Opinión
El toro no sufre, pero el contenedor tiene un sistema nervioso complejo
Vuelve.
Todo vuelve.Vuelven los vinilos, los looks noventeros y el hacer pan en casa.
Vuelve el fascismo (si es que nunca se ha ido).
Vuelve la inquisición monárquica.
Vuelven los disturbios.
Y con ello, el cuñadismo ilustrado. Los tertulianos, entronados en los auténticos curas de nuestro tiempo, repartiendo moralidades. Estos no vuelven. Siempre están.
Que si así no. Que si así sí. Que qué culpa tiene el pobre mobiliario urbano.
Un ejército de monaguillos en Twitter repicando.
Vuelve la siempre necesaria LDC, la Liga en Defensa del Contenedor. Pobrecito, en peligro de extinción. Que ya sabemos, leo en redes, que el toro no sufre, pero que el contenedor tiene un sistema nervioso la mar de complejo.
Vuelven los defensores del inmobiliario público que, ya se sabe, son siempre más importantes que los derechos públicos.
Hace una semana casi queman vivo a un sin techo en Barcelona, el cuarto en medio año, pero aquí las condenas a la violencia son por los contenedores.
Convertidos en los nuevos reyes del peroismo.
De los creadores del “yo no soy racista, pero” y de su precuela “yo no soy machista, pero”, hoy llega el “lo de Hasél me parece grave, pero hablemos de los contenedores”.
Ayuso, cual discípula de Rivera, con su trozo de adoquín en la mano. Desatada. “Imagino que lo habrán pasado bien”, suelta en la Asamblea de Madrid.
Divinamente, chica. La pasamos divinamente viendo cómo se cuela el fascismo por la puerta, los tribunales vitorean y Moncloa se hace selfies diciendo que son los más progres del planeta.
Por cierto, señora Ayuso, espero que haya pagado usted royalties a Ciudadanos, que esto ya lo habíamos visto.
Ya os lo digo. Todo vuelve.
Para Europa Press, habían vuelto hasta los Sharps y los Rashs. Back to the 90s. Otra vez los grupos organizados anarquistas italianos. Estos también vuelven. Nunca fallan.
Todo vuelve.
Vuelve la Rosa de Foc, las esquinas ardiendo y los policías arreando.
Los Mossos, vuelven a reventar ojos.
Y algún tertuliano soltando que si no quieren perder un ojo, que no se metan. Si ya sabes cómo me pongo, pa’ que me invitas. Perder, dice. Como quien pierde el móvil en una noche de jarana.
“Ay, recórcholis, me dejé el ojo en la mani. ¡Menudo despiste!”.
Pero tranquilos, ¡hablemos de la juventud!
Moralistas contando a los chavales que la violencia no lleva a ningún lado. Lo dicen como si no hacer nada estuviera llevando a alguno. Sin hacer nada tenemos a unos camisas pardas disfrazados de verde ocupando decenas de sillas en el Parlamento. Pero tranquilos, que así no se hacen las cosas. Yo te lo voy a explicar. Solo les falta el agárrame el cubata.
Moralistas contando que en su tiempo en las manis no se liaba. Claro. Nunca. En mi barrio se consiguió transporte público porque un vecino secuestró el autobús a punta de pistola. Pero es cierto que estas cosas no pasaban.
Suerte que estos días la genial El año del descubrimiento nos recuerda cómo ardió el Parlamento murciano ese idílico 1992. Mientras Curro y Cobi bailaban la conga. Así nos recuerda la resistencia popular a la impuesta desindustrialización que hubo en este país no hace tanto tiempo. Era el impuesto por entrar en Europa, entregándonos a los brazos de Aznar. Pero tranquilos, que estas cosas no pasaban. Nunca. Qué va, qué va.
Los tertulianos siguen en su deporte favorito, criticar a los jóvenes. Llevan un año entero criticando todo lo que hacen, lo que sea
Y vaya, para que algunos se froten las manos, ya digo que no será que Carrero Blanco se hizo campeón mundial de salto por intervención divina. Y en la calle nadie lo celebró. Nadie. Qué va, qué va.
Y vuelve aquello de criticar a la víctima. Ahora diciendo que si Hasél no es ningún santo y que si es un reincidente que tiene condenas por agredir personas. Lo dice Vox, pero lo repiten muchos otros.
Ahí, tranquilamente. Como si esto fuera del individuo Pablo Hasél. Desde 1995 hemos tenido 150 personas condenadas en España por delito de opinión. Y esperando está Valtonyc. Desde la procesión del Coño insumiso a la tuitera Cassandra Vera. Señorías, tenemos un problemilla. Y no son los contenedores ardiendo en plaza Urquinaona.
