¿Quién va a pagar la crisis que se nos avecina?

Desde GPS, colectivo que lucha contra de la precarización de la juventud en Gasteiz, hacen una reflexión sobre el funcionamiento de las crisis capitalistas y cómo pasar a la ofensiva.

En defensa de lo público desde el balcón
Ione Arzoz Defendemos lo público cada día a las 20:00 (Iruñea)
30 abr 2020 12:52

HALA BEDIN EUSKERAZ

Es sabido (o vivido) por todo el mundo que el capitalismo es caos, es crisis. De hecho, somos una generación que prácticamente no ha conocido otra situación. Parece que somos la primera generación que va a vivir peor que la anterior. Desde que hemos adquirido una mínima capacidad de raciocinio, hemos crecido en una profunda, estructural y continua crisis. Y ahora, siendo uno de los sectores que más estamos padeciendo las decisiones políticas de la última crisis, nos encontramos ante otro escenario apocalíptico. Quizás porque hemos tomado conciencia de esta situación, quizás porque nos hemos acostumbrado o quizás porque ya lo veíamos venir, lo que se nos avecina no nos sorprende. Por ello hemos creído conveniente profundizar en cómo hemos llegado hasta aquí, para prepararnos ante la nueva vieja situación. Primeramente, analizaremos el funcionamiento de las crisis capitalistas, para luego intentar aprender de los errores cometidos en la última crisis de 2007-2008. Finalmente daremos unas pequeñas claves para encarar el futuro más inmediato de la mejor manera posible.

Las crisis en el capitalismo

El sistema capitalista es un sistema furtivo, que todo engulle, que todo intenta absorber con el único afán de aumentar la productividad y la rentabilidad. Pero hay momentos en los que escasean sus presas y es aquí cuando entra en crisis. Son crisis cíclicas y con el tiempo hemos ido viendo cómo las utilizan las clases dominantes para incrementar la tasa de ganancia y preservar sus intereses.

“Para poder seguir incrementando las tasas de ganancia se busca deliberadamente un empeoramiento de las condiciones de trabajo y de vida de las clases populares”

Las crisis (económicas) están relacionados con el trabajo y la producción. Las crisis se producen cuando las ganancias producidas no son suficientes para la acumulación. Por ello es importante señalar que no es que haya falta de consumo, lo que ocurre es que no hay, por supuesto según los intereses capitalistas, suficiente rentabilidad. Y es que, si el gran Capital decide no emplear a una parte importante de la población, no es porque no la necesite para producir, es porque la tasa de explotación no es lo suficientemente alta. Es decir, llega un momento en el que los beneficios no son los deseados y deciden abaratar costos, normalmente mediante el ajuste contra la mano de obra. De esta manera, lo que hacen es mantener la presión para evitar subidas salariales o reducción de jornadas laborales. Por todo ello está bien claro que, si entramos en una crisis, no es por una abstracta disociación entre demanda y producción. El mercado se extiende más lentamente que la producción, por culpa de que dicha producción está al servicio de los intereses de los grandes propietarios.

A cada crisis se busca una vuelta de tuerca más. Para poder seguir incrementando las tasas de ganancia se busca deliberadamente un empeoramiento de las condiciones de trabajo y de vida de las clases populares, de las que se hace negocio. Y esta lógica, aunque sea intrínseca del capitalismo, se ha acelerado en su fase neoliberal, es decir desde 1970-80. Margaret Thatcher y Ronald Reagan conquistan en 1979 y 1980 los gobiernos de Gran Bretaña y EEUU, respectivamente. A partir de ese momento, comenzamos a convivir con las continuas liberalizaciones y privatizaciones, acompañadas de una merma constante de derechos sociales y políticos. Junto a la caída del bloque soviético, en esta época se va acuñando el famoso TINA, There Is No Alternative, No Hay Alternativa.

