Feminismos
¿Recuerdas lo que puede un cuerpo en su encuentro con otro?

A veces un cuerpo puede, pero un cuerpo solo muchas veces a penas puede. El cuerpo ya es la representación del cuerpo, y no tenemos la representación de tantos muertos apilados estadísticamente este último año. Cuerpos no llorados. Desaparecidos unos, exiliados los otros.

Profesora y activista queer-feminista
22 dic 2020 10:03

Aquí estoy otra vez en la sala de espera. El infierno en la Tierra son las
salas de espera. Aquí sabes que nada depende de ti, solo puedes esperar
a que te llamen: “712213”. Aquí no tienes nombre, la confidencialidad
es anónima. ¿Dónde está el 666? ¿Estoy sentado frente a él/ella?
Tal vez 666 sea la mujer demente que cambia frenética los canales de televisión.

D. Jarman, Blue

No sé qué y de qué manera escribir. Es como si se hubiese construido un mundo adaptado al lenguaje, un mundo misterioso que pide, me pide, un nuevo lenguaje para ser contado. No cuadra y no cuadro. No atino. ¿Inadaptada, anómica o traumada? La memoria de una sociedad, de una ciudad, de un barrio o aldea que se depositaba en libros, o en tantas fiestas, manifestaciones y conversaciones mantenidas, está ahora en bancos de datos que interactúan a capricho de un algoritmo, y se reflejan en pantallas zoom y ruedas de prensa televisadas; estas últimas como el principal rito de vínculo social que nos ha unido durante este año pandémico.

¿Y la memoria del cuerpo, será entonces imposible? Ahora que llega el invierno y se me ve el aliento, cada una de mis palabras es un rayo que desaparece sin dejar rastro, o bien se estrella silencioso en la pantalla del ordenador. Estadísticas. Y destellos. Mi mundo es tan irreal, se ha vuelto tan irreal este año, que no encuentro sentidos que me puedan explicar o hacer sentir lo inesperado, lo suspendido en el tiempo, lo sujetado a un espacio. El cuerpo suspendido. En espera de no esperar nada. La sala de espera. Las muertes. Mis muertas.

Los datos de un banco de datos no tienen corazón. Los bancos nunca han tenido corazón. No son donantes. Los políticos tampoco. Se mueven en cualquier dirección o sentido, como las bolas en un bombo. Objetos-mundo, objetos que vagan erráticamente, sin memoria, sin dirección, con jerarquía y frialdad electrónica han tomado el mando y nos explican este nuevo mundo. Nueva normalidad. Objetos-mundo que han desplazado del mundo a los sujetos-mundo. La costumbre de oír contar muertos, como si de un hilo musical se tratara, y nadie aplaude a nada ni a nadie. El duelo invisible. Se han cerrado los balcones. Solo objetos, sin proyecto ni memoria. Las ideas han migrado del suelo que pisaba, el suelo mismo ha desaparecido y la vida perece. Angustia. Dilemas. Falta de respiración. Por la noche todavía no consigo dormir bien y es cuando aparecen esos trozos de ruido recordado. La memoria lejana de lo que fui o fuimos. La memoria lánguida de un 2020 que ya se va.

Ciberactivismo
Hilos comunes: morir, vivir todavía
¿Podemos experimentar, en el contexto actual y a partir de las tecnologías, la creación de redes de apoyo basadas en nuevas formas de contacto?

¿Cuándo estallará este dominio diferido, logocrático, tecnológico, que ha instaurado la nueva normalidad? ¿Regresará con fuerza la vieja topología cuir-feminista? ¿Quiénes los harán posible? Y, sobre todo, ¿cómo se pueden trazar bifurcaciones en este camino que nos transita y nos agota y nos entristece? ¿Cómo franquear el umbral roto de la palabra? ¿Cómo volver a tocarnos, a conectar tantos cuerpos aislados, tantos vínculos eclipsados y empantallados? ¿Cómo dirigirnos hacia otra vida donde respirar sea un derecho social básico e inalienable?

Pensémonos ahora desde la piel, el órgano más extenso que tenemos en nuestro cuerpo. La piel es vital para el organismo, pero lo es especialmente para el organismo social y afectivo. Así, por ejemplo, cuando nos describimos como seres sensibles, lo que queremos decir es que somos conscientes. Los pliegues tactilares sirven para detectar sensaciones de todo tipo; y las sensaciones o la ausencia de ellas son una de las funciones que nuestra subjetividad, nuestra conciencia, utiliza para establecer relaciones, orientaciones, interacciones en el espacio exterior, con l+s otr+s, y en el espacio interior, con nosotr+s mism+s. Es imposible sobrevivir, cultural y biológicamente hablando, sin las funciones que desempeña la piel. ¿Qué pasa cuando de alguna manera se cortocircuitan estas funciones, bio-culturales, de la piel?

