Opinión
Feminismos sin dejar a nadie atrás

Desde la prohibición de la jornada de debate sobre trabajo sexual de la Universidade da Coruña hasta la polémica de estos días en torno a los derechos de las mujeres trans... Como activista feminista desde los años 70 hasta hoy, reflexiono sobre la heterogeneidad y pluralidad del movimiento feminista de este país, desde sus inicios hasta la actualidad, señalando las dificultades con las que tropieza y los retos que considero que habría que afrontar para poder seguir avanzando.

Las muchas manifestaciones feministas de Andalucía - 1
Francisco Javier Huete Manifestación del 8M de 2020 en Sevilla

Feminista y activista pro Derechos Humanos


Feminista y activista pro Derechos Humanos
20 jun 2020 16:00

El movimiento feminista de los años 70 en nuestro país, surge en un contexto de cambio político democrático y apertura sociocultural, en una sociedad particularmente machista y conservadora, que no había conocido un movimiento feminista anterior similar al de otros países, como el sufragista en EEUU o Inglaterra, salvo la presión de algunas relevantes feministas en los años 20 y durante el primer gobierno de la II República. Un movimiento que definiría como progresista y transgresor, sumando la lucha feminista a la de los llamados nuevos movimientos sociales, con su crítica anticapitalista, ecológica, antirracista y antimilitarista; que se autoconstruyó asambleario, plural y heterogéneo, autónomo y unitario, especialmente en sus primeras décadas, en torno a los debates desarrollados en las múltiples Jornadas Feministas y las luchas emprendidas en común desde la Coordinadora Estatal de Organizaciones Feministas, contra el delito de adulterio a favor del divorcio, desvinculando sexualidad de maternidad, a favor de la libertad sexual, los anticonceptivos, el derecho al aborto, la diversidad sexual y contra las agresiones machistas. Un movimiento con un fuerte impulso hasta los años 90, que en el 2000 consiguió reunir más de 3.000 mujeres en las JJ Estatales “Feminismo es y será” de Córdoba y en el 2009 otras 4.000 en las JJ Estatales “30 años de lucha feminista” en Granada, 2.500 en las JJ Catalanes Radicalment Feministes (2016) y otras 3.000 en las “V JJ Feministas de Euskal Herria” (2019), apreciándose la pluralidad de ideas y la diversidad de perspectivas feministas, tan lejanas ya de aquella “I Jornada de la Liberación de la Mujer” del 75 en Madrid y de aquellas “I JJ. Catalanes de la Dona” del 76 en Barcelona.

Paralelamente al desarrollo de dicho movimiento, fue dándose una institucionalización del feminismo, que arrancara en el 77 con la decisión del Gobierno de UCD de crear la Subdirección General de la Condición Femenina, posteriormente Subdirección General de la Mujer, dentro del Ministerio de Cultura, cuya consolidación podríamos situar en el 83 con la creación del Instituto de la Mujer (IM), de gran importancia para el devenir del feminismo en este país. Institucionalización que, pese a la diversidad de administraciones autonómicas con gobiernos de distinto signo, aquí voy a referirme a la encabezada por el PSOE, liderada por la corriente del feminismo socialista desde el 82 en que accede al Gobierno. Una institucionalización que ha supuesto reconocimiento de la importancia de la lucha por la igualdad, apoyo a sus demandas con los llamados Planes de Igualdad de Oportunidades y soporte al asociacionismo feminista, liderada como decíamos, por una sola de las corrientes del movimiento, la socialista. Una corriente que trataron de articular en el 83 PSOE/PCE, sin éxito, optando por hacerlo alrededor de las estructuras institucionales del IM y otras administraciones, a nivel central, autonómico y municipal. Así, alrededor de las instituciones se han ido creando y entrelazando toda una red de grupos y asociaciones, más o menos afines a dicho feminismo, con más o menos facilidades de acceso a las ayudas y subvenciones.

