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Madrid o Barça, blanco o negro, izquierda o derecha, hombre o mujer, bueno o malo. Desde que venimos al mundo se espera de nosotras que nos manifestemos con o contra cada uno de los elementos de nuestro día a día. O eres una cosa, o eres otra.
Qué fijación más tonta tenemos los humanos por ponerle un nombre a todo y por considerar que somos entes cerrados y fijos que se relacionan en grupos cerrados y fijos, orientados por instituciones cerradas y fijas dentro de países cerrados y fijos, en un mundo finito, cerrado y fijo.
No sé cuál será el origen de este empeño por tener cada cabo atado y bien atado, pero sí entiendo la ilusión de control que se dibuja cada vez que colocamos a cada uno en su lugar dentro de nuestra cajonera mental. Quizás por esa necesidad de orden enfermiza, o por la tendencia natural de nuestro cerebro a crear atajos cognitivos y no colapsar de saturación, lo seguimos haciendo. O quizás porque es algo que no nos planteamos normalmente. Así nos han educado, así funciona el mundo, así se ha hecho siempre.
Si el romanticismo o el deseo por ampliar nuestras miras no es suficiente para intentar ir más allá de esta dualidad bíblica que nos persigue a todas partes (Caín y Abel, Cielo e Infierno, Dios y El Diablo), entonces pensemos por un momento en la irremediable realidad de la contradicción humana. Habrá quien luche por reducir en la medida de lo posible el espacio entre lo que piensa y lo que hace, pero ni siquiera aquella conseguirá disolver todas las contradicciones con las que nos enfrentamos. Tenemos derecho a la contradicción, porque sin él, sería muy fácil caer en una espiral eterna de resignación y asco.
La cuestión de la contradicción se hace más visible cuando llega el momento de definirse. No puedes declararte un día comunista y al día siguiente liberal, porque estarías rompiendo los esquemas que nos implantan de fábrica. No estoy hablando de medios ni centros, simplemente de visión global.
¿En serio es tan difícil entender que todo fluye, evoluciona, se transforma? A lo mejor debemos superar la visión terrenal de las cosas guardadas en cajones y mirar al cielo para ver las nubes.
Si donde antes había individuos delimitados que formaban parte de grupos, ahora vemos seres emocionales y racionales que se identifican con diferentes elementos de otros seres dependiendo del momento o de la situación formando nubes de relaciones e identidades; estaremos más cerca de entender las conexiones humanas.
Si la sociedad aprendiera a valorar a las personas que son capaces de tomar elementos de aquí y allá, contextualizarlos y dotarlos de un nuevo sentido; ganaríamos perspectivas. Si ganamos perspectivas, podemos buscar nuevas soluciones a los problemas complejos que nos rondan y que no son necesariamente nuevos.
Es valiente no definirse cuando lo que los demás esperan es que lo hagas, siempre y cuando sea por convicción o duda, y no por pereza o falta de autoconocimiento. Qué más da lo que ponga en el pasaporte si al final del día puedes identificarte con tantas nacionalidades como sientas. Da igual lo que tengas entre las piernas si consigues deconstruirte y modelarte a tu imagen y semejanza.
A veces da la sensación de que nos negamos a asumir una realidad que tenemos delante de las narices, porque aceptarla sería el primer paso para cambiarla. Es responsabilidad de nuestra generación borrar fronteras que nuestros padres y madres no fueron capaces de borrar con el fin de dar a las personas el protagonismo que merecen, y no los restos de la atención que otros asuntos acaparan.
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Apreciando el librepensamiento que no caiga en el sectarismo habitual....¿Desde cuando ser un pusilánime al que lleva la corriente tiene valor?
Cierto así es la evolución del ser humano es el futuro no el atraso ..
ES TAN INTERESANTE QUE ME GUSTARÍA QUE LO LEYERA MUCHAS PERSONAS;AMIGAS Y CONOCIDAS TIAS PARIENTAS ,VECINAS ETC,ETEC. PARA QUE ME DIERAN SU OPINIÓN POR
SI SU PARECER CONCUERDA CON EL MÍO .MUCHOS BESOS...... FUENCIS .P.