La piel, esa gran interface que sabe cuál es la forma de vida más conveniente para un cuerpo, lo que puede un cuerpo con otros cuerpos. Esferas hechas de diferentes materias que ocupan diferentes espacios y proyectan y distribuyen su luz de forma diferente, en fusiones y límites. A veces un cuerpo puede, pero un cuerpo solo muchas veces a penas puede. No puede. El cuerpo ya es la representación del cuerpo, y no tenemos la representación de tantos muertos apilados estadísticamente este último año. El cuerpo expulsado de la comunidad. El cuerpo en la sala de espera que no desespera. Cuerpos no llorados. Sin rito. Desaparecidos unos, exiliados los otros. Traumas de muerte.

¿Cuándo estallará este dominio diferido, logocrático, tecnológico, que ha instaurado la nueva normalidad? ¿Regresará la vieja topología cuir-feminista? ¿Quiénes los harán posible?

Y traumas de vidas: de la misma manera que el derecho nos puede hacer intocables también lo puede hacer el racismo, la xenofobia, el clasismo, la enfermedad, la pobreza, la homofobia y las pandemias; la del sida y, esta última, la del coronavirus, que ha eliminado no solo el encuentro, sino que también ha socavado de nuestra imaginación política lo que puede un cuerpo al encontrarse con otro. La intocabilidad y la tocabilidad marcan fronteras, redefinen jerarquías y posibilidades de ser o no ser, de estar y no estar, de aceptación y rechazo, de invisibilidad o visibilidad, incluyendo la nada aleatoria posibilidad de ser físicamente eliminad+. De vida y muerte. También a través de este gesto, ahora pautado, se redefinen las prácticas del sí, las de amor y rabia, las del sexo y el erotismo, a través de esos nuevos gestos ocultos tras las mascarillas, y mediante una distancia física, social, inmensa. Aumenta la desigualdad. Y se escacharran los vínculos.

Regular el con-tacto. Disuélvanse. La residencia o el archipiélago como instituciones totales. El problema de las fronteras, de las fronteras corporales, así como las formas de proteger los cuerpos se insertan en un modo más amplio que involucra al otro, la forma de relacionarse o evitar al otro. ¿Cómo nos vamos a relacionar después de que William Shakespeare sea el segundo paciente en recibir la vacuna ganadora? ¿Habrá injertos de piel para que no se le noten las cicatrices a su hermana? La idea universal de una naturaleza humana compartida siempre ha supuesto un problema de tacto para occidente, y se manifiesta en conflictos con las poblaciones migrantes, con las mujeres, con l+s gitan+s y con las disidencias sexuales; much+s de nosotr+s podemos ser tocados de manera impune: violadas, asesinadas, golpeadas, explotadas y utilizadas para trabajos que otros no quieren hacer, pero también se nos puede negar el tacto, el abrazo. No me toques. L+s no querid+s del mundo, rechazad+s por sus cuerpos, por su piel, por sus formas y maneras amaneradas que dan cuenta de una etnia, de un origen, de una clase social, de una desviación, de un desorden… seres indocumentados, desahuciados, ambiguos, extraños, indeseables. Todos los muertos son iguales pero un+s más que otr+s.

Tener tacto, una ley del tacto ¿una ley fina, para gente fina? Que permite tocar sin tocar, entrar en contacto sin tener contacto ¿Permanecerá o desaparecerá este juego de espejos, de pantallas? El poder de entrar en contacto o evitarlo; regular el acceso al cuerpo o facilitarlo; cerrar la frontera sur, cerrar las fronteras de la intimidad o abrirlas. Estar sola o estar con otr+s constituye una de las grandes tensiones contemporáneas que tras esta pandemia serán más y más reguladas por el Estado, por el algoritmo. El valor de cada centímetro de piel en oro. La integración del miedo se resuelve con distanciamiento social en un momento donde lo social tendría que ser el pan nuestro de cada día. ¿Bailar un algo-ritmo otro?

Feminismos
Crack Up! Feminismo, pandemia y después
Pensamos, desde una perspectiva feminista, las posibles salidas a la crisis actual en relación a la deuda, la vivienda y los modos de producción

Me pregunto si será posible a partir de ahora una formación social que empiece en el tacto, en tocar a l+s otr+s sin que ello suponga un acto violento. ¿Infringir una norma? Sin duda, una nueva política del con-tacto requiere de una imaginación radical para entender el cuerpo, las dimensiones de la piel, sus usos y abusos. Los afectos y la afectación. Pensar la vida con la muerte y el papel del Estado en dicha gestión. ¿Cómo activar deseo de piel, el deseo de estar junt+s frente a la presencia impuesta, regulada en espacios y tiempos determinados? ¿Cómo instaurar la emoción política y erótica de lo imprevisto?

Ponderemos el dolor. ¿Cuánto pesa cada duelo? Políticas de las heridas y sus marcas: los cuerpos esconden con pudor sus heridas y cicatrices, piden cura y ofrecen ayuda en silencio. Todo silencio es político. Tal vez, a partir de esta manifestación de dolor desprovista de grito, cabe la posibilidad de que lo político tenga su propia reapertura. El primer intento de desestructurar el cuerpo social regulado por el coronavirus, ¿cuál será? Didi-Huberman, en Pueblos expuestos, pueblos figurantes, se refiere al recelo permanente y generalizado que producen los agrupamientos desordenados de cuerpos y cómo este recelo está inscrito en un ancestral temor a la plebe. En silencio, procedan a desordenarse.

