Energía
Energía, una oportunidad perdida para la UE

La Unión Energética Europea prioriza el gas frente a las renovables.
Planta regasificadora del puerto de Barcelona.
Planta regasificadora del puerto de Barcelona. / ENAGÁS

Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com

8 abr 2015 16:39

La UE tiene asignaturas pendientes en materia energética. Actualmente importa un 53% del total de la energía que consume, lo que supone un coste de 400.000 millones de euros anuales, según cálculos de la propia Comisión Europea. Es una de las regiones del mundo más dependientes del exterior en este sentido, y los 28 están, en gran parte, a merced de las decisiones geopolíticas y comerciales de otras naciones.

El conflicto entre Ucrania y Rusia de 2006, por el que esta última cortó el suministro hacia Europa a través de los gasoductos que cruzan Ucrania (y que tuvo réplicas en años posteriores), encendió las alarmas y llevó a un paulatino intento de armonizar las políticas energéticas de los países europeos, objetivo que ha cristalizado, en parte, en la llamada Unión Energética Europea, estrategia a la que en marzo han dado el visto bueno los líderes de la UE.

Mario Sánchez: “El verdadero desafío es que en el año 2030 estemos al 40% de renovables”

La iniciativa pretende estar operativa en 2016 y busca, sobre el papel, minimizar la dependencia energética; fomentar el ahorro, la eficiencia y el uso de renovables, diversificar las fuentes de abastecimiento y llegar en 2025 a un nivel de interconexión eléctrica de, al menos, el 10% de la capacidad de producción de los 28, lo que implica una inversión de 200.000 millones. Además, busca que el continente deje de estar su­bor­dinado a Rusia, principal suministrador de gas (aporta un 42% del total), petróleo (33%) y carbón (26%).

Sin embargo, la realidad es bien distinta, y los poderosos lobbies energéticos han tenido mucho que ver en el proyecto. Mario Sánchez Herrero, profesor de Economía de la Universidad Complutense e integrante de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético, apunta que la Comisión “ha puesto el acento en el problema del gas”, buscando una seguridad en el suministro sin llegar a plantear un nuevo modelo. “Lo que hay que hacer es definir un sistema energético europeo que otorgue al gas una posición marginal y no central”, defiende, y añade que el objetivo real de la UE es aplicar algunas de las medidas que EE UU ha adoptado para salir de la crisis. “El gas es una de las herramientas que han utilizado, unido a una política monetaria expansiva y al aprovechamiento de sus recursos de petróleo y gas esquisto”, explica, lo que consiguió que en el país norteamericano el gas costase la mitad que en la UE.

Cáucaso y Magreb

La diversificación de fuentes de suministro de gas mira, principalmente, hacia dos puntos: el Cáucaso y el norte de África, especialmente el Magreb. “A finales de año se empezará a construir un gasoducto que conecta Azerbaiyán con el norte de Italia, con un coste estimado de 45.000 millones”, explica Alfons Pérez, del Observatori del Deute en la Globalització (ODG). Se trata de una infraestructura que sirve tanto a intereses geopolíticos como de grandes multinacionales. Mientras por un lado se debilita a Rusia —EE UU ha reiterado su apoyo al plan—, empresas como BP, principal beneficiada del trazado, consiguen enormes beneficios “utilizando dinero público en su construcción”, apunta Pérez, dinero que “hace de palanca para los fondos de inversión”.

Paco Castejón: “Las empresas energéticas son capaces de modificar la política de los Estados”

Lo mismo ocurre en el norte de África, donde, mientras se intensifican relaciones con países como Argelia, Egipto o Túnez, empresas como la francesa Total extraen sus reservas de gas, tanto de forma convencional como mediante fracking. España también está en el reparto con su principal compañía de transporte de gas natural, Enagás, que posee la deuda del Proyecto Castor, el fallido almacén de este hidrocarburo sito frente a las costas de Castellò que costará a la ciudadanía 4.700 millones, según la OCU. La empresa también participa en las nuevas conexiones con el Caspio, donde ya ha conseguido un 16% del TransAdriatic Pipeline, trazado del Eurocaspian Pipeline que transcurre por los Balcanes hacia Italia. Además, hay que destacar que la búsqueda de nuevos nichos energéticos está uniendo intereses europeos con los de regímenes autoritarios y cleptocráticos, como los de la familia Aliyev en Azerbaiyán o el de Gurbangulí Berdimujamédov en Turkmenistán.

