Catalunya
Las Sublevaciones de la Tierra francesas llegan a Catalunya: “Necesitamos una forma nueva de luchar”

Una acampada de tres días y una acción simbólica han sido el pistoletazo de salida de Revoltes de la Terra. La organización ha sido capaz de unir a ecologistas de campo, de ciudad y campesinado en una dinámica de lucha “nueva” que busca crecer y replicarse en otros territorios.
Revoltes Terre Lotte dron
Vista aérea de la acción de Revoltes de la Terra contra la fábrica proyectada por Lotte Chemical Corporation. Cedida.

En enero de 2021 nació en Francia el movimiento Sublevaciones de la Tierra. Más una campaña de acciones que una organización como tal, Soulèvements (por su nombre en francés) creció de 700 a 30.000 personas implicadas en año y medio de actuaciones en defensa de la tierra, contra los megarricos y por el agua como bien común. Ahora, una acampada de tres días y una acción simbólica han sido el pistoletazo de salida de un movimiento que el grupo de activistas que lo organiza espera que llegue a la relevancia de la marea ecologista que hizo temblar al Gobierno de Macron.

Ecologismo
Francia Soulèvements de la Terre: “Entre el fin del mundo y el fin de su mundo, no hay alternativa”
En el espacio de un año y medio de acciones, el rápido crecimiento de les Soulèvements de la Terre (las sublevaciones de la Tierra) ha pasado de 700 a 30.000 personas.

El pasado sábado 3 de mayo, un millar de activistas bajo la bandera del movimiento recién nacido Revoltes de la Terra (RT) realizaron una acción simbólica contra el proyecto de fábrica de componentes de baterías que quiere poner en marcha la multinacional surcoreana Lotte Chemical Corporation en las inmediaciones del municipio tarraconense de Mont-roig de Camp.

La acción del 3 de mayo fue “modesta”, pero lo fue porque la prioridad de RT era “trabajar la confianza” entre colectivos y ensayar elementos organizativos y de cultura de la seguridad

Marta Roig, portavoz de Revoltes de la Terra, admite que la acción del sábado pasado fue “modesta”, pero recalca que lo fue porque el movimiento estaba poniendo el foco en “trabajar la confianza” entre colectivos y ensayar elementos organizativos y de cultura de la seguridad. “Es el punto de salida de un movimiento que esperamos que sea mucho más grande”, añade Eduard Alzina, también portavoz de Revoltes. El movimiento espera expandirse por todo el territorio catalán, valenciano y balear y realizar una gran acción al año contra algún macroproyecto en esas comunidades.

Las Revoltes de la Terra tratan de crear un movimiento al estilo de las Sublevaciones de la Tierra, es decir, “ni colectivo, ni organización, ni coordinadora, ni plataforma; dinámica de lucha”, en palabras de Alzina. La campaña de acciones francesa ha realizado actos de incidencia simbólicas, pero no ha dudado en enfrentarse a la Gendarmería cuanto el instituto armado se ha interpuesto en su camino en algunas actuaciones concretas. Soulèvements ha conseguido agitar a la opinión pública e introducir en la agenda mediática temas como la defensa del territorio o la sobreexplotación del agua, lo que lo convierte en referencia para activistas cansados con otras vías de protesta. “Necesitamos una forma de luchar nueva”, defiende Roig, y Alzina añade que Revoltes trata de dar esperanza a todas las personas que la perdieron con otros métodos de lucha que no han dado los frutos deseados.

Plantas contra la fábrica

La multinacional surcoreana Lotte Chemical Corporation, a través de su filial Lotte Energy Materials, tiene proyectado construir una fábrica de componentes para baterías de automóviles. Junto con la planta fotovoltaica que se edificará para abastecer la fábrica, el complejo ocupará 140 hectáreas de suelo rústico en el Baix Camp de Tarragona, un territorio ya muy golpeado por las industrias contaminantes. Así lo explica Jep Borrull, portavoz de Salvem Mont-roig, un colectivo con base en el municipio tarraconense que considera la provincia catalana como “zona de sacrificio”.

Esta agrupación local se ha unido a decenas de organizaciones —ecologistas, okupas, sindicales o, sobre todo, independentistas catalanas— bajo el paraguas de Revoltes de la Terra para llevar a cabo una acción simbólica el pasado sábado contra la empresa Lotte en la que varios miles de activistas plantaron plantas en el terreno que ocupará la fábrica proyectada.