Instauremos una nueva toma de con-tacto que tenga como horizonte erótico nuevas relaciones de convivencia alejadas de la violencia y el odio al otro, del temor y la obediencia. Políticas de la desobediencia ¿Qué memoria nos puede impulsar a recordar e insistir en esa posibilidad? La historia de los movimientos feministas, de disidencia sexual y de las minorías étnicas y de inmigrantes marcan en el Reino de España esta tensión: en sus propias luchas se inscriben los efectos de esas dobles y triples exclusiones del orden del género y sus binarismos, del orden heterocentrado y racista y sus instituciones. Kapital Killer. Para poder sobrevivir han, hemos practicado una queerporeidad permanentemente en fuga. Figuras anormales y disruptivas que no solo mueven su cuerpo sino que, al hacerlo, también se agitan en sus cuestionamientos, sus ideales, sus históricas desobediencias. Políticas de la piel, políticas corporales, políticas del con-tacto para una nueva anormalidad. Poner el cuerpo, poner el cuerpo ante l+s otr+s es, en primera instancia, producir un habeas corpus festivo; he aquí el cuerpo de l+s confinad+s, de l+s enferm+s, de l+s muert+s, de l+s olvidad+s en las Residencias de mayores, de l+s cuidador+s, de l+s desposeid+s, de l+s que viajan en metro todas las mañanas de sur a norte, de l+s trabajador+s sexuales, de l+s agricultor+s, de l+s que llegan a Canarias y de los que viven, sin luz, en la Cañada Real, de l+s encerrad+s en cárceles, en CIES… Cuerpas del mundo, ¡uníos! Tejido epiletial. Hacer comparecer los cuerpos públicamente en su desnudez y en su contigüidad, instaurando una nueva Comunidad. ¿Cómo se puede restablecer la figura (post)humana, tras meses de confinamiento? ¿Cómo se puede restablecer un cuerpo herido por la enfermedad, el aislamiento, el trauma?

Instauremos una nueva toma de con-tacto que tenga como horizonte erótico nuevas relaciones de convivencia alejadas de la violencia y el odio al otro, del temor y la obediencia.

Solo en la muchedumbre, en la multitud, el individuo se libera de la fobia a tocar y a ser tocado, al contacto que regula usualmente sus relaciones con los otros. Renunciemos a la habitación propia con su balcón privado en pro de la fiesta, las manifestaciones, las drogas, los bares, las calles, el baile, como des-inhibidores primarios del tacto y del contacto. Hagámoslo público y en público. Un cuerpo acompañado, en compañía de cuerpos protegidos, amados, enloquecidos en una nueva queerporalidad social que pueda preservar su vulnerabilidad de la violencia y que recupere el deseo con el otro. Esos inicios corporales que producen otro orden de enunciados y otras prácticas sociales. Iniciar este movimiento necesita de much+s otr+s, un soporte colectivo que indique una partida y un rumbo. Abandonar la pantalla para hacer de la tecnología un campo de batalla 4.0.

El feminismo queer, bendito oxímoron, podría marcar e iniciar ese rumbo ―ya había iniciado ese camino―, convocando a una ciudadanía desnuda que ya no esconde, ni se avergüenza de sus heridas. ¿Podrá el trauma instaurar una agenda política renovada? Comencemos a tocar(nos) como ruta de acercamiento y contacto, como un acto fundamentalmente político que permite la formación de comunidades o vínculos no violentos entre extraños, entre los heridos de aislamiento. No se trata de irrumpir en el cuerpo del otro, y mucho menos disponer de él, insistiendo en lo que no cuida ni cura. Un alto en el camino para observar las marcas sobre nuestros cuerpos y escuchar ese nuevo lenguaje común herido. Una nueva gramática del deseo que se reconozca en la herida y que se contemple con el otro como parte principal de la cura para una buena vida.

Hay un viejo juego que es el juego más trágico al que se puede jugar, recuerdo que nos contaba Ibáñez en sus clases citando a Serres. Se refería al viejo juego de los alquimistas, al juego de la oca. El juego de la vida y la muerte. Un juego de catástrofes. Sus figuras: el puente, el pozo, la posada, el laberinto y la muerte. Un juego de conexiones y desconexiones. El puente conecta los bordes desconectados, el pozo desconecta en el espacio y conecta en el tiempo. En el pozo se recuperan los restos de los que cayeron o fueron arrojados. La posada y la prisión son relevos, voluntarios e involuntarios, en el camino. En el laberinto hay una salida, oculta y pequeña, practicable. A la oca nos gustaba jugar a las niñas.

APÉNDICE

¿quién puede contar
la historia del anciano?
¿quién ponderar la ausencia
dar miserias de a palmo?
¿quién valorar la suma
de tantos infortunios?
¿quién la nada que envuelven
las palabras, el mundo?

S. Becket

Sobre este blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
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