Galicia se destiñe: siete décadas de errores en la gestión forestal

La lógica capitalista en la gestión forestal está cambiando de color los montes gallegos, atacando la biodiversidad y condenando su futuro. La Galicia vacía dificulta una respuesta social, pero hay otras formas de relacionarse con el monte.

eucaliptos
Elena Martín El cultivo masivo de especies pirófitas ataca la biodiversidad de los montes.

“Galicia nos ofrece la belleza de su paisaje [...], la sugestión de la naturaleza que entrega sus dones para que sean aprovechados y cuidados por la mano del hombre” (extracto del NO-DO Repoblación forestal, 1954).

“Gol do Deportivo! Gol galego! Gol ENCE! Dépor 1 - Cádiz 0!! Tes un monte de eucalipto de máis de trinta anos? Tes eucaliptos de máis de 70 centímetros de diámetro? Chama gratis. ENCE coida o teu monte e patrocina os goles galegos” (celebración de un gol en la Radio Galega, 2019).

65 años separan estos dos discursos, pero, aunque en la forma parezcan muy distintos, el mensaje que transmiten y el target al que van dirigidos son idénticos: el hombre es quien manda en el monte, y el monte tiene como función última su explotación económica.

Franco era un experto en la repoblación forestal con especies de crecimiento rápido. Entre 1940 y 1956 cientos de miles de hectáreas gallegas serían repobladas, centrándose únicamente en la obtención de materia prima. En 2019, poco ha cambiado el cuento. Vamos por el medio millón y la lógica sigue siendo la misma: el beneficio económico por encima de la protección de un monte que lleva demasiados años siendo maltratado y donde cada verano los incendios devoran un trozo más de ese verde que en teoría caracteriza Galicia.

El eucalipto en Galicia

El cultivo masivo de una especie de crecimiento rápido como es el eucalipto en los años 50 no fue arbitrario. La empresa maderera FINSA llevaba funcionando desde 1931, y en 1957 se fundaría la Empresa Nacional de Celulosas de España, fábrica de celulosa cuyo ingrediente fundamental es también la madera y que sería privatizada en 2001, convirtiéndose en ENCE Energía y Celulosa SA.

La llegada de la Transición no cambiaría la situación. Los presidentes gallegos de la democracia, como Manuel Fraga —también ministro en el franquismo—, o el actual presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, continuaron con la misma lógica capitalista: fomento del cultivo masivo de especies pirófitas y de crecimiento rápido pensando solo en el beneficio económico.

Celsa Diéguez, exguardabosques que trabajó en labores de repoblación forestal entre 1994 y 2000 para la Xunta, dice que para reforestar se cultivaba mucho pino. “El objetivo último de la reforestación es la obtención de madera. Además, el pino es una especie que se adapta muy bien a tierras poco fértiles en las zonas altas de montaña”. Esta es la misma dialéctica que se sigue en la actualidad, tanto para pinos como para eucaliptos. Pero ¿qué hace que estas especies incrementen el número de incendios y sean tan peligrosas para el monte gallego? Diéguez lo tiene claro: “El monocultivo de pino y de eucalipto provoca incendios devastadores e incontrolables. Y en muchos casos la reforestación crea las condiciones idóneas para otro incendio, si cabe peor que el anterior”.

Galicia es más combustible

Aunque representantes públicos como Feijóo defiendan que el cultivo masivo es “el mejor plan de pensiones de los gallegos”, esto es absurdo para expertos como Xabier Vázquez Pumariño —biólogo, consultor ambiental y ecologista—, quien explica por qué estas especies foráneas, pirófitas y de crecimiento rápido ponen en riesgo la biodiversidad y los montes gallegos: “Estas especies se adaptan para extender el fuego y su superficie. Si paseas por un eucaliptal ves las cortezas de los eucaliptos desprendidas, eso bioquímicamente es celulosa, como hojas de papel, que arde muy rápido y muy fácil. Además, levanta chispas que, con el viento, alcanzan distancias brutales. Cuando dicen que empieza el fuego y se extiende muy rápido, no es magia, son chispas que se desplazan”.

Pumariño también advierte que “las personas estamos poniendo biomasa de este tipo a lo bruto, pero algunos dirigen el problema hacia la vegetación natural y las formaciones de matorral como los tojos, cuando son ecosistemas muy valiosos, muchos de ellos protegidos por la legislación europea y que están en clara regresión. De ellos dependen muchas especies animales y vegetales, fijan carbono, fertilizan la tierra y son más resilientes contra el fuego”.

