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Renta básica
Un ingreso garantizado para conquistar el pan y disfrutar de las rosas
Es necesario que las mujeres comprendan el potencial liberador de un Ingreso Garantizado con carácter universal y asuman su defensa dentro de los partidos, asociaciones y otros ámbitos de activismo civil en los que participen.
Este escribidor tiene la convicción de que la Renta Básica Universal (RBU) comenzará a ser una realidad tangible el día en que las mujeres comiencen a tomarse en serio esta idea de reforma social. Porque, hasta ahora, y salvo contadísimas excepciones, el debate sobre las potencialidades de avance social que contiene la RBU, su viabilidad económica y su pertinencia normativa se ha venido jugando en el campo de opinión masculino.
De entrada, una simple cuestión numérica abona mi convicción. La naturaleza ha tenido el exquisito detalle de repartir la proporción de sexos al 50% entre varones y mujeres de la especie humana. Por lo tanto, cualquier medida que aspire a organizar la sociedad de una forma más justa deberá contar con la aprobación de una mayoría social que guarde una adecuada proporción a lo previsto por la naturaleza.
Llevo varias décadas alentando la idea de la RBU, y he perdido la cuenta de los debates de toda índole en los que he participado. Discusiones casi siempre agrias, entabladas entre barbados varones enzarzados en polémicas cuasi metafísicas: como la que gira en torno a la hipótesis de que establecer un ingreso garantizado llevaría a mucha gente a abandonar sus empleos. ¡Como si en el momento actual, todo el mundo estuviera empleado! Hay, sobre todo en este país, millones de personas condenadas a un ocio forzado. Y la culpa de esa condena no la tiene una inexistente RBU.
Trabajo, ocupación y empleo, explico en Renta Básica Universal, la peor de las soluciones [a excepción de todas las demás], son categorías distintas que se superponen en la actividad de los individuos de la sociedad actual. Hay una gran cantidad de trabajos efectivos —autoproducción, cuidados de niños y ancianos, mantenimiento del hogar, etc— que la Contabilidad Nacional no considera empleos y, sin embargo, ocupan una gran cantidad del tiempo vital de muchas personas, mujeres en su mayoría.
Aunque sólo fuera por esta realidad, las mujeres deberían implicarse en la reivindicación de la RBU entendida como una participación en el producto social. La presunción de que un ingreso garantizado perpetuaría el papel vicario de la mujer no deja de ser un prejuicio. Es difícil creer que las jóvenes de hoy, educadas en valores de igualdad y acostumbradas a ejercer, al menos, las libertades formales que permite el capitalismo, se iban a quedar en casa con la pata quebrada si se implantase la RBU. Cabe más bien pensar que aquéllas que hoy sí se encuentran encerradas en casa y sometidas a la voluntad de un maltratador encontrarían en la RBU una herramienta de liberación.
Esos trabajos que no están remunerados ni debidamente valorados por un modelo socioeconómico algo estúpido [dijo A. Machado que es de necios confundir valor y precio] han sido descritos en términos cuantitativos como estimación sobre el Producto Interior Bruto. Arthur Pigou utilizaba la parábola de la catástrofe que supondría para la Contabilidad Nacional el hecho de que un hombre se casara con su asistenta. Utilizando categorías menos brutales, las mujeres que comienzan a aproximarse a la idea de la RBU nos descubren otro rango de valores que se verían potenciados con un ingreso garantizado: el mundo de los afectos.
Escritoras como Carolina del Olmo en ¿Dónde está mi tribu? nos ayudan a contemplar el cuidado materno no sólo como la pesada carga que tradicionalmente ha recaído en la mujer, sino desde la perspectiva de que el ejercicio del afecto maternal, el derecho a cuidar de los hijos, es también una aspiración legítima compatible con la reivindicación de la igualdad real de derechos y obligaciones entre ambos sexos. Porque no deja de ser contradictorio que algunas mujeres puedan librarse de la carga del cuidado maternal gracias a un empleo bien remunerado que les permite pagar a otras mujeres, sociolaboralmente peor situadas, para encargarles ese trabajo. A Carolina quiero agradecerle desde aquí su gentileza aceptando acompañarme en la presentación de mi propio libro.
Por eso, es necesario que la mujer, una gran mayoría de mujeres, comprendan el potencial liberador de una RBU y asuman su defensa en todos aquellos ámbitos de activismo civil en los que participen. Incorporando a la idea del ingreso garantizado esa misma ambición que animó a las 25.000 obreras del textil de Lawrence (Massachussets) que en 1912 mantuvieron una huelga de dos meses. Lideradas por sindicalistas de la International Workers of the World, los woblies, estas obreras reivindicaban no solo el sustento elemental sino todos esos “pequeños extras” como la educación, el derecho al voto, un lugar decente para vivir y trabajar, igual salario que los hombres y asistencia sanitaria. Que resumieron en un eslogan: "Sí, luchamos por el pan, pero también luchamos por las rosas".
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https://www.pressenza.com/es/2018/02/pan-rosas-defensoras-la-renta-basica-universal/
¿Quien ha dicho que las mujeres no defendemos la Renta Basica Universal e Incondicional?
Aquí un vídeo que alguien ha realizado con mucho cariño, inspirado precisamente en este artículo:
https://www.pressenza.com/es/2018/02/pan-rosas-defensoras-la-renta-basica-universal/
No me gusta que un hombre diga "Es necesario que las mujeres comprendan"...
Pues no sé. Aquí no lo tienen tan claro: https://www.jacobinmag.com/2017/12/universal-basic-income-inequality-work