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Los problemas europeos no están asociados sólo a la Unión Económica y Monetaria, aunque la creación de la moneda única ha sido, sin duda alguna, un factor central de perturbación económica y de crisis. Tienen mucho más recorrido. Están relacionados con las bases mismas de la integración económica y la lógica de acumulación y reparto capitalista y con los intereses que sostienen y alimentan estos procesos.
La problemática de la denominada “construcción europea” no obedece a “fallos” de diagnóstico, a políticas “equivocadas” o a una insuficiente gobernanza —aunque de todo esto ha existido—, sino a la apuesta estratégica de las oligarquías que impulsan políticas, coyunturales y estructurales, acordes a sus intereses, que no son los de la mayoría de la ciudadanía. Las políticas económicas articuladas desde Bruselas no sólo tienen una orientación conservadora, que es preciso desafiar. También están contribuyendo a la consolidación de un capitalismo extractivo. Presentan, en este sentido, una dimensión estructural: desarticulación de los espacios sociales e institucionales, cambiar en beneficio del capital la correlación de fuerzas y abrir nuevos mecanismos de acumulación/ extracción de renta y riqueza, de la población trabajadora y de la naturaleza. Por ello, sería un error de bulto centrar nuestras críticas en la “dudosa eficacia” de las políticas aplicadas en estos años de crisis. Hay que revisar, para situar en este contexto, la idea de que ha existido una “mala gestión de la crisis”. En clave de economía política —esto es, poniendo en el centro de la interpretación los intereses de clase y el conflicto que surge entre ellos— se entiende muy bien la descarada e intolerable instrumentación del Banco Central Europeo en la crisis griega, los “rescates” y las medidas tomadas para sanear los balances bancarios o los ganadores/perdedores de las políticas de flexibilización cuantitativa llevada a cabo por el Banco Central Europeo. Si el diagnóstico apunta a los intereses de las élites dominantes, las propuestas deben dirigirse a atacar su poder. En esa línea, hay que activar políticas que limiten la omnipresencia del capital financiero y corporativo, así como denunciar los tratados internacionales que imponen los intereses de las transnacionales ante posibles medidas democráticas de los estados en favor de sus poblaciones.
Si el diagnóstico apunta a los intereses de las élites dominantes, las propuestas deben dirigirse a atacar su poder. Hay que activar políticas que limiten la omnipresencia del capital financiero y corporativo
A la hora de valorar las políticas económicas aplicadas desde las instituciones comunitarias y de ofrecer alternativas, no sólo hay que hacer referencia a la austeridad fiscal y la devaluación salarial; también hay que poner sobre la mesa la implementación de reformas estructurales de enorme calado. En este ámbito, se suelen enfatizar, con razón, las laborales. Pero no hay que perder de vista que hay otros ámbitos trascendentales, quizá menos visibles, que debemos poner sobre la mesa y sobre los que debemos actuar, como la concentración de la estructura empresarial o el fortalecimiento del sector financiero.
En el espacio comunitario se aprecian múltiples fracturas. Entre el norte y el sur y entre el centro y las periferias. Además, existen las que separan el trabajo y el capital, y a la mayor parte de los trabajadores de las elites empresariales (incluidas las que reciben una parte de su compensación en forma de salarios). Detrás de estas lógicas concentradoras están las grandes corporaciones, del Norte y el Sur, y los grupos de presión que las representan; y la actual institucionalidad no las corrige. El programa económico de Podemos debe destacar y enfrentar esta complejidad de fracturas.
Las políticas económicas de Podemos no pueden pivotar, como ahora sucede, en torno a las premisas de “más crecimiento” y “más competitividad”. Aún cuando algunas de las actividades tengan que crecer y la búsqueda de más competitividad, sobre bases estructurales, todavía tenga que desempeñar un papel en una estrategia económica de cambio. Los límites ecológicos —energéticos y de materiales— condicionan, ya lo están haciendo, los actuales modelos productivos y de consumo. Las apuestas acríticas por la tecnología y la investigación y el desarrollo en absoluto aseguran la superación de las severas restricciones energéticas y de materiales que nos plantea la actual crisis civilizatoria. En un escenario de inevitable escasez y de disputa por unos recursos cada vez más limitados, Podemos debe plantearse revertir las lógicas depredadoras, promoviendo una reestructuración desde la raíz (radical) de los sistemas productivos, los espacios urbanos —y su relación con los rurales— y los modelos de transporte, levantando con convicción, con los movimientos feministas y ecologistas, la bandera de la sostenibilidad de la vida, el reparto y la disminución de los privilegios.
Las políticas económicas de Podemos no pueden pivotar en torno a las premisas de “más crecimiento” y “más competitividad”
Más que de un “déficit democrático”, término utilizado para ilustrar las escasas competencias del parlamento europeo (única institución comunitaria que cuenta con la legitimidad democrática derivada de un proceso electoral directo) frente al protagonismo adquirido por aquellas instituciones de perfil intergubernamental que carecen de esa legitimidad, es más apropiado hablar de deriva autoritaria del denominado proyecto europeo. La cuestión no es pedir “más democracia”, sino exigir “democracia real”. La perversión de lo institucional reside en la constitucionalización de las políticas neoliberales —y la casi imposibilidad de cambiar los tratados—, la imposición de las políticas a aplicar por parte de los gobiernos o los procesos de adopción de decisiones: liderazgo del Eurogrupo (fuera de los Tratados), iniciativa de la Comisión, corrección menor del Parlamento, y última palabra del Consejo por su práctica capacidad de veto. Pero el deterioro de la democracia y la pérdida de soberanía desborda con mucho la operativa de las instituciones: también hay que tener en cuenta, y hay que afrontar, el enorme poder económico y político de los lobbies, las grandes corporaciones y la industria financiera.
