Separar no es reciclar

Noticias como la de la devolución desde Malasia de cinco contenedores de plástico no reciclable o la difusión de un video sobre un "supuesto" vertido ilegal de pilas ponen sobre la mesa dos debates: uno, el más importante, sobre el destino de los residuos. Otro, también con enjundia, sobre la educación ambiental. Ambos vinculados, claro.

Reciclaje Traperos
Rueda integrante de la exposición sobre Economía Circular que Traperos de Emaús desarrolla en la provincia de Huelva

Traperos de Emaús Huelva

6 jul 2019 06:00

Hace poco escribíamos una entrada en el blog vivirdelabasura.com sobre la importancia de “hacer las cosas bien” y en ella decíamos que “las buenas intenciones no justifican atajos, saltarse las normas, aparcar la ética cotidiana o mirar a otro lado. Las leyes ambientales, las laborales, las fiscales, la protección de datos, la promoción de la igualdad efectiva, la transparencia, la no discriminación, el trato justo... son asuntos que nos incumben a diario y mucho”. Y parece que estas noticias vienen a confirmar eso que decíamos.

Esa entrada estaba escrita como respuesta a prácticas que nos encontramos en nuestro trabajo cotidiano de entidades que, tras etiquetas "Eco", "Social" u otras por el estilo, se creen con 'patente de corso' para justificar cualquier práctica o que se montan como coartada para tapar las vergüenzas de corporaciones poco preocupadas por lo “eco” y lo “social” y que, de hecho, andan detrás de no poco desastres ambientales y sociales. La última jugada es la de la Economía Circular, un planteamiento muy interesante que puede convertirse en la coartada del capitalismo más salvaje para hacer creer “que todo cambia sin que nada cambie”.

Y claro, si la preocupación de estas entidades tiene que ver más con la imagen que con el resultado real de sus prácticas, la inversión que hacen, consecuentemente, se enfocará más a mejorar su imagen que a mejorar sus procesos productivos para “hacer las cosas bien”.

No vamos a extendernos en esto, aunque sí habría que aclarar que sería injusto meter a todos “en el mismo saco”. Hay matices, hay mucha gente realmente preocupada por lo social y lo ambiental y una de las urgencias es hacer un ejercicio de “separar la paja del grano”. Urgente porque estas entidades con una preocupación sincera y que sí procuran cumplir las normas tienen en frente a otras a las que las normativas laborales no les preocupan, como se denunció recientemente en el caso de Remar y parece ser que ocurre en las escisiones de esta entidad (Reto, Betel...) o porque la opacidad de un Sistema Colectivo de Responsabilidad Ampliada del Productor (SCRAP) como Ecoembes puede hacer creer que los sistemas colectivos de otros residuos funcionan igual. Y no es así. Igual que nos encontramos esos casos, también se observa una preocupación sincera por el cumplimiento de las normas y de exigentes criterios éticos en muchos gestores, recicladores, chatarreros...

Pero es que, incluso, se puede “meter la pata” de manera bienintencionada. Y hay que ser capaces de reconocer las limitaciones del actual sistema de gestión de residuos. Nuestro proyecto va a cumplir 5 años promoviendo lo de "Basura Cero" y reconocemos que hay muchas cosas que nos llegan a las que no somos capaces de dar una segunda vida a través de la reutilización o el reciclaje y esas cosas, inevitablemente, terminan en vertederos. Los datos que pueden verse en nuestras memorias ambientales así lo expresan. Y no creemos que seamos una excepción en la norma. Esto, que en si no es una mala práctica, sí terminaría siéndolo en la medida en que prefiramos solo contar nuestras bondades y ocultemos esas limitaciones, dando los datos de reutilización o reciclaje y ocultando los datos sobre el volumen de residuos transferidos a vertederos o incineradoras.

Vivir de la basura

Este panorama traslada mensajes contradictorios a la ciudadanía, a la que se le pide una conciencia y una implicación ante graves problemas ambientales, pero que ve cómo esos esfuerzos no son correspondidos por aquellos que tienen la responsabilidad en la gestión de los residuos (“les hago el trabajo, con cinco cubos distintos en casa y ellos terminan mezclándolo todo”), a la que se le dice que la basura es la “minería urbana” en la que se encuentran ingentes cantidades de metales preciosos y no se cuantas fuentes de riqueza mientras se le pide un recibo de la basura cada vez mayor (“¿no era oro lo que había en mi basura? Tendrán que pagarme a mi por llevársela”).