Incluso Colau se suma a la criminalización de la lucha callejera. “Així no, nois” les suelta. Ay, que la cabra siempre acaba tirando al monte. Los Comunes convertidos en fuerza de orden. Las calles queman, Ada, porque vosotros habéis demostrado también que “No se puede”. Tristemente.
Al final ha resultado que el nexo de unión entre los Comunes y Junts per Cat es el “ni un paper a terra” y el decirle a los otros cómo se tienen que hacer las cosas que no saben gestionar gobernando.
¿A alguien realmente le sorprende que con la que está cayendo no se arme una gorda? Lo extraño no es que ardan por la noche los contenedores. Es que no ardan también por la mañana.
Llevamos meses con la promesa de que los desahucios están prohibidos pero los sindicatos de barrio tienen que poner el cuerpo cada semana para seguir parándolos. Pero eso no es violencia
Los tertulianos siguen en su deporte favorito, criticar a los jóvenes. Llevan un año entero criticando todo lo que hacen, lo que sea, ignorando la cantidad de adultos y viejos que hacen exactamente lo mismo. Y ahora, otra vez. Ya os decía yo que son como curas. Siempre obsesionados con los más jovencitos.
“Niño, dejar de joder con la pelota —nos dicen—. Niño, que eso no se dice, que eso no se hace que eso no se toca”
Salvemos las navidades, salvemos la hostelería, pero cualquier actividad propia de la juventud, linchémosla como si no hubiera mañana. O, mejor, como si esos mismos tertulianos nunca hubieran tenido un pasado. Llevan un año entero criminalizándolos por tonterías y ahora esperan que se los tomen en serio. Llevan un año robándoles la vida y ahora vienen los lamentos.
Y encima, en esa habitación oscura donde deben quedarse quietecitos frente a un ordenador estudiando a distancia, trabajando a distancia, socializando a distancia, desde esa habitación oscura, ya ni se os ocurra hacer una cancioncita subidita de tono, que si no os lanzaremos a otra habitación oscura para experimentar aislamiento social 2.0.
Esto no se hace. Mal.
Lo dicen aquellos que están legando a esos mismos jóvenes a quienes critican un “no futuro”. Un no presente. El paro juvenil triplica en España la media de la OCDE, alcanzando el 40,9%. Pero, quieto niño, que eso no se hace. Aquellos que han roto los sueños hinchados de sus hijos siguen intentando controlar también sus pesadillas. El fuego puede que no sirva. Pero el sistema está fallando en demostrar que eso es así. Que hay otras maneras. Quizás sería momento de darse cuenta del tapón de embudo en lugar de lamentar cristales rotos.
Llevamos meses con la promesa de que los desahucios están prohibidos pero los sindicatos de barrio tienen que poner el cuerpo cada semana para seguir parándolos. Pero eso no es violencia. Será porque no se tocan los contenedores. Aquí no vemos a nadie diciendo eso de “yo estoy con la propiedad privada, pero...”. ¿Qué cosas, no?
Vemos tertulianos y políticos preocupados por la ocupación de viviendas, eso sí. Ese fenómeno masivo que generó 14.000 denuncias en 2019 de un total de 25 millones de casas. Un preocupante 0,05% que asciende al 0,4% si lo dimensionamos con las 3,5 millones de viviendas vacías. Sin nadie para habitarlas mientras las calles se van llenando de camas de cartón.
Pero tranquilos, que así no. Que hay otras maneras.
Ya las encontraremos si eso....
Estamos trabajando en ello, que decía el bigotes.
No nos equivoquemos, sin embargo, que en la calle están los jóvenes, pero detrás hay mucha gente de todas las edades. Mucha gente harta. Hastiada. No les estamos dejando respirar. En muchas protestas se ha visto cómo las piedras o los insultos a la policía caían también de los balcones.
Las protestas señalan al abismo pero los tertulianos están obsesionados con mirar el dedo de los chavales que encabezan las protestas.
Mientras, el rey va desnudo.
En 2015 nos llenaron la boca con el Je suis Charlie. Entonces no había pero que valiera. Ni aquellos que queríamos puntualizar que reírse de minorías puede ser libertad de expresión pero no es humor sino abuso de poder. Todos fuimos Je suis Charlie.
Lo que no somos hoy es Juan Charlie. No somos hipócritas, ladrones y asesinos de elefantes, puteros machirulos entronados a figuras intocables. No lo somos. No vivimos en Abu Dabi.
A algunos les preocupan los contenedores, a otros nos preocuparía más ver una sociedad adormecida que no protesta por las injusticias.
Y ahí está la juventud para despertarnos. No hay más ciego que el que no quiera ver. Por si acaso, las calles prenden la luz.
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