Con la institucionalización, el feminismo pierde autonomía (defendida por el feminismo de los 70 hasta hoy), constriñendo contenidos e iniciativas que escapen a las líneas políticamente establecidas, perdiendo pluralidad

Este feminismo institucional se desarrolla en pueblos, barrios y ciudades, en el ámbito sindical, con UGT/CCOO como sindicatos más cercanos, en el ámbito académico entorno a los llamados “estudios de la mujer”, de forma más tardía (época de Zerolo y Zapatero) entre asociaciones de gays y lesbianas y mucho más recientemente con algún que otro hombre académico e igualitario. Desde el IM y Centros de la Mujer (CM) se sostienen cientos de actividades de todo tipo, a lo largo del territorio, concentrando su acción entorno al 8M y el 25N contra la “Violencia Machista”. Una línea de acción, entendemos, excesivamente defensiva, conservadora y victimizadora, unilateralmente centrada en el peligro de la sexualidad y en políticas punitivistas supuestamente protectoras, poco abierta al disenso de ideas y poco inclusiva, desde la diversidad de perspectivas feministas que han ido surgiendo, como señala Cristina Garaizábal. Con la institucionalización, el feminismo pierde autonomía (defendida por el feminismo de los 70 hasta hoy), constriñendo contenidos e iniciativas que escapen a las líneas políticamente establecidas, perdiendo pluralidad (participando cada vez menos en los debates feministas señalados, con toda su diversidad de puntos de vista, entorno por ejemplo, a la sexualidad).

El feminismo institucional es la “joya de la corona” del socialismo, fuente de legitimidad política y piedra arrojadiza contra la derecha (ya sea cuando Gallardón intentó echar hacia atrás la Ley del Aborto o años más tarde contra el “trifachito” andaluz). Una “joya” casi única, con la que tratan de hacerse con el “tesoro” social, hegemonizando el conjunto del movimiento feminista, ocasionando fuertes tensiones por ello, ya que no se pueden imponer puntos de vista institucionales partidistas, en un espacio colectivo que es plural y autónomo, donde las decisiones se toman por consenso, no dejándose fácilmente instrumentalizar, como apuntan Nuria Alabao y Marisa Pérez en Ctxt. Sin embargo, especialmente tras las multitudinarias movilizaciones del 8M del 2019 a nivel global, particularmente importantes en nuestro país, eso es lo que viene ocurriendo, tanto en los preparativos del 8M y 25N, como en los debate sobre trabajo sexual (prohibiéndose la jornada prevista en la Universidade da Coruña), libertad, diversidad sexual y transexualidad (cuestionándose los derechos de las personas trans en un documento interno del PSOE, retrasando la Ley sobre Transexualidad). Debates que han estado presentes desde hace muchos años en el movimiento feminista, con una variada gama de posiciones entre el abolicionismo y la defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales, acrecentándose ciertamente la crítica a una concepción tan binaria del sistema sexo/género, pero que nunca había adoptado la virulencia actual, como explica Teresa Maldonado (Pikara 11/12/2019). Las dos viejas corrientes, el feminismo radical liderado por Lidia Falcón y su Partido Feminista de “la mujer” como clase social sustentada en la reproducción sexual, y el feminismo socialista institucionalizado, abolicionista y tránsfobo, pero sobre todo, autoritario, leyendo a Rosa Cobo, vienen utilizando su influencia y su posición política y académica, tratando de imponer un legítimo punto de vista, expresado por Beatriz Gimeno, como verdad moral feminista, amordazando el punto de vista de las demás y especialmente el de las trabajadoras sexuales y transexuales, como tan claramente expresa Maggi Barrère en Mientras Tanto.

Es un error de bulto confundir el feminismo institucionalizado, encabezado por la corriente socialista, unilateralmente abolicionista, como Rosa Cobo en Tribuna Feminista (elplural.com) con el conjunto del movimiento feminista organizado, que tiene en el centro otros ejes de debate más amplios y plurales, abiertos al disenso y con posicionamientos consensuados como ya se ha dicho, en su crítica feminista al sistema capitalista/patriarcal, su binarismo sexo/género y heteronormatividad, la racialización, el empobrecimiento de amplios sectores sociales y su peligrosa deriva ambiental, como viene apareciendo en los debates de las distintas Jornadas y movilizaciones feministas. Y si es que estamos en una cuarta ola feminista, con todos esos ejes de debate, que sea la de los cuidados mutuos y no la del abolicionismo impositivo desde el poder, línea roja de las disidencias feministas. El feminismo institucional está siendo autoritariamente hegemonizante, tratando de homogeneizar en sus contenidos al conjunto del movimiento organizado, pero no es hegemónico, ni en Catalunya, ni en el País Vasco, ni en Galicia, ni siquiera en Andalucía, feudo socialista desde la transición, donde ni el 9 de febrero contra el recorte de subvenciones del “trifachito” a los grupos anteriormente financiados por el IAM, ni el pasado 8 de Marzo en Sevilla, fue capaz de aglutinar, defender y representar con su convocatoria institucional, los derechos y libertades del conjunto de las mujeres, siendo desbordadas por un arcoiris feminista congregado en torno a una Asamblea Feminista Unitaria Abierta. Es un error de bulto pretender patrimonializar y hegemonizar el feminismo social que conseguimos movilizar entre todas, con una aún mayor pluralidad y diversidad en ese sentirse feministas, más allá del propio movimiento organizado. El verdadero reto es ser capaces de aunar todo ello para no dar ni un solo paso atrás en los derechos y libertades logradas y vislumbrar desde todas las perspectivas feministas, qué nuevos pasos poder dar contra todas las formas de discriminación y subordinación.