Y con ciertos fallos de comunicación. No somos expertos en comunicación, pero vemos cómo el resultado de muchas campañas no es el que se espera. Nosotros mismos nos presentábamos en sociedad con ese eslogan de “vivir de la basura” que daba a entender que este es un ámbito en el que hay muchas oportunidades, pero tal vez no hemos explicado bien que nosotros lo que queremos es vivir de nuestro trabajo y que ese trabajo consiste, en gran medida, en “sacarte la basura de casa” y que lo procuramos hacer con toda la eficacia de la que somos capaces, intentando molestar lo menos posible, cumpliendo todas las normativas laborales, ambientales..., haciendo una gestión responsable de lo que recogemos y esa gestión responsable empieza intentando poner en reutilización todo aquello que podemos poner en reutilización y sí, ello implica poner a la venta objetos que vienen entre aquellos de los que tú te desprendes, pero eso es un objetivo ambiental y social más que económico. Vamos a explicarlo con el textil:

Llega el cambio de temporada, vacías tus armarios y sustituyes la ropa correspondiente a la estación que termina por la de la estación que entra. En esa operación te encuentras con prendas que ni siquiera te has puesto, puede que incluso con su etiqueta, la metes en una bolsa y repites la operación hasta que la bolsa se llena. Te planteas qué hacer con esa ropa y decides que, mejor que ponerla en una de esas sospechosas cajas que aparecen en el portal de vez en cuando o tirarla al contenedor, la vas a “donar” a Traperos u otra organización que se dedique a ello.

Calculas lo que te ha costado toda esa ropa y piensas que acabas de hacer una donación de 50€. Lo que tal vez desconozcas es que otras mil personas han hecho exactamente lo mismo que tú: vamos a poner que en total han llegado 8 toneladas de textil a esa entidad. Esa ropa llega a un almacén. Allí hay que clasificarla, hablamos de muchas prendas y si queremos que puedan disfrutarlas otras personas hay que clasificarla por tipo, tallas, temporada, estado..., todo un trabajo que, en nuestro caso, hacemos personas asalariadas que esperamos cobrar a final de mes y recibir nuestras correspondientes cotizaciones. Además de eso hay que exponerla en tienda y esperar a que le interese a alguien. Estamos en Andalucía, aquí todavía no hay mucha cultura de la ropa de segunda mano, así que los precios de las prendas tienen que ser muy económicos (esos 50€ se quedan en 5€) y aun así puede que mucha ropa se quede colgada, literalmente. Saldo de la operación: un 10% de esos 8.000 kilos son puestos en reutilización (de tu donación de “50€” conseguimos recuperar 0,50€ a los que hay que descontar todo el coste del proceso), el resto se vende al peso a muy bajo precio a otras entidades para que vuelvan a intentar la reutilización o las manden a reciclaje (borra, trapo...) esperando que esas otras entidades no sean tan piratas como para mandarlas para exportación y que terminen en un vertedero de Senegal.

Vamos a incorporar en ese proceso a un agente más: la industria de la moda, que introduce cada año más cantidades de prendas en el mercado a un precio cada vez menor (ya imagináis a costa de qué, no vamos a entrar a ello ahora), lo que genera que, en consecuencia, el volumen de residuos textiles aumente cada año.

Ese mismo esquema, con matices, puede trasladarse al mobiliario, a los aparatos eléctricos y electrónicos... y en él podemos ver que si queremos hacer una correcta gestión tenemos que hacer una inversión muy importante en los primeros pasos del proceso: implantando sistemas de recogida puerta a puerta que eviten que lo recogido se deteriore, afinando mucho los protocolos de recepción, almacenamiento, clasificación y posibles tratamientos para que se consiga recuperar la mayor cantidad posible de residuos e instaurando una buena red de distribución para que aquello que se recupera pueda terminar siendo puesto en reutilización. Todo ese proceso cuesta dinero y si lo que recuperamos es un metal precioso puede que la venta de ese material pague todo el proceso, pero si lo que se recupera es una camiseta sin ninguna característica especial es difícil que con lo que se saque por su venta podamos pagar todo ese proceso.

Es más, si hacemos depender todo el sistema de gestión de residuos de lo que “saquemos” con los materiales recuperados lo estaremos haciendo depender del mercado (sí, del mercado, amigo), encontrándonos, por poner un ejemplo, cientos de cartoneros peleándose por el papel, recorriendo las calles de las ciudades y los almacenes de todos los supermercados, cuando el precio de este sea alto y, por contra, los almacenes de las tiendas y los contenedores de la fracción resto llenos de cartón, sin que nadie se haya preocupado de separarlo, cuando el precio de este esté por los suelos.

