Opinión
Lecciones de Torre Pacheco. Combatir el racismo desde la fuerza de clase

El combate contra el racismo no es un combate que se vaya a resolver mediante un ejercicio de intelectualismo moral, se resolverá en la lucha de clases y ese choque marcará la próxima década en Europa.
Familiares de Abderrahim en la plaza Callao
José Félix Cueva Medina Protesta contra el asesinato racista de Abderrahim en Torrejón de Ardoz.

Es militante de anticapitalistas y de la redacción de Viento Sur.

16 jul 2025 12:45

El pasado 9 de julio, un vecino de 68 años fue agredido brutalmente en Torre Pacheco, Murcia. Este municipio es uno de los puntos de concentración del proletariado agrícola de origen migrante, que trabaja en la llamada “huerta de Europa” murciana, sometido a severas condiciones de explotación. El vecino identificó a los agresores como de origen magrebí; pese a que el propio agredido llamó a la calma, los días posteriores han estado marcados por pogromos racistas, azuzados por grupos escuadristas compuestos por fascistas llegados de otros lugares. Tanto Vox como el PP, cada uno con su estilo, han jaleado los ataques, ante la complicidad policial.

Hasta aquí, el relato de los hechos. Sin embargo, los hechos deberían ser un punto de partida para una reflexión diferente. No se puede pensar que lo ocurrido en Torre Pacheco es, simplemente, una mala excepción; es, más bien, un hecho implícito en una coyuntura política caracterizada por el auge del racismo y por la radicalización de una fracción de la población hacia la extrema derecha. Esta radicalización tiene bases materiales, pero no las que piensan los reaccionarios. Responde tanto a motivos estructurales, producto de la reconfiguración capitalista, como a motivos políticos.

La crisis del imperialismo occidental y su tendencia al declive generan una sensación de inseguridad en las clases medias y en sectores desclasados de la clase trabajadora, que les lleva a buscar salidas “relativas” ante la amenaza de la pérdida de su posición social. Decimos “salidas relativas” porque esta salida se basa en tratar de mantener su posición mediante una alianza con los de arriba contra los de abajo: esta es, ni más ni menos, la dinámica que desarrolla la extrema derecha. El racismo, alimentado por los difusores de hegemonía de la derecha, encuentra su terreno fértil en la necesidad de una división de clase que permita al capital mantener su orden político y económico.

El racismo combina formas ideológicas monstruosas y aberrantes, con formulas de “coacción muda”, que se naturalizan en la geografía social que traza el capital

Esto, por supuesto, no era exactamente así hace una década. Con todas sus limitaciones, aquella fase marcaba una dinámica inversa. En torno a ese gelatinoso concepto conocido como “clases populares”, la ofensiva tendía a desarrollarse de abajo hacia arriba. La mayoría de la izquierda, sin embargo, prefirió optar por convertir esa situación en “momentos hiperpolíticos” y unos cuantos ministerios bajo el ala del PSOE, en vez de consolidar un bloque organizado que fuese superando sus propias limitaciones (entre otras, la participación de los trabajadores migrantes en política), y así plantear un contrapeso a largo plazo capaz de oponerse a las dinámicas que siempre se desatan bajo la crisis histórica del capitalismo. Así estamos y así hemos llegado hasta aquí.

Por ir al grano: el progresismo se ha mostrado incapaz de proteger a los trabajadores de origen migrante. No solo el progresismo gubernamental, que, pese a su retórica, es el responsable de la violencia estatal contra los migrantes, tanto en las fronteras como dentro de ellas, manteniendo, por ejemplo, las infames leyes de extranjería o perpetuando sin derechos formales a miles de personas. También el sentido común progresista deviene en un problema para enfrentarse con posibilidades de victoria a esta dinámica. Observemos dos de las respuestas ideológicas más comunes en el progresismo y propongamos sendas alternativas.

La primera reacción suele ser, por utilizar un término del viejo sardo, dar rienda suelta al instinto “estatólatra”. Esta adoración al Estado se traduce en reclamar al mismo que intervenga para restaurar el orden. “¡Más policía!” “¿Por qué no hacen nada?” No podemos simplemente denostar esta sensación como un síntoma de incurabilidad de quien la expresa. Normalmente, responde a un intento honesto de frenar una situación que les horroriza.