La acción estaba coordinada al milímetro: tres columnas marcharon por rutas diferentes y convergieron para desplegar alfombras rojas y montar una barricada antes de plantar plantas

El entusiasmo de las personas activistas llevó a que cavaran un número de hoyos muy superior al de plantas que traían para rellenarlos. Por lo demás, la acción estaba coordinada al milímetro: tres columnas —dos a pie y una de tractores y coches— marcharon por rutas diferentes y convergieron con una diferencia de apenas minutos en el terreno de la acción. Desplegaron grandes alfombras rojas y movieron varias decenas de neumáticos para construir una barricada pequeña en uno de los accesos al descampado antes de comenzar con el proceso de cavar y plantar plantas.

En definitiva, pese a ser una acción simbólica sin siquiera presencia policial —cosa que desmotivó a alguna de las personas presentes—, la organización estuvo a la altura de movimientos más disruptivos. “Practicas la confianza. Estás marchando con gente que no conoces a un sitio que no sabes dónde está para hacer algo que no sabes qué es exactamente. Es un ejercicio muy importante para después sentirnos más seguras y entrenadas para hacer cada vez cosas más grandes”, resume Roig.

Marta Roig (RT): “Lo importante es cuál es el objetivo de esta industria y no está pensada para satisfacer las necesidades de la gente; está pensada para obtener el máximo beneficio”

La acción ha tenido lugar solo seis días después del apagón masivo que dejó a la península sin luz durante horas, un incidente que ha servido al lobby nuclear y fósil para criticar las energías renovables. Ya que la fábrica proyectada se vende como parte de una transición verde, Roig aclara que no están en contra del coche eléctrico o de cambiar el modelo energético. “Lo importante es cuál es el objetivo de esta industria, y la fábrica de Lotte no está pensada para satisfacer las necesidades de la gente; es una industria pensada para obtener el máximo beneficio posible”, dice la activista, que entiende que el capitalismo verde “no es una solución viable”. Borrull, el vecino de Mont-roig, tercia que no es cuestión de que una fábrica así no pueda existir. “Es que una decisión de esta envergadura, que hipoteca el futuro de las nuevas generaciones, debería hacerse a través de un proceso participativo con la población afectada”, arguye. Su agrupación continuará con la lucha social, política y judicial contra Lotte.

Tribuna
Tribuna La Lotte en Mont-roig del Camp: ¿Todo vale en nombre de la transición verde?
La construcción de una fábrica de componentes para baterías por parte de una multinacional se quiere imponer en una zona de Tarragona ya históricamente castigada.

El camino hacia las Sublevaciones

Los portavoces de RT son humildes. En su primera comunicación, off the record, con El Salto y otra periodista que acudió al campamento, recalcaron que la acción no iba a ser “vistosa”.

—¿Se espera una respuesta policial grande? —pregunta una de las reporteras. Un portavoz lo niega.

Marta Roig (RT): “Es difícil de imaginar ahora mismo que podamos llegar al nivel de Soulèvements. Cultural e históricamente, tenemos trayectorias muy diferentes a las de Francia"

 “Es difícil de imaginar ahora mismo que podamos llegar al nivel de Soulèvements [Sublevaciones]. Cultural e históricamente, tenemos trayectorias muy diferentes a las de Francia. Debemos tener en cuenta cuál es nuestro contexto de movilización y lo que es capaz de asumir la gente”, reflexiona Roig. La humildad de la portavoz de Revoltes no quita que tenga claro su meta: “Ser como Soulèvements es el objetivo. Tal vez no tengamos decenas de miles de personas en la siguiente acción, pero varios miles podrían ser”.

Hachiko tiene 27 años y ha recorrido los casi mil kilómetros que separan Granada de Mont-roig del Camp (contando que pasó por Madrid) por la ilusión de que Soulèvements esté cruzando los Pirineos. “Es una de las razones principales por las que vengo”, asegura, y añade “y por el potencial de juntar el movimiento ecologista con el campesinado, que todavía es un reto”.

Hugo es el pseudónimo de un activista de 23 años que milita en el CSO La Rosa de Madrid. Al igual que Hachiko, estuvo en la última acción de Soulèvements en junio del año pasado y valora el movimiento embrionario en Catalunya. “Me parece una forma muy efectiva e interesante de organizarse”, opina durante la caminata de regreso al campamento tras la acción del sábado. “Se debería replicar en todos los territorios”, añade. La macrocelulosa de Altri en Galicia o las macrogranjas en las Castillas serían buenos objetivos, dice.