Así que sí, se puede vivir de la basura, pero si hay alguien que pague ese proceso que hemos descrito: la recogida, el tratamiento... y ahí entran varios sujetos, principalmente los productores, mediante los SCRAP y las entidades locales mediante sus sistemas de recogida y tratamiento. Si unos y otros ya están cargando sus respectivas tasas a la ciudadanía para la gestión de los residuos no es de recibo que estos paguen de nuevo por ello.

Y venga contenedores

Mucho camino es el que queda por recorrer para que las cosas se hagan bien y con hacer las cosas bien nos referimos a hacerlas de tal manera que logremos esos objetivos expresados en aquello de las tres R. Es evidente que se tiene que frenar la subida exponencial en la generación de residuos (y, de hecho, empezar a reducirla) y para eso habrá que implantar, por las buenas o por la malas, el ecodiseño para, con ello, lograr que se aumente la durabilidad de los objetos y su reparabilidad, que se facilite la posibilidad de poner en reutilización esos objetos y que, al final de su vida útil, se puedan reciclar los materiales con los que están fabricados y se vayan descartando aquellos materiales que no sólo no son reciclables si no que ni siquiera son biodegradables (el plástico, por poner un ejemplo, es un material con una versatilidad y usabilidad tremendas, pero que tiene, hoy por hoy, esa “pequeña” pega).

Pero también habrá que replantearse los sistemas de recogida: fomentar la recogida puerta a puerta, que se ha demostrado como el sistema de acopio de residuos más eficaz a la hora de tratar los residuos (además de ser el sistema de recogida más valorado por la ciudadanía). Ese es uno de nuestros caballos de batalla, las experiencias de nuestros compañeros de Emaús Navarra, Bilbao, Murcia... y de otras entidades de AERESS como la Fundación Dexailles nos animan a querer implantar eso en nuestro ámbito de actuación, la provincia de Huelva, y así se lo hemos trasladado a las autoridades correspondientes. Ojalá pronto empecemos a desarrollar experiencias en este sentido.

La Unión Europea ha establecido lo que ha dado en denominar como “jerarquía de residuos”: prevención-reutilización- reciclaje-valorización-vertido-incineración, pero para su cumplimiento aún queda mucho camino por recorrer

Después vendría todo el proceso de tratamiento. Ahí los expertos en comunicación nos han dicho: “Tenéis que unificar los mensajes: hablad de reciclaje, que es lo que la gente entiende” y al final se le llama reciclaje a todo o a nada (generando la conciencia de que reciclamos envases por el simple hecho de echarlos al contenedor amarillo). Sin embargo los procesos, desde que se hace una recogida, son múltiples y complejos, yendo desde la reutilización hasta la valorización energética, pasando por el compostaje, el vertido o la incineración, interviniendo en ellos pequeñas y grandes empresas, nacionales o internacionales y desarrollándose en el territorio nacional o a muchos miles de kilómetros. La Unión Europea ha establecido lo que ha dado en denominar como “jerarquía de residuos” (que prioriza los procesos de tratamiento en este orden: prevención-reutilización- reciclaje-valorización-vertido-incineración) pero para su cumplimiento aún queda mucho camino por recorrer.

Otros debates abiertos con respecto a los sistemas de recogida son los relacionados con la separación en origen: ¿cuatro contenedores? ¿dos? ¿cinco? Aquí el consenso es menor. Es verdad que la separación en origen facilita el posterior tratamiento, pero ¿hasta dónde se debe llegar con ella? Traducimos la pregunta: ¿cuantos cubitos de basura terminaremos teniendo debajo del fregadero? Y de esta pregunta parte gran parte de la indignación ciudadana: todo ese esfuerzo, a la luz de las noticias con las que empezábamos, ¿sirve de algo? Nuestra experiencia es que sí, que claro que sirve, que si el papel no llega manchado de aceite se puede hacer poco por reciclar el aceite y el papel, pero si vienen separados es posible reciclarlos ambos, que si a nosotros nos llega la ropa medianamente preparada y separada de juguetes o RAEE se nos facilita enormemente el trabajo, pero si viene todo mezclado, muchas veces se llega a imposibilitar la reutilización.

Pero es verdad que habría que mejorar mucho todo y, entre otras cosas, avanzar a la hora de la educación ambiental, buscando una ciudadanía cada vez más informada, no solo sobre los códigos de colores de los contenedores, sino sobre el destino de los residuos que generan y para ello tendrá que saber distinguir los procesos, comprender, por ejemplo, que separar no es reciclar, pero ayuda.

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