Reino Unido
Cara, lenta, sucia. La energía nuclear es una carga inasumible para Reino Unido

Los reactores de Hinkley Point C, en la costa de Somerset, habrán utilizado entre 200.000 y un millón de toneladas de acero cuando estén terminados.
Sentada contra central nuclear Hinkley Point
Sentada contra central nuclear de Hinkley Point, en Reino Unido, en 2010.
Beyond Nuclear International
7 jul 2025 01:14

Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.

Viene de la primera parte.

Además, la energía nuclear, a diferencia de la industria de las energías renovables, ha demostrado un aprendizaje negativo al volverse más lenta de construir y más cara con el tiempo.

En octubre de 2021, Lazard, una de las principales empresas de asesoramiento financiero y gestión de activos del mundo, calculó que el coste medio de construcción de una planta fotovoltaica a escala comercial en Estados Unidos era de 875 dólares por kilovatio de capacidad de generación. Una central nuclear costaría unas 10.300 libras por kilovatio, casi 12 veces más.

Un estudio de la Universidad de Sussex sobre 180 proyectos de construcción de centrales nucleares en todo el mundo reveló que 175 de ellos tardaron, por término medio, un 64% más de lo previsto, con unos costes finales un 177% superiores a los pronosticados en un principio.

Un estudio de la Universidad de Sussex sobre 180 proyectos de construcción de centrales nucleares en todo el mundo reveló que 175 de ellos tardaron, por término medio, un 64% más de lo previsto, con unos costes finales un 177% superiores a los pronosticados en un principio.

Los proyectos de pequeños reactores modulares serán más caros que las centrales nucleares convencionales porque, al ser tan pequeños, tienen escasas economías de escala y requieren pedidos iniciales masivos para que una fábrica que los produzca sea viable desde el punto de vista financiero.

Los reactores pequeños también requieren un despliegue igualmente masivo para generar la cantidad equivalente de energía que producen actualmente los reactores de gran tamaño. Por eso la industria lleva décadas rechazando los reactores modulares pequeños.

Corporaciones ricas como Rolls-Royce, una de las empresas deseosas de construir pequeños reactores modulares en Gran Bretaña, no están dispuestas a asumir ninguno de estos riesgos. Pero, según el plan de Starmer, los elevados costes del desarrollo y la construcción de nuevos reactores se repercutirán en los consumidores y los contribuyentes.

De hecho, esto ya está en marcha. En mayo de 2022 entró en vigor en el Reino Unido un nuevo modelo de financiación de la Base de Activos Regulados (RAB, por sus siglas en inglés). El RAB incentiva la inversión privada en nuevos proyectos nucleares mediante el cobro a los consumidores a través de sus facturas de electricidad, sin ninguna garantía de que la central nuclear llegue a terminarse.

De hecho, esto ya está en marcha. En mayo de 2022 entró en vigor en el Reino Unido un nuevo modelo de financiación de la Base de Activos Regulados (RAB, por sus siglas en inglés). El RAB incentiva la inversión privada en nuevos proyectos nucleares mediante el cobro a los consumidores a través de sus facturas de electricidad, sin ninguna garantía de que la central nuclear llegue a terminarse.

Este es precisamente el destino de los contribuyentes de Carolina del Sur, en EE.UU., donde existe una ley similar y donde dos reactores previstos fueron abandonados en 2017, cuando los contribuyentes habían pagado 2.000 millones de dólares por reactores que nunca producirían un vatio de electricidad.

El grado en que la opción nuclear es un mal negocio para Gran Bretaña quedó claro en 2020, cuando el Departamento de Empresa, Energía y Estrategia Industrial del Reino Unido estimó que un proyecto solar a gran escala que entrara en funcionamiento en el Reino Unido en 2025 produciría electricidad con un coste nivelado de 44 libras por megavatio hora. Su estimación para la energía nuclear era de 102 libras por megavatio hora. (La nivelación tiene en cuenta todos los costes variables de la concesión de licencias, la construcción, la explotación y el eventual desmantelamiento y gestión de residuos).

Ninguna empresa nuclear -ni siquiera Terrapower, la empresa de reactores nucleares del multimillonario Bill Gates- construirá nuevas centrales nucleares sin cobrar por ello a los consumidores y a los contribuyentes. Gates ha pedido al Gobierno estadounidense -es decir, a los contribuyentes- que pague la mitad del coste de su proyecto, probablemente subestimado en 4.000 millones de dólares.

Como señala el físico MV Ramana en su nuevo libro Nuclear Is Not The Solution (La energía nuclear no es la solución), las empresas sólo se embarcan en nuevos proyectos nucleares «cuando se puede hacer que el público asuma una gran parte de los elevados costes de construcción de las centrales nucleares y de su funcionamiento, ya sea en forma de facturas de electricidad más elevadas o en forma de impuestos».

Como señala el físico MV Ramana en su nuevo libro Nuclear Is Not The Solution (La energía nuclear no es la solución), las empresas sólo se embarcan en nuevos proyectos nucleares «cuando se puede hacer que el público asuma una gran parte de los elevados costes de construcción de las centrales nucleares y de su funcionamiento, ya sea en forma de facturas de electricidad más elevadas o en forma de impuestos».