Por un lado, hace falta insistir en la complicidad, tanto ideológica como orgánica, de los aparatos de seguridad del Estado (jueces, policías) en la materialización y expansión del racismo como forma de estructuración social. Pero esto no es suficiente: la estatolatría externaliza la responsabilidad colectiva sobre los fenómenos sociales, sustituyendo la lucha de clases por la intervención “desde fuera” de un agente externo que restaure el orden y, lógicamente, lo refuerce. Es la pescadilla que se muerde la cola: la política contra el racismo que acaba reforzando a los agentes racistas. La importancia de explicar esto, con paciencia y pedagogía, se torna esencial en esta fase.

En segundo lugar, el sentido común progresista suele apelar a la “imprescindibilidad” de los trabajadores migrantes: ¿Quién va a hacer los trabajos que nadie quiere? ¿Quién va a pagar las pensiones? ¿Quién va a compensar la baja natalidad? (Sobre esto podríamos escribir un tratado en torno a la hipocresía moral de las clases medias progresistas, pero mejor en otro momento). Todo esto refleja una realidad. Las clases subalternas están muy lejos de estar unificadas, ya que tienden a responder mediante distintas formas ideológicas a diferentes divisiones del mundo del trabajo: cualificados/no cualificados, nativos/extranjeros, manuales/intelectuales. El racismo combina formas ideológicas monstruosas y aberrantes, con formulas de “coacción muda”, que se naturalizan en la geografía social que traza el capital, respondiendo las necesidades de su orden productivo y reproductivo.

En ese sentido, si bien el sentido común progresista parece reflejar otra forma de miedo a la proletarización (“¿quién va a hacer esos horribles trabajos?”), de forma distorsionada también refleja una verdad, que no es otra que la “imprescindibilidad” de los trabajadores migrantes. La sociedad capitalista no podría producir ni reproducirse sin su trabajo. Esto, en términos marxistas, se llama “poder estratégico”.

Como decía Mario Tronti, los proletarios no son simples desarrapados: son una orgullosa clase de productores. He ahí el límite político del progresismo: en el mejor de los casos, expresa una moral compasiva que solo ve al trabajador migrante como una víctima a la que el Estado debe proteger; en el peor, lo ve como una pieza funcional a su posición social. El punto de vista de clase, sin embargo, plantea otra potencia: la clase trabajadora migrante como pieza clave de una nueva clase en ascenso, es decir, la fracción social que puede convertirse en fuerza por el poder estratégico y estructural que atesora. Esta visión nos permite también alumbrar posibilidades hoy oscurecidas, como el uso de la huelga como arma contra los efectos del racismo, como por ejemplo ocurrió en 2000 en El Ejido ante una situación similar a la que hemos vivido estos días.

Necesitamos que el antirracismo se convierta en eje central de nuestra acción política, instando a todas las organizaciones a movilizarse de forma permanente contra el racismo

Esto, por supuesto, no puede significar adoptar una posición boba respecto a cómo se desarrolla esta potencia. Pese a algunos chispazos que indican un nuevo camino, las fuerzas obreras organizadas son débiles porque están pasivizadas y desorganizadas. El proletariado migrante también porta divisiones internas, producto de los diferentes niveles de conciencia e integración. Al proletariado de origen latinoamericano se le explota sin piedad, pero se le ofrece cierto margen para la integración simbólica y la adhesión política, como, por ejemplo, hace Ayuso en la Comunidad de Madrid.

Al proletariado de origen magrebí, sin embargo, se le condena al aislamiento y se le anatemiza mediante una brutal ofensiva islamófoba. Aunque parezca, a simple vista, que no tiene conexión directa porque no se hace explícito, la política de complicidad de las instituciones del centro capitalista con el genocidio sionista contra el pueblo palestino introduce en el inconsciente colectivo la idea de que los musulmanes han dejado de ser sujetos de los tan cacareados derechos humanos, fomentando un clima de brutalización contra ellos.

