Opinión
Carteles para el fin de este mundo
Hay espacios donde los principios no se trafican y no es fácil que los mercaderes se hagan hueco. Este parece ser uno de ellos.
Sábado 7 de diciembre, 13 horas, llegué al campus de la UCM cuando todo había empezado. Me dirigí a la gran tienda blanca en cuya lateral se leía “Cumbre Social por el Clima”, donde me explicaron que la mayor parte de las actividades se estaban desarrollando en el Edificio Multiusos. Y allí me encaminé, no sin antes detenerme en la conferencia que se desarrollaba bajo un delicioso sol otoñal. Un representante de pueblos originarios brasileños que en su cabeza lucía un colorido cocar de plumas, explicaba a unas 30 personas, atentas, las singularidades de la percepción del mundo de los pueblos amazónicos.
En el edificio, tal y como me habían adelantado, las charlas y conferencias estaban en pleno desempeño. En eso de la consonancia entre medios y fines todo era coherente, a diferencia de la COP25, ningún patrocinio o logotipo que indicase cualquier interés excuso por detrás de lo que estaba a la vista. La programación, expuesta en diversos lugares, día por día, en carteles de color amarillo intenso. Aquello era una babel de lenguas y de biotipos. Saqué algunas fotografías de los talleres que se desarrollaban en el primer piso para mandar al periódico y descendí a la planta baja, donde –en un mostrador- te ofrecían la información complementaria que necesitases, incluidas actualizaciones de último momento.
No sabía bien qué preguntar y entonces, sin proponérmelo, me deparé con una mini exposición gráfica que me pareció la declaración de principios y carta de presentación político-ideológica del encuentro. Se condensaba en poco más que una docena de paneles de diferentes estéticas pero de inequívoca vocación anticapitalista, ecologista y anticonsumista. Me parece que ni Endesa ni cualquiera de las empresas del Ibex35 que patrocinan la COP25 estarían dispuestas a bancar estos mensajes, demasiado indigestos como para ser asimilados por la fagocitación neutralizadora del Green New Deal.
Uno de ellos, en el estilo de los antiguos afiches de botica, parodia un Parte Médico en el que se diagnostica: “El capitalismo es una enfermedad”. A renglón seguido en tres columnas se señalan sus síntomas: “Físicos / Mentales / Globales”. Entre los primeros se enuncian: “explotación – intoxicaciones múltiples – hambruna y obesidad – violencia generalizada”. Entre los mentales: “depresión y ansiedad – neurosis – insatisfacción permanente – ausencia de empatía – nihilismo espiritual”. Cerrando el trío, los síntomas globales: “destrucción de las condiciones de habitabilidad del planeta – reducción drástica de su riqueza y belleza – futuro hipotecado por miles de años”.

Otro de los carteles ofrece un paisaje montañoso gris y devastado. En una de sus colinas –en primer plano y de espaldas- aparecen una madre y su hijo de corta edad tomados de la mano. A su alrededor profusión de desechos y de residuos sólidos, propios de la producción industrial y de las sociedades urbanas. El globo de diálogo de la madre dirigiéndose a su hijo sentencia: “Algún día, hijo mío, todo esto será tuyo...”
En otro, de estética propia de los recados religiosos y/o filosóficos en clave trascendental, se ve una mano creando giros en el agua como invocando algún espíritu que aporte alguna certeza. De fondo un texto: “La vida es inevitablemente una búsqueda. Sobre esto no tenemos potestad alguna. Pero lo que sí está en nuestras manos es que aquello que buscamos –con el ahínco de cada aliento- merezca la pena ser encontrado”.
Uno, en clave de mensaje “wanted” del far west y destituyente de los contenidos y series hoy tan en boga, está precedido por el clásico “Se busca” y en el centro la palabra “Fletnix”, con la aclaración: “Conjunto de relatos o ficciones que proyecten un paradigma, pensamiento o modelo de vida diferente del hegemónico”. Con una aclaración final: “Absténganse productos de mero entretenimiento, por más sofisticados que sean”.

También en clave de emergencia, un cartel que muestra a un grupo de niños en una evidente situación de catástrofe climática, pos algún huracán, tsunami o devastación parecida. Uno de ellos tiene los pies sumergidos en un agua turbia y a su lado hay un trío de niños flotan en una tinaja que oficia de improvisada embarcación. El cartel luce un gigantesco “Se busca”, con el aditamento “grupo humano de emprendedores con iniciativa y audacia para subvertir el orden establecido. Los implicados serán recompensados con un mundo mejor”. El globo que surge de la niña que forma parte del trío, dice: “¿Y qué tal si probamos a remar en la misma dirección para variar?”
Uno más, en fondo azul, en el que se ve la tilde característica de Nike, solo que haciéndola aparecer como un objeto punzante que ha atravesado un cerebro, que porta a modo de trofeo en el medio de la tilde. Debajo, el aleccionador mensaje: “Máxima Nº1 del Consumo: No hay consumo más justo y sostenible que aquel que, sencillamente, no se hace”.
Finalmente, uno en formato de cartel cinematográfico, anunciando un filme que se asume como el Blad Runner del mal, es decir, invirtiendo los mensajes y contenidos críticos del ácido y destituyente filme de Ridley Scott. Se ve un émulo de Rutger Hauer con mirada perdida y taciturna, un rastro de sangre le baja desde el cuero cabelludo, mientras él asegura firmemente con su mano una paloma blanca. A su lado, un cuadro de diálogo mudo que recoge una iconografía de la sociedad de consumo: una hamburguesa y un cartucho de patatas fritas de McDonalds y los emoticonos de Google, sintetizadores de emociones y situaciones. La película que anuncia se titula “Blade Runner de ida y vuelta” y la síntesis de los contenidos del filme anuncia: “Mucho más sencillo e inmediato que hacer máquinas que se comporten como humanos es lograr justamente lo contrario. Y en esas estamos”.
Fue entonces que empecé a sentirme como en casa. Después de estos siete vinieron otros varios, que os sugiero tampoco os perdáis si decidís asistir a esta cumbre alternativa.
COP25
La sociedad civil se rebela contra la falta de ambición climática en la COP25
Colectivos y asociaciones se organizan para desplazarse a la Marcha por el Clima de Madrid que tendrá lugar este viernes, una protesta que se espera multitudinaria. La Cumbre Social por el Clima reunirá del 7 al 13 de diciembre a los movimientos que cuestionan la agenda oficial de los gobiernos y exigirá una mayor ambición climática a la COP.
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