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Personas sin hogar
“No todos somos conflictivos”: la otra cara de los sintecho en Barajas

Barajas vuelve a ser el centro de los titulares, pero no precisamente por su gran afluencia de turistas. Desde hace semanas, el principal aeropuerto de España se ha convertido en una especie de campo de fútbol improvisado, donde la responsabilidad institucional pasa de un lado al otro como un balón en pleno derbi madrileño. AENA, el Ayuntamiento y la Delegación del Gobierno se señalan entre sí, mientras los “sintecho” crean una comunidad de ayuda mutua.
Nicolás vive en la Terminal 4 desde hace más de un año. Tiene 60 años, una hija adoptiva y, según afirma, no ha perdido el control de su vida, sino que ha decidido reorientarlo. “Los alquileres están imposibles. Si quiero ahorrar, no puedo pagar 800 euros por una habitación. Aquí tengo techo, baños y seguridad. No me molesta. No es tan terrible como lo pintan”, explica.
Su situación dista del drama que muchos presuponen. Nicolás no pide limosna, no roba y no es conflictivo. De hecho, ha montado una pequeña actividad comercial dentro del propio aeropuerto: vende bocadillos, refrescos y otros productos a quienes comparten su misma condición de residentes. “Nos ayudamos entre todos. Aquí hay gente trabajadora, personas que están de paso, otros que simplemente no quieren vivir solos en la calle. Pero no somos delincuentes ni locos”, afirma.
Según él, solo se está mostrando “la parte más fea”, y esto ha contribuido a una estigmatización generalizada. “Van a buscar justo al que está más desorientado, al que grita, al que roba. Pero somos muchos más los que estamos tranquilos, los que no hacemos ruido, los que trabajamos y volvemos aquí a dormir”. Algunos, como Nicolás, están ahorrando con vistas a mudarse en un futuro cercano. Él ya tiene pensado alquilar una pequeña vivienda en las afueras, en la zona de Guadalajara. “Pero con calma, sin prisa. Aquí estoy bien por ahora”.
Desde AENA y el Ayuntamiento de Madrid se han impulsado medidas para intentar reubicar a estas personas, a menudo desplazándolas de las zonas más visibles del aeropuerto. A petición de las aerolíneas, muchas de ellas han sido concentradas en la planta -1 de la Terminal 1. Un traslado que ha generado polémica, pero que apenas ha resuelto el problema de fondo: el aumento constante del sinhogarismo ante el encarecimiento del acceso a la vivienda.
Sin embargo, tanto personal de AENA como agentes de seguridad consultados coinciden en un punto: la mayoría de los residentes no generan conflictos. “No molestan. Están en su sitio, hacen su vida”, comenta uno de los trabajadores. La imagen del “indigente problemático” se repite y amplifica. Pero la mayoría, como Nicolás, simplemente están buscando una alternativa temporal, fuera del alquiler imposible, la calle insegura o los albergues saturados. No piden compasión. Solo silencio, respeto y un rincón donde dormir.