Opinión
Julio 2019: eclipse total en Getaria
El turismo depredador precisa de un discurso histórico hueco e insustancial. Solo nos queda oponer algún tipo de resistencia con inteligencia, recuperando y articulando espacios para el encuentro, la cultura crítica y la organización social frente a las políticas especulativas del establishment.

El próximo mes de julio, con la llegada a Getaria del Juan Sebastián Elcano, la localidad guipuzcoana será el centro informativo, quizá a su pesar, o al menos no con la complacencia de todos sus habitantes, de unos fastos que celebrarán el quinto centenario de una circunnavegación castellana. Conviene recordar, sin embargo, que la épica y la gloria son atributos de conmemoración, pero no de explicación histórica que nos ayuden a contextualizar y a entender los vínculos que van a empezar a construir los europeos en las lejanas geografías conquistadas y sometidas a partir del siglo XVI.
Castilla financió una expedición con el fin de abrir una nueva ruta de acceso a las especias, disputando así la hegemonía que Portugal había logrado en esta materia en la zona del Pacífico. Se trató de un viaje repleto de incidentes y continua confrontación entre un arrogante Magallanes y la soberbia de los capitanes castellanos, que nunca aceptaron que un noble portugués de segunda división, capitanease la expedición.
El punto álgido de este clima se alcanzó en la bahía de San Julián en forma de conspiración y rebelión directa contra Magallanes, éste logró controlar y reprimir la insurrección con el apoyo decisivo de la parte de la marinería que era de origen portugués. La violencia y los atropellos de los expedicionarios contra poblaciones autóctonas también se hicieron presentes de forma notable en esta odisea en pos de la hegemonía comercial. La culminación del viaje, la protagonizará Juan Sebastián Elkano tras la muerte de Magallanes, realizando una road movie marítima, para evitar ser capturado por los portugueses.
Remitiéndonos al relato que el cronista Antonio de Pigafetta hizo del viaje, estos son los hechos históricos narrados de forma muy sintética. Ahora comienzan las interpretaciones sobre la trascendencia real de aquella expedición y su asentamiento en el imaginario colectivo.
Muchos son los recursos invertidos en este formato de conmemoración, unas inversiones con retornos económicos tangibles y con otros no tangibles, pero sí fuertemente simbólicos e ideológicos. Por todo ello, y sacrificando otros planteamientos, se priorizan enfoques históricos de divulgación planos y, a veces, anodinos, en los que se subrayan aspectos que tienen que ver con la tecnología del momento, las capacidades logísticas para los viajes, la cotidianidad en las travesías, o las destrezas y valores de los protagonistas.
La historia así practicada es un ejercicio ideológicamente interesado de renuncia a trazar perspectivas de enlace con el presente.
Algunos de estos aspectos pudieron tener, y tuvieron, su importancia en los preparativos del viaje y su desarrollo, pero la historia así practicada es un ejercicio ideológicamente interesado de renuncia a trazar perspectivas de enlace con el presente; perspectivas que nos ayuden a entender, por ejemplo, el porqué vivimos en un mundo tan profundamente desequilibrado e injusto, un mundo en el que las geografías colonizadas coinciden, casi como un traje hecho a la medida, con las geografías del subdesarrollo y del despojo de recursos.
Si la historia del siglo XX nos enseñó algo, es que la fe ciega en la tecnología y el progreso configurado como mito, pueden dar pie a pesadillas humanas de largo alcance. Sin embargo, este tipo de conmemoraciones y su discurso histórico oficial, entronizan sin descanso a ambos como precursores infalibles de una aséptica globalización, iniciada por personajes como Elkano, y continuada hoy, por los estados europeos y su pléyade de patrocinadores empresariales, ávidos de hacer negocios de todo tipo.
Concurre además, por parte de las instituciones vascas y sus agentes culturales, un empeño casi pueril, en reivindicar la figura de Juan Sebastián Elkano como un dechado de virtudes aisladas y desconectadas del contexto histórico del momento y de las decisiones que el propio Elkano va tomando en el transcurso de los hechos y de su vida. La valentía, la nobleza o la genialidad del navegante se reivindican como algo consustancial a una identidad vasca idealizada y rancia. Este discurso asume en lo más profundo el juego de roles regionales que el franquismo implementó para neutralizar disidencias y fraguar unidades.
Quién practique esta mirada ha tenido necesariamente que amputar de la historia aquellos pasajes que muestran un pueblo vasco más complejo en sus estructuras de clase y con importantes pulsiones en la búsqueda de una construcción nacional, pulsiones que reaparecen una y otra vez a lo largo del tiempo. Sólo por mencionar un capítulo, ¿cómo explicar la declaración de independencia que los junteros guipuzcoanos de 1794 hicieron en Getaria?¿por qué reivindicaban una independencia anterior a la invasión castellana del año 1200?.
Mientras nos vamos dando cuenta de que el turismo depredador precisa de un discurso histórico hueco e insustancial, y mientras nos percatamos de que el término “sostenible” aplicado al turismo es la expresión de un deseo hoy por hoy imposible, solo nos queda oponer algún tipo de resistencia con inteligencia, recuperando y articulando espacios para el encuentro, la cultura crítica y la organización social frente a las políticas especulativas de todo tipo que el establishment está poniendo en marcha. El mantenimiento y la recuperación de algunas alcaldías por parte de la izquierda, especialmente en la costa guipuzcoana, es una buena oportunidad para ello.
En Getaria, en esos días de julio, no cabrá un solo turista más, un solo periodista más… un solo uniformado más. La belleza indiscutible del buque escuela de la armada española unido al encanto de Getaria, generarán un éxtasis en todos aquellos que apoyaron ese artefacto político-económico local llamado Plan Estratégico de Turismo. Algunos, entonces, caerán en la cuenta de que es metafísicamente imposible, y más en la crisis del régimen borbónico que se vive, rendir pleitesía a Elkano sin jurar la bandera española. Elkano lo habrá eclipsado todo, hasta la propia historia de Getaria.
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