Sin duda, el conjunto de la clase trabajadora está atravesado por prejuicios, debilidad político-organizativa y divisiones que, por cierto, en el caso del Estado español, también se expresan en el desarrollo desigual del territorio: no se expresa de la misma forma el fenómeno en Murcia que en una metrópolis. Así pues, desde el realismo intransigente, que es consciente de las dificultades pero no las acepta pasivamente, deberíamos empezar a sentar las bases de una nueva táctica.

El combate ideológico sin acción política termina siendo una simple defensa moral impotente. Necesitamos que el antirracismo se convierta en eje central de nuestra acción política, instando a todas las organizaciones, mediante una política lo más unitaria y amplia posible, a movilizarse de forma permanente contra el racismo. Para ello, necesitamos con urgencia trabajar en generar estructuras con capacidad tanto militante como de interpelación al conjunto de la clase trabajadora.

Los sindicatos, partidos y movimientos sociales deben jugar un papel clave en ello, no mediante la “reclamación” al Estado, sino mediante la movilización activa. Esto es un paso fundamental para ir generando una dinámica que incluya al proletariado migrante como miembro protagónico de una institucionalidad de clase que supere las divisiones racistas estimuladas por el capital, pero sostenidas sobre la segregación práctica sobre la cual se articula el orden político de “nuestras democracias liberales”. Y hacerlo de forma abierta, comprendiendo que en esa dinámica hay que ser extremadamente flexibles, y que debemos aprender: la izquierda ha considerado demasiado tiempo al trabajador migrante como un sujeto pasivo, una simple víctima —en realidad, un simple objeto—.

Solo mediante la acción política podremos afrontar la lucha antirracista con alguna posibilidad de victoria. El combate contra el racismo no es un combate que se vaya a resolver mediante un ejercicio de “intelectualismo moral”, ya sea conteniendo a las clases en declive mediante el Estado, ya sea apelando de forma abstracta a la paz social que reproduce el actual estado de las cosas. Se resolverá mediante un choque entre clases; esto es, mediante la fuerza. Este choque marcará la lucha de clases durante la próxima década en Europa. Todo lo que empecemos a hacer desde ya, buscando un nuevo enfoque que supere la impotencia progresista, nos colocará en mejor posición para el combate.

Cargando valoraciones...
Ver comentarios 1
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Cargando relacionadas...

Justicia
Última hora
La justicia española ordena a Juana Rivas que entregue a su hijo menor al padre para su regreso a Italia
Un juzgado de Granada desestima la oposición de Juana Rivas al decreto de la justicia italiana y le ordena que disponga el regreso de su hijo menor a la residencia de su padre en Italia para el próximo martes 22 de julio.

Aborto
Gritos de “asesina” y citación en comisaría: así es abortar cuando te acosan grupos antielección
A finales de junio, una mujer fue increpada al entrar en la clínica a la que acudió para someterse a una IVE. Su caso no es una excepción. La reforma aprobada en 2022 para castigar estas conductas no ha frenado los hostigamientos.
Madrid
Victoria inquilina: la Justicia reconoce como abusivas seis de siete cláusulas del fondo buitre Nestar
Rotunda victoria del Sindicato de Inquilinos de Madrid y las casi mil familias en huelga de alquileres contra el tercer mayor casero de España, el fondo de inversión Nestar-Azora.
Siria
La justicia, el gran reto de la transición siria
Con más de 100.000 personas desaparecidas y decenas de miles de muertos, la población siria busca justicia mientras el país echa a andar.
El Salto n.79
La celulosa o la vida: periodismo situado y lucha social para frenar un ecocidio
El jueves 17 de julio os esperamos en el CS “A Nubeira” de Vigo para presentar el último número de la revista El Salto.
Opinión
Con todos ustedes: España
Os vengo a presentar a vuestra España racista, esa que no habéis querido ver y lleváis ignorando demasiado tiempo.
Opinión
Lecciones de Torre Pacheco. Combatir el racismo desde la fuerza de clase
El combate contra el racismo no es un combate que se vaya a resolver mediante un ejercicio de intelectualismo moral, se resolverá en la lucha de clases y ese choque marcará la próxima década en Europa.
México
Si México fuera verde: niñas madres, leyes muertas y la lucha por decidir
La viralización de la información sobre partos infantiles revela la realidad de una violencia ignorada en un marco legislativo que obliga a actuar