La arquitectura institucional, la que se levantó con el euro y la que surge en los últimos años, está conectada con los intereses financieros y productivos de los grandes grupos económicos y de los países con mayor potencial competitivo, Alemania principalmente. Esos intereses exigían y exigen un mercado de baja densidad institucional, con escasa o nula regulación, consagrar el libre movimiento de capitales y la competencia sin restricciones; las reformas actuales —Fondo Monetario Europeo, Unión Bancaria, Mercado Único de Capitales…— apuntan en la misma dirección: primacía de las grandes corporaciones, de la gran banca y de la industria financiera en la asignación transfronteriza de recursos y, más en general, en la integración económica europea.
Las reformas institucionales llevadas a cabo durante estos años —su orientación y también sus carencias— llevan la impronta del papel prominente y creciente de Alemania y su área de influencia. Siendo conscientes de la existencia de este bloqueo y del sesgo correspondiente, y de la ruptura de los grandes consensos comunitarios que han funcionado en las últimas décadas, nuestra posición no puede ser “completar la gobernanza” con que surgió el euro, sino proponer una institucionalidad sustancialmente diferente. Nuestras propuestas colisionan tanto con la institucionalidad actual como con los intereses que la sostienen. Por esa razón, debemos apostar claramente por “Otra Europa”, que, en lo fundamental, no puede ser el resultado de reformas aisladas de la Unión Europea actual. No hay política posible “a favor de la gente” sin confrontar con esta institucionalidad y con los poderes que la sustentan. Podemos debe tomar distancia de un planteamiento que centra y limita la crítica a la existencia de una gobernanza incompleta y defectuosa del euro. La crisis de la moneda única trasciende con mucho el ámbito de las instituciones, y requiere, más que reformar, revisar y completar las que surgieron con el nacimiento de la moneda única, un nuevo diseño institucional y la apertura de un proceso constituyente, que debe comprender el diseño y la ejecución de las políticas económicas al servicio de las mayorías sociales, la creación de un marco institucional que la haga posible y la activación de instrumentos que aseguren la participación de la ciudadanía.
Tenemos que elaborar un relato, a partir de la impugnación de la construcción europea actual, que habría perdido legitimidad ante la ciudadanía, y la necesidad y la posibilidad de poner en pie Otra Europa. Este relato no debe esquivar ni omitir el análisis de la problemática asociada a los procesos de integración económica, la distribución desigual de los costes y los beneficios, la insostenibilidad de las dinámicas globalizadoras, los límites de sostener las economías en el principio de la competitividad, la cesión de soberanía en beneficio de los actores que operan en los mercados globales y el papel prominente de las grandes firmas. Para que otra política económica que sitúe en el centro los intereses de las mayorías sociales sea viable es necesario, además de disponer de un relato coherente, acumular fuerzas para vencer las resistencias que, inevitablemente, pondrán los privilegiados. Cualquier propuesta de reforma económica, por razonable y urgente que sea, por bien fundamentada y justificada que esté, será inviable si no existe presión social y política que exija su implantación, si no aparece un sujeto político europeo —que articule los múltiples descontentos y movimientos— capaz de librar la batalla política, social y cultural en el espacio europeo.
La reflexión sobre Europa y la acción ciudadana asociada a la misma es esencial, pues buena parte de los grandes desafíos que enfrentamos se dirimen a escala europea y global. Y porque, a diferencia de lo sostenido por el relato hegemónico, Europa actualmente es más una restricción que una oportunidad. Podemos debe impulsar un amplio debate, prácticamente inexistente cuando se escriben estas líneas, sobre el euro y la construcción europea, y estrechamente relacionado con todo ello sobre los límites, las contradicciones y las consecuencias de la dinámica de acumulación y reparto capitalistas. No sólo de cara a las próximas elecciones europeas, sino como una de las piedras angulares de la acción política del partido. Este debate debe comprometer a la ciudadanía, a los espacios sociales que, de una manera u otra, están en la reflexión y en la movilización alrededor del objetivo de Otra Europa desde una perspectiva crítica, y, por supuesto, a las personas inscritas en Podemos; en consecuencia, no debe quedar confinado a las elites ni tampoco ser privativo de los expertos.
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El narco presidente Feijoo le debe a Podemos su mayoría absoluta. Desde Galicia, !gracias posmodern-monguers!
El mayor problema ha sido regalar/entregar soberanía (política, económica, monetaria, social). Alejar y centralizar las decisiones en un casino neoliberal que crea problemas y no soluciones. La U€ es una pesadilla.
El problema es el paradigma monetario actual y lo sabes, compa. Un saludo.