Poderosos lobbies

Paco Castejón, investigador y miembro de Ecologistas en Acción, sostiene que “las energéticas son las empresas europeas más potentes, capaces de modificar la política de los Estados”. Pone como ejemplo el caso español, donde las cinco compañías de la Asociación Española de la Industria Eléctrica (Unesa) “se están forrando, literalmente, con un sistema hecho a su medida”. Además, la libertad de movimiento de capitales ha permitido que multinacionales como E-On compren empresas nacionales, extendiéndose por los países. Asimismo, “otras como Iberdrola o Endesa invierten más fuera de España, cogiendo los beneficios obtenidos aquí para invertirlos en otros sitios, ampliando su poder”, destaca, mientras empresas como Repsol o BP son mimadas por sus gobiernos. Pérez hace hincapié en que los Estados europeos “están perdiendo soberanía y entregándosela a los mercados”, donde especuladores como Goldman Sachs pueden entrar sin que el ciudadano pueda decidir sobre qué modelo energético quiere. “El papel que se le reserva es que haga un uso flexible de la energía para poder desconectar su consumo cuando haya menos recursos, quedando en un lugar marginal lo que para nosotros es la piedra angular de un nuevo modelo energético: que las nuevas fuentes de generación renovables estén en manos de los ciudadanos y las pequeñas comunidades”, indica Sánchez Herrero. Por ello, para él, el proyecto de Unión Energética es “poco ambicioso y con un planteamiento que no cuestiona el carácter central de las grandes corporaciones”.

Estrategia 20/20/20

A pesar de que las fuentes renovables aportan el 15% de la energía que consume la UE, cifra a la que se llegó el pasado diciembre, y de que se avanza hacia la apuesta 20/20/20 para el año 2020 —reducción de emisiones en un 20% respecto a los niveles de 1990, ahorro de energía en un 20% respecto al mismo año y aportación de las renovables del 20% del total de la energía—, es dudoso que se haya puesto toda la carne en el asador en materia de renovables con la Unión Energética. “Las inversiones en las nuevas infraestructuras de gas van a suponer seguir consumiendo este hidrocarburo durante 30 años para poder rentabilizarlas, lo que va en detrimento de una apuesta por las renovables”, afirma Pérez, quien añade que el ODG realizó un cálculo por el que si estas instalaciones estuviesen a pleno rendimiento actualmente, no se podrían cumplir los objetivos 20/20/20. Por su parte, Sánchez aboga por que “el verdadero desafío sea que en 2030 estemos al 40% de renovables, que es perfectamente factible porque con las políticas monetarias que se están poniendo en marcha va a haber dinero para invertir, teniendo en cuenta que el 80% del coste de las renovables es su inversión inicial”.

En el terreno nuclear la UE sufre lo que venía siendo la norma hasta ahora: la falta de una política común. “No hay acuerdo entre los diferentes países respecto a qué hacer”, indica Castejón. Mientras en algunos existe una apuesta por la energía nuclear, como en Francia, donde el 75% de la energía eléctrica proviene de esta fuente y existe una importante relación entre su industria nuclear civil y militar, otros como Austria se declaran abiertamente antinucleares. Este tipo de energía produce un tercio de la electricidad consumida en la UE.

“Las inversiones en las nuevas infraestructuras de gas van a suponer seguir consumiendo este hidrocarburo durante 30 años para poder rentabilizarlas”

Actualmente se están construyendo dos centrales en Europa. Olkiluoto (Finlandia), a cargo de la francesa Areva, acumula seis años de retraso y un sobrecoste de 5.000 millones, por lo que es considerado un proyecto fallido. La segunda, Flamanville (Francia), también a cargo de Areva —que ha anunciado recientemente pérdidas de 4.800 millones—, sufre a su vez retrasos. Gran Bretaña está pensando en construir su planta Hinkley Point C, pero las constructoras exigen que se garantice un precio de 100 euros por MW/hora los próximos 30 años, “algo que no está claro que acepte la Comisión”, apunta Castejón. “Se están construyendo fotovoltaicas que aceptan el precio mayorista de electricidad, que en España está a 40-50 euros el MW/h”, explica Sánchez. “La nuclear cuesta ahora mismo el doble que la fotovoltaica, la nuclear se ha acabado”, subraya. Mientras, Alemania ha dado la espalda a esta energía al adoptar Merkel el acuerdo que ya suscribieron Verdes y SPD: apagar su último reactor en 2022.

Por último, otro de los grandes retos es el petróleo, cuyo uso mayoritario es para el transporte. “Habría que fijar la atención en cómo conseguir un modelo de transporte más sostenible”, apunta Herrero. El documento de la Unión Energética habla de transitar hacia modelos que consuman menos energía, como el tren o el barco, poniendo un acento especial en la movilidad eléctrica, algo que “solucionaría el problema del petróleo y permitiría introducir más renovables en el sistema”, sostiene. Además, acabar con el petróleo paulatinamente daría seguridad económica a la UE, ya que no tendría que enfrentarse a agudos incrementos del precio por crisis o coyunturas internacionales.

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