Es un error de bulto confundir el feminismo institucionalizado con el conjunto del movimiento feminista organizado, que tiene en el centro otros ejes de debate más amplios y plurales

En un contexto de auge del conservadurismo a nivel global y de ascenso de la ultraderecha en este país, como señalo en eldiario.es, cuando uno de sus ejes centrales es precisamente el ataque a la llamada “ideología de género” concebida como pensamiento único, cuyo alcance no debemos menospreciar, creo que no podemos situarnos a la defensiva en políticas públicas, echándonos atrás en la defensa de los derechos de las personas transexuales, sumándonos al espíritu más conservador de la época Trump (Infolibre 13/6/2020), ni dejando en el limbo los derechos y las ayudas a las trabajadoras sexuales en plena pandemia, como explica Paula Sánchez, dividiendo tan dolorosamente al movimiento feminista, sin ser capaces de forjar las tan necesarias alianzas, tratando de proteger especialmente, a los sectores y colectivos de mujeres más necesitadas, excluidas, marginadas o estigmatizadas. Para ello, pienso como Nuria Alabao (MT Febrero 2020) que el feminismo de base tenemos que afrontar varios retos:

Autonomía institucional, iniciativa propia, capacidad de actuación, para poder ejercer una presión social potente, que pueda ir más allá de los límites del tablero político correspondiente, colocándonos a la ofensiva. No es una vieja ola de feminismo institucionalizado legítimamente abolicionista pero no impositivo y autoritario lo que necesitamos, sino la fuerza del tsunami de todos los feminismos emergentes contra el viejo conservadurismo machista, a nivel global, que vuelve de nuevo a este país encabezado por la ultra derecha más conservadora.

Radicalidad, ir a la raíz en la fundamentación de la crítica feminista a las estructuras, a la norma heteropatriarcal y el sistema binario sexo/género, volviendo a reconectar con el placer y no solo con el peligro de la sexualidad, protegiéndonos, pero afirmándonos, sin dar un paso atrás en los derechos (al propio cuerpo) y libertades (a elegir y decidir libremente).

Perspectiva social, interseccional e inclusiva, más allá de las exigencias del reparto de “cuotas” de poder, “techos de cristal” y “carreras”, tratando de aunar y proteger especialmente a las más necesitadas, excluidas, marginadas y estigmatizadas, incluyendo todas las perspectivas feministas críticas, rompiendo con la idea de un sujeto feminista unificado “la mujer” como explicaba Josebe Iturrioz.

Apuesta democrática, de mayor empoderamiento como ciudadanía y menor proteccionismo y tutela estatal, más preocupada por garantizar derechos y libertades, que continuar con las censuras, prohibiciones, penas y castigos, de víctimas (sin reparación) y culpables (sin reinserción), que vengo defendiendo.

Y unidad, ese es nuestro viejo reto, partiendo de la heterogeneidad de perspectivas y respetando la pluralidad existente, participando en las jornadas territoriales, abriendo y no censurando, ni mucho menos prohibiendo, espacios de debate académicos y no académicos, estar más abiertas al debate y al disenso, siendo capaces de establecer alianzas entre los diferentes sectores del feminismo, sumando todas las fuerzas para pararle los pies al viejo conservadurismo machista de este país, lo que requeriría nuevas formas organizativas para articularnos que habrá que ir experimentando e innovando, como venimos haciendo las feministas desde nuestros inicios.


Feminismos
Feminidad hegemónica y perversidad

Hace doce años, pensábamos que ser mujer no era nada, tan solo un devenir impuesto, una posición subordinada. Ahora parece que ser mujer lo es todo. La bronca está dentro. Antes el poder era la capacidad de hacer cosas, ahora el poder es el poder. 

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