En la historia reciente nos encontramos con cuatro principales crisis estructurales: 1890, 1929, 1973 y 2007. No todas tienen las mismas características ni siguen el mismo patrón. Vamos a analizar brevemente qué lógica se siguió en la última, para intentar poner el acento en sacar conclusiones sobre lo que se nos pueda avecinar ahora.

conclusiones de la crisis de 2007-2008

La anterior crisis estalló cuando se vino abajo todo el sistema financiero y la burbuja sobre la que se había sustentado años atrás. Ante el derrumbe del sistema, los diferentes gobiernos acudieron masivamente al endeudamiento, para luego así encauzar más fácilmente los cambios estratégicos que querían imponer. Y es que el pago de la deuda pública y sus intereses se antepusieron, una vez más, al bienestar y necesidades de sus pueblos. Cabe señalar que la deuda adquirida se utilizó única y exclusivamente para apuntalar los frágiles cimientos del sistema que nos había llevado a esa situación. 

“EL neoliberalismo ha consolidado la sumisión y pérdida de soberanía que reduce la presencia de lo político en la relación entre Estado y Capital”

La conclusión principal fue que, si en los 70 el capital aprovechó para impulsar y consolidar el neoliberalismo, actualmente lo han aprovechado para orientar las economías, más si cabe todavía, a su favor, buscando y encontrando nuevos nichos de negocio. Para ello ha sido necesario el cambio de la relación entre Estado y Capital en dos direcciones: sumisión y más que visible pérdida de soberanía del estado y reducción de la presencia de lo político en favor de lo técnico, en lo que se refiere a la gestión de país.

Partamos de la base de que el estado maniobra con cierta autonomía, para intentar aparentar neutralidad, y de que la definición y sus funciones dependen del curso de la lucha de clases. Vamos a analizar, por tanto, qué camino ha seguido durante la última crisis. Siendo una continuación y profundización de lo que ya se venía haciendo anteriormente, sólo trataremos aquí los aspectos más perceptibles:

  • Privatización y mercantilización. La idea es convertir los bienes y servicios en mercancías, el proceso ha sido gradual y se ha llevado a cabo mediante la idea de que lo público es ineficiente. Primero empresas públicas “no estratégicas”, luego servicios públicos, después derechos sociales pasando por instituciones y administraciones varias, para acabar llegando hasta los ejércitos y la seguridad. Todo ello por la necesidad y el deseo de abrir nuevos campos para la acumulación. La reciente crisis del coronavirus ha dejado en evidencia lo que ocurre cuando sectores y trabajos esenciales son privatizados. Tomando como ejemplo las residencias de ancianas, por apuntar uno donde estamos viendo con claridad los resultados de poner la rentabilidad económica por delante de la salud y la vida.
  • Ampliación de la mano de obra. La globalización ha supuesto que el mercado laboral se ha expandido por todo el mundo, lo que aumenta la “competencia” entre trabajadores y trabajadoras. En esta situación las condiciones laborales retroceden, por la imposibilidad de unión en la acción. La juventud conocemos de primera mano las consecuencias de desempleo, flexibilización, temporalidad, constante formación y otros procesos relacionados.
  • Papel del Estado. Las políticas de redistribución de la riqueza se han convertido en una inyección a la empresa privada, mediante los fondos públicos. Paralelamente, el papel fundamental que adquiere el Estado es el de impedir la resistencia a este proceso. Para ello utiliza todos los medios a su alcance, con un control y vigilancia sobre la población cada vez más estrecho y sofisticado.
  • Desdemocratización. En esta era global, la toma de decisiones se eleva a esferas cada vez más alejadas del control popular. Elementos clave de los estados-nación han sido transferidos a esferas privadas. La dirección que han de tomar los diferentes gobiernos se van dictando en espacios opacos, abstractos y que carecen de ningún control popular. Estamos hablando de un proceso por el cual todos los mecanismos, discursos y estrategias utilizados para empoderar a la población terminan privatizados y empoderando a los poseedores del capital. Incluso se empieza a poner en cuestión el funcionamiento que se puso en marcha tras la victoria de la burguesía en la Revolución Francesa. Es decir, los poderes legislativo de los parlamentos y judicial de los tribunales pierden su funcionalidad.

A grandes rasgos estas son las consecuencias y directrices que nos dejó la última gran crisis. De la que los pensadores liberales dicen que no hemos salido todavía. Pero es que si lo miramos desde una perspectiva de clase, simplemente es imposible salir. Puesto que es un proceso en el que todo tiene que ver con la correlación de fuerzas en la lucha entre los intereses antagónicos que tenemos como clase.

