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En un acto de suma sensatez, el president Puigdemont ha decidido dejar en suspenso la DUI. Su decisión parce no haber dejado satisfechos a ninguno de los dos extremos del conflicto, mientras un sector del independentismo lo percibe como una traición, para el unionismo más reaccionario ya no sirve otra cosa que no sea la rendición incondicional.
Hay quien establece paralelismos entre el paso atrás de Puigdemont y el que tuvo que dar Tspiras en 2015 después del referéndum sobre los ajustes exigidos por la UE. Lo hacen tomando como referencia el escenario de fuga de empresas y capitales al que hemos asistido en los últimos días, así como las presiones externas e internas a las que se ha sometido al Govern. Cuenta Enric Juliana que la intervención in extremis de Donald Tusk, presidente del Consejo europeo, fue determinante.
Sin dejar de ser todo esto cierto, hay una diferencia fundamental: el referéndum catalán, a diferencia del griego, no contó con las garantías exigibles a una consulta popular de estas características. No es admisible que la ley más importante que tiene que someter a debate y votación el Parlament en toda su historia, se ventilara por el procedimiento de urgencia y dando solo una hora a la oposición para presentar enmiendas. A esto se suma la ausencia de junta electoral, el requisamiento de urnas con votos por las fuerzas del orden y el hecho de que hubiera ciudadanos que votaron más de una vez.
Ahora bien, si hay un culpable de haber llegado hasta la situación actual, ese es el Partido Popular, que ha utilizado desde hace más de una década a Cataluña con fines electoralistas
La antigua Convergencia se subió a la ola soberanista en 2012 como tabla de salvación, solo un año antes tenía que entrar Artur Mas en helicóptero en el Parlament ante la rebelión de la ciudadanía catalana ante los recortes del Govern. En un momento de gran crisis económica y social, se recurrió a los sentimientos identitarios para darle la vuelta a la situación, en la confrontación “ellos” vs “nosotros” los convergentes consiguieron trasladarse hábilmente de los primeros a los segundos, poniéndose al frente de una ciudadanía que otrora quería desalojarlos del poder, bajo la promesa de alcanzar en un breve período de tiempo la independencia, ansiada por una parte importante de una población cada vez más desafecta de una España gobernada por Rajoy, que no solo había mostrado un gran desprecio hacia la idiosincrasia catalana, sino que había fomentado explícitamente la catalanofobia en el resto del Estado.
Ahora bien, si hay un culpable de haber llegado hasta la situación actual, ese es el Partido Popular, que ha utilizado desde hace más de una década a Cataluña con fines electoralistas. Su recurso al estatuto de 2006 fue el punto de arranque de este choque de trenes, sus ansias de desgastar a Zapatero a cualquier precio los llevó a recoger firmas por toda España contra un texto que había cumplido con todos los requisitos constitucionales, algunos de los firmantes llegaron a afirmar que habían firmado “contra Cataluña”. Más tarde promovieron el boicot a los productos catalanes y no tuvieron ningún rubor en decir abiertamente que preferían que Endesa fuera alemana antes que catalana.
Una vez ya en el poder, siguieron utilizando a Cataluña para frenar su sangría electoral, causada por los recortes, su pésima gestión de la economía y los escándalos de corrupción que sacudían día sí y día también a su partido. Los acontecimientos de las últimas semanas han servido de coartada perfecta para que el Gobierno de Rajoy profundizara en la estrategia de Erdoganización, con recortes de derechos y libertades, que comenzó con la ley mordaza y continuó, con el pretexto de un pacto antiyidahista, que solo ha servido para encarcelar a tuiteros y titiriteros.
