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Se pensaba que nada podía ir a peor, que la justicia internacional iba a tomar cartas en el asunto, que la reconstrucción sería cosa del pasado y que por fin se asentarían bases fuertes para un gobierno de consenso nacional palestino. Sin embargo, 2017 acabó y, con él, las pocas esperanzas que la población de la Franja de Gaza había puesto en los actores políticos y estratégicos.
Hoy en las calles gazatíes hay cada vez menos puestos ambulantes, menos tiendas y menos restaurantes que vendan el tradicional bocadillo de shawarma.
“El shawarma se está vendiendo a seis o siete shekels. Antes costaba el doble, pero a pesar de eso nadie compra. La comida, las verduras, la ropa son baratas, pero no hay dinero para gastar en nada más que lo puramente necesario”, cuenta Yahya, un joven gazatí que hace poco emprendió un negocio de crianza de pollos.
“Los precios están bajando para que la gente compre y lo único que estamos viendo es cómo aumentan nuestras deudas y bajan los beneficios —continúa explicando—. Los salarios son justos, apenas queda algo para comprar carne roja y comerla el viernes”.
La ternera en Gaza, importada debido al bloqueo, solía venderse a 45 shekels el kilo. Hoy las carnicerías se ven obligadas a bajar el precio a 25 shekels. La población gazatí está entrando en una peligrosa recesión donde todo el mundo sale perdiendo: agricultores, ganaderos, criaderas de pollo y, sobre todo, aquellas personas que buscan un trabajo, bien sea por primera o por enésima vez. No se ve ni un ápice de luz en el oscuro devenir de dos millones de personas que sufren un bloqueo impuesto, y declarado, por Israel desde 2007.
La devaluación de la vida en Gaza
Fue en una oscura habitación donde Mohannad se quitó la vida a finales de agosto de 2017. Solo, sin luz, sin deseos de seguir viviendo en una situación incierta donde ni siquiera uno solo de sus proyectos sale adelante. Dándose continuamente contra un muro de obstáculos patriarcales, políticos y aquellos sostenidos por el bloqueo, Mohannad Yunes se suicidó dejando atrás a su madre y a sus pocos buenos amigos y amigas. Algunos incluso están pensando en seguir su camino.En uno de sus famosos relatos, Mohannad escribió:
“Escapé de una clase como si fuese un fugitivo de un campo de batalla para volver a casa. Dejé pasar muchos taxis, no sé por qué, para coger este. En el asiento delantero había un hombre de unos 50 años. Parecía un padre ideal, con su traje, su pelo canoso. El coche avanzó. Subió una señora en sus 40 años y no sé por qué creí que era la esposa de dicho hombre. Queriendo que todas las madres sean mis madres, pensé que era una de mis madres. Después, a su lado montó una estudiante universitaria. Ninguno de mis malos amigos estaba conmigo para comentar algo sobre ella. Yo vi que era más como una hermana, igual la hija de una esposa secreta de mi padre. El conductor nos pidió permiso para parar a recoger a una niña de una guardería. Luego llegó saltando una niña de cinco años. La estudiante la sentó en su regazo. Estaba contenta, como si fuera la primera vez que veía a una niña. Me alegra formar parte de esta familia temporal. Poco a poco la familia nueva fue desapareciendo. Yo fui el último. Cuando bajé me di cuenta de que no tengo hogar”.
Mohannad es un ejemplo del estado psicológico actual en Gaza, donde los casos de suicidio o intentos de suicidio están en aumento. Como muchos y muchas estudiantes universitarias, había intentado salir de la franja, pero no lo consiguió. Según datos de la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios (OCHA), la única vía de salida, el paso de Rafah bajo administración egipcia, se abrió un total de 36 días en 2017, comparado con los 44 días que estuvo abierto en 2016. El pasado año solo 17.000 personas pudieron salir por Rafah, mientras que en 2016 fueron 26.000, y en 2013, 151.000.
Los indicadores confirman que la franja de Gaza está entrando en una etapa de colapso económico. Es el modelo de prisión más grande del mundo, sin reconstrucción, sin pasos abiertos, sin agua, sin electricidad, sin trabajo...
La OCHA advierte del empeoramiento de la crisis energética. El suministro de electricidad declinó en 2017 de 10 a 12 horas al día a solo cuatro horas. Y la situación es continua desde hace medio año. “Como resultado, el suministro de agua también disminuyó más del 30%. La media diaria bajó de 84 a 60 litros por persona, mucho más bajo que el mínimo de 100 litros recomendado”, apunta el organismo.
La OCHA mantiene la alarma al haberse incrementado un 80% el número de casos de niños y niñas menores de tres años con diarreas, indicador de la calidad del agua. A finales de 2017, la media mensual había pasado de 1.930 casos a 3.450.
La contaminación de la costa por vertidos de aguas residuales que no pueden ser tratadas por la falta de electricidad también se ha visto aumentada peligrosamente. Mientras, en los hospitales de la franja de Gaza se tuvieron que posponer cirugías no urgentes al no contar con suministro de electricidad ni con medicamentos. “Las operaciones quirúrgicas y una serie de servicios en hospitales y centros de salud en la Franja de Gaza se interrumpirán en cuestión de días debido a la escasez aguda y sin precedentes de productos médicos”, anunció Ashraf al Qidra, portavoz del Ministerio de Salud en Gaza, el primer día del año 2018.
Gaza, el modelo de prisión más grande del mundo
La Franja de Gaza cerró el año 2017 con una tasa de desempleo de 46,6%, tal y como anunció la Cámara de Comercio palestina en Gaza. El Banco Mundial considera que esta tasa es la más alta del mundo, con un tanto por ciento en aumento entre la juventud y aquellas personas con una carrera universitaria.“Entre 20 y 29 años de edad, con diploma o licenciatura, la tasa de desempleo supera el 67% —explica Maher Attaba’a, economista de la Cámara de Comercio—. Con el final del año 2017 y a pesar de la reconciliación palestina, la economía de la Franja de Gaza continúa sufriendo la política del bloqueo israelí”.
Attaba’a señala, además, que las guerras y las agresiones militares israelíes profundizaron la crisis económica con la destrucción de infraestructura en todos los sectores y actividades económicas. “También afecta enormemente el retraso de la reconstrucción. Muchas instituciones internacionales ya advirtieron de que el bloqueo y el retraso de la reconstrucción tras la operación militar de 2014 afectarán en todos los aspectos, económicos, sociales, de salud y medioambientales”, recuerda el economista.
Después de tres años de la operación israelí Margen Protector, la entrada de cemento permitido por Israel no superó el 30% necesario, eso sin contar las necesidades naturales. En la Franja de Gaza aún hay miles de familias desplazadas sin hogar.
“Los indicadores confirman que la franja de Gaza está entrando en una etapa de colapso económico. Es el modelo de prisión más grande del mundo, sin reconstrucción, sin pasos abiertos, sin agua, sin electricidad, sin trabajo, sin medicina, sin vida ni desarrollo. Las organizaciones internacionales deben poner fin a este bloqueo para salvar a la franja de Gaza del estado de muerte clínica”, expone Attaba’a.
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