Incendio en Baiona
Galicia, bioquímicamente, es cada vez más combustible. En la imagen, Incendio en Baiona. Foto de Noel F.

Tanto para Pumariño como para otros expertos, el problema radica en que el medio rural se está vaciando y en que se sigue pensando bajo una lógica capitalista y cortoplacista para resolver un problema complejo.

La Galicia vaciada

De un tiempo a esta parte se está reparando más abiertamente en el fenómeno del vaciado del medio rural, pero esto no es algo nuevo; el agro lleva años sufriendo el éxodo de sus habitantes hacia la ciudad.

“Si analizamos cómo funciona la demografía en Galicia, vemos que los sitios que aumentan de población son zonas urbanas con determinado tipo de trabajos y, si hay gente en el campo, está en campos dedicados a temas industriales”, apunta Vázquez Pumariño. “En el campo, a lo que puedes aspirar es a tener ganadería o agricultura. Si estas no son industriales, mueren. En Galicia no tenemos ninguna gran zona así. La opción que queda es la forestal, que, por muy rápido que vaya y crezcan los eucaliptos, al final es una cosecha cada 15 años, mientras que en la agricultura es cada mucho menos tiempo. Con una cosecha cada 15 años no vive nadie”.

Xabier Cruces Cendón, presidente de la Comunidade de Montes de Sabaxáns, coincide con esta reflexión. “Hay que cambiar la política forestal en Galicia, pero la Administración no está por la labor. Lo mejor sería ir cambiando paulatinamente el eucalipto por especies autóctonas”. Cruces añade que, “económicamente, en una comunidad de montes es difícil hacer ese cambio de repente. Pero sí que se debería promover y, poco a poco, cambiar de especies de crecimiento rápido a frondosas”.

La política forestal del franquismo, que ha continuado en los tiempos de Feijóo, se basa en la producción de madera. El medio rural, vaciado y sin tejido social, no puede hacerle frente

Pumariño tiene claro que los montes comunales gallegos tienen unas posibilidades económicas elevadas, pero hay dos aspectos precisos: “Que los comuneros crean en ello y mucho trabajo. La agricultura y la ganadería precisan de mano de obra intensiva. En algunos montes comunales dicen que tienen ganado en extensivo tradicional, como se hacía antiguamente, pero para nada, ese tipo de ganadería extensiva no tiene más de 15 años”.

Pumariño añade que lo que se le escapa a la comunidad de montes son los mercados, donde la inmensa mayoría de los productos agrícolas que se venden son de producción industrial. “Los supermercados dominan el comercio. Un comunero tiene más problemas con la mera existencia de Gadis, Eroski o Mercadona que con otra cosa, porque hace que su trabajo no valga nada. A los ganaderos no les queda nada más que industrializarse, innovar y optimizar procesos”, denuncia.

“La producción industrial tiene, además, muchas externalidades negativas que pagamos todos: el uso del agua, el uso del territorio, deterioro de la biodiversidad, contaminación de ríos...”. Una gran parte de la fauna y flora gallegas están amenazadas por la realidad forestal del país. Aun así, romper la dinámica de la ganadería y agricultura industrial es muy difícil, aunque empiecen a surgir iniciativas preocupadas por el campo y con una forma de producción no industrial.

Por eso las expertas coinciden en que hay que cambiar la mentalidad si de verdad se quiere salvar el monte. “Hay que preguntarse si queremos un futuro en el que la gente no tenga ninguna vinculación con el territorio o buscamos revertir un poco esta tendencia. Buscar que la gente se implique de nuevo en la gestión y decidir no solo pensando en la tala inmediata, sino en todos los beneficios que puede haber en una gestión más sustentable del monte”, apuntan desde el equipo de Batefogo. Desde este proyecto, precisamente, se habla también de la importancia de la intervención social para “compaginar de forma eficaz la prevención de los incendios con la dinamización económica y social del medio rural”.

Perspectiva de género

Relacionado con la intervención social en los montes, una de las claves para la prevención de incendios está en que el campo se deje de vaciar, pero esto parece complicado en la actualidad, sobre todo para las mujeres. “En un ambiente opresivo como puede ser una aldea, las primeras en irse son las mujeres porque no siempre tienen la libertad de hacer lo que les dé la gana. Y el tema del ocio, que está pensado para tíos. ¿Quién va a una taberna? ¿Quién va a cazar y a pescar? Son actividades masculinizadas. Llegas el domingo a casa por la noche, tuviste una vida de mierda, pero tuviste una vida social. Eso una mujer no lo tiene. Por eso aguantan más los hombres que las mujeres en lo rural. Si hay una comunidad de montes con 70 hombres y dos mujeres, al final te acabas marchando. Es una sociedad machista en general, y el campo es bastante opresivo”, denuncia Pumariño.