Últimas

Comunidad El Salto
El Salto estrena nueva página: una web como una casa
Después de un año de trabajo, lanzamos en julio la nueva web de El Salto, con un nuevo diseño, pero, sobre todo, con una nueva Zona Socias llena de ventajas para las personas que hacen posible El Salto con su apoyo.
Murcia
La Fiscalía de Murcia investigará si el presidente de Vox Murcia ha incurrido en delitos de odio
El órgano judicial responde a las denuncias de PSOE, Izquierda Unida y Podemos que apuntan a José Ángel Antelo como instigador de las razzias que se están llevando a cabo en Torre Pacheco.
Opinión
Superman y el ‘reset’ de los superhéroes en crisis
‘Superman’ no es una película de Costa-Gavras, pero ya las declaraciones de Gunn durante la promoción, destacando que es la historia de “un inmigrante”, soliviantaron al trumpismo.
Comunidad de Madrid
Los bomberos forestales madrileños inician una huelga de un mes
Cerca de 80 trabajadores se han encerrado en la sede de Tragsa a la que acusan de no negociar mejoras laborales y ante la “desidia” de la Comunidad de Madrid.
Opinión
Lo de Torre Pacheco tiene un nombre: terrorismo supremacista blanco
Lo que está pasando en la localidad de Murcia es responsabilidad de una narrativa supremacista blanca alimentada por políticas migratorias racistas y por la criminalización y estigmatización que sufren las poblaciones migrantes y racializadas.
Opinión
Integración, valores europeos, y otros grandes chistes racistas
El poder ha sabido rentabilizar bien las migraciones: se explota su fuerza de trabajo para engordar las sacas del capital, se explota su alteridad para que la gente no piense en la desposesión que sufren por culpa de este régimen de la avaricia.
Más noticias
Economía
¿Cómo funciona el mecanismo de defensa que Europa podría activar contra los aranceles de Trump?
Varios gobiernos europeos apuestan y presionan a la Comisión Europea para que active el Instrumento contra la coerción económica contra las amenazas estadounidenses.
Dependencia
Las comunidades autónomas ya asumen tres de cada cuatro euros en gasto en dependencia
Las comunidades autónomas han aumentado el porcentaje en el que financian estos servicios esenciales, se encargan de media el 72,9% del total.
Maternidad
La discriminación de las familias monoparentales por los permisos de nacimiento llega al TEDH
Una familia monoparental demanda al Estado español por entender que se ha vulnerado su derecho a la no discriminación.

Recomendadas

Arte contemporáneo
Palabras contra el poder: la vigencia radical de Barbara Kruger
La primera retrospectiva completa de Barbara Kruger en España presenta los distintos formatos y soportes con los que ha trabajado en las últimas cinco décadas: ‘paste-up’, instalaciones de vídeo, obras en LED y vinilos murales.
Málaga
Málaga, el punto de inversión para los fondos israelíes a pie de playa
Diversos fondos de origen israelí están presentes en proyectos urbanísticos de Málaga influyendo en la turistificación de la provincia mientras se enriquecen con la ocupación de Palestina
Feminismos
Patricia Reguero
“Mis relatos están escritos al lado de otras, arropada por la escucha de otras”
Patricia Reguero Ríos, redactora de El Salto, presenta ‘Todo lo que pasó el día que me mordió mi hija’ (La Imprenta, 2025), un conjunto de relatos que desde lo individual apelan a lo colectivo y que se devoran con una mezcla entre ansiedad y placer.
LGTBIAQ+
Mana Muscarsel
“La amistad da más juego para salir de la lógica de la familia porque tiene menos reglas"
La autora y psicóloga argentina pone en valor la amistad frente a los modelos relacionales centrados en la pareja y la familia. Tampoco le interesa la familia elegida: “Marca una línea muy clara entre lo que pertenece y lo que no”.
Comentarios 1

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...