Servicios públicos
La lección de Olof Palme, las ayudas para la compra de gafas y el transporte gratuito

Al político Olof Palme se le conoce por ser uno de los grandes impulsores del Estado del Bienestar sueco, por acoger a exiliados de las dictaduras latinoamericanas, desertores norteamericanos de la guerra del Vietnam, por haber salido incluso él mismo por las calles de Estocolmo, en modo “hombre anuncio”, a recaudar fondos para los presos políticos españoles, y por haber sido asesinado una noche de 1986 cuando daba un paseo con su esposa. La pareja salía del cine, no llevaba escolta y los motivos del crimen siguen presentando 40 años después grandes interrogantes.
Olof Palme fue también el autor de una frase de la que a menudo tiran los defensores de los servicios públicos universales: “Un servicio para pobres siempre será un pobre servicio”.
¿Debe tener Juan Roig derecho al tren gratuito?
La advertencia de Palme vuelve a estar de actualidad cuando la derecha, pero también sectores de la izquierda, cuestionan medidas universales, es decir, que no discriminan por renta, como los abonos gratuitos para el transporte público, la matrícula universitaria gratis en algunas comunidades autónomas, las ayudas a la compra de gafas o las prestaciones económicas para la crianza de hijos e hijas.
Frente a la idea de que es más justo que solo reciban ayudas sociales “quienes más lo necesitan”, la apuesta por la universalidad defiende prescindir de la retórica de la escasez y cambiar el concepto “ayuda para pobres” por el de “derecho ciudadano universal”.
“La progresividad y redistribución de la riqueza está en la fiscalidad, no en el consumo del servicio” explica Del Teso
Frente a la crítica de que es injusto pagarle las gafas a una familia con altos ingresos, el filósofo César Rendueles responde “Ya tenemos un mecanismo para ajustar cuentas: la declaración de la renta”. “Si Florentino Pérez quiere operarse las cataratas en la sanidad pública, no debe pagar nada. Lo justo es que él pague más impuestos y el servicio sea común y universal” recordaba recientemente el analista Enrique del Teso.
“La progresividad y redistribución de la riqueza está en la fiscalidad, no en el consumo del servicio” explica Del Teso a propósito de la polémica sobre este tipo de medidas universales que llegó la pasada campaña electoral al debate entre candidatos, cuando Alberto Núñez Feijóo reprochó a Pedro Sánchez que era injusto que Juan Roig, dueño de Mercadona, se pudiera beneficiar de la gratuidad de los trenes de cercanías y media distancia.
Con la burocracia hemos topado
En opinión de Rendueles los defensores de las ayudas por nivel de renta suelen obviar que evaluar si alguien tiene derecho o no a una prestación “también cuesta dinero”. El laberinto burocrático cumple a menudo además otra función oculta: desincentivar la solicitud de las ayudas.
Los datos vienen a reforzar esta impresión sobre los efectos de la “burocracia para pobres”. Según el último Informe de la Situación y evolución de las Rentas Mínimas de Inserción en España y en cada una de las Comunidades Autónomas (2011/2022) presentado este año por la Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales, estas ayudas apenas están llegando a la población a la que está dirigida. En cinco comunidades ni siquiera alcanzan al 2 % de las personas bajo el umbral de la pobreza: Castilla y León (1,7 %), Murcia (1,2 %), Madrid (0,8 %) Andalucía (0,7 %) y Castilla La Mancha (0,3 %).

Los resultados de otras ayudas sociales como el bono eléctrico no son mucho mejores. Según un informe de Intermon Oxfam de 2022, solo dos de cada diez beneficiarios potenciales estaban recibiendo el bono. Todavía más revelador de lo que supone el escalón burocrático para las clases trabajadoras son los datos sobre la ayuda para pagar el recibo de la luz dirigido a las familias numerosas. Mientras el 60 % de los hogares de familia numerosa de ingreso medio-alto recibieron el bono, en los de ingreso bajo apenas un 40% lo percibieron.
Frente a esta “burocracia para pobres” los partidarios de la Renta Básica Universal siempre han defendido que lo más sencillo es también lo más eficaz: una prestación que cobre todo el mundo y que en el caso de las clases más pudientes se devuelva en la declaración de la renta.
Del asistencialismo al Estado del Bienestar
El movimiento obrero logró en la Europa de la segunda mitad del siglo XX pasar del raquítico asistencialismo para pobres a los Estados del Bienestar con prestaciones universales.
El éxito del modelo europeo frente a unos EEUU donde ha seguido primando el modelo asistencial radicó en la universalidad de sus servicios, dirigidos a toda la población, y no a grupos específicos. Los sistemas nacionales de salud son el mejor ejemplo de convertir a todas las clases sociales en beneficiarias de un mismo servicio público.
“Un servicio para pobres siempre será un pobre servicio”. La máxima de Olof Palme cobra actualidad en un momento en el que se está produciendo una estampida de las clases medias a los servicios privados de educación, sanidad y pensiones. Un movimiento que resta masa crítica a la defensa de los servicios públicos, les priva de sus usuarios más exigentes e influyentes, y termina identificando lo público como un gueto para pobres en el que no merece la pena invertir demasiado.
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