Lo que hemos vivido en las últimas fechas ya ha sobrepasado todas las líneas rojas aceptables en un Estado de derecho de Europa occidental
Pero lo que hemos vivido en las últimas fechas ya ha sobrepasado todas las líneas rojas aceptables en un Estado de derecho de Europa occidental: el registro de imprentas y periódicos, la limitación de los derechos de reunión y libertad de expresión, prohibiendo actos en defensa del derecho a decidir y, como gran colofón, la violencia y represión indiscriminada del 1-O hacia ciudadanos que no portaban más armas que una papeleta. Las imágenes de las cargas policiales acapararon las portadas de la prensa internacional, con un descrédito de la imagen de España que debería de avergonzar a quienes se llenan la boca con ella.
La cobertura de los medios de comunicación españoles respecto al conflicto catalán está a años luz de lo que se le supone a una democracia avanzada. La utilización obscena de RTVE para contarnos una realidad paralela ha sido denunciada por sus propios trabajadores, en cuanto a los medios privados, la libertad editorial no puede ser excusa para intoxicar a la ciudadanía con un relato sesgado, así como a una empresa privada de alimentación cabe exigirle que no comercialice productos tóxicos.
Tal vez esto último sea lo más preocupante, el resurgimiento de una extrema derecha que sale del ostracismo y abandona la espiral del silencio
Unos medios de comunicación veraces e independientes constituyen los cimientos de una sociedad democrática, la ausencia de los mismos nos ubica en un escenario preconstitucional, que nos ayuda a comprender mejor un clima de opinión totalmente polarizado, que empuja cada vez más a un mayor número de catalanes a desvincularse emocionalmente de España, y que ha envalentonado al sector más reaccionario de la derecha española, retrotrayéndonos a otro 1-O, el de 1975 en la Plaza de Oriente.
Tal vez esto último sea lo más preocupante, el resurgimiento de una extrema derecha que sale del ostracismo y abandona la espiral del silencio. El irresponsable discurso de Felipe VI, que además de despreciar a los cientos de heridos del 1-O y a una buena parte de los catalanes y españoles, se alineó políticamente con el gobierno incumpliendo sus funciones constitucionales, el árbitro no puede hacer de delantero centro y colocar el balón en el punto de penalti. Su relato podría resumirse con un “nada de diálogo, mano dura”, y la ultraderecha ha recogido el guante, sintiéndose legitimada para pasar por encima de quienes tengan una visión de España diferente a la suya.
Asistimos a un renacimiento del nacionalismo español más rancio y excluyente, los insultos y los mensajes de odio han dado paso ya a las agresiones. Mientras tanto los medios nos presentan a fascistas y neonazis como “partidarios de la unidad de España”, resulta tan obsceno como definir a homófobos y machistas como “partidarios de la familia tradicional”. Como ciudadano me pregunto estupefacto cómo puede ser que no hubiera un solo detenido en las agresiones de Valencia y cómo no se disolvió una manifestación no autorizada, cuyo único propósito era amedrentar y agredir a quienes se manifestaban pacíficamente en defensa del idioma valenciano.
No obstante, cometeríamos un error si pensáramos que esta ola nacionalista española está formada exclusivamente por los ultras.
El relato de los de los medios, del Gobierno y del rey ha calado en mucha más gente, algunos de ellos se encuentran entre mi familia y conocidos, personas razonables que han comprado un mensaje con clara dialéctica guerracivilista y antagonista, "¡A por ellos!", gritaban algunos ciudadanos, con bandera española en mano, para despedir a los guardias civiles que marchaban hacia Cataluña, en unas imágenes que recordaban a la despedida que se daba a las tropas nacionales cuando marchaban al frente a combatir a los republicanos, aunque con un toque chusquero que recordaba a una película de Berlanga.
Me entristece que una parte de la ciudadanía, que ha permanecido pasiva mientras su país se arrodillaba ante la Alemania de Merkel, se troceaba nuestra soberanía reformando el artículo 135 de la CE, ante el saqueo de lo público y graves casos de corrupción que hubieran hecho caer al gobierno en cualquier país civilizado, un verdadero patriota no permite ninguna de esas cosas. En cambio, sí han acudido al toque de corneta del Gobierno de España y su monarca, que les ha llamado a filas para combatir a un pueblo catalán que solo ha cometido la osadía de querer decidir democráticamente su futuro.
