar es que se miran mucho, hay mucha complicidad…
T. C.: Esto es, y quedaba ya muy claro en guion. Esa escena me parece un súper ejemplo cuando aparece todo este prejuicio de que si hay coordinación de intimidad, luego las escenas van a ser mecánicas y los actores van a estar tensos. Ese es un claro ejemplo de una escena súper realista donde parece que esté habiendo una relación sexual espontánea. Y hubo dos ensayos, aparte de muchas conversaciones, estaba todo muy registrado. Hubo mucho trabajo alrededor de diseño y eso hace que sus cuerpos estén tan relajados que parece que no hay coreografía detrás porque ya se ha establecido una comunicación, una confianza entre esos cuerpos que saben qué tienen que hacer.
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¿El rol de la coordinación de intimidad se da a conocer en las escuelas?
T. C.: Hay algunas escuelas que se están abriendo a hacer un taller puntual con nosotros de vez en cuando y a introducir el rol, escuelas más pequeñas o menos o menos con menos nombres.
Es decir, ¿un alumno o alumna puede pasar todo el itinerario de formación de la RESAD sin haber escuchado hablar de la coordinación de intimidad?
T. C.: Hasta donde nosotros tenemos conocimiento, sí.
Otra de la películas en las que habéis trabajado es Creatura, de Elena Martín, donde hay una escena en la que la protagonista, cuando tiene 15 años, está chateando por messenger con gente que se supone que al otro lado estaba masturbándose. ¿Cómo intervenís ahí?
L. D.: Básicamente lo que hacemos ahí es asegurarnos de que esa persona no está viendo la pantalla realmente, que sea algo que se se monta y parezca muy realista, pero que no está expuesta a esas imágenes en rodaje. Esto no es que queramos ser ingenuas, no damos por hecho que las personas de 14, 15, 16 años no han estado expuestas a ese tipo de imágenes porque somos conscientes del mundo en el que vivimos, pero, como director o directora, tengo que asegurarme de que en este espacio, que es un espacio laboral, yo no expongo a esos menores a ese contenido. Tenemos que asegurarnos de que esas personas entren y salgan de ese rodaje intactas, que ese desarrollo no se haya visto condicionado.
Somos muy conscientes del impacto tan grande que tiene en los imaginarios aquello que vamos a representar en las pantallas, especialmente si son escenas íntimas (Tábata Cerezo)
¿Qué otros trabajos destacaríais?
T. C.: Entramos en Élite en la sexta temporada y hemos hecho las seis, las siete y ocho. Antes de entrar nosotras no había coordinación de intimidad. Y todo el mundo sabe que es una serie con muchísimo nivel de contenido íntimo, con actores muy jóvenes involucrados, siempre mayores de edad. Fue un reto y ha sido una gran escuela. Otra producción que para nosotras también tuvo mucho sentido fue Zorras, pero que venía de unas novelas de Noemí Casquet, que va sobre la exploración sexual de tres amigas. Para nosotras fue una producción importante en este momento, porque confiaron mucho en nosotras y nos dieron mucha libertad creativa. Pudimos hacer escenas íntimas que no se venían viendo en la ficción española para nada, entre cuerpos muy poco normativos. Y fue un aprendizaje también porque tuvimos que explorar mucho y aprender mucho también sobre el BDSM, sobre sexualidades menos hegemónicas. Sabemos que las decisiones finales no están en nuestra mano, pero sí vamos a hacer todo lo posible por poner encima de la mesa temas importantes, por tratar de abrir un poco la mirada o el imaginario. Por ejemplo, en series adolescentes siempre vamos a proponer: “¿Oye, podemos meter un condón?”. Porque eso no va a estar escrito muchas veces, pero son detalles que van a hacer que aquellas imágenes que se quedan para la posteridad y puedan ir construyendo una sexualidad que nos represente a más gente, que tenga un poco más de conciencia que que abra imaginarios hacia lugares menos reduccionistas. Somos muy conscientes del impacto tan grande que tiene en los imaginarios aquello que vamos a representar en las pantallas, especialmente si son escenas íntimas.
¿Cómo es la coordinación de intimidad en el porno?
T. C.: Nuestra formación es para sexo simulado. Sabemos mitigar el riesgo de dos actores que están simulando tener relaciones. En la industria del porno hay coordinación de intimidad, empieza a haber compañeras que hacen coordinación de intimidad en explícito, pero son otras herramientas.
L. D.: Sí es verdad que en proyectos de ficción en los que sí hemos estado ha habido escenas de explícito o de sexo menos simulados, con actores de explícito. Y entonces hemos incorporado una compañera especialista que es Paulita Papel..
¿La coordinación de intimidad es una figura que considerais es feminista?
L. D.: Yo creo que sí.
T. C.: Claro, ¿cómo no va a ser feminista?
¿En qué sentido lo es?
L.D.: Nunca nos lo han preguntado así. Sí nos han preguntado si es para las mujeres...
T. C.: Es un prejuicio muy establecido que la coordinación de intimidad solo está para las actrices, y es mentira. Hay producciones donde dicen: “Aquí no hace falta que estéis porque es una escena de sexo homosexual entre dos hombres”, presuponiendo que no existe vulnerabilidad en ese escenario o que las personas con pene no se han visto expuestas a situaciones de violencia sexual, que yo creo que esto es también algo muy importante. El informe de CIMA habla solamente de datos y de testimonios de mujeres, pero hay una realidad también muy invisibilizada de la violencia sexual entre hombres, que también existe en la industria audiovisual y existe de forma muy rápida y muy potente. Y dinámicas de poder muy fuertes y actores muy vulnerables, muy jóvenes, a los que también se les está cosificando mucho en el audiovisual.
L. D.: Sobre si es feminista o no, claro, la coordinación de intimidad nace inevitablemente ligada al movimiento que tiene que ver con el feminismo en un momento muy concreto. Luego se instala también en España, creo, gracias a la fuerza que tenía el movimiento feminista y de dónde veníamos. Pero creo que bebe mucho de cómo está el feminismo de acostumbrado a pensarse y a reflexionar sobre diferentes estructuras en diferentes espacios laborales, dinámicas, sociales.
T. C.: También creo que depende mucho de quien lo aplica, porque al final es un rol técnico.
T. C.: Nosotras lo vamos a aplicar desde una consciencia feminista interseccional. Quizá hay compañeras, compañeres que no responderían esto.