Afianzar lazos entre colectivos y tejer confianza

Preguntada por tres actividades que destacaría de las programadas durante la acampada del 2 al 4 de mayo, el podio de las que más hayan acercado Revoltes hacia su objetivo de ser como Soulèvements, Roig responde que “todo construye movimiento”. Enumera algunas de las charlas o talleres que se han realizado, pero pone el foco en la “sinergia” entre gente muy diferente. El objetivo declarado: “romper con una dinámica que tal vez haya estado ocurriendo en los últimos años de que cada colectivo va un poco a lo suyo y no tiene en cuenta al resto”, dice la activista.

En la acampada de tres días hay gente y colectivos muy diferentes. Los ecologistas de ciudad charlan con los hombres de campo subidos en sus tractores. Abundan militantes independentistas de Endavant, Arran o la CUP. También hay gente que ha venido desde otros puntos del Estado: eran de Andalucía, Extremadura o Madrid la mitad de las personas que participaron en el montaje de la acampada antes de que la localización fuera pública y que levantaron desde la enorme carpa de circo a las basuras o los baños.

Todas estas personas, que el viernes llegaron a ser un millar, según los portavoces de RT, participaron en las actividades de la acampada. Al mismo estilo que las Sublevaciones o Ende Gelände, el camping es un lugar entre lúdico y reivindicativo. Hay talleres y charlas, pero también cuentacuentos, espectáculo de títeres o conciertos de grupos en catalán.

Marta Roig (RT): “Haber pensado en toda la infraestructura, coordinar a mucha gente que no se conoce en turnos y tareas o cuidarnos es un aprendizaje muy importante”

Roig pone en valor la acampada en sí misma, más allá de la acción. “Haber pensado en toda la infraestructura, haberla traído de muchos sitios, coordinar a mucha gente que no se conoce en turnos y tareas o cuidarnos las unas a las otras es un aprendizaje muy importante”, opina.

La gran victoria: ecologistas y campesinado codo a codo

En el cartel que se difundió por redes para dar a conocer la protesta aparecen cuatro logos como convocantes. Están Revoltes y el colectivo local, Salvem Mont-roig, pero también dos organizaciones campesinas: Unió de Pagesos (el sindicato agrario mayoritario en Catalunya) y Revolta Pagesa, una agrupación que nació al calor de las tractoradas de 2024, aunque con menor tufo a Vox que en el resto de comunidades, según dicen.

La imagen de los cuatro logos juntos es un orgullo para la organización; han superado, al menos por ahora, el reto de aunar colectivos ecologistas de campo con los de ciudad y con campesinado. Y sin fricciones, según cuenta Ramón Rojo, portavoz de Revolta Pagesa.

Revoltes nació en un plenario hace dos años. Ahí se perfiló el movimiento, tomó forma su primer objetivo y se vislumbró cómo querían organizarse: horizontalmente con colectivos y personas de todo tipo

Hace dos años tuvo lugar un plenario entre diferentes colectivos que querían defender el territorio en Catalunya. En sucesivas reuniones se fue perfilando Revoltes de la Terra, tomó forma su primer objetivo y, sobre todo, se vislumbró cómo querían organizarse: horizontalmente con colectivos y personas de todo tipo. En RT hay “gente joven, gente menos joven, niños, gente de campo, de ciudad; un poco de todo”, describe Rojo.

La defensa del territorio ha conseguido ser el punto de unión entre activistas con aspiraciones maximalistas —reducir las emisiones globales o conseguir una dieta basada en plantas mayoritaria— y agricultores que prefieren centrarse en lo cercano, como los usos de la tierra o la conservación del medio local. La fábrica proyectada de Lotte encarna un objetivo jugoso para ambos colectivos: los primeros conseguirían evitar el expolio de materiales del Sur global; los segundos serían capaces de mantener su actividad económica, sus familias y, en definitiva, sus vidas, en sus lugares de origen.

La planta de Lotte afecta directamente a Rojo, porque “las tierras de uso agrícola se están destinando a funciones industriales o químicas, y eso encarece cada vez más el suelo agrario”. Eso y las concesiones de agua —la industria de Lotte gastará unos 2.000 metros cúbicos de agua diarios, según las proyecciones— cuando el campesinado lleva “tres años sin tenerla”, dice Rojo.

A escasos metros de Rojo durante la acción del 3 de mayo, descargando el remolque unido a su tractor, está Jordi Matas. Es agricultor y zahorí en Riudecanyes y marchó el sábado con sus peques porque el terreno donde se construirá la fábrica de componentes de baterías está en el municipio colindante al suyo y el hombre espera contaminación en el agua. Además, el campesino va en verano “a pescar pulpos y peces”, dice Matas, que aclara que esa actividad no es para el rendimiento económico, sino para su alimentación y la de su familia.

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