De estos nostálgicos de la dictadura no espero nada, sí espero en cambio y mucho, de esa otra parte de la ciudadanía que ha sido camelada por el mensaje futbolero de quienes les roban cada día
La gran equivocación de judicializar un conflicto eminentemente político lo han convertido en un partido de fútbol España-Cataluña, en el que los hooligans de cada equipo son a quienes más se escucha. Llama la atención ver como muchos de los que calificaban como acto de alta traición la DUI, hoy comparan a Puigdemont con un caganet, da la impresión de que les hubiera gustado más un escenario de no retorno, pareciendo deseosos no ya del artículo 155, sino del 116, para ver a la legión tomando el Parlament y que se suspendan derechos fundamentales y libertades públicas consagrados por la Constitución que tanto dicen defender. Hay una parte de la derecha española que por fin ha salido del armario, para ellos la normalidad era el franquismo, la democracia ha sido la anomalía, asisten en estos días con regocijo al resurgimiento de una visión monolítica de una España rancia y trasnochada.
De estos nostálgicos de la dictadura no espero nada, sí espero en cambio y mucho, de esa otra parte de la ciudadanía que ha sido camelada por el mensaje futbolero de quienes les roban cada día. Es la España de “Frutas Montijo”, esa frutería cuyos trabajadores (seguramente en precario) hicieron un vídeo jurando la bandera, para acabar con un efusivo ¡Viva España! ¡Viva la Guardia Civil!, solo les faltó un ¡Viva el Fary! y ¡Viva la reforma laboral! para que el esperpento fuera completo, Berlanga va dando paso al Torrente de Santiago Segura.
Como dijo Simone de Beauvoir, “el opresor no sería tan fuerte si no tuviera cómplices entre los propios oprimidos”. En estos tiempos de bandos y banderas, recuperemos el verdadero sentido de la palabra patria, la patria es la gente, el “nosotros” es el conjunto de la ciudadanía del Estado español, y el “ellos” es la oligarquía y los políticos corruptos responsables de la precariedad laboral, el desmantelamiento de los servicios públicos y el éxodo masivo de muchos conciudadanos al extranjero. Saquemos la bandera del balcón y bajemos a la calle, pero esta vez para luchar por los derechos de la gente y sacar del gobierno al Partido Popular, el partido político más corrupto y antisocial de toda Europa.
Mientras escribía estas líneas, Pedro Sánchez anunciaba un acuerdo con Rajoy para abordar en seis meses una reforma constitucional. Esperemos que esta vez no sea una reforma pactada por arriba entre las élites, la ciudadanía debe ser la protagonista o será una salida en falso que no arreglará nada. El blindaje de los derechos sociales deberá de ser prioritario, y si queremos que sea la Constitución de todas y todos tendrá que reconocerse el derecho a decidir, y no sólo en relación a la cuestión territorial plurinacional, también para que sea el conjunto de la ciudadanía la que elija quién debe ocupar la Jefatura del Estado.
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Asis, ¿de veras esperas eso de esa reforma constitucional? ¡Me temo que te vas a ver muuuuuuy decepcionado! :-)
Un poco cuñao el texto. Casi parece de CTXT. Radicales en ambos lados? Es lo mismo la autodeterminación que mandar nazis a apalear a la gente? En serio?
A mí lo que verdaderamente me preocupa es que con todo este lío de Catalunya hace tiempo que no tenemos noticias de Venezuela... y mucho menos de Irán y Corea del Norte (esceptuando los apuntes de @norcoreano)
También tengo claro a estas alturas que somos un laboratorio ("lab" para milenials), que estamos haciendo historia, en todos los sentidos, lo que no tengo tan claro es cómo se va a cerrar esta historia y me preocupan las señales de otro (uno más) cierre en falso por arriba