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Carta desde Europa
Formar gobierno: el modelo de Bruselas
Un problema espinoso para la presidenta de la Comisión es inventar la descripción de los departamentos de la misma, de modo que signifique algo para el mundo exterior. Existen carteras intrigantes, como la denominada Protección del Modelo de Vida Europeo.
Director emérito del Max Planck Institute for the Study of Societies de Colonia.
Durante el verano, la presidenta electa de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, decidió la composición de la misma, que tendrá que ser confirmada por el Parlamento europeo, el cual, sin embargo, puede votarla únicamente en su totalidad, pero no a sus miembros individuales ni tampoco la asignación específica de sus carteras. Ha sido profusa la cantidad de material enardecedor sobre el asunto publicado en los medios por los diversos departamentos de relaciones públicas, así que aquí podemos centrarnos en las cuestiones esenciales.
La Comisión tiene 27 miembros, incluida su presidenta, uno por cada Estado miembro (28 en realidad, pero el Reino Unido no ha reclamado su puesto dada su inminente salida de la UE). Un gobierno de 27 miembros es un gobierno enorme, incluso para un Estado propiamente dicho de gran tamaño; Alemania, por ejemplo, tiene un gobierno de 15 ministros, que es ya considerablemente grande. En realidad, en algún momento se discutió reducir el número a la mitad, pensando inocentemente que la Comisión ha de ser en todo caso inmune a los colores nacionales y que sus miembros toman posesión de sus cargos una vez que prescinden de su origen holandés, griego o de cualquier otra adscripción nacional para convertirse en ‘europeos’. Pero esta premisa hubiera significado que la mitad de los Estados miembros no se hallarían ‘representados’ durante largos periodos de tiempo. Aunque oficialmente no existe ninguna representación nacional en la Comisión, ¡imaginemos que Francia o Alemania tienen que abandonarla para ceder su puesto a Malta o Estonia! Demasiada dosis de supranacionalismo realmente.
¿Han visto ustedes alguna imagen de la disposición física de la Comisión dispuesta para celebrar una sesión plenaria? El círculo dispuesto por las mesas es tan enorme que los miembros necesitarían binoculares para saber quién se sienta enfrente suyo. Menos mal que no tienen por qué saberlo, porque la reuniones se hallan minuciosamente definidas por la burocracia de principio a fin. “La libre discusión” no es posible ni necesaria, ni de hecho deseada.
Dada la jurisdicción realmente limitada de la UE en comparación con la disfrutada por sus Estados miembro, un problema espinoso para la presidenta de la Comisión es inventar la descripción de los departamentos de la misma, de modo que signifique algo para el mundo exterior (especialmente en sus propios países), aunque ello oculte en ocasiones una total falta de contenido sustantivo. Existe, por ejemplo, un comisario o comisaria de Medio Ambiente y Océanos, otro de Igualdad y todavía otros de Transportes, Justicia, Salud, etcétera, carteras que, dado su real significado legal, político y presupuestario, serían gestionadas en el ámbito nacional a lo sumo por el correspondiente funcionario público a la cabeza de una dirección general ministerial. Otras carteras tienen nombres extraños, como Valores y Transparencia o Innovación y Juventud y todas ellas son objeto de remezcla y redefinición cada cinco años a partir de las treinta y cuatro Direcciones Generales existentes, que se hallan presidas durante largos periodos de tiempo por sus respectivos directores generales, que son ciertamente quienes tienen sus propias opiniones de los Comisarios, los cuales, sin embargo, se supone que son quienes ejercen el poder sobre ellos.
