Algunos años antes de los disturbios de Stonewall —hecho fundacional del activismo LGTB contemporáneo—, en el barrio de Tenderloin, en San Francisco, un grupo de mujeres trans, hartas de la violencia policial sistemática, estallaron una noche de agosto de 1966 en el interior de la cafetería Compton’s, agredieron y pusieron en fuga a dos patrullas de policía que entraron en el establecimiento. Destrozaron el local, montaron un piquete y mantuvieron las hostilidades contra el despliegue de fuerzas de seguridad hasta el amanecer. Fue necesaria la intervención de un mediador para frenar la protesta.

A partir de aquel hecho, algo cambió en la percepción que aquellas mujeres, aquella comunidad, tenía de sí misma. Poco tiempo después, algunas de las protagonistas de aquel tumulto fundaron la National Sexual-Gender Identification, de cuyas cenizas surgiría el National Transsexual Counseling Unit, la primera organización legal de apoyo y consejo a personas trans manejada por ellas mismas y que recibía fondos públicos. La lucha LGTB había prendido la mecha, después vendrían Stonewall y el estallido cuya resonancia sigue empujando todo activismo arcoíris presente.

Desde lo pequeño a lo universal, desde un escaparate destrozado hasta la intervención en la legalidad, desde el apoyo mutuo y la colaboración hasta el reconocimiento como sujetos políticos con presencia contundente sobre la que ya no es sencillo pasar por encima o invisibilizar.

La historia LGTB y la feminista se cimentan sobre las ruinas del colonialismo, son unas luchas que no pueden entenderse sin tener en cuenta el fortísimo componente interracial. Si tomamos como ejemplo el barrio de Tenderloin, nos encontramos con una población expulsada de toda noción de clase, a la que no se le permitió siquiera participar del auge industrial que fue de la mano de la política belicista americana y cuyas necesidades jamás fueron incluidas en movimiento obrero alguno.

Fue la llegada de población negra a la zona la que trajo aires de revolución y colaboración. Los ecos leves de las revueltas chicanas. El pacifismo como oposición a Vietnam. Una mezcolanza de expulsados que fraguó y canalizó la ira de las desheredadas.

La aceptación mutua de los ejes de opresión específicos de cada comunidad fue clave para lograr avanzar, probablemente nadie que asistiese a las pequeñas asambleas en la iglesia metodista de Glide imaginaría jamás la magnitud que el movimiento LGTB ha alcanzado. Tampoco les preocupaba. Buscaban soluciones materiales que sirviesen a todos y todas. Intervención inmediata a problemas comunes y específicos.

La diversidad no puede entenderse como una suma, ni ser usada como mera nomenclatura para que las filas ensanchen. La diversidad actúa como interacción, como revisión constante, como elementos de justicia que deben adherirse al común sin perder su especificidad, transformando lo que se entiende como bloque de oposición al sistema en un poliedro.

Analizarlas como atomizaciones es un error que solo puede cometerse desde el privilegio. Como mujer, trans y obrera sé cuáles son las posiciones que ocupo en el capitalismo y en el anticapitalismo, desgraciadamente se parecen bastante una a la otra. Mi agencia para dividir a la clase obrera es nula, apenas la rozo. Mis aportaciones, las de las personas racializadas, las especificidades de nuestras necesidades materiales, solo pueden enriquecer y afilar la maquinaria antisistema. Expulsarnos, relegarnos al papel de hermanas menores o al de demandas secundarias solo contribuye a sustituir una desigualdad por otra, quizá más amable, quizá algo más benévola, pero en la que tampoco tendremos las mismas oportunidades que un varón cis heterosexual y blanco.

Venimos de la ira, nos ganamos nuestra categoría política rompiendo cristales, mobiliario y haciendo frente a las fuerzas del orden. Nuestra cuenta de muertas es apabullante y sigue creciendo en todos los estratos de clase. Entended que haremos lo necesario para no perder lo poco que tenemos y que reaccionaremos con toda la furia que tengamos dentro ante quien, de forma consciente o inconsciente, nos quiera volver a dejar fuera.

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