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Urbanismo
¿Es posible un urbanismo popular?
En una ocasión, hace ya unos años, juntamente con algunos de los miembros del grupo de investigación de la universidad en el que participaba, organizamos un seminario dedicado al urbanismo popular. La idea era, siendo como éramos antropólogos interesados en la cuestión urbana desde un punto de vista marxista y críticos con el urbanismo neoliberal, adentrarnos en la posibilidad de hacer otro tipo de urbanismo. Para ello, se nos ocurrió contar con la presencia de alguno de nuestros referentes, en concreto, de Pere López, geógrafo de la Universitat de Barcelona (UB) recientemente fallecido, y autor de algunas de las obras que más nos habían impactado, como El centro histórico, un lugar para el conflicto. Estrategias del capital para la expulsión del proletario del centro de Barcelona o Un verano con mil julios y otras estaciones: Barcelona, de la Reforma Interior a la Revolución de Julio de 1909. Pere López, además, era anarquista. El día señalado para la celebración del evento la sala estaba llena. Creo que fue de los primeros seminarios que llevábamos a cabo y estábamos ligeramente nerviosos, sobre todo por las expectativas levantadas. La pregunta a responder era clara y directa: ¿es posible un urbanismo popular? López llegó, saludó a los presentes, se sentó en el atril que le habíamos dispuesto, miro al público y dijo simplemente: 'No'. Dicho esto, hizo amago de levantarse y marcharse, aunque finalmente se quedó en su sitio y dio la charla que traía preparada. El simbolismo de su acción fue más que evidente. Para él, la respuesta a la posibilidad planteada por el seminario era negativa bajo las condiciones actuales del sistema capitalista urbano.
El libro Arquitectura del disenso, del arquitecto anarquista Colin Ward, editado recientemente en castellano por la editorial Gallo Nero, podría, entre otras cuestiones, poner un punto de optimismo en la posibilidad, no solo de otro urbanismo, sino también otra arquitectura alejada de las presiones y las dinámicas del mercado. La obra, que cuenta con una pequeña y valiosa introducción del italiano Giacomo Borella, recoge algunos textos publicados por Ward a lo largo de su larga carrera como teórico de la arquitectura y el anarquismo, criticando la planificación urbanística de corte moderno tan típica del periodo posterior a la II Guerra Mundial, así como la deriva de la arquitectura personalista de finales del Siglo XX y comienzos del XXI. Y, para ello, no se limita a realizar reproches a la forma de entender estas disciplinas durante aquellas décadas, sino que, además, analiza la obra de personalidades del sector que han venido trabajando en la elaboración de propuestas constructivas y alternativas.
Si algo hay que esperar de esta corriente ideológica en su aplicación a la arquitectura, es su apuesta por el ejercicio del poder y el control desde una amplia base popular.
El libro consta de diez capítulos breves a través de los cuales Ward analiza y propone la recuperación de arquitecturas vernáculas, las cuales para él no se limiten al uso y el conocimiento de determinados materiales y formas constructivas, sino también al protagonismo ejercido por los propios moradores en el diseño, ejecución y gobierno de los resultados; rechaza las prisas y las improvisaciones en la construcción de viviendas para las clases populares, tan propias de las políticas keynesianas previas al neoliberalismo; glorifica la espontaneidad, la libertad y la heterogeneidad que muchas veces suponen aquellos paisajes urbanos de autoconstrucción que florecen en las periferias de las grandes ciudades y sus enormes infraestructuras de comunicación y transporte; se atreve a poner en valor las prácticas de urbanización irregular, fundamentadas en la apropiación de suelo público y privado, que la clase obrera ha venido realizando durante décadas en la búsqueda de espacios de ocio y recreación, o la resignificación de elementos tales como vagones de trenes, antiguas casetas de aperos y otros equipamientos similares que, reusados, permiten el disfrute del tiempo libre en enclaves privilegiados; recupera a arquitectos como John C. Turner o Hassan Fathy que, partiendo de una formación clásica, entendieron que la mejor forma de dotar del derecho a la vivienda a las masas era a través del fomento de la autoconstrucción o la planificación horizontal y democrática; apuesta por volver a la idea de la ciudad-jardín de Ebenezer Howard, con su combinación de campo y ciudad o, mejor dicho, con la indistinción de ambas esferas; señala las aportaciones de colegas como Walter Segal, del que dice que fue un mediador entre 'lo bohemio y lo burgués' y William Richard Lethaby, y su visión de una arquitectura con valores morales, modesta, práctica y aplicada; declara su amor por la ciudad compacta, con el rechazo a esas enormes infraestructuras que atraviesan e imposibilitan la vida en las grandes ciudades y, por último, defiende con pasión la casa anarquista, no como conjunto desordenado y confuso, muchas veces únicamente estético, sino como proceso en el que los futuros habitantes de la misma, con su participación y control, determinarán las singularidades y propiedades de sus obras. Cabe detenerse, aunque sea brevemente en estas consideraciones, ya que Ward, además de criticar el anarquismo estetizante, recupera figuras como la de Piotr Kropotkin, teórico del siglo XIX, para subrayar que, si algo hay que esperar de esta corriente ideológica en su aplicación a la arquitectura, es su apuesta por el ejercicio del poder y el control desde una amplia base popular.
Para finalizar, podríamos señalar que el libro, corto, menos de doscientas páginas, es un pequeño tesoro para todos aquellos interesados e interesadas en el planteamiento de alternativas a los modelos urbanos actuales, que nos deja con ganas de más, de mucho más, que casi no deja ver las ideas propias de Ward, que las tuvo y muy fructíferas, pero que, sobre todo, permite responder de forma positiva a la pregunta de, ¿es posible un urbanismo popular?
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