Entonces ¿ahora qué?

En la anterior crisis los defensores del capital entraron a por todas desde una posición de fuerza. Tenían muy claro el camino a seguir y el escenario que querían construir, para seguir apretando el acelerador de esa eterna lucha que ya un barbudo alemán explicó con maestría hace dos siglos. Las crisis tienen un fuerte impacto en nuestra percepción y maneras de pensar la realidad. Son procesos que buscan dinamitar nuestra conciencia e ideología para profundizar en la hegemonización de la mentalidad capitalista.

“Tenemos el pleno convencimiento de que podemos hacer frente al capitalismo en mejores condiciones que con las que lo hicimos hace una década”

Es por ello que desde amplios sectores populares se ha combatido, también en el marco de las ideas, proponiendo nuevas perspectivas integradoras. Experiencias que han dibujado, aunque sea a trazo gordo, un horizonte que se ha ido poniendo en práctica mediante pequeñas luchas. Por ello, tenemos el pleno convencimiento de que le podemos hacer frente en mejores condiciones que con las que lo hicimos hace más de una década. Viendo además las improvisadas respuestas que están dando aquí y allá, puede ser que a más de uno le haya pillado con el pie cambiado. Aprovechemos pues para lanzar la ofensiva.

Si algo ha dejado bien claro esta crisis socio-sanitaria es lo que necesitamos realmente para vivir y lo que nos es superfluo. Ha quedado de manifiesto que los trabajos verdaderamente esenciales no están valorados ni económica ni socialmente. Los cuidados son una tarea fundamental en cualquier sociedad, por lo que nos es imposible seguir retrasando su organización equitativa. Se evidencia ahora que lo privatizado no funciona mejor, al contrario precariza a las trabajadoras y no responde a las necesidades reales. Para los grandes empresarios simplemente somos mano de obra, creen que sus ganancias están por encima de nuestras vidas. Pero la actual situación también evidencia que la burguesía está un momento crítico, momentos en los que es capaz de todo y pone toda su maquinaria a trabajar, incluidos partidos políticos y televisiones públicas, para defender sus intereses. En definitiva, hemos podido comprobar que el interés general y lo común debe prevalecer ante los intereses particulares y de unos pocos “afortunados”.

Porque este confinamiento forzado también nos está sirviendo para fortalecernos. Y es que le estamos haciendo frente en comunidad, tejiendo redes de solidaridad, poniendo los cuidados en el centro de nuestra existencia. Si es necesario para salvar nuestras vidas paramos la producción y consumimos directamente de nuestro campesinado, que es el que sostiene al país. Intentamos ayudar al pequeño comercio de nuestros barrios, defendemos lo público cada día a las 20:00, sonreímos y cuidamos a las trabajadoras que hacen servicios mínimos.

En definitiva, estamos construyendo alianzas, para así poder hacerle frente de una manera más eficaz a lo que pueda venir. Sabemos que la unión hace la fuerza, construyamos pues, comunidad para defender lo común. Esta es la única forma que tenemos de prepararnos para la violencia de la lucha de clases en un futuro inmediato. Unámonos, unifiquemos prácticas y estrategias, cada cual desde su problemática concreta, evitando sectarismos y lecciones de moral, aportando visiones propias. En definitiva, luchemos para que les sea imposible hacernos pagar la crisis a las de siempre.

Euskal Herria
Redes de cuidados contra el Covid19 en Euskal Herria

En muchas ciudades y pueblos de Euskal Herria se están organizando grupos de ayuda mutua para apoyar a las personas o colectivos más vunerables que puedan tener problemas para sobrellevar las duras condiciones impuestas por el Estado de Alerta. En Hordago listamos algunas de ellas para que podaís poneros en contacto, ya sea para solicitar ayuda o para participar como voluntarias. Mientras, la lista no para de crecer.


Coronavirus
El cierre temporal de la producción en época de pandemia

El debate sobre la paralización de la producción sigue abierto. Los intereses empresariales y el mantenimiento de la actividad deben quedar supeditados a evitar el colapso hospitalario y garantizar la salud en el trabajo, a pesar de las patronales y el Gobierno vasco

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