¿Por qué, entonces, alguien desea en todo caso ocupar el puesto de comisario o comisaria, deseo del que son incluso presa antiguos miembros de los distintos gobiernos nacionales? Ante todo, conviene no olvidar que los comisarios y comisarias se hallan muy bien retribuidos, percibiendo un salario de no menos de 264.000 euros anuales, al que se añaden cuantiosas asignaciones diversas y generosos “retribuciones de transición”, así como pensiones de jubilación, todo lo cual conforma un paquete retributivo que se halla muy por encima de los emolumentos percibidos por muchos de los jefes de gobierno de los Estados miembros. Por otro lado, los comisarios y comisarias pagan sus impuestos a la UE, no a sus Estados de origen, y lo hacen aplicando diversas desgravaciones especiales, que mantienen los tipos impositivos reales a un nivel reducido. Al mismo tiempo, el nombramiento para el puesto de comisario se efectúa para un periodo de cinco años durante el cual no pueden producirse elecciones o verificarse cambios en las correspondientes coaliciones de gobierno.
La cartera denominada Economía iba a llamarse algo así como, créaseme o no, “una buena economía para todos nosotros”, lo que puede haber sonado amenazador a los capitalistas europeos
Sin embargo, algunas carteras y sus responsables son de interés. El comisario italiano, Paolo Gentiloni, antiguo primer ministro, que, como sucede habitualmente en Italia, desempeñó su cargo durante un breve periodo de tiempo (2016-2018), ha asumido la cartera denominada de Economía, la cual originalmente iba a denominarse algo así como, créaseme o no, “una buena economía para todos nosotros”. Esto puede haber sonado amenazador a los capitalistas europeos, ya que una buena economía es solo la que es buena para el capital, lo cual implica que en ocasiones no puede ser, desafortunadamente, también buena para el resto. Y así la florida denominación, preñada de promesas, se dejó caer para optar por esta otra más sobria.
Igualmente intrigante es la existencia de una cartera, que tiene rango de vicepresidencia, denominada Protección del Modelo de Vida Europeo, y no es una broma, la cual va a ser presidida por el futuro comisario griego. Lo que realmente significa adquiere mayor claridad si nos percatamos de que entre las Direcciones Generales integradas en la misma se halla la que se ocupa de la política de refugiados. (Muestras de conmoción han llegado de los simbólicamente obsesionados griegos, que consideran la denominación “racista”; corresponderá a von der Leyen inventar un nombre más correcto políticamente para lo que seguirá siendo la misma cosa. Incidentalmente, habrá también un comisario para Gestión de la crisis, que no podía provenir sino de Eslovenia obviamente; si la denominación de su tarea tuviera algo que ver con su trabajo real, lo cual es tan improbable como en el resto de denominaciones, sin duda este comisario va a tener realmente mucho trabajo durante los próximos años).
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Y nos encontramos también al menos con una denominación engañosamente simple de la tarea asignada a la comisaria francesa, que estará al cargo del Mercado Interno. Realmente importante, nos sentiríamos tentados a pensar, dado que implementarlo es casi la única competencia real de la UE. Pero, ¿conoce la nueva comisaria lo bastante sobre el asunto? Sylvie Goulart, una insider bien conectada de la política francesa, fue durante unas pocas semanas ministra de Defensa (su colega alemana era Frau von der Leyen) en 2017 hasta que presentó su dimisión por “irregularidades financieras”, lo cual no enturbió sus relaciones con el presidente Macron, como tampoco lo hizo que hubiera cobrado entre 2013 y 2016 “honorarios de consultoría” por valor de 10.000 euros mensuales de la Fundación Berggruen. Pero, ¿por qué la cartera de Mercado Interno? Oculta en su departamento se halla una nueva Dirección General de Industria de Defensa y Espacio.
¿Recuerdan ustedes que von der Leyen fue efectivamente entronada por Emmanuel Macron? Prepárense para contemplar a las dos comisarias, se dice que buenas amigas, implementando junto a la sucesora de Merkel, AKK, la política europea en última instancia concebida por Macron: el rearme de Europa, en particular de Alemania, al nivel del 2% del PIB y la venta de armamento de fabricación y calidad franco-alemanas a los señores de la guerra que salpican por doquier la escena mundial.
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