Beatriz Rodríguez Morales, investigadora de la Universidade de Santiago de Compostela que estudia la percepción social del monte y los beneficios que aporta a la comunidad, acaba de organizar una actividad en el monte Xalo dirigida a las mujeres. “Hicimos un análisis sobre qué significa el monte para la sociedad, desde un punto de vista participativo, y hubo pocas mujeres, por eso hicimos una actividad dirigida exclusivamente a ellas para recoger su visión de entender el monte. Esto confluyó con que era un monte en comunidad y algunas de ellas eran usuarias del monte, vecinas... Aprovechamos para hablar de que las comuneras no participasen en las asambleas tanto como los comuneros”.

Miguel Pardellas, coordinador del libro en proceso Árbores que non arden: as mulleres na prevención de incendios, piensa que, para muchas mujeres en lo rural, la posibilidad de crear nuevos espacios de encuentro, nuevas actividades en las que ellas también tengan cabida, cambia la dinámica de las comunidades por completo. “Asistimos a un proceso permanente de despoblación y envejecimiento del medio rural que está directamente relacionado con la proliferación de incendios forestales, y encontramos que, en determinadas comunidades e iniciativas donde las mujeres tienen el liderazgo, hay una tendencia a una mayor estabilidad y un mayor dinamismo a muchos niveles, tanto a la hora de reclamar y exigir como a la hora de introducir otro tipo de actividades, más de tipo cultural o simplemente de encuentro”.

Baiona arde

Morales apunta que aún “no existen suficientes investigaciones” sobre la gestión femenina en los montes, pero añade que “es una perspectiva muy interesante”. Señala que la clave está en los roles de género, que “están condicionados por el contexto sociocultural”. “Si reformulamos los roles de género, poco a poco también irá cambiando esto. La clave de género tiene que estar, pero en el sentido de estar integrada en los procesos de participación. El tema largoplacista sería lo mejor, pero es lo de siempre: la gente quiere beneficios lo antes posible”, concluye.

visión a largo plazo

Las expertas coinciden en que lo único que puede ayudar realmente a los montes gallegos es la prevención, con especies autóctonas, y la visión a largo plazo, dejando de lado una visión centrada en el beneficio económico cortoplacista.

“El trabajo que intentamos hacer desde el Batefogo es precisamente ese, que las comunidades con las que trabajamos no se queden con las soluciones a corto plazo”, dice Pardellas. “Somos conscientes de que hay una parte del trabajo en clave de prevención que tiene que ser inmediata, lo que pasa es que muchas veces este trabajo de prevención se piensa casi exclusivamente en hacer desbroces y cosas por el estilo, y no se están centrando en otro tipo de iniciativas, como puede ser la plantación de franjas de frondosas, que son muy efectivas para por lo menos retardar el incendio, o establecer algún tipo de cultivos alrededor de núcleos urbanos que ayuden también a amortiguar. Por no hablar de muchas iniciativas en las que el ganado tiene un papel importantísimo en extensivo, porque son auténticas ‘desbrozadoras’ naturales”, añade.

También para Pumariño, el largo plazo es el único remedio realista. “Si algún día llega a la Xunta un gobierno de izquierdas con intención de solucionar el problema y ponen al cargo a la mejor persona de medio ambiente y forestal, no esperéis resultados en cuatro años. Es imposible. Cuando se habla de empresas, los tiempos de decisión son de horas, pero los tiempos ambientales son larguísimos. Por ejemplo, si en este momento pulsáramos el botón verde de todas las medidas precisas para combatir el cambio climático, de aquí a 20 o 30 años no pasaría nada”. Además, Pumariño considera que es difícil crear esta conciencia en la opinión pública: “Decir cosas como ‘de aquí a 50 años a lo mejor hay medio centímetro más de banquisa en el Ártico, ¡qué guay!’, pues no, esto no da votos”.

Ya lo decía Castelao, “val máis unha Terra con albres nos montes que un Estado con ouro nos bancos” (vale más una tierra con árboles en los montes que un Estado con oro en los bancos).

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