Las aspiraciones de imperio de Starmer, que convertirían a la pequeña Gran Bretaña en «uno de los líderes mundiales en materia nuclear», no son más que una capitulación cobarde ante Rolls-Royce y otras corporaciones, que llevan años quejándose de que el proceso vigente es demasiado arduo y lento, con demasiados obstáculos regulatorios. (No olvidemos que Rolls-Royce es parte integrante del complejo británico de armamento nuclear. A primeros de año, la empresa obtuvo un nuevo contrato de ocho años por valor de 9.000 millones de libras para apoyar el programa británico de submarinos nucleares, la fuerza destructiva más letal de la Tierra. Esto no es una coincidencia).

La Nuclear Regulatory Taskforce de Starmer se anuncia con un titular descarado en la propia web del gobierno: «El Gobierno rompe las reglas para disparar la energía nuclear».

El mandato del grupo de trabajo es acelerar y agilizar la aprobación del diseño y desarrollo de nuevos reactores. Pero a pesar de las protestas de Starmer de que «no se comprometerá la seguridad», las frases «acelerar» y «agilizar» son precisamente eso: atajos de seguridad.

El mandato del grupo de trabajo es acelerar y agilizar la aprobación del diseño y desarrollo de nuevos reactores. Pero a pesar de las protestas de Starmer de que «no se comprometerá la seguridad», las frases «acelerar» y «agilizar» son precisamente eso: atajos de seguridad.

De lo que se trata exactamente es de romper las normas: las normas relativas a la seguridad. Estaban ahí por una razón, dado que la energía nuclear es el método más letal descubierto hasta ahora para hervir agua. Y reducir la supervisión de la seguridad es una deriva especialmente peligrosa, dado que ninguno de los pequeños reactores modulares actuales -que en realidad siguen siendo sólo dibujos sobre el papel- tiene un historial de seguridad probado.

Más bien al contrario. Tanto si se basan en versiones en miniatura del reactor tradicional de agua a presión, como los que se están construyendo en Hinkley Point C, como si se trata de «reactores rápidos», ninguno es un diseño nuevo y todos presentan importantes fallos de seguridad conocidos.

Incluso la Comisión Reguladora Nuclear de Estados Unidos, perrito faldero de la industria, rechazó el diseño presentado por Oklo para su microrreactor Aurora de 15-50 megavatios porque la empresa no podía responder a cuestiones de seguridad fundamentales.

Incluso la Comisión Reguladora Nuclear de Estados Unidos, perrito faldero de la industria, rechazó el diseño presentado por Oklo para su microrreactor Aurora de 15-50 megavatios porque la empresa no podía responder a cuestiones de seguridad fundamentales.

«La solicitud de Oklo sigue conteniendo importantes lagunas de información en su descripción de los posibles accidentes de Aurora, así como en su clasificación de los sistemas y componentes de seguridad», escribió la NRC.

Esto debería ser una advertencia para los ciudadanos británicos a los que el gobierno de Starmer no les pregunta, sino que les dice que deben aceptar un reactor nuclear en su comunidad por el bien de la «seguridad energética» del país.

Esta amenaza es quizá la parte más siniestra de todo el nuevo anuncio nuclear. No habrá disidencia. El gobierno de Starmer «superará el nimbyismo», «se enfrentará a los bloqueadores» y «romperá» cualquier línea de resistencia de los parlamentarios decididos a impedir que se produzca un mini-Chernobyl en los patios traseros de sus electores.

Mientras su ídolo autocrático de Washington DC sigue lanzando un torrente diario de órdenes ejecutivas fascistas como un hipopótamo con diarrea, Starmer parece esforzarse por igualarle a cada paso.

Ya sea despojando a los pensionistas de los subsidios de invierno para combustible que les salvan la vida, manteniendo a los niños en la pobreza al negarse a levantar el tope de las prestaciones por dos hijos, deteniendo autocráticamente a manifestantes pacíficos sobre el clima o Palestina, o engañando al público británico con falsas promesas sobre la energía nuclear, Starmer es coherente al menos en un aspecto: tomar una mala decisión tras otra.

Ya sea despojando a los pensionistas de los subsidios de invierno para combustible que les salvan la vida, manteniendo a los niños en la pobreza al negarse a levantar el tope de las prestaciones por dos hijos, deteniendo autocráticamente a manifestantes pacíficos sobre el clima o Palestina, o engañando al público británico con falsas promesas sobre la energía nuclear, Starmer es coherente al menos en un aspecto: tomar una mala decisión tras otra.

El nuevo plan nuclear es una «gran oportunidad» para Rolls-Royce, una empresa tan meritoria que figura «entre las mejores del mundo», cacareó Starmer. Tal vez sólo esté buscando un coche nuevo y reluciente que acompañe a esos trajes de diseño gratuitos.

Traducción de Raúl Sánchez Saura.

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